CATACUMBAS DE ROMA
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Madrid, 1 enero
2020
Manuel Arnaldos, historiador de Mercabá

          La construcción subterránea de cementerios (o catacumbas) no tuvo su origen en Roma en los motivos de seguridad frente a las persecuciones[1], y mucho menos fue debida al pico y pala cristiano y clandestino. Se trató de un subsuelo excavado por el propio imperio romano, con la finalidad de crear una kilométrica red de galerías hidráulicas[2], y que permitiese y favoreciese el movimiento de las materias primas necesarias para cada ciudad.

          Por otro lado, y según las leyes imperiales, los enterramientos romanos de cuerpo presente[3] no podían hacerse dentro de ningún recinto amurallado, y sí en las periferias de las ciudades o en las mismas vías de circulación[4].

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          Fue lo respetado escrupulosamente por los cristianos de Roma del s. I y II, que vieron en las viejas catacumbas imperiales[5] la solución a sus problemas funerarios cristianos, y a sus enterramientos de cuerpo presente. Así, muy pronto empezaron a enterrarse los cristianos en las viejas catacumbas[6] de vía Aurelia, vía Portuense, vía Ostiense, vía Ardeatina, vía Apia, vía Latina, vía Nomentana, vía Salaria, Ad Ursum Pileatum, Ad Sextum Philippi...

          Con la aprobación del cristianismo como religión oficial imperial, año 380[7], pasaron a convertirse las catacumbas en propiedad de la Iglesia, sus santos más ilustres fueron trasladados a las nuevas basílicas cristianas intramuros, se acabó de policromar al resto de tumbas y pasadizos subterráneos, y fueron apuntaladas sus entradas y aposentos a medida que éstos se iban derrumbando.

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a) Catacumbas cristianas

          Se trató de una red inmensa de 60 lugares de enterramiento, a lo largo de miles de km de ambalacros o galerías subterráneas[8] en el subsuelo de Roma, que fueron almacenando los cuerpos de los cristianos difuntos, hasta finales del s. V.

          Sus formas más simples de enterramiento fueron los lóculos. Se trataba de nichos rectangulares, alargados y superpuestos sobre las paredes tobosas[9], donde eran depositados los miembros de una misma familia, tapando cada uno de ellos con tejas o mármoles, y esculpiendo sobre ellos el nombre y alguna pintura sobre la familia.

          Una forma de sepulcro más rica eran los arcosolios, sarcófagos empotrados contra un nicho, con una arcada superior que hacía de bóveda llena de frescos variopintos, y cobijaba la tumba bajo un arco semicircular.

          Los arcosolios se encontraban especialmente en los cubículos, pequeñas criptas de variada forma arquitectónica que enterraban a los difuntos por corporaciones de pertenencia, y que a veces estaban iluminados mediante lucernarios o aperturas en las bóvedas[10].

          Al aire libre, y sobre la puerta de entrada a la catacumba, con el tiempo el Imperio romano permitió a los cristianos la edificación de un pequeño templete, donde se fueron colocando las reliquias de especial veneración de los difuntos de esa catacumba.

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b) Arqueología de las Catacumbas

          En Roma existen más de 60 catacumbas, compuestas en arquitectura por 170 km de galerías subterráneas y 750.000 tumbas, y con hasta 12 pisos o niveles superpuestos de profundidad, en alguna de ellas. En la actualidad sólo se encuentran abiertas al público 5 de ellas[11]:

-Catacumbas de San Sebastián, en vía Apia, de 12 km de extensión y las de mejor conservación,
-Catacumbas de San Calixto, en vía Apia, de 20 km y como lugar de enterramiento de 16 pontífices,
-Catacumbas de Priscila, en vía Salaria y con las primeras representaciones de la Virgen María,
-Catacumbas de Domitila, en vía de las 7 iglesias, de 15 km y debidas a la nieta de Vespasiano,
-Catacumbas de Santa Inés, en vía Nomentana y con enterramientos de los mártires del s. II y III.

