EL PRÍNCIPE DE MAQUIAVELO

 

Crisol de la ideología política del s. XVI,

más conocida como maquiavélica

 


Sforzinda, proyecto de ciudad ideal diseñado por los Sforza para Milán

Madrid, 1 abril 2019
Manuel Arnaldos, historiador de Mercabá

            Consiste El Príncipe en el escrito político, argumentado mediante el hilo de la historia, con que el florentino Nicolás Maquiavelo (1469-1527) intentó ofrecer un modelo político a la sociedad europea de su tiempo.

            En efecto, Maquiavelo se encontró el año 1513[1] con unas ciudades italianas que guardaban todavía el viejo modelo de las ciudades-estado griegas. Y con una Italia que necesitaba una reunificación total. Y quiso dotar a los principados italianos de los principios republicanos griegos, y a Italia de la autoridad de la vieja república romana. Y puso para ello todo tipo de ejemplos puntuales, a forma de amalgama o pasticio que seguía la fórmula de éxito = copia de modelos exitosos ya conseguidos.

            Desenvolvamos el hilo filosófico del Príncipe de Maquiavelo (el más famoso, a forma de filosofía maquiavélica), profundicemos después en su propuesta política (correcta en el contenido, pero sin su contexto ni análisis), y veamos al final un breve desenlace desde el punto de vista histórico.

a) Principios filosóficos del Príncipe

            Maquiavelo trató de buscar una solución política para el descalabro político de la Italia del Renacimiento:

Después de meditar en todo lo expuesto, me pregunto si en la Italia actual existen circunstancias propicias para que un nuevo príncipe pueda conseguir éxito e instaurar una nueva forma de gobierno, que traiga felicidad de los italianos. A fin de que bajo su enseña la patria se ennoblezca, y bajo sus auspicios se realice la aspiración de Petrarca: la virtud tomará las armas contra el atropello, porque el antiguo valor en los corazones italianos aún no ha muerto (cap. XXVI).

            Pero lo hizo mediante un argumentario filosófico:

-desde el mundo platónico de las imágenes, entendibles para todo el mundo,
-no desde el mundo platónico de las ideas, para que éstas no fueran un impedimento a la unidad:

Pues los hombres, en general, juzgan más con los ojos que con las manos, porque todos pueden ver, pero pocos tocar. Todos ven lo que pareces ser, mas pocos saben lo que eres. Porque el vulgo se deja engañar por las apariencias, y en el mundo sólo hay vulgo (cap. XVIII).

El príncipe que ha descansado por entero en sus ideas y palabras va a la ruina. Y es que un príncipe no debe preocuparse por lo que digan de él, sino de la imagen que tengan de él, y de que ésta tenga por objeto el mantener unidos y fieles a los súbditos (cap. XVII).

            Pero para dejar capacidad política de reacción, en el presente o en el futuro, y no ser predecibles por el enemigo:

-no se puede seguir siempre el camino del bien,
-no puede regirse por el amor del príncipe a sus súbditos,
-ha de renunciarse a una serie de ataduras privilegiadas:

Es preciso, pues, que el príncipe tenga una inteligencia capaz de adaptarse a todas las circunstancias, y que, como he dicho antes, no se aparte del bien mientras pueda, pero que, en caso de necesidad, no titubee en entrar en el mal (cap. XVIII).

Surge de esto una cuestión: si vale más ser amado que temido, o temido que amado. Nada mejor que ser ambas cosas a la vez; pero puesto que es difícil reunirlas y que siempre ha de faltar una, declaro que es más seguro ser temido que amado. Porque de la generalidad de los hombres se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro (cap. XVII).

Para ello bastará que el príncipe se abstenga de apoderarse de los bienes y de las mujeres de sus ciudadanos y súbditos, y que no proceda contra la vida de alguien sino cuando hay justificación conveniente y motivo manifiesto (cap. XVII).

            Es aquí cuando introduce Maquiavelo la imagen del miedo, como mal menor a utilizar[2] y como medio justificado para un fin. Y se basa en un doble principio:

-el mal puede evitarse únicamente con el mal,
-la cantidad de bien y mal en el mundo es siempre la misma[
3]
3]:

Quien se haga dueño de una ciudad y no la aplaste, espere a ser aplastado por ella (cap. V).

Y cuando el príncipe esté al frente de sus ejércitos, y tenga que gobernar a miles de soldados, es absolutamente necesario que no se preocupe si merece fama de cruel, porque sin esta fama jamás podrá mantener ejército alguno unido, ni dispuesto a la lucha (cap. XVII).

