GUERRA DEL PELOPONESO

 

Sobre las Guerras Civiles griegas

narradas in situ por el gran Tucídides

 


Cabo Sounion, en una falda sur de Atenas muy castigada por los peloponesios

Madrid, 1 noviembre 2019
Manuel Arnaldos, historiador de Mercabá

            La historia de la Grecia Clásica, desde el s. VIII a.C[1] hasta que fue conquistada por Filipo II de Macedonia[2], fue la historia de las ciudades-estado rivales, que se turnaban la hegemonía sobre el resto de ciudades. Esparta, Tebas, Atenas, Olimpia, Corinto y Argos, componían el mapa griego antiguo, aunque Esparta y Atenas sobresalían bastante sobre las demás.

            En el s. V a.C, esta historia fue el momento en que Grecia experimentó:

-la resistencia contra los persas, con satisfacción helénica por sus victorias externas e independencia sobre la zarpa oriental[3];
-la resaca y agotamiento de las batallas, con nostalgia interior por lo que un día se fue en polis, apoikias y auge comercial, y que por propias rivalidades internas se estaba empezando a perder[4].

            Sensaciones contradictorias que fue lo imposibilitó la unificación de sus dos modelos políticos:

-de Esparta[5], situada en el sur del Peloponeso, que había conquistado a su vecina Mesenia, se había anexionado la mayoría de enclaves cercanos, y se había convertido en la líder militar indiscutible de toda Grecia;
-de Atenas[6], principal enclave griego hacia el Egeo, que se había convertido en la líder política de toda Grecia, había creado una liga comercial del Egeo y había dirigido al resto de ciudades-estado contra la invasión persa del 480 a.C.

            No obstante, incluso después de haber cedido su hegemonía a Esparta[7], ni Atenas ni Esparta conseguirían seguir siendo ya centros de unión políticos de Grecia, sino que este peso recaería en Macedonia.

a) Esparta

            Ciudad fundada por los dorios hacia el s. XI a.C, y conocida también como Lacedemonia[8], Esparta estaba situada junto al río Eurotas del Peloponeso, cerrada en sus 4 puntos cardinales por: el golfo de Mesenia y puerto de Giteion (S), Cordillera del Taigeto (N), y las provincias de Elide, Argólida y Arcadia (W). Disfrutaba de riqueza y feracidad en sus tierras, y estaba aislada por mar y montaña del resto de civilizaciones.

            Con numerosas citaciones clásicas a su status diferenciado del resto[9], Esparta pudo tener bastantes elementos proto-históricos micénicos en sus alrededores[10], y contribuyó eficazmente a la batalla de Troya[11].

a.1) Política espartana

            Definida por Herodoto como un “campamento militar” y por Tucídides como un “colectivo de supersticiosos”, por su rígida disciplina militar[12] y por ser capaces de retirarse de una guerra para celebrar los cultos locales a sus dioses[13], Esparta construyó su propia polis-estado como el más grande de Grecia[14], de una forma muy diferente al resto[15], y con las peculiaridades de:

-inmovilidad de leyes,
-ausencia de evolución cultural,
-exigencia de sacrificios desde la propia infancia,
-educación en los máximos valores humanos[16],
-sobrevaloración del pasado, y capacidad de sacrificar el futuro[17].

            Fue Tirteo de Esparta, en el s. VII a.C, su auténtico alma intelectual, e introductor de:

-los lemas espartanos[18],
-la participación de las mujeres en los agones-olimpiadas competitivas[19].

            Como grupos sociales destacados, hubo en Esparta tres:

-los homoioi o espartiatas, o iguales, que controlaban el estado espartano, por ser oriundos de Esparta y poseer los derechos políticos y de tierra;
-los periecos, o habitantes de los alrededores, no oriundos de Esparta y sin derechos, pero con permiso para trabajar el campo y la artesanía;
-los hilotas, o esclavos, traídos como prisioneros de guerra, que no disfrutaban de libertad alguna, más que dejarse atacar por los niños espartanos y aprendices guerreros, y que debían participar en las guerras[20].

            A nivel de legislación política, fue el conjunto de leyes o Rhetra, fruto de la obra consensuada por Licurgo, la que dominó el panorama político espartano, basado éste en:

-una diarquía hereditaria, compuesta por: 1 rey militar y 1 rey sacerdote,
-una gerusía o Asamblea de control estatal, compuesta por 5 éforos-jueces y 28 gerontes-ancianos.

b) Atenas

            Fundada por los jonios en el s. XI a.C. en el centro de la Ática[21], comenzó siendo una zona pobre y de escasas cosechas, por lo que no fue de gran interés. Sin embargo, pronto Atenas empezó a consolidarse como un propio estado, posiblemente cuando se llevó a cabo la unificación del Ática. Las diferentes comarcas y aldeas pasaron entonces a depender de un centro urbano implantado a los pies de la acrópolis ateniense, y los problemas que empezaron a originarse de superpoblación fueron solventados gracias a la expansión territorial.

            Atenas creció rápidamente hasta hacerse con el control de todo el comercio del Egeo, y hasta convertirse en la ciudad más rica del Mediterráneo[22]. Esto perjudicaba a otras ciudades de la zona, como Corinto o Megara, que pidieron ayuda a Esparta, tradicional enemiga de Atenas por causas políticas: mientras Esparta era partidaria de la oligarquía, Atenas favorecía la democracia.

            Una serie de batallas entabladas desde el año 431 a.C. hasta el 404 a.C (ya sabemos cuáles), supusieron la supremacía final militar de Esparta sobre Atenas.

b.1) Política ateniense

            Según los modelos de la Grecia Antigua, y siguiendo la definición que los aristócratas daban para la polis y para todo, cada estado debía estar gobernado por un sistema oligárquico de eupatridad, es decir, por los buenos padres de la patria.

            Mientras que la enemiga Esparta sufría la stasis[23] y otros estados tenían tiranías[24], Atenas optó, desde sus comienzos, por modelos distintos y capaces, buscando soluciones en torno a la gobernabilidad.

            Varios fueron los intentos realizados en esta dirección a lo largo de los siglos VI-V a.C:

-Cilón, que había intentado una tiranía suavizada,
-Dracón, que había reformado los abusos de poder con medidas severas,
-Solón, que había quitado las cargas que caían sobre el campesinado, y censado a la población no por linaje sino por otros conceptos (en este caso el de la riqueza o número de dimnos poseídos),
-Pisístrato, que había potenciado a la gente sin recursos y creó las estructuras comerciales, religiosas, intelectuales y económicas básicas para el posterior florecimiento de la ciudad,
-Clístenes, que había remodelado todas las instituciones políticas atenienses en Ecclesia (asamblea legislativa), Bulé (senado de los 500), Arcontado (tribunal judicial), Helieo (tribunal popular), Areópago (tribunal militar) y Estratega (consejo de alcaldía),
-Pericles, uno de los hombres más influyentes de la historia de Grecia, impulsor de la democracia y del gobierno del pueblo por el pueblo, y calificado por todo el mundo como el “padre de la democracia”
[25].

            Pero a pesar del espíritu democrático de la vida ateniense, Atenas fue, al igual que Esparta, un estado esclavista, manteniendo a más de 200.000 personas realizando las tareas productivas de la ciudad, mientras los atenienses podían dedicarse a la filosofía y a la política, ya que no tenían que trabajar.

            Eso sí, y a diferencia de la Esparta, la educación ateniense no fue estatal. A los 7 años los jóvenes iban a una escuela privada para que un pedagogo les ayudara en sus lecciones, de formación tanto intelectual como física.

c) Historia de la Guerra del Peloponeso

            Fue la obra en la que Tucídides[26] narró in situ[27] la historia de la guerra civil griega[28] en su plena Edad Clásica y causada por los recelos que en las ciudades del Peloponeso[29] causó la democracia ateniense del s. V a.C[30], cada vez más poderosa en toda Grecia[31]. Un conflicto bélico que fue de todo menos una broma[32], que alcanzó a todos los niveles comerciales y culturales, a todas las geografías y latitudes helénicas, y que contó con todo tipo de emboscadas y epidemias[33], matanzas y canibalismo[34], sacrilegios[35] y traiciones[36].

            Se puede decir que, en líneas generales, se trató de un estallido de odio que enfrentó a Esparta y sus aliados contra Atenas, el año 431[37] y tras los antecedentes de:

-Atenas llevando a cabo de forma ciega sus 50 años dorados, o Pentecontecia,
-Corinto viendo en peligro sus antiguas cerámicas,
-Megara viéndose perjudicada por los decretos comerciales atenienses,
-la Liga de Delos, con las islas del Egeo, posicionándose junto a Atenas
[3
8],
-la Liga del Peloponeso, con Corinto y Megara pidiendo atacar a Esparta
[3
9].

            Contó la Guerra del Peloponeso con una 1ª Guerra Civil, o frente griego, del 431 al 421 a.C, en el que en medio de batallas agonales:

-Arquidamo de Esparta incendia los campos atenienses,
-Atenas se hace con la pro-espartana Pilos, y captura a 400 espartanos,
-Esparta captura las plazas de Macedonia, tras la batalla de Delión,
-Esparta se hace con la pro-ateniense Anfípolis,
-Esparta impone su status a Atenas, en la Paz de Nicias;

            Contó la Guerra del Peloponeso con una 2ª Guerra Civil, o frente itálico-jonio, del 415 al 404 a.C, en que en medio de sacrilegios, imparcialidad y traiciones:

-Esparta captura Decelia e invade la Ática,
-Esparta entra en Atenas y profana las hermas de Atenas
,
-Esparta destruye 134 naves atenienses y masacra a los atenienses en Siracusa, en la Campaña de Sicilia,
-Esparta rebela a todas las islas egeas y jonias contra Atenas,
-Esparta se presenta con flota espartano-persa en la Batalla de Arginusas, en Helesponto,

-Lisandro de Esparta destruye la ayuda del mar Negro a Atenas, en la Batalla de Egospótamos,
-Agis de Esparta sitia Atenas, por tierra y mar,
-Atenas acepta la rendición, y la tiranía impuesta por Esparta.

            Acabó la Guerra del Peloponeso con la rendición de Atenas del 404 a.C, aceptando su destrucción parcial (muralla, puerto...), entregando sus islas y soportando un gobierno tiránico (de los 30). Así como acabó viendo la desaparición de la democracia griega, y el aumento de la piratería, stasis y una filosofía diferente.

c.1) Surgimiento de la Guerra

c.1.1) Incidentes de Epidamnos (I, 24-40)

            Epidamnos es una ciudad asentada a la mano derecha de los que navegan hacia el seno de mar Jonio, y junto a ella habitan los tablantes, bárbaros de Iliria. A la cual se pasaron a vivir los corcirenses, a quienes no era lícito salir a poblar otra región sin licencia de los corintios, sus principales y metropolitanos. Andando el tiempo llegó a ser muy grande la ciudad de los epidamnios y muy poblada. Pero como hubiese entre ellos muchas disensiones y discordias, según cuentan, por cierta guerra que tuvieron con los bárbaros comarcanos, cayeron del estado y poder que gozaban. Finalmente, en la postrera discordia el pueblo expulsó de la ciudad a los más principales corcirenses, que huyeron y se acogieron a los bárbaros comarcanos, de donde venían a robar y hacer mal a la ciudad por mar y por tierra(Libro I, cap. 2).

            Los epidamnios, viéndose tan apretados por aquéllos, enviaron sus mensajeros y embajadores a los de Corcira como a su ciudad metrópoli, rogándoles que los apaciguasen. Mas los de Corcira no quisieron admitir sus ruegos, y les despidieron sin concederles nada(Libro I, cap. 2).

            Teniendo todas las quejas arriba dichas los corintios de los corcirenses, determinaron dar de buena gana socorro a los epidamnios, y enviaron su ejército de socorro en 75 naves(Libro I, cap. 2).

            Cuando los corcirenses supieron de estos aprestos de guerra y del cerco a Epidamnos, salieron al encuentro de los corintios, y poniendo sus 80 naves en orden de batalla, embistieron contra la armada de los corintios, los vencieron y destrozaron 15 de sus naves(Libro I, cap. 2).

c.1.2) Prepotencia ateniense (I, 89-118)

            Después de esta batalla, dominaron los corcirenses la mar, y navegando hacían todo el mal y daño que podían a los amigos y aliados de los corintios(Libro I, cap. 2).

            Al saberlo los corintios, enviaron sus embajadores a Atenas para que estorbasen que la armada de los atenienses se uniera a la de los corcirenses(Libro I, cap. 3 y 4).

            Después que los atenienses oyeron a ambas partes, juntaron su asamblea por dos veces: en la primera aprobaron las razones de los corintios, y en la segunda mudaron de opinión y determinaron hacer alianza con los corcirenses, enviándoles sus naves de socorro(Libro I, cap. 5).

c.1.3) La batalla de Corcira (I, 40-55)

            Tan pronto los embajadores corintios llegaron a Corinto, armaron 150 naves y las enviaron al son de guerra a Corcira. Al enterarse los atenienses, enviaron todas sus naves de socorro que hiciesen falta a Corcira, para ayudar a los corcirienses(Libro I, cap. 5).

            La batalla de Corcira fue ruda, aunque sin arte, ni industria alguna de mar, porque no se podían embestir por la multitud de navíos. Fue esta la mayor batalla de mar de griegos contra griegos que hasta el día de hoy fue vista ni oída, y donde mayor número de barcos se juntaron. Los corintios iban y venían desde la isla de Sibota, y los corcirenses y atenienses desde el puerto de Leucina. Ambos bandos tuvieron muertos, náufragos y rehenes que vendieron como esclavos, y aunque ninguno venció ambos se atribuyeron la victoria(Libro I, cap. 5).

