TEMPLO CRISTIANO

 

Surgido del espíritu de Cristo,

y físicamente del Cenáculo de Jerusalén

 


Nacimiento del templo cristiano, ocurrido en la Última Cena del Cenáculo

Madrid, 1 enero 2020
Manuel Arnaldos, historiador de Mercabá

            El origen del templo cristiano tuvo su punto 0 de nacimiento en el famoso diálogo entre Jesucristo y la Samaritana junto al pozo de Jacob, en el valle de Siquén y cercanías del monte Garizim. Y es que los samaritanos, considerados por los judíos como herejes, habían construido sobre el Garizim su propio templo, centro de culto que fuera destruido por Hircano II a finales del s. II a.C.

            Sobre este fondo, la conversación narrada por Juan fue fundamental para dar una respuesta al origen teológico y arquitectónico del templo cristiano. Aparentemente, parece que Jesucristo quería abolir el templo de Jerusalén (del que se habla, en la conversación), y por añadidura el resto de los templos de culto, como requisito para dar a Dios un culto auténtico. Entonces, ¿de dónde surge el templo cristiano, y por ende su arquitectura?

a) Viejo templo judío

            En primer lugar, el templo de Cristo, o cristiano, surge de su mismo ser, pues ya en el AT el Templo de Jerusalén era la shekinah o morada de Yahveh[1], y de ahí surgían sus 2 partes arquitectónicas, en la edificación de Salomón:

-el patio abierto, donde estaba el Harel (altar de los holocaustos), el Zar (pila hemisférica de bronce, apoyada sobre 12 toros), las 10 fuentes para las purificaciones y las 2 columnas de bronce (con los capiteles de flor de loto, y las inscripciones de los nombres Yaquin y Boaz);

-el edificio cerrado, con el Ulam (vestíbulo), el Hekal (gran sala de culto[2]) y el Debir (o santo de los santo[3], en la que se albergó el Arca de la Alianza y las Tablas de la Ley), junto a la Menorah (candelabro de oro con 7 brazos), el altar del incienso y la mesa de los panes (de la proposición).

            El templo de Salomón había sido un edificio rectangular de 70 x 30 codos, dividido en 3 cuerpos simples. La restauración de Herodes que se consagró el 10 a.C. había alargado el templo a los 400 m. de largo x 300 m. de ancho, todo relleno de esplendorosos mármoles y oro, y con la idea de estremecer el corazón de cada israelita, haciendo de Jerusalén la cabeza de la nación, y del templo su alma nacional.

            De ahí que el deseo de Jesucristo hablase de derribar todo eso y de volver a levantarlo en 3 días, o de que la 1ª comunidad de cristianos prescindiese del templo de Jerusalén para localizar la presencia divina. Pues ni él ni ellos necesitaban de ese oro y mármol, ni de una cabeza y alma nacional. Eso es lo que le explicó Jesús a la samaritana: su preferencia por un culto espiritual y auténtico, y no nacional ni corrompido.

b) Nuevo templo cristiano

            Se trató de un templo no construido sino surgido (ajeropoietos), así como místico y material a la vez.

            Se trató de un templo no construido porque ese templo era Jesucristo, lugar al que los apóstoles fueron, vieron y se quedaron a vivir. Además, ya el mismo Jesucristo había aludido a un templo no construido por manos humanas[4], y que sería levantado en 3 días[5]. Por tanto, ese templo era una persona: Cristo resucitado, del que también Juan añade la explicación, aludiendo a que él hablaba del templo de su propio cuerpo[6]. Y si en Cristo resucitado habitaba toda la plenitud de la divinidad, no había ya necesidad de buscar otros lugares divinos.

            Se trató de un nuevo templo surgido cristiano que sustituía al viejo templo judío, mediante una sustitución que tuvo lugar durante los 3 días de su resurrección, justo desde el mismo momento de su muerte en cruz, cuando el velo del templo de Jerusalén se rasgó de arriba abajo en dos partes[7], una que quedaba ya inservible (la judía), y otra que sería utilizada (la cristiana) a partir de la misma tela de la primera.