          La decoración de las catacumbas se confió a la escultura sobre los ladrillos o piedras que cerraban las tumbas, con numerosas epigrafías, simbologías y representaciones alegóricas sobre el crismón[12], estrígilos y alguna que otra estatua exenta, expresión viva de su fe en Cristo y en la vida eterna, y siempre bajo los modelos romanos.

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          Su pintura se confió casi exclusivamente al fresco sobre estuco (de polvo de mármol), dentro del estilo romano coetáneo, una técnica sumaria, pobre colorido y la mano de artistas modestos. Fue una pintura inspirada en la Sagrada Escritura, con temas específicos del AT[13] y NT[14] y las figuras romanas del Buen Pastor y la Orante, así como los símbolos de la Paloma (el alma), el Pavo Real (la eternidad), la Espiga (el cuerpo eucarístico), la Vid (la sangre eucarística), el Áncora, el Delfín y el Pez[15].

          Se puede decir que, a nivel general, fue una arqueología con las características de:

-escasa evocación de figuras y objetos,
-limitada variedad de formas y colores,
-nula representación de la divinidad, hasta el s. III,
-figuración temática, sugerente pero sin ir más allá,
-geometrización de motivos, en sus escasos escenarios, vegetales o animales,
-frontalidad de personajes, de cara y dirigidos al espectador,
-jerarquización de figuras, relacionando tamaño con importancia,
-perspectiva inversa, con figuras posteriores de mayor tamaño,
-focalización gestual, lo realmente buscado, y aunque desproporcione para ello las dimensiones.

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c) Arte de las Catacumbas

          Destaca la Cripta de los Papas de la Catacumba San Calixto, ejemplo de arquitectura solemne y en este caso como cementerio oficial más antiguo del cristianismo. El conjunto tuvo su origen en el área de un cementerio al aire libre, perteneciente a la familia de los Cecilio, y su nombre fue debido al diácono Calixto, quien bajo el pontificado del papa Ceferino I (199-217) fue puesto al frente de la administración del cementerio, y una vez nombrado papa (217-222) lo amplió notablemente. Sepultó la cripta en su interior a 9 papas del s. III.

          Destaca el Cubículo de los Cinco Santos de la Catacumba de San Calixto, con 6 personajes en actitud de orar dentro de un jardín florido, que es el símbolo de la morada de la felicidad eterna. Cada personaje tiene escrito a su lado el propio nombre (Dionisia, Nemesio, Procopio, Heliodora, Zoe y Arcadia, ésta última representada más abajo de los demás, sobre la izquierda del arcosolio) y el augurio en paz. A su lado contrario, el pintor ha colocado un pavo real, símbolo de la inmortalidad.

          Destaca la Lápida Sepulcral de Seberus del Museo Pío Cristiano de Roma, placa mortuoria de principios del s. IV con un grafito que cita el nombre del propietario: Seberus. Un tonel, a la izquierda, alude también al oficio del difunto. En el centro, estilizado y rodeado por una corona de laurel, se sitúa el monograma de Constantino, acompañado de las letras apocalípticas omega y alfa (fin y principio).

          Destaca el Adán y Eva dolientes y Caín y Abel con sus Ofrendas, de la Catacumba de vía Latina. Se trata de 2 escenas clásicas del AT, que muestra a la izquierda a un Adán y Eva vestidos de piel de leopardo, sentados sobre una roca y con una mano en el rostro en expresión de dolor. A su derecha, Abel aparece con un cordero, y Caín con un haz de espigas, recordando Génesis IV, 3-4 y yendo hacia Adán y Eva.