            La guerra referida fue el primer fundamento y causa del enfrentamiento entre corintios y atenienses que después ocurrió, porque los atenienses habían promovido la guerra contra sus compañeros y aliados los corintios en favor de los corcirenses(Libro I, cap. 6).

c.1.4) La batalla de Potidea (I, 56-66)

            Los atenienses, sospechando que los corintios tramaban cómo vengarse de ellos, fueron a la ciudad de Potidea que está asentada en el estrecho de Palene y que es de colonia y población corintia. Allí, sus 1.000 atenienses llegados en 30 barcos mandaron a sus moradores que derrocasen su muralla, que les diesen rehenes para estar más seguros, que echasen de la ciudad los gobernadores que los corintios les enviaban cada año, y que en adelante no los admitiesen(Libro I, cap. 6).

            Este acto de guerra hicieron los atenienses en la macedónica Potidea, después de la batalla naval de Corcira y una vez que los corintios declararon su enemistad hacia los atenienses(Libro I, cap. 6).

            Los potideatas enviaron un mensaje a Esparta juntamente con los corintios, para tratar con ellos que les diesen socorro y ayuda si la necesitasen(Libro I, cap. 6).

            Entretanto los corintios, viendo rebelada la ciudad de Potidea, y que las naves de Atenas habían llegado a Macedonia, enviaron para su defensa 1.600 hombres de a pie, armados de todas armas(Libro I, cap. 6).

            Después de la batalla de Potidea los atenienses levantaron trofeo en señal de victoria, hicieron un fuerte en la ciudad de Potidea en la parte del estrecho, y pusieron en él una guarnición(Libro I, cap. 6).

c.1.5) La Asamblea del Peloponeso (I, 119-125)

            Los espartanos mandaron llamar a todos los confederados y aliados y a cualquiera que fuese injuriado por los atenienses o tuviese alguna queja de ellos, y que dijeran sus causas y razones públicamente, según era costumbre. Y como cada cual en la Confederación del Peloponeso saliese con sus quejas y acusaciones, los megarenses también alegaron muchos agravios que habían recibido de los atenienses, y entre otros, que les vedaban los puertos y los mercados públicos en todo el señorío de Atenas, lo cual era contra el tratado de paz y alianza. Después de todos vinieron los corintios, porque de industria habían dejado a los otros que se quejasen primero, y para encender más a los espartanos contra los atenienses(Libro I, cap. 7 y 8).

            Cuando los espartanos oyeron las querellas de sus aliados, los corintios contra los atenienses, y las razones y disculpas de éstos, convocaron su propio Senado de Esparta, y consultaron entre sí mismos lo que deberían proveer al presente. Muchos fueron de parecer que los atenienses habían sido los culpables, injuriando a la otra parte, y que por eso les debían declarar la guerra sin más tardanza. Y así lo convino su rey Arquidamo(Libro I, cap. 9 y 10).

c.2) 1ª Guerra Civil

c.2.1) Los incidentes de Platea (II, 1-17)

            En este tiempo algunos tebanos, que serían en número de 300, entraron por sorpresa una noche a en la ciudad de Platea, aliada de Atenas. Pudieron hacerlo por tratos con Nauclides, que les abrió las puertas. Cuando los de Platea sintieron que los tebanos estaban dentro de su ciudad, empezaron a tirarles piedras y lodo desde las ventanas. Algunos tebanos lograron escapar, pero otro gran número quedó atrapado en manos de los tebanos, que los mataron en número de 180 y enviaron sus cadáveres a Tebas, al mismo tiempo que enviaban un mensajero a Atenas. Cuando los atenienses supieron lo que había pasado en Platea, mandaron prender a todos los beocios que se hallasen en tierra de Atenas(Libro II, cap. 1).

c.2.2) La 1ª incursión espartana al Ática (II, 18-23)

            Cuando supieron los espartanos lo que había acaecido en Platea, enviaron un mensaje a sus confederados para que tuviesen a punto su gente, y entrar por tierra de Atenas. Hecho así, juntaron las fuerzas confederadas de todas sus ciudades en el estrecho del Peloponeso, llamado Istmo, al mando del rey espartano Arquidamo(Libro II, cap. 2).

            Arquidamo entró con sus huestes en las tierras atenienses, y sus soldados empezaron a talarlas y saquearlas, comenzando por la parte de Eleusis y de los campo de Tría, y hasta la región llamada Cecropia, y la gran ciudad ática de Acarnas(Libro II, cap. 3 y 5).

            Pericles, capitán ateniense, al saber de la entrada de los enemigos en tierra de Atenas, y que estaban tocando sus posesiones, reunió a su ejército de 15.000 combatientes, y a las mujeres, niños y alhajas las embarcó en el puerto del Pireo, hacia varias islas cercanas. Así mismo, a las bestias y provisiones de toda la Ática las hizo desplazar hacia Eubea. Por último, mandar aparejar 100 navíos y enviarlos contra el Peloponeso(Libro II, cap. 4).

c.2.3) Los contraataques atenienses (II, 24-43)

            Mientras los peloponenses andaban robando y destruyendo la tierra de Ática, los atenienses hicieron salir de su puerto las 100 naves que tenían armadas, junto con otras 50 de socorro que habían enviado los corcierenses, hacia la costa del Peloponeso. Y todos juntos fueron causando daño en la costa del Peloponeso, en la ciudad de Metona, puerto de Fía, valle del Élide y villa de Tronia, así como despoblaron al completo la isla de Egina, para meter allí a su población(Libro II, cap. 6).

c.2.4) La 2ª invasión espartana del Ática (II, 47-54)

            Al comienzo del verano siguiente los peloponenses y sus aliados entraron otra vez en la Ática por dos partes como hicieron antes, llevando por capitán a Arquidamo, rey de los espartanos; y habiendo establecido su campo, robaban y talaban la tierra. Talaron hasta el monte Laurión, donde están las minas de plata de los atenienses, y arrasaron todas las comarcas, hasta la parte de Eubea y Andros. Así acabaron por destruir lo que habían dejado en la primera incursión(Libro II, cap. 8).

c.2.5) La Campaña de Tracia y Macedonia (II, 95-101)

            En este mismo verano, Agnón, hijo de Nicias, y Cleopompo, hijo de Clinias, partieron por mar con el ejército para ir contra los de Calcídica, que moran en Tracia(Libro II, cap. 8).

            En el mismo verano, poco tiempo después de esta batalla, los ambraciotas y los caones, deseando sujetar a todos los de tierra de Acarnania y apartarlos de la devoción a los atenienses, se ofrecieron a los espartanos por si éstos los proveían de naves. Recibidas las naves y al general espartano Zenemón, junto a mil macedonios que les envió ocultamente el rey Perdicas de Macedonia, fueron todos ellos derechos a Acarnania, destruyendo Limnea, Anfiloquia, Naupacto, Estrato y otras de sus villas(Libro II, cap. 13).

c.2.6) La batalla de Mitilene (III, 26-29)

            Al principio del estío, los tenedios avisaron a los atenienses que los vecinos de Mitilene obligaban a los moradores de la isla de Lesbos a rebelarse contra los atenienses, persuadidos por los espartanos y por los beocios, sus progenitores. Por esta causa enviaron los atenienses 40 naves a Mitilene, y al llegar les dieron aviso de derribar sus muros. Al ver que rehusaban cumplirlo, y que los tebanos venían al socorro de los mitilenos, los atenienses cercaron la ciudad y sus dos puertos. Pero no pudieron sostener la embestida de los tebanos, y sucumbieron allí mismo la mayoría de ellos(Libro III, cap. 1).

c.2.7) La Conjuración de Olimpia (III, 30-39)

            Una vez que acabaron las fiestas de Olimpia, los confederados celebraron consejo en Olimpia, y de su junta resolvieron atacar a los atenienses por mar y tierra, hasta que se rindieran, Al enterarse de ello en Atenas, construyeron 100 naves más y las enviaron al estrecho de Corinto, para que sus enemigos las viesen(Libro III, cap. 3).

c.2.8) La Caída de Platea (III, 52)

            En ese verano, los peloponenses fueron derechos a la ciudad de Platea, a la cual pidieron su rendición. Pero los de Platea determinaron no apartarse de los atenienses, y resistir a los enemigos mediante una minas que bajo la muralla salían hacia el exterior. Dos mil atenienses fueron desviados al socorro de Platea, y los de Olinto acudieron a socorrer a los peloponenses. Hasta que los caballos de los olintios lograron expulsar a los atenienses, y los de Platea  no pudieron defenderse más del cerco de los peloponenses por falta de víveres, capitulando ante los confederados 93 años después de su alianza con los atenienses, y entregando la ciudad a lo megarenses(Libros II, cap. 12 y 13; III, cap. 4, 8 y 10).

c.2.9) La Caída de Leucade (III, 94-98)

            En este mismo verano, 30 naves atenienses arribaron en Léucade y en una emboscada prendieron a los hombres de la guarnición. Después, con toda la armada fueron sobre Léucade, bajo el mano de Demóstenes, y la sitiaron. Al tenerla sitiada, Demóstenes aprovechó para tomar las ciudades vecinas de Potidania, Crosileón y Tiquión. Y mientras esto hacía Demóstenes, los vecinos de Léucade se juntaron y fueron al socorro de Léucade, arrojándose desde todas partes con muchos dardos y flechas sobre los atenienses que allí quedaban, matando a muchos y haciendo que el resto huyese como podía(Libro III, cap. 14).

c.2.10) La Caída de Locria (III, 100-102)

            Esto indujo a muchas ciudades a romper su pacto con los atenienses, porque estaban muy amedrentados de ver el gran ejército de los espartanos. Como sucedió en Naupacto, Anfisa y Locria. En Locria, al llegar Demóstenes con sus hombres para restablecer el orden, los locros avisaron  a los espartanos, que les enviaron 3000 confederados bien armados, junto a 500 de su propia guardia que lograron desalojar la ciudad de atenienses(Libro III, cap. 15).

c.2.11) La Purificación de Delos (III, 104)

            En este mismo invierno los atenienses, por mandato del Oráculo, purificaron la isla de Delos, que mucho tiempo antes Pisístrato el tirano había purificado, aunque no toda, sino solamente la parte que se ve del templo; fue toda purificada de esta manera. Primeramente mandaron quitar todos los sepulcros de los que sepultaron en Delos y pregonaron que en adelante ninguno pudiese morir ni nacer en toda la isla y los que estuviesen cercanos a la muerte fuesen llevados a la de Renea(Libro III, cap. 15).

c.2.12) El contraataque ateniense a Pilos (IV, 3-9)

            Una nueva e imponente armada ateniense, al mando de Demóstenes y Sófocles, zarpó de incógnito hacia la costa de Laconia, arribando en la bahía de Pilos y haciéndose con la ciudad, pues Esparta estaba a solo 400 estadios pero no acudió en su socorro, al estar en plenas fiestas solemnes. Entonces los peloponenses de todo el Ática volvieron de prisa a su tierra, al ver que tenían la guerra dentro de casa y a los enemigos en Pilos. En todo el Peloponeso se decretó por edicto que cada cual enviase socorro a Pilos, así como las 60 naves de Corcira pasasen a la parte de Pilos. Al llegar los peloponenses, cerraron la bahía y acometieron las murallas fabricadas por los atenienses. Por tres veces rechazaron los atenienses las embestidas por tierra, hasta que llegaron otras 60 de sus naves al mando de Nicias y se alinearon en posición de batalla, rodeando a los peloponenses y destrozándolos por fuera y por dentro, haciendo muchos cautivos(Libro IV, cap. 1).

            Cuando las nuevas de esta pérdida llegaron a Esparta, acordó el Consejo devolver a los atenienses las villas de Nisea, Pegas y Trecén, a cambio de sus 280 cautivos y naves de guerra(Libro IV, cap. 2).

            Los atenienses que estaban en Atenas, sabiendo que los cercados en Pilos se encontraban en gran apuro, y temiendo que los suyos tuvieran grandes necesidades estando en aquella difícil costa del Peloponeso, ofrecieron por edicto grandes sumas de dinero y libertad a todo aquel voluntario que les abasteciera de vituallas(Libro IV, cap. 4).

c.2.13) Los contraataques atenienses al Peloponeso (IV, 42-74)

            Pasadas estas cosas, los atenienses fueron a hacer la guerra a Corinto con 80 naves y 2.000 atenienses al mando de Nicias, junto a otros barcos llenos de caballos, y hombres venidos de Mileto, Andros y los caristios. Al ver llegar a los atenienses, los corintios reunieron todo su ejército en el cerro de Soligea. Los ateniense se dividieron en dos grupos, uno guardando la flota y el otro subiendo a escondidas hacia el cerro, y dejándose ver por los corintios. Los corintios se abalanzaron sobre ese grupo de atenienses, hasta llegar a la mar. Pero allí el grueso del ejército ateniense aplastó a los corintios, que murieron o se dieron a la retirada(Libro IV, cap. 5).

            Los atenienses fueron después a Cromión, que es de tierra de los corintios, y allí estuvieron una noche y un día saqueándola, y haciendo esclavas a sus mujeres. Desde Cromión llegaron a Epidauro y la destruyeron, y de allí tomaron su derrota para Metana, Limera y Tirea. Tomaron también Escandea, Melea y Citera, que se rindieron a Nicias a cambio de ser desterrados a las islas. Navegaron después hacia Asina y Helos, haciéndose con las costas del Peloponeso(Libro IV, cap. 5).

            Los megarenses, fatigados de la guerra con los atenienses, que todos los años hacían correrías en sus tierras de Megara, acordaron entre sus principales entregar la ciudad a los atenienses, y pidieron a los capitanes atenienses que echasen a los peloponenses de su interior. Los peloponenses, al ver la traición, se retiraron de allí por miedo a quedar presos(Libro IV, cap. 9).

c.2.14) Los acontecimientos de Beocia (IV, 133-135)

            Los espartanos Brasidas y Perdicas se hicieron con la ciudad de Arnas, Aulón, Bromisco, Mircino, Galepso y Esima (Libro IV, cap. 13), Acta, Tiso, Cleonas, Acrotos, Olofixo, Dion, Sana, Torona y Lecito (Libro IV, cap. 14), Escione (Libro IV, cap. 16), Lincestro y Arnisa (Libro IV, cap. 17), y los tebanos lograron derribar el muro de Tespias (Libro IV, cap. 18).