Un príncipe no debe preocuparse porque lo acusen de cruel, porque con castigos ejemplares será más clemente que aquellos que, por excesiva clemencia, dejan multiplicar los desórdenes, causas de matanzas y saqueos que perjudican a toda una población. Así, las medidas extremas adoptadas por el príncipe sólo irán en contra de uno, y prevendrán el bien del resto. Todo príncipe nuevo, pues, no debe evitar los actos de crueldad, pues toda nueva dominación trae consigo infinidad de peligros (cap. XVII).

            Insiste Maquiavelo que la imagen que se tenga de un sistema político será la que lo va a ir salvaguardando en el futuro. Y propone una solución tripartita para la política caótica italiana:

-mantener la imagen de los viejos principados,
-crear una nueva imagen para los nuevos principados:

Hay tres modos de conservar un estado que, antes de ser adquirido, estaba acostumbrado a regirse por sus propias leyes: primero, destruirlo, después, radicarse en él; por último, dejarlo regir por sus leyes, pero obligándolo a pagar un tributo y establecer un nuevo gobierno. Pero ese nuevo gobierno, instaurado por el príncipe, no ha de reparar en medios para conservarse en el poder. Porque nada hay mejor para conservar una ciudad acostumbra a sus leyes que crear la imagen de que son ellos los que gobiernan, aun cuando eso no sea así (cap. V).

El príncipe que conquiste semejante autoridad será siempre respetado, y difícilmente se conspirará contra él. No obstante, deberá temer dos cosas: en el interior, que se le subleven los súbditos; en el exterior, que le ataquen potencias extranjeras. De ambos peligros se defenderá con buenas armas y buenas alianzas. Pero siempre tendrá buenas alianzas el que tenga buenas armas (cap. XIX).

            Propone el florentino como nuevas imágenes a implantar[4]:

-la del león y el zorro,
-la táctica inteligente del “pensar mal”,
-la apariencia de tener cualidades, más necesaria que el tenerlas,
-un estado de ánimo que ha de inclinarse, a veces e hipócritamente, a lo opuesto:

Ya que el príncipe se ve obligado a comportarse como bestia, conviene que se transforme en zorro y en león. Porque el 1eón no sabe protegerse de las trampas, ni el zorro protegerse de los lobos. Hay, pues, que ser zorro para conocer las trampas, y 1eón para espantar a los lobos. Los que sólo se sirven de las cualidades del 1eón demuestran poca experiencia. Y los que mejor han sabido ser zorro, ésos han triunfado. Porque hay que saber disfrazarse bien, y ser hábil en fingir y disimular (cap. XVIII).

Se debe señalar que el odio se gana tanto con la perversidad cuanto por las buenas acciones. Por eso, un príncipe que quiera conservar el poder no puede ser bueno, forzosamente. Y eso llevará a sus súbditos a no tener una idea de él, sino a la imagen proyectada (cap. XIX).

No es preciso que un príncipe posea todas las virtudes citadas, pero es indispensable que aparente poseerlas. Y hasta me atreveré a decir esto: que el tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial, y el aparentar tenerlas, más útil (cap. XVIII).

Está bien mostrarse piadoso, fiel, humano, recto y religioso, y asimismo serlo efectivamente. Pero se debe estar dispuesto a irse al otro extremo, si ello fuera necesario. Un príncipe puede predicar concordia y buena fe, pero debe ser enemigo acérrimo de ambas y nunca observarlas. Ya que, si las observara, perdería más de una vez la fama y las tierras (cap. XVIII).

b) Principios políticos del Príncipe

b.1) Conquista de territorios

            Según Maquiavelo, su Príncipe ideal ha de conquistar territorios:

            -por medio de las armas, pues habrá que seguir el ejemplo de los ballesteros advertidos, que viendo su blanco muy distante, apuntan el arco mucho más arriba que el objeto que tienen en mira. Así, es más valioso conquistar nuevos principados que gastar fuerzas en defenderlos (cap. VI).

            -por medio de la fortuna, como fue el caso de los estados de Iona y del Helesponto. Pues a veces los estados se forman de repente, por la sola fortuna y sin mucho trabajo (cap. VII).

            -por medio de la traición, como fue el caso del siciliano Agatocles en Siracusa. Pues muchas veces los estados se consiguen por el ascenso de un príncipe por vía malvada y detestable (cap. VIII).