          Destaca la Destrucción de Sodoma y Sueño de Jacob de la Catacumba de vía Latina, que muestra un Lot anciano y con barba, con túnica y toga, y huyendo a la vez que lleva de la mano a sus dos hijas, vestidas de dalmática. En la parte derecha se vislumbra la ciudad en llamas, y ante ella la mujer de Lot transformada en estatua de sal, según describió Génesis XIX, 15-26. En cuanto a la parte derecha de la escena, muestra un Jacob recostado sobre una piedra, en actitud de descansar. Una escalera aparece a su izquierda, y por ella suben y bajan los ángeles durante la noche, recordando Génesis XXVIII, 10-13. Se trata de la unión de cielo y tierra, de Dios y del hombre mediante una relación constante.

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          Destaca el Jonás arrojado a la Ballena de la Catacumba de Marcelino y Pedro, la escena más repetida en las catacumbas junto al Daniel entre los Leones. Se trata de la figura tipológica de la muerte y resurrección de Cristo, mediante la explicación que se hace en 4 escenas del episodio de Jonás.

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          Destaca la Virgen con Niño y profeta Balaam de la Catacumba de Priscila, con la imagen más antigua que se posee de la virgen María, del s. II. Se trata de la Theotokos o Madre de Dios, que tiene en su seno a su hijo Jesucristo y escucha atenta la profecía del profeta Balaam, que con el dedo señala a la estrella que está sobre sus cabezas. Es la señal de la profecía ya cumplida de Números, XXIV, 17, a forma de renuevo que brota del tronco de Jesé, y de una estrella que ha salido de la casa de Jacob: la Virgen a dado a luz al Salvador.

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          Destaca el Virgen con Niño de la Catacumba de Priscila, de inicios del s. IV y con una pintura que muestra a una mujer con velo y ricamente vestida, con las manos en alto y en actitud de oración. Delante de ella se muestra a un niño (hoy día en mal estado), y a los lados 2 monogramas constantinianos (hoy no visibles). Posiblemente representara a la difunta con su hijo, pero todo apunta a la iconografía de Virgen con Niño.

          Destaca el Cristo Orfeo de la Catacumba de Domitila, que representa a Cristo como pastor y con una zampoña en la mano, rodeado por su rebaño de ovejas y carneros sobre un fondo de 4 colinas. Se trata de una imagen que ha sido interpretada como la de Orfeo, el héroe de la mitología pagana que amansaba incluso a las fieras con la dulzura de su canto, tomado como símbolo de Cristo y de una doctrina cristiana que conmueve aún a los corazones más endurecidos.

          Destaca el Cristo Buen Pastor de la Catacumba de Domitila, con la imagen de Cristo en medio de un jardín (lugar del pasto), rodeado de sus ovejas y portando una de ellas sobre sus hombros. Aparece con cayado y ropas de pastor. Las ovejas lo reconocen y él las pastorea, mediante su voz.

          Destaca el Cristo y la Hemorroísa de la Catacumba de Marcelino y Pedro, que narra el milagro bíblico de una mujer que padecía flujos de sangre y que se curó apenas tocó las vestiduras de Jesús (Marcos V, 25-25). A la izquierda de la escena, la mujer se adelanta para tocar esas vestiduras de la Salvación, mientras que a la derecha Cristo se da la vuelta al sentir que ha sido sorprendido, y tocado inesperadamente.

          Destaca el Cristo y la Samaritana de la Catacumba de vía Latina, que muestra a un Jesús joven y sin barba, con túnica y con palio. Centra la escena en el pozo, situado en el centro y como lugar donde se saca agua y sirve de encuentro y arranque para la conversación. Una mujer (la samaritana) viste una túnica más bien corta, zapatos cerrados en los pies y unos pendientes en las orejas, señal de su feminidad.