            Por su parte Nicias, con la mitad de su ejército ateniense, pudo recuperar Palene (Libro IV, cap. 16), Menda, Escione y Nicostrato (Libro IV, cap. 18).

c.2.15) La batalla de Anfípolis (V, 10-13)

            En ese mismo invierno, Brasidas, con los aliados y los lacedemonios que tenía en Tracia, declaró la guerra a los de la ciudad de Anfípolis, situada en la ribera del río de Estrimonia, porque era colonia de los atenienses(Libro IV, cap. 13).

            Al llegar Pérdicas con los calcideos en apoyo de Brasidas, lograron ganarse a algunos de Andros que moraban dentro de Anfípolis, y a la noche les franquearon la entrada. A la mañana, toda la ciudad se alarmó y logró dar aviso a los atenienses de la isla de Tasos, que avisaron a Atenas y acudieron a su socorro(Libro IV, cap. 13).

            Cleonte partió para Anfípolis con 30 navíos, en los cuales había 1.200 infantes atenienses, todos muy bien armados, y 300 de a caballo, con otro gran número de aliados que llevaba consigo. Y dirigióse contra los muros y reparos nuevos que Brasidas había hecho por meter los arrabales dentro de la ciudad(Libro V, cap. 1).

            Entonces Brasidas dio orden a los espartanos que habían dentro de la ciudad de abrir las puertas, y acometió con su ejército a los atenienses por el ala derecha. Los atenienses se vieron rodeados por ambos lados, y aunque pelearon muy valientemente fueron totalmente desbaratados. Murieron en esta gran batalla más de 600 atenienses y Cleonte, por 7 espartanos y Brasidas(Libro V, cap. 2).

c.3) 1ª Rendición de Atenas

            Fue buscada por Nicias desde el mismo momento que acabó la batalla de Anfípolis, pues la pérdida de esta gran plaza había supuesto un mazazo serio para la expansión político-comercial ateniense, dada la tradicional afinidad filo-ateniense de la megápolis anfipolitana:

            Tras la derrota de Anfípolis, al caudillo ateniense Nicias le pareció el momento de buscar la paz, antes que los atenienses perdiesen su buena fortuna por algún azar de la guerra, así como el sosiego y la buena fama de sus ciudadanos. Además, por la pérdida que habían sufrido primero en Delos y poco después en Anfípolis, quedándose sin las fuerzas tan grandes que tenían al principio(Libro V, cap. 3).

            Fue aceptada por Esparta, pues ello les permitiría recuperar Pilos y ganar tiempo, para satisfacer a sus esclavos guerreros, renovar sus alianzas con Micenas e ir forjando una armada naval, para ellos su punto débil y de clara desventaja frente a los atenienses:

            A los espartanos les pareció bien la idea, pues mientras duraba la guerra la gente del pueblo murmuraba contra sus dirigentes, y así podían sacar tiempo para construir una gran armada. También por la pérdida de Pilos, que fue la mayor plaza que los espartanos tenían hacia el mar, y porque sus esclavos no huyesen ni se pasasen a los atenienses(Libro V, cap. 3).

            También tenían los espartanos la causa de la tregua que hace 30 años habían hecho con los argivos, la cual expiraba en breve y no estaba fácil de resolver, pues los argivos no querían continuarla si no les devolvían la villa de Cinuria(Libro V, cap. 3).

            Fue firmada por ambas partes por un periodo de 50 años, sin el beneplácito de las polis beocias ni Corinto y Megara, y con alcance a todas las ciudades aliadas de Atenas y Esparta:

            Duraron los tratos para la paz todo el invierno, entre el éforo espartano Plístolas y el caudillo ateniense Nicias. Al fin fue acordado y aceptado el tratado de paz en Esparta el día 26 del mes de Artemisio, y en Atenas el día 15 del mes de Elafebolión. Este tratado fue hecho y jurado 10 años y algunos días después del principio de la guerra, que fue la primera entrada que hicieron los peloponenses en Atenas(Libro V, cap. 3).

            Firmaron que la paz fuese firme y segura, entre los atenienses y espartanos, sus amigos y aliados, por espacio de 50 años. Pero los beocios, los corintios, los eolos y los megarenses no quisieron firmarla(Libro V, cap. 3).

            Incluyó cláusulas de no agresión militar hacia la otra parte, así como de no intromisión en los asuntos políticos y comerciales de la otra parte, con un apartado de neutralidad religiosa en todos los aspectos y lugares, y permuta de Pilos por Anfípolis:

            Primeramente, en cuanto a los templos públicos, que sea lícito a cada cual de las partes ir y venir a su voluntad, y hacer sus sacrificios sin estorbo ni impedimento alguno, en todas partes y en el santuario de Delfos(Libro V, cap. 3).

            Que los espartanos y sus confederados restituyan a los atenienses la ciudad de Anfípolis, y los atenienses salgan de inmediato de Pilos(Libro V, cap. 3).

            Que los atenienses se abstengan de enviar su gente y armas a otras ciudades, así como los espartanos y sus confederados. Y en todas partes se mantengan los mismos tributos, tanto en casas como bienes, haciendas y empresas(Libro V, cap. 3).

c.4) Surgimiento de la 2ª Guerra Civil

            Hecha esta paz entre los espartanos y los atenienses, después de durar la guerra 10 años, como antes se ha dicho, solamente fue observada entre las ciudades que la quisieron admitir, porque los corintios y algunas otras ciudades del Peloponeso no la aceptaron y poco después se movió revuelta entre los espartanos y sus confederados. Y esto por espacio de 10 años, en los cuales se fueron guardando mal las treguas de la alianza (Libro V, cap. 4).

c.4.1) La alianza de Corinto con Argos (V, 21-31)

            Volviendo a la historia, los corintios gestionaron aliarse con los principales de Argos, mostrándoles que los espartanos habían hecho alianza con los atenienses, sus mortales enemigos, y esto ponía al común de los peloponenses en clara servidumbre. También les persuadieron para que persuadiesen el resto de ciudades de Grecia que quisiesen vivir en libertad, y según las costumbres y leyes antiguas, e hiciesen alianza con ellos para proveerse mutuamente, ayudarse los unos a los otros cuando hiciese menester (Libro V, cap. 4).

            Por otra parte, los argivos eran entonces entre todos los griegos los más ricos, a causa de que Argos no se habían mezclado en las guerras precedentes, y habían mantenido amistad con ambas partes. Y entre los argivos y los corintios fueron reuniendo a todos los confederados que no habían aceptado el tratado de paz (Libro V, cap. 4).

c.4.2) La alianza de Atenas con Argos (V, 36-46)

            Había en Atenas algunos que buscaban todos los medios para romper la paz pactada por Nicias, y entre ellos Alcibíades, hijo de Clinias y muy popular, que con unas cuantas autoridades atenienses fueron a pedir alianza a los argivos, para enfrentarse con los espartanos (Libro V, cap. 6).

            Los argivos, teniendo aviso de eso, rompieron sus negociaciones con Esparta, y decidieron tener por más provechosa su alianza con Atenas, al tener también un gobierno democrático y viendo que todas las ciudades beocias se habían unido a ella. Y entre ellos y Alcibíades firmaron una paz de 100 años (Libro V, cap. 6).

c.4.3) La alianza de Corinto con Esparta (V, 47-53)

            Los embajadores espartanos, que eran Filocárides, León y Eudio, fueron enviados en secreto a Atenas para ver si era verdad la sospecha que tenían de que los atenienses hubiesen hecho alianza con los argivos, en daño de ellos (Libro V, cap. 6).

            Entonces Nicias se enteró de la traición de Alcibíades, y no pudiendo contener a los embajadores espartanos, decidió acudir él mismo al Senado espartano para explicar lo sucedido. Pero al volver a Atenas, Alcibíades persuadió a los atenienses a rebelarse contra Nicias, por haber negociado con Esparta de forma injuriante (Libro V, cap. 6).

            Esta alianza de Atenas con Argos no fue agradable a los corintios, y siendo requeridos por los argivos, sus aliados, para que la ratificasen y jurasen, rehusaron hacerlo. De esta suerte los corintios se apartaron de aquella alianza con los argivos, y tomaron nueva amistad e inteligencia con los espartanos (Libro V, cap. 7).

c.4.4) El incidente de Epidauros (V, 54-56)

            En el mismo verano hubo una gran guerra entre los epidauros y los argivos, por motivo de que los epidauros no habían enviado las ofrendas al templo de Apolo Piteo. Mas, en realidad, porque los argivos, y Alcibíades con ellos, buscaban alguna ocasión para ocupar la ciudad de Epidauros si pudiesen, así por estar más seguros contra los corintios, como también porque desde el puerto de Egina podían atravesar más fácil y más derechamente que desde Atenas, rodeando por el cabo de Escileón (Libro V, cap. 7).

            Cerca del fin de mayo, los argivos caminaron todo un día hasta entrar en tierra de Epidauros, y la robaron y destruyeron, y se quedaron allí para someterla (Libro V, cap. 7).

            Viendo esto los epidauros, enviaron aviso a los espartanos. Al principio del invierno, los espartanos enviaron secretamente, y sin que lo supiesen los atenienses, 300 hombres de pelea en socorro de los epidauros, al mando de Agesípidas, y por ello los argivos enviaron mensajeros a los atenienses (Libro V, cap. 7).

            Vista la querella de los argivos, los atenienses, por consejo de Alcibíades, mandaron esculpir en la columna Laconia un rótulo que decía cómo los espartanos habían contravenido el tratado de paz y quebrantado su juramento; y con este motivo embarcaron sus esclavos hacia la tierra de Pilos, para que la robasen y destruyesen (Libro V, cap. 7).

c.4.5) Las batallas de Nemea y Tegea (V, 57-99)

            Al verano siguiente, los espartanos, viendo que los epidauros sus aliados estaban metidos en guerras y que muchos lugares del Peloponeso se habían apartado de su amistad, se pusieron todos en armas, y sus hilotas y esclavos con ellos al mando de Agis, hijo de Arquidamo, su rey, para ir contra los de Argos (Libro V, cap. 8).

            Al saberlo los argivos, concentraron sus fuerzas en Nemea, por donde esperaban que los espartanos habían de pasar, y esperando allí a los refuerzos que habían partido en su socorro desde Atenas. Al llegar los espartanos, hicieron también acto de presencia los corintios, megarenses y escionios, que rodearon a los argivos y los desbarataron, al no haber llegado todavía los atenienses (Libro V, cap. 8).

            Al llegar desde Atenas los 1.000 hombres a pie y 500 a caballo, al mando de Alcibíades, pidieron a los argivos volver a la carga contra los confederados. Y tras ganar Orcómenos, se establecieron en Tegea, en un lugar fuerte y muy difícil de entrar. Cuando allí llegaron los 300 espartanos, se pusieron en orden para pelear, al mando de su rey Agis y al son de las flautas. Hecho esto, se comenzaron a moverse los unos contra los otros. Cayeron de inmediato casi todos los argivos, y al verse en graves aprietos los atenienses, empezaron a dispersarse (Libro V, cap. 9).

c.4.6) La alianza de Argos con Esparta (V, 100-113)

            Había en la ciudad de Argos muchos que tenían parentesco con los espartanos, los cuales en gran manera deseaban quitar el gobierno democrático existente, reduciéndole a pocos gobernadores con Senado y cónsules, y después de la pérdida de 700 argivos en Tegea hallaron muchos más de esta opinión. Para poderlo realizar, querían ante todas cosas ajustar la paz con los espartanos (Libro V, cap. 10).

            Los espartanos, para tratar la paz con los argivos, enviaron a Licas, hijo de Arcesilao, que tenía casa en Argos y que convenció al pueblo a hacer alianza, volviendo a las leyes y costumbres antiguas y cesando todas las hostilidades entre ambas partes (Libro V, cap. 10).

            Al enterarse Alcibíades, envió 20 naves atenienses a Argos, y al llegar allí entró en la ciudad y prendió a 300 ciudadanos, llevándoselos cautivos a las islas que los atenienses poseían en aquellas partes (Libro V, cap. 10).

c.4.7) La mutilación de las Hermes atenienses (VI, 27-40)

            Estando los atenienses ocupados en estas cosas, todas las hermas y estatuas de piedra de Hermes que estaban en la ciudad, así en las entradas de los templos como a las puertas de las casas y edificios suntuosos, que eran infinitas, se hallaron una noche quebradas y destrozadas, sin que se pudiese jamás saber ni haber indicio de quién había sido el autor de aquel sacrilegio en Atenas (Libro VI, cap. 6).

            En medio del estupor ateniense, los gobernantes atenienses mandaron públicamente que si había alguna persona que supiese o tuviese noticia de algún crimen impío o pecado abominable cometido contra el culto o religión de los dioses, que lo revelase sin temor alguno, fuese ciudadano o extranjero, siervo o libre, de cualquier estado o condición. Al no descubrir quienes habían sido, Alcibíades echó la culpa a los espartanos, porque el romper y despedazar las imágenes sagradas significaba la destrucción de la República (Libro VI, cap. 6).

            Fue tan grande la sospecha que concibieron los ciudadanos, que todas las noches estuvieron en vigilancia ateniense, guardando la ciudad y armados en el templo del Teseon (Libro VI, cap. 10).

c.5) Frente de Sicilia

            En Italia, los de Reggio pidieron ayuda a los atenienses, así por la antigua amistad, como porque eran jonios de nación, que les enviasen de socorro algunas naves para su defensa contra los siracusanos, sus comarcanos, que les querían impedir el comercio por mar y tierra. Los atenienses otorgaron su demanda y les enviaron 20 barcos. Al llegar la armada de los atenienses a Reggio, comenzaron a atacar todas las islas de Sicilia, y decidieron invernar allí (Libro III, cap. 13).

            Llegado el verano, al principio del estío, 10 naves de los siracusanos tomaron la ciudad de Mesena en Sicilia, por tratos con los habitantes, que los habían llamado en su favor, y porque los siracusanos veían que esta ciudad era muy a propósito a los atenienses para tener entrada en Sicilia. Los siracusanos y sus aliados mesenios rehicieron su armada, y empezaron a guerrear desde Mesena contra los de Reggio (Libro IV, cap. 1 y 3).