            -por medio de la ambición, a ejemplo de Alejandro Magno, que se adueñó de Egipto y el Asia Menor en un corto número de años, y en medio de unas circunstancias que aconsejaban a los rebeldes rebelarse. Pero lo consiguió por su ambición personal, por la certera asistencia de sus barones, y por su autoridad por encima de todos sus ministros delegados (cap. IV).

b.2) Encaje de programas divergentes

            Según Maquiavelo, su Príncipe ideal ha de encajar los divergentes programas políticos:

            -el de los principados hereditarios, pues muchos principados ven reinar a la familia del príncipe, y tienen menos dificultad para dejarse gobernar. Pues el príncipe no necesita más que no traspasar el orden seguido por sus mayores, y contemporizar con los acontecimientos. Además, si pierde su estado es capaz de recuperarlo pronto, por muy poderoso que sea el usurpador” (cap. II).

            -el de los principados mixtos, pues existe el caso de estados delegados, de otro estado antiguo, y en el que los súbditos están acostumbrados a mudar de señor, con la loca esperanza de mejorar su suerte. Al final, su situación va a peor, y el número de súbditos rebeldes a mayor (cap. III).

            -el de los principados eclesiásticos, pues en los estados de la Iglesia no hay ninguna dificultad, pues no requieren ni el afecto, ni el valor ni la fortuna. No requieren ser defendidos, los súbditos no se preocupan por el gobierno, y solo necesitan que no existan ejércitos militares muy fuertes en el extranjero, y que todas sus facciones vivan en igualdad (cap. XI).

            -el del principado civil, pues existe el caso de estado donde el gobernante llega al poder con el auxilio de sus conciudadanos, sin crímenes ni violencias. En este modelo el pueblo desea no ser oprimido, y los grandes desean dominar. Es el modelo perfecto de la República, por encima de la licencia y la anarquía (cap. IX).

            -el de las ciudades-estado, a ejemplo de Esparta, Atenas y Tebas, que poseyeron un corto número de ciudadanos. Y de Roma, que para poseer Cartago y Numancia las desorganizó, y así no las perdieron. Todas ellas fueron gobernadas por un pequeño grupo que compuso el régimen político (cap. V).

            -adquiriendo nuevos principios, pues en esta empresa, los nuevos principados se obtienen con los ejércitos, y aportan nuevos dominios que hay que ir adquiriendo con las armas ajenas o propias, con suerte o por valor (cap. I).

            -sosteniendo los principios ya incorporados, pues habrá que mantener los principados ya conquistados, por sí mismos si son lo bastante grandes, o pagando soldados e implorando el auxilio ajeno si no pueden sostenerse por sí mismos (cap. X).

b.3) Valores republicanos

            Según Maquiavelo, su Príncipe ideal ha de insistir en los 7 valores republicanos:

            -la liberalidad y miseria, a ejemplo de Ciro y César. Pues resulta útil al príncipe ser liberal. Pero ha de tratarse de una liberalidad que se haga temer, y que no pague excesivamente a los súbditos (cap. XVI).

            -la clemencia y severidad, a ejemplo de Dido, la inhumana de Cartago. Pues conviene hacerse pasar por clemente, aunque la gente vea que se actúa con gravedad suma, y sin uno mismo atemorizarse. Vale tanto ser temido que amado (cap. XVII).

            -la fidelidad a lo pactado, a ejemplo del león y la zorra. Pues hace falta espantar a los lobos y conocer los lazos de las cosas… Y así se pueden cumplir las promesas que se han hecho (cap. XVIII).

            -la demagogia, a ejemplo del emperador Maximiliano de Austria. Pues las cortes están llenas de aduladores, y ante ellos no puede caer un príncipe en el menosprecio. Ha de jugarse, pues, con la verdad de unos consejeros privados, y con las opiniones de los demás (cap. XXIII).

            -la fortuna, pues muchos creen que es inútil fatigarse, y que vale más dejarse llevar por los caprichos de la suerte. Y es verdad que la mitad de las acciones están arbitradas por la fortuna, por lo que hay que estar precavidos con virtudes fuertes para cuando venga (cap. XXV).

b.4) Funciones del gobernante

            Según Maquiavelo, su Príncipe ideal no ha de olvidar las 5 funciones del gobernante:

            -conseguir la aceptación, pues el príncipe ha de conseguir hacerse aceptado, ante los amigos y ante los súbditos, sin utopías, evitando vicios, no siendo benigno ni lo contrario (cap. XV).

            -no perder la prudencia, a ejemplo del emperador Marco Aurelio. Evitando lo que pueda hacerle odioso y menospreciable, como es hacerse rapaz de propiedades o de mujeres, pasar por variable, ligero, afeminado, pusilánime, irresoluto… Y tratando de que sus actos adviertan gravedad, virilidad, valentía y decisión (cap. XIX).