          Destaca el Banquete Eucarístico del Cubículo de los Sacramentos de la Catacumba de San Calixto, con una mesa rodeada por 7 personas, y sobre ella un pez . Junto a ella se plasma cierto número simbólico de cestos llenos de pan. No se trata, pues, de una representación de la clásica comida fúnebre pagana, pues los cestos aluden al pasaje bíblico de la multiplicación de los panes (milagro con el que Jesús sació el hambre de las multitudes), y ya el mismo evangelista Juan relacionó este milagro con la Eucaristía (mediante las palabras del Maestro sobre el pan, bajado del cielo y prenda de vida eterna). Alude, pues, su mensaje, a la Eucaristía, aún cuando falte la ofrenda del vino (que en otras pinturas similares sí aparecerá, como vaso de vino tinto que se colocará en medio de los cestos de pan).

          Destaca la Entrega de las Llaves de la Catacumba de Comodila, conocida en el s. V bajo nombre de Traditio Clavium y que pinta el momento en que Jesucristo confiere el poder de perdonar los pecados, abriendo así a los difuntos el acceso al reino de los cielos. Posiblemente ha perdido alguna de sus pinturas originales, que debieron dar a la escena su significado fúnebre. Pero sí se ha conservado lo fundamental, que hace vislumbrar el carácter solemne de la entrega de la autoridad jerárquica a los miembros de la Iglesia. En el centro de la escena se muestra a Cristo, imberbe y sentado sobre un globo (símbolo del universo), entregando con toda normalidad las llaves a Pedro (que se acerca a él con las manos veladas por la parte izquierda). A la derecha aparece San Pablo, con su característica fisonomía (calvo y con negra barba en punta) y portando entre sus manos veladas los pliegues de la ley.

          Destaca el Cristo entronizado entre Pedro y Pablo de la Catacumba de Marcelino y Pedro, de finales del s. IV y posiblemente como pintura derivada de un mosaico absidial allí presente. Se trata de una pintura dividida en 2 sectores. En el sector superior está representado Cristo, con barba y aureola, sentado en un trono carente de respaldo y junto a los santos Pedro y Pablo, en su iconografía tradicional (calvicie, barba puntiaguda, manos veladas...). En el sector inferior aparece en su centro el Cordero Místico, de pie sobre la colina de la cual manan los 4 ríos del paraíso, y junto a los santos Gorgonio, Pedro, Marcelino y Tiburcio. Todo ello sobre un fondo de guirnaldas de flores, posiblemente del gusto del o de la difunta.

          Destaca el Busto de Cristo de la Catacumba de Comodila, de finales del s. IV y una de las primeras representaciones de Jesucristo, en este caso barbado. Se trata de un fresco diminuto que vislumbra a un Cristo con túnica y toga, señal de Cristo Maestro, con la aureola sobre la cabeza y las letras alfa y omega a sus lados, señales de la santidad y eternidad de sus enseñanzas.

          Destaca la Orante con ricas Vestiduras de la Catacumba de los Jordanos, fresco de inicios del s. IV que representa a una mujer en actitud de oración, símbolo del cristianismo primitivo que alza las manos a Dios porque cree en su perdón de los pecados y espera confiada el paso a la vida gloriosa. Muestra una rica túnica llena de adornos en los bordes, y velo sobre la cabeza. Su rostro intenta reflejar rasgos fisonómicos, algo raro en la pintura catacumbal. La orante representa en este caso al alma salvada, sin relacionarla con ningún difunto en particular, ni su sexo ni edad (pues en el caso de niños, sí que se representa la infancia del difunto).

          Destaca la Virgen entronizada con Niño y santos Félix y Adauto de la Catacumba de Comodila, fresco del s. V y que muestra a la Virgen sentada sobre un trono ricamente decorado, con Jesucristo sobre sus rodillas y a sus lados los santos Félix y Adaucto presentándole a la difunta Turtula (lit. tórtola de nombre y de hecho, según se explica en la epigrafía situada en la parte inferior).