            Entretanto, los mesenios y siracusanos salieron por mar y tierra contra la ciudad de Naxos, que está en la región de Calcida de Sicilia, y comenzaron a robar y talar las tierras alrededor de la ciudad, y después la sitiaron (Libro IV, cap. 3).

c.5.1) Las noticias y planes sobre Sicilia (VI, 42-46)

            En este invierno (del 416 a.C) los atenienses enviaron a Sicilia una armada con embajadores atenienses, con intención conocer la extensión de la isla y la población que en ella moraba, casi toda ella vuelta de la antigua guerra de Troya, de todos los lugares de Grecia y la Jonia (Libro VI, cap. 1).

            Vueltos los embajadores a Atenas, Nicias propuso al Consejo no emprender la conquista de la isla, ni hacerle mal daño a sabiendas. Pero Alcibíades reunió a muchos para aconsejar la guerra, acometiendo aquella empresa según la primera determinación, y para adquirir fama y riqueza tras la conquista de Sicilia y luego Cartago. Después de firmar el decreto de guerra, se dedicaron con toda diligencia a hacer los aprestos necesarios en la ciudad para la armada (Libro VI, cap. 3).

c.5.2) La expedición ateniense a Sicilia (VI, 47-50) 

            A mediados del verano (del 415 a.C) toda la armada estuvo dispuesta para ir a Sicilia con otros muchos barcos mercantes, así de los suyos como de sus aliados, para llevar vituallas y otros bastimentos de guerra. Los atenienses y sus aliados, reunidos en el puerto de Pireo al salir el alba, embarcaron a la mayor parte de los de la ciudad, así de vecinos como de extranjeros, de hijos como de padres, de parientes como de amigos. Todos llenos de esperanza y de dolor (Libro VI, cap. 6).

            En total, partieron hacia Sicilia 3 divisiones con 124 barcos de guerra cada una, más 60 naves que iban a la ligera, 30 naves gruesas de porte y otras 100 que llevaban los víveres. En suma, 5.100 infantes, 1.500 atenienses y 700 criados y obreros. A la cabeza, 3 naves irían por delante para reconocer las ciudades de Italia, y saber si los querían recibir como amigos o enemigos (Libro VI, cap. 9).

            Al llegar al cabo de Reggio, que está al fin de Italia, se reunieron todos y se alojaron a las afueras de la ciudad, junto al templo de Artemis, donde los de la ciudad les enviaron vituallas y otras cosas necesarias (Libro VI, cap. 9).

c.5.3) Las operaciones de Atenas en Sicilia (VI, 62-75)

            Durante este tiempo los siracusanos tuvieron noticias sobre la expedición ateniense, y empezaron a preparar todo lo necesario para su defensa, enviando a los pueblos de Sicilia embajadores para reunir a la mayor defensa posible (Libro VI, cap. 9).

            Alcibíades partió con su trirreme a la ciudad de Mesena, y requirió a los habitantes a que trabaran amistad y alianza con los atenienses; mas no pudo conseguirlo En Naxos sí le recibieron de buena gana, y en Catania no les quisieron recibir, por ser del partido de los siracusanos. Tras lo cual volvió a Reggio y dio las noticias a Nicias y Lámaco (Libro VI, cap. 9).

            También partieron Nicias y Lámaco hacia Selinunte y Egesta para saber si los egestenses estaban decididos a darles el socorro de dinero que les habían prometido. Los de Himera no quisieron recibir a los atenienses, y en tierra de Gela sometieron Hicara e Hibla, y las entregaron a sus amigos egestenses (Libro VI, cap. 11).

c.5.4) El cerco a Siracusa (VI, 76-93)

            Al principio del invierno los atenienses dispusieron todas las cosas necesarias para poner cerco a Siracusa, y establecieron su campamento y ejército de tierra junto al templo de Olimpo, a las afueras de la ciudad y como desterrados siracusanos se lo habían indicado (Libro VI, cap. 11)... Allí, empezaron a robar y destruir sus campos, así como a romper los acueductos por donde el agua iba a la ciudad (Libro VI, cap. 17).

            Entonces los atenienses, sabiendo de cierto su llegada, mandaron embarcar toda la gente de guerra que tenían, así atenienses como sicilianos, y algunos otros que se les habían unido, y de noche desplegaron las velas y dirigieron su flota hacia Siracusa, donde arribaron al amanecer y echaron áncoras en el gran puerto que está delante del templo de Olimpo para saltar en tierra (Libro VI, cap. 11).

            Entretanto, los siracusanos de a caballo que se alojaba Catania, al saber que todos los barcos de la armada de los atenienses habían partido de Catania, dieron aviso de ello a la gente de a pie de toda Sicilia, y todos se volvieron para acudir en socorro de Siracusa (Libro VI, cap. 11).

            Cuando llegó el socorro a Siracusa, se lanzó sobre el campamento ateniense. Al principio hubo una escaramuza de ambas partes entre los honderos y flecheros, y luego sobrevino un gran aguacero con muchos truenos y relámpagos. En semejante tempestad los atenienses se movieron con más experiencia de guerra que los sicilianos, hasta que lograron desbaratar su embestida (Libro VI, cap. 12).

c.5.5) La llegada de Esparta a Siracusa (VI, 94-104)

            Los siracusanos nombraron embajadores para rogar a los espartanos y a los corintios que se unieran con ellos contra los atenienses, que les trajesen un socorro de gente de guerra por mar, y que todos a una les hiciesen tan cruel guerra en su tierra misma, que les fuese forzoso dejar Sicilia (Libro VI, cap. 13)... También lograron enviar un buque a Cartago, para ver si los cartagineses se les unían en alianza, así como otras ciudades del Tirrénico (Libro VI, cap. 15).

            Los corintios ofrecieron su ayuda y socorro a los siracusanos, y con ellos fueron a convencer a los espartanos. Los espartanos, reunidos en su Senado, aceptaron dar socorro a Siracusa, así como hacer la guerra a Atenas (Libro VI, cap. 16).

            Al poco tiempo, partían de Corinto las naves corintias y soldados espartanos, al mando de Gilipo. Al llegar a Italia, desembarcaron y repararon sus naves en Tarento, colonia espartana, y de allí se dirigieron hacia Sicilia, hasta que desembarcaron en Himera, aliada cercana de Siracusa. De Himera partieron a pie hacia Siracusa 700 espartanos, 1.000 himerenses, 100 de a caballo y otros 1.000 sicilianos (Libro VII, cap. 1).

c.5.6) La toma de posiciones (VII, 21-25)

            Viendo Gilipo que los siracusanos estaban desordenados y que apenas los podía poner en orden, parecióle que sería mejor hacerlos retirar de Siracusa, y reunirlos en un collado allí cerca llamado collado Temenitis, donde había alojado a todo su ejército (Libro VII, cap. 1).

            De igual manera a Nicias le pareció que era necesario cercar de muro el lugar llamado cerro Plemirión, que es una roca o cerro frente a la ciudad que penetra en la mar, y llega hasta la entrada del gran puerto (Libro VII, cap. 1).

            Cuando pareció a Gilipo tiempo oportuno de acometer a los enemigos, fue a dar en ellos con toda su furia. Mas a causa de que el combate se hacía entre muros y parapetos de una parte y de otra, en lugar mal dispuesto para pelear los siracusanos de a caballo, fueron vencidos éstos y los peloponenses, y quedaron los atenienses victoriosos (Libro VII, cap. 1).

c.5.7) Los preparativos para la gran guerra (VII, 26-35)

            Después de esta batalla, Gilipo mandó reunir a todos los suyos y les habló de pasada, diciéndoles que no desmayasen, pues aquella pérdida no había ocurrido por falta de ellos sino sólo por culpa suya, que les mandó pelear en lugar estrecho. También les recordó que todos ellos eran dorios y peloponenses, y que sería una afrenta dejarse vencer por los jonios e isleños. Y pidió refuerzos a toda Sicilia, Corinto y Esparta (Libro VII, cap. 1).

            Viendo Nicias que las fuerzas enemigas crecían, bloqueó con sus naves el puerto de Sicilia, y pidió a Atenas que enviase 20 trirremes al estrecho del Peloponeso, para bloquear a las naves corintias que pudiesen zarpar hacia Sicilia (Libro VII, cap. 3).

            Tras romper los corintios con 25 trirremes el cerco ateniense de Naupacto, lograron enviar hacia Sicilia un contingente de 600 espartanos 500 corintios, 200 sicionios y 300 beocios. Por su parte, Demóstenes partió desde Atenas con 65 naves y 1.200 atenienses (Libro VII, cap. 3).

c.5.8) La I batalla de Siracusa (VII, 36-41)

            Gilipo volvió a Siracusa con gran número de gente de toda Sicilia, e hizo un llamamiento a filas a los siracusanos, para que armasen todos los más barcos que pudiesen y fuesen a combatir en el mar contra los atenienses. Al amanecer, las 35 galeras que los siracusanos tenían escondidas en un puerto pequeño salieron hacia el gran puerto, que tenían los enemigos, y con ellos salieron otras 45 naves llegadas desde Corinto (Libro VII, cap. 4).

            Viendo esto los atenienses, pusieron en orden de batalla toda su flota de trirremes, para rodear a las naves siracusanas y corintias. Y también los atenienses que estaban en Plemirion descendieron de la roca a la orilla del mar (Libro VII, cap. 4).

            Al amanecer Gilipo lanzó un contraataque a Plemirión por tierra con tanto ímpetu, que tomó en seguida sus 3 muros, entrando así por tierra en Siracusa, y haciéndose con la ciudad (Libro VII, cap. 4).

            Las naves siracusanas se lanzaron sobre las naves enemigas en tropel, sin orden alguno y tropezando unas con otras, hasta que fueron desbaratadas por las triunfantes naves atenienses (Libro VII, cap. 4).

c.5.9) La II batalla de Siracusa (VII, 42-87)

            Entonces llegó más ayuda a los siracusanos, el de los camarinos, que les enviaron 500 hombres armados y 600 tiradores, y el de los gelenses, que les enviaron 400 ballesteros y 200 de a caballo (Libro VII, cap. 6).

            Los siracusanos, advertidos de la venida de refuerzos atenienses, determinaron tentar de nuevo su fortuna en combate naval y terrestre. Pusieron en orden gran número de gente de a pie por tierra, y también mandaron aparejar muchas y mejores naves por mar, para atacar por ambos lados a la flota ateniense. Gilipo, por su parte, sacó a todo su ejército de espartanos para apoyar a los siracusanos por detrás, escondidos tras los muros del puerto y armados todos a la ligera y con tiradores (Libro VII, cap. 7).

            Los atenienses se pusieron en orden de batalla, y lucharon durante dos días una armada contra la otra, sin que Nicias pudiese derrotar a los enemigos. Al caer el segundo día, los siracusanos se retiraron de tierra y mar de la batalla, y los atenienses decidieron saltar a tierra para comer y reponerse. Pero al poco salieron los espartanos de su escondite y saltaron sobre ellos de repente y antes que probasen bocado, provocando un gran bullicio y desorden en las filas atenienses, que salieron corriendo a embarcarse como pudieron. Pues las naves siracusanas habían vuelto a puerto, y habían empezado a destrozar las naves atenienses, echándolas al fondo. Gran número de atenienses fueron muertos o hechos prisioneros, y la mayor parte de sus naves destrozadas (Libro VII, cap. 7).

c.5.10) La aniquilación del ejército ateniense (VII, 88-95)

            Mientras esto acontecía, Demóstenes y Eurimedonte llegaron desde Atenas a Siracusa con 73 naves de las suyas y de las de sus aliados, y en las cuales traían cerca de 5.000 combatientes (Libro VII, cap. 8).

            Cuando la flota ateniense llegó a Siracusa, en plena noche, Hermócrates puso a sus siracusanos a prender fuego y a rechazar a todos los atenienses que desembarcaran. Gilipo puso a sus espartanos de tierra sobre los muros de la ciudad, y allí fueron matando y dispersando a los atenienses que lograban desembarcar y se acercaban, entre un gran ruido de gritos y voces, pues los atenienses no conocían el terreno ni se veían entre ellos (Libro VII, cap. 8).

            El desconcierto en la ciudad fue insuperable, pues los unos de los otros no se conocían más que por el apellido. Los atenienses y sus aliados prefirieron salir andando por las rocas y peñas de la ciudad, y no huyendo para no ser identificados y asesinados. Muchos atenienses se despeñaron de sitios altos, y el resto quedaron perdidos y encerrados en los altos de la ciudad, por los estrechos de Epípolas. Allí los fueron encontrando los siracusanos, y los fueron matando uno tras otro (Libro VII, cap. 8).

            Pasado esto, Nicias y Demóstenes dispusieron las cosas necesarias y decidieron partir el cuarto día después de la batalla, lastimando sus corazones al pensar en los muertos que quedaban tendidos en los campos de Siracusa y sin sepultura. Se fueron llenos de miedo y dolor, porque esto era el fin de Atenas y porque todos los campos de Siracusa quedaban llenos de cadáveres, lágrimas y llantos (Libro VII, cap. 13)... Los siracusanos y sus aliados, cuando amaneció y vieron que ambos habían partido la noche antes, salieron a su caza y los alcanzaron a la hora de comer, capturando primero a Demóstenes y luego a Nicias. A ambos decretó Hermócrates prender y dar muerte, muy a pesar de la voluntad de Gilipo (Libro VII, cap. 14).

c.6) Desolación de Atenas

            Cuando llegó a Atenas la noticia de aquel fracaso, no hubo casi nadie que lo pudiese creer, porque les parecía imposible que tan gran ejército fuese aniquilado(Libro VIII, cap. 1).

            Además del pesar y enojo que tenían por esta pérdida, abrigaban gran temor porque se veían privados de tan buenos combatientes. Tampoco poseían más naves en sus atarazanas, ni dinero en su tesoro, ni marineros, ni obreros para hacer nuevos buques, siendo total su desesperación(Libro VIII, cap. 1).