            Se trató de un templo místico, pues el Cuerpo de Cristo se prolonga en la Iglesia a través de la Eucaristía, de forma misteriosa o sacramental. Un misterio sacramental que une la Iglesia a Cristo y los hace a ambos templo de Dios, pero siempre que dos o tres se reúnan en su nombre, pues Él se hará allí presente al momento. Es decir, un misterio sacramental que solamente puede reproducirse cuando la comunidad de los fieles se reúna expresamente para orar en el nombre de Cristo. Es lo que ocurrió en el Cenáculo de Jerusalén, donde el propio Jesucristo mandó hacer eso en nombre suyo. O lo que entendió el mismo San Pablo, al escribir que la Iglesia es el edificio de Dios[8], el templo de Dios[9], el santuario santo del Señor[10] y un templo edificado por los apóstoles y en el que Cristo es la piedra angular[11].

            Se trató de un templo material, pues si el templo verdadero de Dios es la Iglesia de Cristo, reunida en su nombre y con él en medio, necesitará un espacio para reunirse, como ocurrió en la colina Ophel de Jerusalén, donde el mismo Jesucristo preparó un lugar (el Cenáculo) para la celebración de la Eucaristía. En efecto, aquel Cenáculo de Jerusalén fue el primer templo cristiano, y el que inauguró la costumbre de perpetuar el ritual de Cristo en memoria suya. Que Cristo pensase en un lugar para la celebración de la Eucaristía, y la reunión de su Iglesia, es el fundamento material de todos los templos cristianos, más allá de lo espiritual. Porque el edificio material del templo cristiano no es ya el heredero del templo judío, sino la prolongación del edificio del Cenáculo.

            El templo cristiano, por tanto:

-no nació del Templo de Jerusalén, ni de la necesidad de localizar una presencia de Dios,
-sí surgió en el Cenáculo de Jerusalén, en aquel lugar preparado por Cristo para la perpetuación de su memoria, con su mandato expreso de hacerlo del mismo modo que él lo hizo.

c) Estructuras del nuevo templo cristiano

            Respondieron a la sinaxis eucarística, y a la continuación de la liturgia tenida lugar en la Última Cena con Jesucristo en el Cenáculo de Jerusalén. Veamos, pues esos inicios estructurales del altar de la Cena, así como la estructura bimembral del espacio, tanto sacerdotal como no sacerdotal.

c.1) El rito de la Cena

            La Cena del Señor fue una cena ritual, y todo en ella estaba determinado y legislado según la costumbre judía. En concreto, se precisaba para su celebración:

-la víctima, el cordero sacrificado y asado,
-los manjares, panes ácimos, hiervas y la salsa del haroset,
-las libaciones, o 4 copas de vino que se bebían a lo largo de la cena,
-las oraciones e himnos, especialmente el Hallel o salmos del 113 al 118.
-los vestidos de los participantes, como el báculo en la mano del pater familias y los vestidos recogidos para el viaje.

            Y fue en este contexto ritual en el que Jesucristo ofreció su cuerpo por nosotros, y su sangre derramada[12]. Así, cada vez que comemos su cuerpo y su sangre (a forma de convite), recordamos la muerte del Señor[13] (a forma de sacrificio).

c.2) El altar, lugar del Rito

            La liturgia cristiana, derivada de los gestos de Cristo en su Última Cena, necesita un lugar para depositar sobre él los elementos del banquete eucarístico: el pan y el vino. Así como un lugar para realizar sobre él ritual del sacrificio cruento de Cristo, que convierta el pan y vino en su cuerpo y su sangre, pues él mandó a sus apóstoles seguir convirtiendo este pan en mi cuerpo y este vino en mi sangre. De hecho, ambos aspectos de la Última Cena fueron realizados por el mismo Cristo sobre la misma mesa, en el Cenáculo de Jerusalén.