          Destaca la Estatua del Buen Pastor del Museo Pío Cristiano de Roma, de inicios del s. IV y más antigua estatua de Cristo Buen Pastor que se conserva hasta la fecha. Relata el pasaje de Lucas XV, 4-5, mostrando a un joven de cabello rizado, vestido con túnica corta ceñida a los costados por un cinturón (a forma de Moscóforo griego), con un cordero sobre los hombros y con una alforja en bandolera.

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  Act: 01/01/20       @fichas de arte           E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A  

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[1] De hecho, los cristianos de Roma solían reunirse:

-en las casas más adineradas de Roma, bajo responsabilidad del tituli o titular de la misma, ante las autoridades,
-a lo largo de las 7 zonas eclesiásticas de Roma, bajo responsabilidad de los 7 diáconos de la ciudad, competentes en las actividades catequéticas, caritativas y funerarias.

[2] Presentes en todas las principales ciudades del Imperio romano (Siracusa, Nápoles, Alejandría... y hasta París), y kilométricas en el caso de Roma, dada su abundante población de 2 millones de personas y la facilidad de excavación que ofrecía su subsuelo, compuesto del blando tufo lacial.

[3] No así si los relicarios con las cenizas del difunto, cuya costumbre se generalizó en Roma para custodiar en la propia casa la memoria de los pater familiae, en urnas sobre altares que generalizaron el culto a los ancestros familiares en cada vivienda, junto a mascarillas de su cara que se le hacían en el momento de su muerte.

[4] Como fue la 1ª de las costumbres romanas, enterrando a sus seres difuntos en las vías y calzadas romanas, junto a un monumento pétreo que recordaba el nombre e iconografía favorita del difunto.

[5] Muchas de ellas fuera ya de circulación, por su antigüedad o deterioro. De hecho, muchas de ellas eran empleadas por los jóvenes romanos para hacer en su interior juegos y competiciones deportivas, de forma veraniega.

[6] Bajo permiso imperial de enterramiento, obtenido de común acuerdo entre ambas partes. Lo que derivará en que las catacumbas se convirtiesen:

-en auténticos cementerios, llenos de gente pobre y humilde de la ciudad,
-en propiedad de la Iglesia, una vez que el el 380 fue aprobado el Cristianismo como religión oficial del Imperio.

[7] En el Edicto de Tesalónica-380 del emperador Teodosio.

[8] Desde los 3 hasta los 12 desniveles de profundidad, en algunos casos.

[9] Cavidades en las paredes que sí tuvieron que excavar los cristianos, en esta caso y con su pico y pala. Pues las viejas catacumbas imperiales únicamente tenían excavados los pasillos, escaleras y amplias zonas circulares de almacenamiento subterráneo (posteriormente dedicadas por los cristianos para sus capillas).

[10] Que en su momento imperial habían servido como agujero para sacar hacia arriba la tierra de las excavaciones subterráneas.

[11] Las más seguras de ellas, por ser las más pequeñas y menos peligrosas de perdición. Y es que, en el resto, su visita es imposible sin un ejército de guías, pues los túneles y corredores se cruzan y cortan de mil maneras, creando laberintos sin salida y pudiendo acabar en tragedias y peligros de muerte.

[12] Monograma de Cristo formado por las letras XP, las dos primeras de su nombre griego XPISTOS (lit. Cristo). Y muy relacionado con el símbolo de Jesús Triunfador de la visión de Constantino, que supuestamente le llevó a la victoria en la Batalla de Milvio-312.

[13] Tales como el Sacrificio de Isaac, Daniel con los Leones, los Tres Jóvenes en la Hoguera, Jonás en la Ballena, Noé en el Arca... como prototipos de Jesús.

[14] Tales como la Adoración de los Magos, el Bautismo de Jesús, la Resurrección de Lázaro... como prototipos del mensaje y obra de Jesús.

[15] Éste último muy relacionado con Cristo Salvador, dado el acróstico formado por las letras IXZYS (lit. pez, en griego) con las iniciales de Iesous Xristos Zeou Yios Soter (lit. Jesús Cristo Dios Hijo Salvador).