            Por todo esto los atenienses no esperaban sino que los peloponenses los acometerían por mar y por tierra(Libro VIII, cap. 1).

c.6.1) El resurgir de Atenas para la guerra (VIII, 2)

            Mas ni por eso mostraron los atenienses dejar su empresa, sino antes reunir los más barcos de todas partes que pudiesen, y haciendo esto por todas vías, allegar dinero y madera para construir naves, y además asegurar su amistad con los aliados. Determinaron también suprimir y ahorrar el gasto de mantenimientos de la ciudad, y hacer todo cuanto pudieran para remediar su situación y rebelarse, preparándose para una guerra definitiva(Libro VIII, cap. 1).

c.6.2) El miedo de Esparta, y sus negociaciones con los persas (VIII, 16-22)

            Los espartanos temieron la nueva empresa de los atenienses, y ordenaron que entre ellos y sus aliados hicieran 100 galeras nuevas, para enviarlas a Jonia y al Helesponto, empezando por Quíos y las 40 galeras que los atenienses tenían allí(Libro VIII, cap. 2).

            En estas circunstancias, varias ciudades del Helesponto enviaron mensajeros a Esparta con el objeto de aliarse ellos y los espartanos con el rey Darío, ofreciendo la ayuda y amistad del rey persa a cambio de que los espartanos ganasen las ciudades de su provincia, que estaban en poder de los atenienses(Libro VIII, cap. 2).

c.7) Frente de Jonia

c.7.1) La caída de Quíos (VIII, 23-24)

            Después de la fiesta ístmica de Corinto adentraron los confederados los primeros barcos al mar de Jonia, directos hacia Quíos y antes que llegasen los atenienses. Al llegar los espartanos a la isla, se asustaron sus ciudadanos sobremanera, y prefirieron hacer alianza con ellos que seguir manteniéndola con Atenas(Libro VIII, cap. 3).

            Los de Quíos fueron induciendo a las islas cercanas a dejar el partido de los atenienses, empezando por la ciudad de Lesbos y siguiendo por Heras, Clazómena, Cumas, Metimna, Mitilene, Pirra, Eresos, Antisa. También fueron a Éfeso y Teos, según la orden que los espartanos le habían dado(Libro VIII, cap. 4).

            Conocida la rebelión de los de Quíos, enviaron los atenienses sus nuevos buques hacia la isla de Samos, al mando de Trasicles, con la intención de reunir a las fuerzas aliadas de la Jonia y recobrar Quíos(Libro VIII, cap. 3).

c.7.2) La caída de Mileto (VIII, 25-28)

            Mientras repostaban los atenienses en Samos, los confederados dejaron una guarnición en Quíos y enviaron el resto de sus naves a Mileto, pensando hacer rebelar la ciudad. Lo cual consiguieron por obra del traidor Alcibíades, que tenía gran amistad con sus principales ciudadanos(Libro VIII, cap. 3).

            Fue aquí en esta rebelión de Mileto donde se hizo la alianza entre el rey Darío y los espartanos, sellando luchar conjuntamente para que no quedase ninguna cosa de los atenienses en la Jonia(Libro VIII, cap. 3).

            Desde Samos, los atenienses enviaron 48 buques a Mileto, cargados de 1.500 atenienses y 1.000 argivos, y haciendo campamento en su isla cercana de Lada. Desde allí acometieron a la villa de Panormo, que está en el término de los milesios, y en cuyo combate fue muerto el capitán espartano Calcídeo, que había acudido con pocas tropas al socorro de la villa(Libro VIII, cap. 4).

            Al rodear los atenienses Mileto, y empezar a levantar el cerco a Mileto, 800 milesios bien armados salieron a romper el cerco. Acudieron a la batalla los peloponenses y los bárbaros, junto a un desembarco de 55 barcos venidos de Sicilia y algunas barcas venidas de Egipto, desbaratando el ala de los argivos y dejando aislado el ala de los atenienses(Libro VIII, cap. 4).

            Los atenienses, viéndose sin refuerzos y en peligro la ciudad de Atenas y su estado, renunciaron y se volvieron hacia Samos(Libro VIII, cap. 4).

c.7.3) La campaña del Helesponto (VIII, 61-76)

            Tamos, embajador de Jonia, envió decir a todas las ciudades jonias que estaban con los atenienses que les entregasen la ciudad, bajo pena de asalto. Los de Dafnunte no quisieron acceder, Lesbos envió mensajeros a los espartanos para entregarles la isla, Eritrea ofreció 500 hombres de a pie, Cnido se rebeló al ver llegar al espartano Hipócrates(Libro VIII, cap. 5).

            Al mismo tiempo, 30 naves confederadas, al mando de Astíoco, fueron recorriendo las grandes ciudades de la costa para que se entregasen. Así conquistaron Pteleón, Clazómena, Maratusa, Pela y Drimusa, Focea y Cumas y Coricos (Libro VIII, cap. 5 y 6)... Cauno, Sima, Teutlusa, Halicarnaso, Cnido, Lorimas y Carimas(Libro VIII, cap. 6 y 7).

            Al comienzo de la primavera, el espartano Dercílidas fue enviado con pequeño número de tropas al Helesponto para hacer rebelar contra los atenienses a las villas de Abidos, Lampsaco, Sesto y la tierra de Quersoneso(Libro VIII, cap. 9).

c.7.4) La caída de Rodas (VIII, 77)

            Los peloponenses, habiendo juntado en Cnido toda su armada, hicieron reparar y componer lo que era menester, y decidieron lanzarse sobre la conquista de Rodas(Libro VIII, cap. 7).

            Cuando las 94 naves peloponenses arribaron en Camiros, dentro de la isla de Rodas, toda la ciudad y su tierra se asustaron sobremanera, huyendo muchos de ellos por no estar cercada de muros. Mas los espartanos lograron reunirlos de nuevo, persuadiéndolos a que dejasen su alianza y amistad con los atenienses. Por esta causa la ciudad de Rodas se rebeló y tomó el partido de los peloponenses(Libro VIII, cap. 7).

            Cuando los atenienses fueron advertidos de la rebelión de Rodas, enviaron sus naves desde Samos a Rodas para socorrerla y conservarla, pero al llegar vieron a los enemigos y conocieron que era ya tarde, volviendo otra vez a Samos(Libro VIII, cap. 7).

c.7.5) El dominio peloponeso del Egeo (VIII, 78-83)

            Entretanto, la armada de los atenienses partió de Samos, fue a Quíos y se colocó al pie de un cerro que estaba entre el puerto y ellos, sitiando la ciudad por tierra y mar. Los de Quíos dieron aviso de ello a Astíoco, para que fuese a su socorro(Libro VIII, cap. 7).

            Astíoco prefirió seguir dominando la mar, ante las nuevas naves que eran enviadas desde Atenas a Samos (Libro VIII, cap. 7). Además, Alcibíades aconsejaba a los confederados que procurasen no poner fin a la guerra, y que no hiciesen venir los buques que estaban dispuestos en Fenicia. Porque, haciendo esto, los peloponenses serían los señores de la mar(Libro VIII, cap. 8).

            No obstante, los avisos de que la armada ateniense estaba en Quíos y no en Samos fueron conocidos por el resto de capitanes confederados. Entre ellos, Licas recibió la noticia en Cnido, y reuniendo a su gente les dijo que no debían perder más tiempo, sino poner fin a la guerra y cambiar la forma de gobierno del pueblo griego, eliminando el régimen popular y volviendo a las leyes y costumbres antiguas(Libro VIII, cap. 8).

c.7.6) La caída de la democracia ateniense (VIII, 89-96)

            Las disputas entre los atenienses empezaron entonces por el cambio de gobierno en la ciudad que privó del mando al pueblo, dándolo a cierto número de hombres buenos. También los atenienses que estaban en el ejército empezaron a tratar los negocios bajo el régimen de la aristocracia, que es gobernación de pocos y buenos. Para esto cada cual, liberalmente, se ofrecía a contribuir con su propio dinero y con otras cosas necesarias, conociendo que ya no trabajaban por el común provecho sino por el interés particular. Y enviaron embajadores a todas las ciudades amigas de Atenas, para que pusiesen el gobierno de la aristocracia(Libro VIII, cap. 10).

            Al pasar los embajadores de Atenas por Tasos, quitaron la democracia y entregaron la gobernación a unos pocos, desterrando de la ciudad a sus gobernantes populares. Lo mismo sucedió en muchas otras ciudades sujetas a los atenienses. En algunos lugares los mancebos populares asesinaron por conspiración secreta a los nuevos dirigentes impuestos por Atenas, pero al mayor número le pareció muy honrosa esta mudanza(Libro VIII, cap. 10).

c.7.7) La caída de Samos (VIII, 98-104)

            Cuando los samios supieron que los propios atenienses iban mudando de opinión respecto al régimen democrático, se pusieron en armas contra los principales de la ciudad, por ser muy partidarios del gobierno democrático y su ciudad la más rica de Grecia. Echaron a los gobernantes atenienses que allí se encontraban y mataron a 30 de ellos(Libro VIII, cap. 10).

            Los soldados atenienses que invernaban en Samos, al ver la revuelta de los samios contra los atenienses de su ciudad, les prometieron estar con ellos y defenderlos con sus 82 buques de los peloponenses, así como de los sospechosos atenienses de oligarquía, pues ellos también estaban por la democracia(Libro VIII, cap. 10).

            Al advertir Astíoco y los caudillos peloponenses la revuelta de Samos, reunieron los 120 buques de guerra que tenían en Mileto y Cnido, y los enviaron hacia Samos. Al verlos venir, los atenienses pidieron refuerzos a los que todavía rodeaban Quíos, y lograron reunir otras 26 naves más. Pero no recibieron ayuda de Atenas, porque no se la quisieron enviar. Por su parte, los peloponenses dieron aviso al resto de ciudades confederadas del Helesponto, que le enviaron desde Bizancio 40 buques(Libro VIII, cap. 11).

            Los atenienses contuvieron en el puerto un buen rato la fuerza de los enemigos, mas al fin les fue forzoso huir, siguiéndoles los enemigos hasta la orilla del mar, donde los que se refugiaron dentro de la villa, como en tierra de amigos, fueron por los ciudadanos malamente muertos. Los que pudieron huir a Cálcide se salvaron, mas los que no pudieron, que eran veintidós barcos, fueron capturados con todos los que estaban dentro, marineros y tripulantes, siendo unos muertos y otros presos(Libro VIII, cap. 13).

c.7.8) La imposición de los 400 en Atenas (VIII, 97-98)

            En esta época de turbación, se reunieron todos los dirigentes populares y el pueblo de Atenas en el campo del templo de Poseidón, a 10 estadios de la ciudad, y allí propusieron la política de los decemviros, según el siguiente decreto: Que todos los magistrados de nombramiento popular fuesen quitados, que se eligiesen 5 presidentes, que los 5 presidentes eligiesen 100 hombres, y que cada uno de ellos escogiera a otros 3, sumando en total 400; los cuales, cuando se reunieran en consejo, tendrían amplia autoridad para ordenar lo que viesen provechoso para la ciudad(Libro VIII, cap. 10).

            Arregladas así las cosas, los 400 elegidos para la gobernación, trayendo cada uno de ellos una daga escondida debajo de sus hábitos, y con ellos 120 mancebos para ayudarles si fuese menester, entraron todos juntos dentro del palacio donde se reunía el Senado, cercaron a los senadores que daban sus votos con habas blancas y negras, y les dijeron que tomasen sus pagas por el tiempo que habían servido en aquel oficio, y que se fuesen(Libro VIII, cap. 10).

            De tal manera fue totalmente mudado el régimen popular de Atenas, y dejaron de gobernar la ciudad entre 5.000 por sólo 400. En lo demás, los nuevos gobernadores hacían todas las cosas a su voluntad, y entre otras, mataron a algunos ciudadanos, no muchos, porque les estorbaban(Libro VIII, cap. 10).

c.7.9) La 2ª Rendición de Atenas-404 a.C

            Hecho el cambio de gobierno en Atenas, sus 400 tiranos enviaron mensajeros a Agis, rey de Esparta, dándole aviso de que querían reconciliarse con los espartanos, y que en adelante fuesen ambos juntos en la seguridad y confianza, ajustándose a un convenio(Libro VIII, cap. 10).

            Mas Agis no dio respuesta a esta petición, sino que juntó a un gran número de guerra y fue derecho a los muros de Atenas, para tomar por la fuerza la ciudad (Libro VIII, cap. 10). Por otra parte, los buques peloponenses, habiendo pasado de Sunión, tomaron su camino entre Toricos y Pracias, y fueron a anclar en el puerto y montes de Oropos, para cercar por allí Atenas(Libro VIII, cap. 13).

            Viendo, pues, los atenienses que llegaba la armada de los enemigos en orden de batalla contra ellos, por tierra y mar, concentraron sus navíos y armas en su cuartel de Pnix, y acordaron destituir a los 400 y devolver la autoridad a los 5.000, así como avisar a todas las ciudades del Quersoneso para que viniesen a ayudar a la ciudad, pues Eubea ya había sido capturada por los peloponenses(Libro VIII, cap. 13).

            Tras el reclutamiento de 94 naves por parte de los atenienses en sus ciudades aliadas del Quersoneso (mar Negro), 84 naves peloponesias salieron a su encuentro desde Mileto, junto a las ya ancladas en Bizancio, destrozando la flota pro-ateniense en la batalla de Egospótamos (estrecho de Dardanelos). Esto supuso la pérdida de la última baza ateniense de socorro, y la ciudad pidió la rendición ante el asedio de los espartanos Agis, Lisandro y Pausanias a Atenas por tierra y mar. Era el mes de abril del 404 a.C.

c.8) Personajes de la Guerra

            Como citado en 5 libros por Tucídides, destaca:

-Nicias de Atenas, libros III (51), IV (27, 28, 42, 129, 153), V (16, 45, 46), VI (8, 19, 24, 47, 67) y VII (1-10, 16, 42, 48-50, 60, 72, 76, 78-87).