            -tener habilidad, pues el príncipe ha de desarmar a los súbditos, y promover divisiones en los enemigos, como han hecho siempre los grandes gobernantes (cap. XX).

            -mostrar astucia, a ejemplo de Antíoco en Etolia. Pues nada más granjea la estimación a un príncipe que las grandes empresas y las acciones raras y maravillosas… alegando, si hace falta, el pretexto de la religión (cap. XXI).

            -rodearse de idóneos secretarios, pues el príncipe ha de saber de quién se rodean y si éstos con buenos o malos, más espirituales o menos. Pues importa que sean capaces por sí mismos, que no tengan ninguna falta grave, y que sean dados a atenerse a lo que otros proponen (cap. XXII).

b.5) Importancia de la guerra

            Según Maquiavelo, su Príncipe ideal ha de dar importancia a la guerra:

            -escogiendo los mejores modelos de milicia, a ejemplo de Filipo de Macedonia. Pues las tropas pueden ser propias, mercenarias, auxiliares o mixtas. Las mercenarias y auxiliares son inútiles, peligrosas, inseguras, indisciplinadas, cobardes, sin ambición. Y las únicas con elementos positivos son las propias, al frente de las cuales debe marchar el príncipe (cap. XII).

            -formando a los soldados, a ejemplo del rey David en Israel. Pues si la cobardía es lo más detestable en las milicias, la valentía debe ser el primer valor del soldado, y en segundo lugar el patriotismo. También ha de tener el soldado destreza, disciplina y arrojo, continencia, afabilidad, humanidad y liberalidad (cap. XIII).

            -aprendiendo el arte de la guerra, a ejemplo de Aquiles. Y como hicieron Alejandro Magno, Escipión y Ciro, que fueron calcando la conducta militar de los héroes victoriosos que les habían precedido. Por ello, un principado debe leer las historias de los varones guerreros, y aprender cómo se condujeron a la victoria (cap. XIV).

c) Conclusión histórica del Príncipe

            Consiste en el talón de Aquiles del Príncipe de Maquiavelo. Pues su autor recurre siempre a una demostración histórica para la defensa de sus principios, partiendo de la premisa de que la suma de éxitos históricos (cada uno puntual y en su momento, a forma de llave que supo abrir una puerta) ha de volver a sumar un nuevo éxito en la historia (como si cualquiera de esas viejas llaves fuese a abrir la nueva puerta creada por la historia).

            La política de mezclas llevada a cabo por Maquiavelo[5], pues:

-fue correcta en el plano teórico del pensamiento político,
-podía aportar la medicina adecuada para cada tipo de enfermedad política,
-no contó con los devenires históricos del proceso histórico renacentista.

            Ese fue el gran punto débil de Maquiavelo, y el que le costó por dos veces su destierro, vulnerabilidad, y las acusaciones simultáneas de estar a favor y en contra de los Médicis.

            Fusionar aciertos políticos es siempre positivo, pero no siempre da resultados positivos. La República griega sirvió durante 400 años para prosperar sus polis-estado griegas, y la República romana sirvió durante 500 años para gobernar a sus ciudadanos romanos. Pero la política depende y está en estrecha relación con la historia, al igual que la cultura no lo está. De ahí que el renacimiento cultural sí funcionase[6], pero el renacimiento político no[7].

Madrid, 1 abril 2019
Mercabá, artículos de Cultura y Sociedad

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[1] Fecha en que compuso El Príncipe, tras la Batalla de Agnadello-1510 de todos contra Venecia, el regreso de los MEDICIS a Florencia en 1512, y su expulsión de jurista público florentino por haber estado detrás de la conspiración de BATTAINI contra los nuevos amos de la ciudad.

[2] Como en el caso de ejecutar a los 4 opositores del gobernante cuando éste llega nuevo, pues de lo contrario tendrá que ejecutar a 400 cuando pase el tiempo.

[3] Craso error, por la banalidad del mal, en la que el mal no lo produce gente loca sino gente normal.

[4] cf. NOLLA, E; Grandes Libros del Mundo Moderno, ed. CEU-SP, Madrid 2011, p. 5.

[5] La de recuperar el clásico espíritu republicano:

-el griego con su democraticas para los diversos principados italianos,
-el romano con su auctoritas para el plano nacional de Italia.

[6] En los planos artístico, literario, astronómico, cosmográfico… que siempre han estado más ajenos a los devenires de la historia.

[7] Pues fue encerrándose cada vez más en monarquías proclives a la línea absolutista (los VALOIS de Francia, los TUDOR de Inglaterra, los ESTUARDO de Escocia, los VASA de Polonia, los JOHANSSON de Suecia, los ROMANOV de Rusia...).