            Ese lugar es el altar, el elemento principal y corazón que da sentido a toda la estructura arquitectónica del templo cristiano, así como el eje organizador de todos los elementos que sobre él estén presentes, siempre y en todo caso secundarios.

c.3) Estructura bimembral de la Cena

            En la Última Cena del Señor hubo una estructura de la mesa que permitía distinguir claramente a:

-Cristo y los apóstoles, o sacerdote y resto del pueblo,
-Cristo y los apóstoles, o celebrante y distribuidor de la eucaristía, y sus asistentes y receptores,
-Cristo y los apóstoles, o maestro y discípulos.

            De este estructura bimembral del rito eucarístico nacerá la estructura del espacio cultual cristiano, siempre con un espacio dedicado para Cristo (sacerdote, celebrante, maestro y distribuidor) y con un espacio dedicado a los apóstoles (asistentes, receptores, discípulos y resto del pueblo).

c.4) Estructura bimembral del espacio

            Surgió de la necesidad de dar cabida física al ritual eucarístico, y al mismo tiempo mantener su sentido espiritual. En ese sentido, cristalizó la creación de un espacio para los sacerdotes (el presbiterio, de los vicarios de Cristo) y de un espacio para el resto de los fieles (el aula, de los discípulos de Cristo), siempre con un sentido funcional y en perfecta sintonía con la Última Cena que Jesucristo preparó.

            En cuanto al presbiterio, ya Jesucristo había ordenado a sus ministros el ejercicio de:

-la predicación de la Palabra de Dios, que él en la Última Cena enseñó a ejercer, en su Discurso Sacerdotal,
-la administración del Cuerpo y Sangre de Cristo, o eucaristía, tras el lavatorio de los pies (confesión).

            Para la administración de la Palabra de Dios, bajo forma de Cristo Maestro, la Iglesia ideó la figura arquitectónica de la cátedra, pues en la Última Cena Cristo enseñó a los demás sentado, en el centro y pegado la mesa, como polo de atención y meta de las miradas de los asistentes.

            En cuanto al aula, ya Jesucristo había pedido a sus seguidores que escuchasen su Palabra y participasen en la eucaristía, anunciando que quien creyese en su palabra no moriría para siempre, y quien tomase de su pan viviría para siempre. Por ello, la Iglesia buscó un espacio para ambas cosas, poder escuchar a Cristo Maestro y poder recibir el Cuerpo de Cristo. Un espacio que debía adaptarse al número de seguidores presentes en la celebración, mediante una:

-nave central, que los alojase a todos juntos,
-pasillos laterales, que permitiesen su acceso y salida discreta (con el tiempo lugar procesional),
-pasillo central, de acceso a la comunión del Cuerpo de Cristo.

            Todo ello mediante un estilo que mantuviese el necesario estado de oración, comodidad para la escucha de la Palabra y asimilación interior de todo lo celebrado, así como posteriores encuentros particulares con el Maestro y Señor (en las futuras capillas absidiales).

            Con el tiempo, también la celebración del resto de sacramentos pasó a realizarse en el templo cristiano, creándose para ello espacios sinaxiales para los cristianos bautizados y fallecidos, con baptisterios adyacentes y sepulturas subterráneas.

Madrid, 1 enero 2020
Mercabá, artículos de Cultura y sociedad

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[1] cf. ANTIGUO TESTAMENTO, Libro I de Reyes, VIII, 10-11.

[2] Iluminada con ventanas.

[3] O cámara oscura sin ninguna iluminación, tenida como lugar de la presencia permanente de Dios.

[4] cf. MARCOS, Evangelio de Marcos, XIV, 58.

[5] cf. JUAN, Evangelio de Juan, II, 19.

[6] cf. JUAN, Evangelio de Juan, II, 21.

[7] cf. MATEO, Evangelio de Mateo, XXVII, 51.

[8] cf. PABLO, Carta I a los Corintios, III, 9.

[9] cf. PABLO, Carta I a los Corintios, III, 16.

[10] cf. PABLO, Carta a los Efesios, II, 21.

[11] cf. PABLO, Carta a los Efesios, II, 20.

[12] cf. LUCAS, Evangelio de Lucas, XXII, 19-20.

[13] cf. PABLO, Carta I a los Corintios, XI, 26.