            Como citados en 4 libros por Tucídides, destacan:

-Hermócrates de Sicilia, libros IV (58), VI (32, 35, 72-75), VII (21, 73) y VIII (26, 29, 45, 85);
-Alcibíades el Traidor, libros V (43, 44, 52-55), VI (8, 15, 28-30, 48, 61, 68, 93), VII (18) y VIII (6, 11, 12, 17, 26, 45-52, 56, 81, 86, 97, 106).

            Como citados en 3 libros por Tucídides, destacan:

-Arquidamo de Esparta, libros I (79), II (10, 12, 13, 18-20, 47, 71-74) y III (1, 2);
-Brasidas de Esparta, libros II (25, 85), IV (11, 70, 78, 80-88, 102-107, 114-117, 120-128, 135) y V (2, 3, 6-11);
-Demóstenes de Atenas, libros III (94-97, 107, 111, 112), IV (29-32, 36-38, 76) y VII (25-27, 31, 42, 47-49, 72, 78-87);
-Pisístrato de Atenas, libros I (20), III (104) y VI (53);
-Cleón el Sofista, libros III (36), IV (21, 22, 27-29, 33, 36-38, 122) y V (2, 3, 6-10).

            En cuanto al resto de personajes, son citados por Tucídides:

-Homero, libros I (3, 10) y III (104);
-Hesíodo, libro III (96);
-Heracles, libro I (24);
-Hermes, libro VI (27, 28, 53, 60);
-Jerjes, libro I (14, 129);
-Sófocles, libro IV (2, 46, 65).

            Así como los mismos:

-Pericles, libros I (111, 114-117, 127, 139, 145) y II (12, 13, 21, 22, 32, 34, 55, 56, 58, 59, 65);
-Tucídides, libros I (1), II (70), IV (104-107, 135), V (26), VI (7, 93) y VII (6, 18).

c.9) Lugares de la Guerra

            De Liga de Delos son destacados por Tucídides:

-Delos, libros I (8, 96), II (8), III (104) y V (1);
-Pireo, libros I (93, 107), II (13, 93, 94), V (26) y VIII (1);
-Quíos, libros I (19, 116), IV (51) y VIII (5, 14, 23, 24, 30, 32, 38, 40, 61-63, 100-108);
-Samos, libros I (13, 40, 115, 116), IV (75) y VIII (16, 21, 25, 48, 63, 73-77, 78-84);
-Corcira, libros I (24, 118, 136, 146), II (7) y III (69, 70, 76);
-Decelia, libros VI (91), VII (18, 19, 27, 28, 42) y VIII (3).

            De Liga del Peloponeso son destacados por Tucídides:

-Argos, libros I (9, 135), II (68), V (14, 27-31, 36-41, 80-84) y VIII (25);
-Corinto, libros I (13, 25), II (92, 93), IV (42) y V (30, 31);
-Potidea, libros I (56, 60-62, 118, 139), II (2, 58, 70), III (17) y IV (135);
-Megara, libros I (27, 103, 105, 107), II (9, 30) y IV (68, 69);
-Mesina, libros III (90), IV (1, 24, 25) y V (6).

            Otros lugares mencionados por Tucídides son:

-Delfos, libro I (25, 28, 112, 118, 121, 143);
-Maratón, libros I (18, 73) y II (34);
-Termopilas, libros III (92) y IV (36);
-Micenas, libro I (9, 10);
-Mileto, libros I (15) y VI (78-88);
-Olimpia, libr. I (121, 143) y II (8);
-Iberia, libro VI (2);
-Italia, libros I (12) y II (7);
-Egipto, libros I (104, 105, 109, 110), II (53) y VIII (35) ;
-Sicilia, libros I (12), II (7), III (86, 87), VI (1) y VII (1-87).

d) Comentario de la Guerra del Peloponeso

            Político e historiador ateniense, Tucídides (Atenas-454[40]-Atenas[41]-397 a.C) perteneció a la familia de los Filaidas, hijo de Oloro de Tracia y de madre ateniense descendiente de Milcíades. Su biografía nos ha llegado principalmente por medio de 3 fuentes:

-la propia aportada por el autor[42],
-los propios autores de la época[4
3],
-la del biógrafo Marcelino, del s. V d.C[4
4].

            Seguro es que:

-fue ciudadano ateniense,
-por vía paterna se remontaba a Tracia[4
5]
,
-pertenecía al demo de Alimunte[4
6].

            Respiró en su ciudad la más refinada cultura de oro ateniense, y fue educado esmeradamente[47], ya que las rentas paternas permitían forjar su espíritu sin urgencias económicas. También se inició en la Gramática y Medicina[48]. Surgió, pues, en Tucídides, un espíritu racionalista, fundamentado en:

-las altas clases políticas,
-los análisis de pensamientos e ideas,
-el carácter convencional de la ley[4
9]
,
-las bases científicas de las cosas[
50].

            Ocupó el cargo político de estratego de Atenas, en cuyo mandato (424 a.C, en plena I Guerra del Peloponeso) fue enviado a romper el cerco de Anfípolis, al mando de una flota imponente ateniense, y en cuya misión fue derrotado por el ejército espartano y se apartó de la política y de Atenas. Es el momento en que escribe, del 424 al 411 a.C, todos los acontecimientos de la Guerra civil griega, algunos testimoniados y contrastados, y otros mismos presenciales.

            Fue, por tanto, testigo directo de los acontecimientos que estaba narrando, entre los cuales fue importante:

-que contrajo la Peste que asoló Atenas el 429 a.C,
-que participó en los acontecimientos de Anfípolis[
51]
,
-que acudió a enterarse de las protestas populares tras el escándalo de los Hermocópidas[5
2],
-que conoció de primera mano los preparativos del Golpe de estado de Atenas-411 a.C[5
3].

            En cuanto a su destierro, parece ser que Tucídides fue desterrado de su patria Atenas a causa del fracaso en la campaña de Anfípolis. Es verdad que hoy día se pone en cuestión este destierro, mencionado por el propio autor[54] y en un intento de revisar el influjo del autor en sus descripciones[55], pero las referencias clásicas siempre lo han mantenido[56].

            Acabada la Guerra civil en el 404 a.C. parece que volvió a su ciudad natal, donde pasó el resto de sus años.

d.1) Análisis histórico

            Tucídides puede ser considerado como el primer autor con vocación y método historicista de la historia, dando un salto cualitativo respecto a los logógrafos Herodoto de Helesponto[57] y Helánico de Lesbos[58]. No obstante, conoce la obra de sus predecesores, y también la de Antíoco de Siracusa[59].

            Se puede decir que Tucídides:

-hois autós parén, escribe sobre lo que ha visto,
-para ton allón pynthanomenos, escribe lo escuchado de otros[
60]
.

            En cuanto a lo que ha visto, Tucídides es bien conocedor de:

-las peculiaridades dialectales,
-las sepulturas halladas en la isla de Delos,
-la estructura urbanística de Esparta[
61]
.

            Y en cuanto a lo que ha escuchado de otros, Tucídides conoció:

-las genealogías de asentamientos y colonizaciones,
-la literatura cartográfica, etnográfica y periegética[6
2]
.

            Son características del método historiográfico de Tucídides:

-la autourgía, o inserción directa en los acontecimientos,
-el saphés, o búsqueda de lo cierto y seguro, no tanto de lo bello o seductor,
-la areté, o ausencia de calificativos en los personajes[6
3]
,
-la gnomai, o unión de los planes humanos con el destino de cosas[6
4],
-la alethestate prophasis, o búsqueda de las causas verdaderas[6
5].

            Y son recursos particulares de la ciencia histórica tucídica:

-la iluminación de ciclos históricos futuros,
-la identificación de pretextos sin causas, auténticos hilos que mueven la Historia,
-la síntesis de hechos y vida, cargándola de personalidad y psicología, formación cultural, religiosa, filosófica y política[6
6]
.

d.2) Análisis heurístico

            Tucídides fue el prototipo de historiador que escribió desde el exilio, con contrato adquirido ante el lector de contar “toda la sygraphein-verdad”. No fue un mero transmisor de palabras o logógrafo (que es como tildó a Herodoto), e hizo pivotar su obra sobre 2 pilares o columnas:

-los erga-acontecimientos, según los han visto los testigos (visitando los lugares y preguntando a los videntes) y según las pruebas materiales que pudieran quedar;
-los logoi-discursos, con reconstrucciones aproximadas de lo que dijo cada personaje en cada lugar, y atención especial a aquellos que más atañían a las causas de la guerra: los políticos[6
7]
.

            Tucídides propuso como método[68] la búsqueda de la verdad (zetesis tes aletheias, I, 20, 3), criticando a quienes aceptan la tradición oral (akoé, I, 20, 1) sin comprobación (abasanistos). Persiguió la exactitud (akribeia, I, 22, 2) con esfuerzo (epíponos, I, 22, 3), dio importancia a la observación directa de los hechos, y puntualizó escrupulosamente todo criterio, de manera objetiva. Deseaba que su historia fuera útil (ophélima) para los que buscaban la verdad (to saphés), sobre lo que ha sucedido y sucederá de nuevo, de acuerdo con la condición humana, y como logro cíclico de la historia (ktema es aiei, I, 22, 4).

            En este sentido, su historia aspiró al establecimiento de leyes universales, con la convicción de que la historia se repite cíclicamente, y la naturaleza humana (anthropeia physis) será siempre la misma.

            Por último, buscó también Tucídides las motivaciones personales de los personajes, sus ambiciones y temores, la admiración y repudio de ideas, desde un intento constante de objetividad, o punto de referencia bipolar.

d.3) Análisis político

            Se puede decir que la obra histórica de Tucídides se implicó de lleno en el campo político, desde el intento de imparcialidad[69], y con el deseo de extirpar de la sociedad y mundo griego las dos principales epidemias que la ponían en peligro: su hybris-soberbia exterior, y su ambigüedad política interior. El panfleto publicitario o campaña electoral de Pericles, desarrollado en su Oración fúnebre por Tucídides[70], trae bastante cola de elementos positivos y contradicciones propias.

            A nivel exterior, Tucídides fue un ferviente seguidor de la política democrática periclea. Lo que le llevó a plasmar por escrito sus elementos positivos, y también los negativos. La experiencia visual de la guerra civil llevó a Tucídides a replantear algunos esquemas helénicos elaborados desde los orígenes, y que había que adaptar a los nuevos tiempos y fracasos.

            El primero fue la concepción griega del bárbaro[71]. Y es que, a nivel exterior, la ciudad griega estaba definida como “la asociación de seres iguales que aspiran, en común, a conseguir una existencia dichosa, protegiendo para ello a sus ciudadanos de los extranjeros”. Fueron palabras del mismo Aristóteles[72] quien definió muy bien lo que fue, ya desde su fundación y hasta el final de sus éxitos, esa hybris griega, esa especie de soberbia o superioridad sobre lo extranjero[73].

            Así, Tucídides tuvo que demostrar que el estilo de vida griego no tenía por qué ser mejor que el de otras culturas, que no tenía por qué tener más atractivo especial que el resto de culturas. Cosa que, por otro lado Tucídides supo explicar, y explicó[74].

            A nivel interior, Tucídides luchó contra las ambiguas políticas internas[75], sus contradicciones, y el autentico cáncer al alcance de los ciudadanos, llamado sofismo, en su versión de[76]:

-relativismo, bajo forma de “todo se muda y todo cambia”,
-venalidad, bajo forma de “todo tiene que ser retribuido”,
-frivolidad, bajo forma de “con tu palabra, fundarás una ciudad o la destruirás”,
-convencionalismo, bajo forma de “las leyes son convenciones para vivir en sociedad”,
-subjetivismo, bajo forma de “las cosas son como a mí me parece, pues soy la medida de todas las cosas”,
-oportunismo, bajo forma de “si los medios son buenos, todo fin vale”,
-indiferentismo, bajo forma de “no hay cosas buenas o malas, todo depende”,
-utilitarismo, bajo forma de “sigue tu conciencia y muévete”,
-agnosticismo, bajo forma de “sobre los dioses, nadie puede saber si existen o no”.

            En el campo de las aportaciones positivas, en las bases de esta democracia periclea existe en Tucídides:

-respeto a la tradición,
-conciencia del progreso hacia algo mejor,
-igualdad esencial entre ciudadanos,
-identidad colectiva en torno a la ciudad, no a la estirpe,
-elogio de las instituciones y carácter atenienses, que se crean mutuamente,
-no ser indistinto el modo de vida que se elija,
-los caracteres, modelados en la ciudad, y cada uno contribuyendo al todo,
-reconocimiento de los méritos,
-ejemplo de los muertos, que han de servir de modelo para los jóvenes,
-necesidad de antigüedad, que por sí misma tiene su valor,
-necesidad de colectividad, pues el individuo solo no es pensable.

            En el campo de las contradicciones negativas, nos encontramos con la denuncia que hace Tucídides del sistema de sorteo para la ocupación de magistraturas, consejerías o congresos legislativos, impuesto por Pericles, e incompatible con sus deseos de ejemplo ante el mundo de sabiduría y juicio.

            En segundo lugar nos encontramos con la denuncia del enorme derroche de dinero tenido que ser desembolsado para pagar a los funcionarios estatales. Se dice incluso que éste era el incentivo que muchos buscaban al ocupar cargos, y no otro.

            La debilidad exterior y militar, recuerda también Tucídides, y pese a los reiterados intentos de que no se perdiera, acabaron perdiéndose. De hecho, nunca Pericles pudo llevar a cabo una batalla definitiva, sino siempre parciales y de contención.

            Por último, multiplicar entes sin necesidad, o peritos por 2 años sin control, acabó cavando la propia fosa cuando llegaron los momentos de debilidad (ocurridos cuando la guerra y peste asolaron Atenas), y por eso, recuerda Tucídides, a Pericles se le echó, literalmente, todo el pueblo encima.

Madrid, 1 noviembre 2019
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[1] Se suele decir que la celebración de los I Juegos Olímpicos-776 a.C. representa el final de la Grecia Oscura y el comienzo de la Grecia Arcaica.

[2] Hecho que tuvo lugar tras la Batalla de Queronea-338 a.C. sobre los rebeldes de Tebas, últimos abanderados de la Grecia Clásica y que se oponían a poner ésta en manos macedonias. No obstante, otros autores prefieren hablar de:

-Grecia Aracia, del 776 al 480 a.C, hasta el final de las Guerras Médicas,
-Grecia Clásica, del 480 al 338 a.C, hasta el inicio de la dinastía macedónica sobre Grecia.

[3] Las Guerras Médicas (490-479 a.C, narradas por HERODOTO) constituyeron la auténtica sorpresa internacional, en que por primera vez un pequeño David (Grecia) lograba tumbar al gigante oriental (Imperio Persa), inundado de legiones medas.

            En la Batalla de Marathon- 490 a.C, 10.000 atenienses, al mando de MILCIADES y formados en rígidas falanges atenienses, lograron doblegar a los 20.000 jinetes de DATIS DE PERSIA, con FILIPIDES recorriendo los 42 km. para gritar Niké.

            Tras la venganza persa en la Batalla de Termópilas- 480 a.C, en que los 8.000 griegos de LEONIDAS fueron aplastados por los 320.000 persas de JERJES DE PERSIA, con la consiguiente devastación de Atenas, DEMISTOCLES logró reunificar la resistencia, y sucesivamente en Salamina (con el hundimiento de la flota persa) y Platea, Grecia logró expulsar a los persas del territorio helénico.

[4] Las Guerras del Peloponeso (431-404 a.C, narradas por TUCIDIDES) supusieron el fin de la democracia ateniense, y las consiguientes piratería, stasis, y búsqueda de una filosofía diferente. Enzarzadas comercialmente Esparta y su Liga del Peloponeso (con Corinto y su soberanía naval, Megara y sus decretos comerciales…) frente a Atenas y su Liga de Delos (islas del Egeo), las batallas fratricidas griegas supusieron el agotamiento de una guerra agonal, llena de sacrilegios, imparcialidad y traición.

            Tras la I Guerra Civil o Arquidámica (431-421 a.C), en que ARQUIDAMO DE ESPARTA fusiló los campos atenienses y provocó la peste y hambruna, y las siguientes batallas de Pilos y Delión, NICIAS DE ATENAS tuvo que rendirse al nuevo status espartano.

            Con la II Guerra Civil o Decélica-Jonia (415-404 a.C), iniciada en una nueva ofensiva espartana en Decelia de Ática, y las Batallas de Arginusas y Egospótamos, Atenas tuvo que rendirse de forma total, entregando sus islas, permitiendo un gobierno tirano (de los 30) y destruyendo parte de su patrimonio cultural y comercial.

[5] Esparta, ciudad helénica más populosa en ejército y territorio, que se irá cerrando en sí misma, con  una política de matiz conservador (cf. GOMEZ ESPELOSIN, F. J; Introducción a la Grecia Antigua, ed. Alianza, Madrid 2008, p.165).

[6] Atenas, de origen limitado en espacio y recursos, que se abrirá a las ligas egeas, poniendo en marcha una política novedosa y expansionista (cf. GOMEZ ESPELOSIN, F. J., op.cit., ed. Alianza, Madrid 2008, p.165).

[7] El conflicto Esparta-Atenas fue continuo, en las conocidas batallas del Peloponeso, y las victorias y derrotas se sucedieron unas a otras. Hasta la Paz del 404 a.C, en que se decide el cese de hostilidades, y Atenas renuncia a sus aspiraciones hegemónicas (cf. Ibid., p. 171).

[8] Nombre dado por HOMERO, Ilíada, II, Odisea, IV, donde la describe como “honda y cavernosa, llena de palomas, donde moraban las naves de MENELAO, hermano de AGAMENON, y de hombres valientes para el combate y armados en unidad aparte, impulsados por el propio ardor, y animados a combatir para vengar las huidas”.

             De ahí que TUCIDIDES les llame a los espartanos desde el principio (no así al final) como los lacedemonios.

[9] HERODOTO, PAUSANIAS, ARISTOTELES… POLIBIO y PLUTARCO hablarán insistente y objetivamente de ello, en pro de eliminar toda “laconofilia” antigua al respecto.

[10] La arqueología va hoy en ese sentido, tras los descubrimientos que se han hecho en sus alrededores de necrópolis micénicas con tumbas en forma de colmena, valiosos ajuares funerarios, vasos de oro tallados, el edificio denominado Menelaion (del s. XIV a.C), un santuario a Artemis Orthia, el yacimiento de Terapne espartano… (cf. FERNANDEZ URIEL, P; El mundo griego, ed. UNED, Madrid 1993, pp. 302 y ss).

[11] Con el envío de 60 naves bien equipadas, al mando de MENELAO, y con la idea de “combatir y vengar los gemidos de HELENA”, y donde se citaron también como aliados de los espartanos a DIOMEDES DE ARGOS, NESTOR DE PILO, AGAMENON DE MICENAS… y demás reyes aqueos del Peloponeso (cf. HOMERO, Ilíada, II).

[12] De aquí tomara su modelo militar a imitar la Alemania nazi del s. XX, no sólo por los 300 soldados espartanos de las Termópilas.

[13] Como se verá en la Guerra del Peloponeso, narrada por TUCIDIDES.

[14] De 8.400 km2, en comparación con los 2.600 km2 de Atenas en el Ática. 2, en comparación con los 2.600 km2 de Atenas en el Ática.

[15] Por ejemplo, participó en la época de apoikias y colonias griegas con la fundación de una sola colonia espartana: Tarento.

[16] Muy inculturada en el monte Taigeto, y en cuyo sistema educativo o agogé se seguía una rígida formación eugenésica (o selección de los mejores). Para la cual:

-los niños estaban con sus madres hasta los 7 años,
-el estado llamaba a filas a los niños con 7 años,
-se enseñaba al niño a cazar hilotas,
-se introducía al joven en la disciplina, con música, deporte…
-se permitía al adolescente de 17 años acceder a la cysitia o banquete de hombres.

[17] cf. LUDEMANN, H; Sparta Lebensordnung und Schicksal, Leipzig 1939, p. 112.

[18] Tales como “hijo, con él -escudo- o sobre él”, “vuelve victorioso, o vuelve muerto”, etc.

[19] Para que así las jóvenes espartanas se preparasen para ser fuertes madres de guerreros. De hecho, los hijos de Pericles serían educados por espartanas.

[20] Esta forma de esclavitud, muy diferente a la de Atenas, sí que fue la causante de continuas stasis-intentos de rebeliones internas en Esparta, cáncer que Atenas no padeció (no obstante sus otros “cánceres” padecidos, como el de la ambigüedad en su política interna).

[21] cf. PIGNA, F; Atenas, ed. Historia en el aula, Buenos Aires 2009, p. 1.

[22] Nada más que en la Atenas de PERICLES (495-429 a.C) se podía apreciar:

-cómo aumentaban los puestos de trabajo, construcciones navales, grandiosas obras públicas, artesanía e intercambios comerciales…
-cómo la ciudad se rodeaba de intelectuales como el filósofo ANAXAGORAS, el trágico SOFOCLES, el arquitecto HIPODAMO…
-cómo se instalaban colonias militares en el Egeo con habitantes atenienses, distribuyendo así la población excedente,
-cómo se abrían nuevas economías, colocando guarniciones en puntos estratégicos y vigilando a los aliados de dudosa fidelidad…
-cómo la ciudad, saqueada e incendiada por los persas tras la Batalla de las Termópilas-480 a.C, necesitó de un ambicioso plan de reconstrucción material y moral, materializándose los levantamientos de:

-los templos de Poseidón y Némesis,
-la muralla entre Atenas y El Pireo,
-la Acrópolis,
-los templos de Hefesto y Dionisio,
-el Odeón y el Telesterion de ELEUSIS,
-los Propileos de MNESICLES,
-el Partenón de FIDIAS, ICTINO y CALICRATES,
-el Erecteion de FILOCLES,
-el templo de Atenea Niké de CALICRATES,
-el urbanismo racional de HIPODAMO DE MILETO,
-la construcción de Turios… y la estatua de Atenea, de 12 m. altura y esculpida en oro y marfil.

[23] Alta probabilidad de desórdenes internos públicos, como rebeliones o alzamientos.

[24] La tiranía griega era distinta a la concepción que en la actualidad tenemos al respecto. Un tirano griego podía dar cabida a sistemas oligárquicos y no meras autarquías, por ejemplo.

[25] En efecto, bajo su dirección la Asamblea tomó el poder que antes tenía el Areópago y permitió el acceso a los cargos públicos del estado de cualquier ciudadano, sin distinción de fortunas.

             Fue sobre todo durante el siglo V a.C. de PERICLES (ampliamente ensalzado por TUCIDIDES), cuando Atenas se convirtió en un estado democrático, y en una de las ciudades más hermosas del mundo. Los atenienses produjeron sus mejores obras arquitectónicas, escultóricas y literarias. Según ARISTOTELES, “Pericles fue un sabio en cuyo mandato Atenas alcanzó el cénit de su poderío y esplendor”.

[26] Gobernador ateniense en la isla pro-ateniense de Thasos, como él mismo relata: Entonces Eucles, capitán de los atenienses en Anfípolis, envió con toda diligencia avisar a Tucídides, hijo de Oloro y el mismo que escribe esta historia, el cual a la sazón gobernaba por lo atenienses en la isla de Tasos, colonia de Paros” (cf. TUCIDIDES, Guerra del Peloponeso, IV, 13).

[27] Como se ve en la batalla de Anfípolis, en que el propio Tucídides dice que en la noche de aquel día arribé yo con mi nave, estando ya Brasidas dentro de Anfípolis, dispuesto para la batalla” (cf. TUCIDIDES, op.cit, IV, 13).

[28] De forma cronológica, según se ve con el inicio de la 2ª Guerra Civil griega, 10 años después de la 1ª, y en que Tucídides nos dice que esta guerra la escribió Tucídides ordenadamente, según fue hecha de año en año, así en invierno como en verano” (cf. TUCIDIDES, op.cit, V, 4).

[29] Tras las insistencias de:

-Corinto, sobre el aspecto de la soberanía naval (posible únicamente mediante el control del Istmo de Corinto),
-Megara, para que no obtuvieran siempre perdidas respecto a los decretos comerciales con Atenas,
-Esparta, enemiga visceral de Atenas desde el momento (477 a.C) en que las islas del Egeo dejan de confiar su defensa militar ante Persia en Esparta (ya que ésta estaba siempre condicionada a su propia stasis interna), y eligen como hegemon-ejecutivo de su Simmajia-Guerra a Atenas, con centro federal jonio en Delos.

            También entrarían en esta Liga del Peloponeso los estados de Locria, Focea, Beocia (salvo Platea), del Adriático (Ambracia, Leucade, Anactorion), Sicilia y Magna Grecia (Tarento, Locros, Siracusa), sumando un ejército de 4.000 espartanos de infantería, 1.900 jinetes beocios y 40.000 hoplitas de Esparta.

            (cf. HERNANDEZ URIEL, P; El mundo griego, ed. UNED, Madrid 1993, pp. 591-603).

[30] Como explica el mismo Tucídides, al describir que esta sedición y guerra civil aconteció porque la mayor parte de los ciudadanos eran partidarios de la política de los atenienses, mientras los grandes y principales estaban en su contra. Y por esta causa hubo discordias y sediciones en todos los estados y gobiernos de Grecia, siendo mayores las discordias entre los parientes, y las alianzas entre los extraños” (cf. TUCIDIDES, Guerra del Peloponeso, III, 12).

[31] En el conocido período de talasocracia de Atenas, o dominio marino de Atenas sobre el resto de ciudades griegas y del mundo entero, pues del 478 al 431 a.C. Atenas se había convertido en la capital cultural y comercial del Mediterráneo. Aun así, habría que añadir otras tres causas más para el odio de muchos contra Atenas, como eran:

-la competencia en los mercados,
-la injerencia ateniense en los estados aliados,
-la reacción anti-democracia ateniense, en los estados griegos que eran monárquicos u oligárquicos.

            Fuentes internas que hablan de estos sucesos fueron:

-JENOFONTE, sobre la sociedad ateniense,
-DIODORO DE SICILIA, cuyos libros XI y XII abundan en detallismo,
-EFORO, autor presencial de los hechos,
-TIMEO, cuya obra hoy está perdida,
-PAUSANIAS, sobre las Batallas de Tanagra y Eno,
-PLUTARCO, del s. I, sobre las figuras políticas en conflicto.

            Fuentes numismáticas también hablan de la intensificación de la circulación monetaria entre el 480 y 450 a.C, predominando en todas las colonias mediterráneas el patrón y escudo ateniense.

            Testimonios epigráficos también advierten una fuerte vitalidad adquirida rápidamente por Atenas y el entorno helénico, como se ve en el aumento de:

-los decretos políticos,
-las listas de tributos atenienses,
-los cálculos de costes de edificios (se conservan el del Partenón y Erecteion en Atenas, y el Asclepeion de Epidauro),
-los ostraca, o tiestos de votación para el exilio en ostracismo de ciudadanos atenienses,
-la documentación de cultos y festivales.

            Testimonios arqueológicos, tanto en representaciones en vasos cerámicos, como en viñetas esculpidas sobre la vida de la ciudad, y restos monumentales todavía conservados, también avalan la presencia y pugna de Atenas y Corinto, principalmente, en todo el arco mediterráneo.

            A esto hay que sumar la formación de la Liga de Delos bajo mandato ateniense, y formada por más de 200 ciudades a lo largo del Egeo (salvo Melos), Grecia Central, Tesalia y Sicilia (Catania, Regio y Leontinos), con un ejército de 300 trirremes, 16.000 jóvenes atenienses, 1.200 jinetes tesalios y 13.000 hoplitas.

            (cf. HERNANDEZ URIEL, P; El mundo griego, ed. UNED, Madrid 1993, pp. 503-512).

[32] Pues ante los desastres de la guerra, muchos oráculos a Apolo fueron hechos por ambas partes. Y aconteció que en Delos tembló el templo de Apolo, lo cual nunca fue visto ni oído desde que los griegos se acuerdan. Y por las señales que veían juzgaban todo lo venidero y lo inquirían con toda diligencia” (cf. TUCIDIDES, Guerra del Peloponeso, II, 2).

[33] Como se ve a finales de marzo del 431 a.C, en que sobrevino a los atenienses una epidemia muy grande, que primero sufrieron la ciudad de Lemnos y otros muchos lugares. Jamás se vio en parte alguna del mundo tan grande pestilencia, ni que tanta gente matase. Los médicos no acertaban el remedio, porque al principio desconocían la enfermedad y muchos de ellos morían los primeros al visitar a los enfermos. No aprovechaba el arte humana, ni los votos ni plegarias en los templos, ni adivinaciones, ni otros medios de que usaban para intentar combatirla” (cf. TUCIDIDES, op.cit, II, 8).

[34] Como se ve en el asedio ateniense a Potidea, en el que Tucídices narra que en este mismo invierno, los potideatas, viendo que no podían guardar más su ciudad ni defenderla de los atenienses, que hacía largo tiempo la tenían cercada, por la falta de víveres y la necesidad extrema en que les ponía el hambre, empezaron a comerse unos a otros” (cf. TUCIDIDES, op.cit, II, 11).

[35] Como se ve en la campaña ateniense en Sicilia, en la que Tucídides explica que el pueblo de Atenas estaba exasperado y receloso por la profanación de Atenas, y se movía en esta campaña por la pesquisa de aquel hecho de las imágenes de Hermes destrozadas, y de los misterios y sacrificios violados y profanados” (cf. TUCIDIDES, op.cit, VI, 10).

[36] Como se ve en el hecho de que “ambas partes enviaron sus embajadores al rey de Media, para que los bárbaros les ayudasen para la guerra” (Tucídides, op.cit, II, 2), así como que los embajadores de los espartanos fueron a Asia para inducir al rey Artajerjes a que estuviese de su parte en aquella guerra, y les prestase su armada a cambio de dinero” (cf. TUCIDIDES, op.cit, II, 11).

[37] Coincidiendo con en el primer año de la LXXXVIII Olimpíada, año 431 a.C, como explica el mismo Tucídides: La guerra entre atenienses y peloponenses empezó quince años después de los tratados de paz,  a los cuarenta y ocho años del sacerdocio de Crisis en la ciudad de Argos, siendo éforo en Esparta Enesio, y presidente y gobernador en Atenas Pitidoro, seis meses después de la batalla que se dio en Potidea, al principio de la primavera” (cf. TUCIDIDES, op.cit, II, 1).

[38] Estando del bando espartano“todos los peloponenses, excepto los de Argos y Micenas, que eran tan amigos de los unos como de los otros. Fuera del Peloponeso eran de su bando los megarenses, los focenses, los locrenses, los beocios, los ambraciotas, los leucadios, los anactorios, los corintios, los megarenses, los siciones, los pelinos, los elienses, los leucadios y los locrenses. Forjaron entre todos un gran ejército de caballos e infantería” (cf. TUCIDIDES, op.cit, II, 2).

[39] Estando del bando ateniense “las islas de Quío y de Lesbos, los plateos y los mesenios, los acarnanios, los corcirenses, los zacintos, los cares y los dorios y todas las costas del mar junto a ellos. Los de Jonia y Helesponto, muchos lugares de Tracia, y todas las islas Cícladas. Entre todos proveyeron navíos y mucha gente de a pie” (cf. TUCIDIDES, op.cit, II, 2).

[40] Según los datos arqueológicos encontrados sobre referencias escritas por el propio autor sobre su vida. Descartamos, por tanto, la versión de la fecha del 471 a.C. aportada por APOLODORO, Historia, 244 a 247.

[41] De origen confuso es el lugar de su muerte, pues:

-al finalizar la guerra (404 a.C) se le dejó volver a Atenas, con permiso de regreso que ENOBIO parece concederle (cf. PAUSANIAS, I, 23),
-el 411 a.C. interrumpió su obra bruscamente, sin seguir relatando los acontecimientos.

[42] Sin olvidar que JENOFONTE fue el que editó y puso en circulación el manuscrito original de Tucídides (cf. DIOGENES LAERCIO, II, 57).

[43] cf. PICCIRILLI, L; Storie dello storico Tucidide, Genova 1985.

[44] cf. VULGO GIGANTE, E; “Il bios tucidideo di Marcelino e lo zelos omerico”, en Annali Facolta Lettere Napoli, Napoles 1981, pp. 5-16.

[45] Como atestiguan las explotaciones mineras de las que fue propietario su padre, OLORO, en dicha zona. También Tucídides mostró siempre especial vinculación a dicha región.

[46] cf. PLUTARCO; Vida de Cimon, 4.

[47] Notorias son las influencias en el espíritu de Tucídides de ANAXAGORAS (de quien parece que llegó a tomar el termino eclipse), PRODICO, PROTAGORAS e incluso del mismo GORGIAS.

[48] Las conexiones entre HIPOCRATES y Tucídides son bastante elevadas, sobre todo a la hora de la descripción médica de la Peste del 429 a.C, diagnosticando la enfermedad a base de la sintomatología y de sus causas naturales (cf. LICHTENTAELER, C; Thucydide et Hippocrate, Ginebra 1965).

[49] Elemento importante para la posterior búsqueda de causas y explicaciones de los sucesos, pues TUCIDIDES dejará siempre claro que en historia el fuerte impone su decisión sobre el débil, y los dioses y hombres dominan a quienes superan en poder. Como él mismo dice: “No hemos sido nosotros quienes hemos establecido esta ley (la del más fuerte), sino que existía cuando la recibimos, y la hemos de dejar a la posteridad para que continúe vigente” (cf. II, 65).

[50] cf. GUZMAN GUERRA, A; Tucídides, ed. Alianza, Madrid 2008, p. 15.

[51] Donde acudió a socorrer a la población de las manos del espartano BRASIDAS, y tras lo cual no volvió a su tierra de Atenas por el período de 20 años (cf. WESTLAKE, H. D; “Thucydides and the fall of Amphipolis”, en Hermes, XC, 1962, pp. 276-287; ELLIS, J. R; “Thucydides at Amphipolis”, en Antichthon, XII, 1978, pp. 28-35; SCHEPENS, J; L’autopsie dans la methode des historiens grecs du V siecle avant J.C, Bruselas 1980, pp. 152-180).

[52] cf. PICCIRILLI, L; “Eisangelia e condanna di Temistocle”, CCC, 4, 1983, pp. 333-363.

[53] cf. GUZMAN GUERRA, A; Tucídides, ed. Alianza, Madrid 2008, p. 13.

[54] cf. TUCIDIDES, Historia de la Guerra del Peloponeso, V, 26.

[55] cf. CANFORA, L; Tucidide Continuato, Padua 1970; CANFORA, L; “Tucidide non esiliato e la testimonianza di Aristotele”, en BIFG, IV, 1978, pp. 35-43.

[56] cf. CICERON, Orator, II, 56; DIONISIO DE HALICARNASO, Tucidides, 41; PLINIO, Historia Natural, VII, 111; PLUTARCO, Vida de Cimon, 4.

[57] cf. PLACIDO, D; “De Herodoto a Tucídides”, Gerión, IV, 1986, pp. 17-46; GENTILI, B; CERRI, G; Le teorie del discorso nel pensiero greco e la storiografia, Roma 1975; RAWLINGS, H; The estructure of Thucydides’History, Princeton 1981; SCHREINER, J. H; “Historical methods, Hellanikos and the era of Kimon”, OAth, 1984, pp. 163-171.

[58] Nacido en Mitilene (Jonia) en el 490 a.C, y principal impulsor de las historias del templo de Argos, juegos carneos espartanos, origen del Atica, sucesos de Troya y Persia, y del origen etrusco en la fundación de Roma, como pueblo arcaico griego expulsado de su territorio por las invasiones aqueas.

[59] Por sus conocimientos aportados sobre documentos oficiales de Sicilia, inscripciones y sepulturas descubiertas después por la arqueología, etc (cf. GUZMAN GUERRA, A; Tucídides, ed. Alianza, Madrid 2008, p. 17).

[60] cf. FRAILE, G; Historia de la filosofía. Grecia, vol. I, ed. BAC, Madrid 1990, p. 113.

[61] cf. GUZMAN GUERRA, A., op.cit, p. 18.

[62] cf. Ibid, p. 18.

[63] cf. LOPEZ PEREZ, J. A (dir); Historia de la literatura griega, ed. Cátedra, Madrid 1988, p. 558.

[64] cf. MARINATOS, N; Thucydides and Religion, Meisenheim 1981; HUART, V. J; Gnome chez Thucydide et ses contemporains, París 1973.

[65] cf. TUCIDIDES, Historia de la Guerra del Peloponeso, I, 23 y VI, 60. Aparte, cf. ANDREWES, A; “Thucydides on the Causes of the War”, ClQ, IX, 1959, pp. 232-239; RAWLINGS, H. R; A semantic study of prophasis to 400 B.C, Wiesbaden 1975; WILLE, G; “Zu Stil und Methode des Thukydides”, Wege der Forschung, IIC, Darmstadt 1968, pp. 703 y ss.

[66] cf. GUZMAN GUERRA, A., op.cit, pp. 21 y ss.

[67] La costumbre de insertar discursos en medio de los hechos era ya una práctica habitual griega desde HOMERO y HERODOTO. No obstante, Tucídides advierte en su célebre capítulo metodológico (I, 22) que tales discursos van a estar presentes en su obra sin frases manidas ni lugares comunes, aparte de dejar de lado las hazañas pasadas (cf. LOPEZ PEREZ, J. A., op.cit, p. 548).

[68] cf. Ibid., pp. 551-562.

[69] Claro está que Tucídides era un ferviente entusiasta del régimen democrático instaurado por PERICLES, y que esto lo manifiesta hasta por escrito (cf. II, 65, Oración fúnebre de Pericles…). Incluso se habla hoy día de su defensa a la concepción imperialista de Atenas (cf. ROMILLY, J; Thucydide et l’imperialisme athenien, París 1951; WESTLAKE, D; “The subjectivity of Thucydides, his treatment of the four hundred at Athens”, John Rylands Library, 56, 1973, pp. 208 y ss; DONINI, G; La posizione di Tucidide verso il gobernó dei Cinquemila, Torino 1969).

            Pero otra cosa fue la configuración de su obra, donde fue imparcial en lo referente a la Pentecontecia y a la guerra de Sicilia, y cuando su amistad hacia Esparta nunca fue en perjuicio de Atenas (cf. LOPEZ PEREZ, J. A (dir); Historia de la literatura griega, ed. Cátedra, Madrid 1988, p. 559).

[70] cf. TUCIDIDES, op.cit, II, 35-46.

[71] Existen dos concepciones, casi antagónicas, del concepto bárbaro en la política griega:

-racista. Las fuentes griegas dan cuenta de un empleo despectivo del término bárbaros, empleo que será regularmente utilizado para designar como inferiores a los pueblos con los que el mundo helénico se ve confrontado. Es la visión de A. Iriarte;
-no racista. Según algunos autores, el término no tenía la connotación racista moderna. Por el contrario, los griegos estimularon a los bárbaros a participar de la cultura griega y a casarse libremente. De hecho, poco después todos los europeos, asiáticos y africanos fueron incluidos en el concepto de Hélade. El propio ALEJANDRO III MAGNO dio ejemplo anti-racista, casándose con una bella princesa bárbara, una persa. Es el punto de vista más común.

[72] cf. ARISTOTELES, Política, I, 5, 125a.

[73] En el arte, por ejemplo, esa intencionalidad de independencia y superioridad griega, quedaba totalmente patente. De hecho, la mímesis-imitación de la realidad del arte helénico dejó perplejo al mundo entero, y llegó a crear recelos en el entorno. La cultura egipcia, por ejemplo, rechazó totalmente este planteamiento, al decir que este tipo de esteticismo estaba bastante distanciado de la vida (cf. BOARDMAN, El arte griego, ed. Destino, Barcelona 1997, p. 23).

[74] cf. TUCIDIDES, op.cit, III, 82-85.

[75] El año 431 a.C, por ejemplo, Tucídides presentó contra ANAXAGORAS (ca. 460 a.C) una acusación en el Areópago ateniense, por su “medismo, asebia y ateísmo, por negar la influencia de la divinidad en los ciclos naturales del Sol y la Luna”, consiguiendo que lo encarcelaran, pagase una multa y lo desterrasen a Lampsaco (cf. FRAILE, G; Historia de la filosofía. Grecia, vol. I, ed. BAC, Madrid 1990, p. 209).

[76] Como alabará posteriormente ARISTOTELES sobre Tucídides, ya en su obra se aprecia una lucha contra las funestas calamidades que los políticos sofistas estaban introduciendo en Atenas y toda Grecia (no hay más que ver su alegato de defensa moral que Tucídides introduce en su Historia de la Guerra del Peloponeso, III, 82-85, en referencias a las barbaridades políticas que habían llegado a impregnar la cultura griega).

            Y es que, en efecto, PROTAGORAS (480-410 a.C), principal del sofismo ateniense, llegaba a decir que cada uno era libre para actuar según su conveniencia (cf. PROTAGORAS, Sobre el Ser, p. 317b).

            En este sentido, no sólo Tucídides, sino también ARISTOFANES salió en su defensa, demostrando que los sofistas eran capaces de pronunciar un discurso justo y otro injusto sobre el mismo tema y al mismo tiempo (cf. ARISTOFANES, Memorias, I, 6-13).

            El mismo SOCRATES (470-399 a.C) tuvo que oponerse violentamente a este sistema lacroso político. Citado por boca de Platón, el “maestro” pensaba que “los hombres debían superar esa conveniencia particular, y ocuparse de la verdadera sabiduría, que saca de los bienes el bien, y que propone conocimientos que son universales” (cf. PLATON, Eutidemo, p. 278e).