Misterios de Jesucristo Condena
a Cristo Jesús,
después de haber sido azotado y coronado de espinas, fue injustamente
sentenciado por Pilato como culpable. Jesús, inocente y sin culpa, aceptó
nuestras culpas para salvarnos y morir por cada uno de nosotros. Gracias,
Señor, por amarme; gracias por salvarme. Concédeme, Jesús, no criticar ni
condenar a los demás, no juzgar a mis hermanos. Por amor a ti, Dios mío,
quiero perdonar de corazón. Carga de culpas a Cristo Sobre
las espaldas llagadas de Jesús colocaron sin compasión el pesado madero de la
Cruz. Y Jesús dice: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga”[1].
Señor,
tu espalda estaba ensangrentada pero Tú abrazaste la Cruz por nosotros.
Gracias, Jesús, cuánto nos amas. Te pedimos
fortaleza para llevar contigo las cruces de cada día. Caída humana de Jesús Cristo
cayó por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas[2].
A pesar de su caída, Jesús se levantó para demostrarnos que no hay que
detenerse ante las dificultades sino llegar hasta el final. Señor,
Tú, al caer y levantarte, me levantas a mí de mis caídas y pecados. Perdóname,
Jesús, y ayúdame a no quedarme hundido, sino a levantarme enseguida y a
seguirte fiel hasta el final. Comunión
de Cristo y María Jesús
y María se encontraron en el camino, se miraron y en esa mirada se lo dijeron
todo. Dolor de Jesús, dolor de María. Dolor de Madre que se fundía con el
Hijo. ¡Cuántas madres sufren hoy por sus hijos! y María las comprende, las
entiende de verdad. Acudamos a la Virgen, nuestra Madre, que nos ama a todos con
su buen corazón maternal. Virgen
María, tú sufres y es por mí. Ayúdame a
ser fiel a Jesús; ayúdame a ser santo de verdad. Madre mía, pide por mí,
pide por todos, ruega por nosotros pecadores. Ayuda
cirenáica a la causa de Cristo Leemos
en los evangelios que “mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón
de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás
de Jesús”[3].
¡Qué importante es la solidaridad y la ayuda de unos a otros, si ésta es
verdadera, y cuánto desea el Corazón de Jesús que nos amemos como El nos amó! Señor
Jesús, que yo también ayude a mi hermano. Señor, que sepa ayudar a mi prójimo
a llevar la cruz de su dolor o de su enfermedad. Ayuda
auténtica a la causa de Cristo La
gente se burlaba de Él, pero una mujer, Verónica, se compadeció, fue valiente
y no tuvo miedo de dar la cara por Jesús y limpiarle su rostro se sangre y
sudor. Ayúdame,
Señor, a ser valiente y decidido. Dame fuerza, Jesús, para confesarte delante
de los hombres. También
nosotros queremos, Señor, lavar el rostro a los más necesitados de la
sociedad, a los más abandonados de este mundo, como lo hizo la Madre Teresa de
Calcuta, y como lo hacen hoy tantos otros con su prójimo. Nueva
caída humana de Jesús Con
el apóstol San Pablo, todos podemos decir “Cristo me amó y se entregó por mí”[4].
Así amó Dios al mundo. Es verdad, “tanto amó Dios al mundo que le entregó
a su Hijo único, para que el mundo se salve por Él”[5].
La Pasión de Cristo es la mayor prueba del amor de Dios a la humanidad. Señor,
tu caída me recuerda mis caídas y pecados. Pero Tú me perdonas siempre, Dios
mío. Yo no quiero ofenderte más, Jesús, ayúdame, y no nos dejes caer en la
tentación. Reprimenda
de Cristo al falso seguimiento Nos
dice San Lucas que “seguían a Jesús un gran gentío del pueblo y de mujeres
que se lamentaban y lloraban por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros
hijos”[6].
Fijaos
cómo Jesús, a pesar de su dolor, se olvida de sí y se pone a corregir a
aquellas mujeres. Señor,
yo debo consolar a los tristes de forma auténtica. Por eso te pido, Dios mío,
que yo no busque tanto ser consolado como consolar, ser comprendido como
comprender, ser amado como amar y ayudar a los demás. Ayúdame, Jesús, hazme
como Tú quieres que sea, siempre bueno con todos. Nueva
caída humana de Jesús Recuerdo
el episodio en que Jesús levantó y resucitó cierto día al hijo de aquella
viuda de Naín, diciéndole: “Joven, a ti te lo digo, levántate”[7].
Señor,
Tú que levantaste a tantos enfermos y necesitados, ¿quién te ayudó a ti a
levantarte? También yo debo ayudar a mi prójimo a levantarse, a no quedarse
tirado en el camino. Por eso, con María te pedimos, Señor, que también puedas
decir de nosotros “estuve caído y me levantasteis, estuve herido y me
ayudasteis, estuve enfermo y me visitasteis... Venid, vosotros, benditos de mi
Padre”[8]. Despojo a Cristo de su dignidad Al
ser despojado Jesús de sus vestiduras y estando la túnica pegada a su carne
herida por los azotes, le arrancan también con ella la piel de su cuerpo. ¡Cuántas
humillaciones tuvo que sufrir Jesús por nosotros en su dolorosa Pasión! Señor,
que también nosotros sepamos aceptar las humillaciones de la vida y nos
perdonemos unos a otros como Tú hiciste en la Cruz, diciendo “Padre, perdónales
que no saben lo que hacen”[9].
Jesús,
te ofrezco con la ayuda de la Virgen María, las penas y sufrimientos, trabajos
y enfermedades de toda mi vida, unido a la Iglesia, por la salvación de todos y
por la conversión del mundo. Tortura
social a Cristo Jesús
había prometido: “Cuando Yo sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos
hacia Mí”[10].
Ahora Cristo, con los brazos así abiertos, te dice claramente que te quiere
abrazar y recibir en su Corazón. Dios te abre los brazos para perdonarte y
abrazarte como hizo el Padre con el hijo pródigo. Por
eso yo te pido, Señor, humildemente: Atráeme siempre hacia ti, atráeme fuerte
a tu Corazón, atráeme, Dios mío, a tu Cruz. ¡Qué dolores sufriste por mí y
por todos, Jesús! ¡qué impresionante prueba de tu amor y de tu inmensa
misericordia! Muerte
de Jesús La
Virgen de la Piedad mira el cuerpo muerto de su Hijo. María contempla su cuerpo
llagado, las llagas de sus manos y de sus pies, y de su costado traspasado por
la lanza del soldado. Así, el Corazón de Jesús ha quedado abierto para todos.
También se ha cumplido la profecía dicha a la Virgen: “Y a ti, María, una
espada te traspasará el alma[11].
Virgen
María, Madre de la Iglesia, que entremos todos en este Corazón abierto de Jesús,
fuente de amor, de paz y de luz. Y
como dice el profundo cántico del Stabat
Mater dolorosa, te pido con todas mis fuerzas: María, fuente de amor, hazme
sentir vuestro dolor, hazme con vosotros llorar, haz que esa Cruz me enamore y
que en ella viva y more. Abrazo
de María a Cristo Antes
de morir Jesús nos había dado a su Madre, como está escrito en el Evangelio
de Juan: “Estaba de pie junto a la cruz de Jesús su Madre. Y Jesús, mirando
a su Madre y cerca al discípulo que tanto quería, dice a su Madre: Mujer, ahí
tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu Madre. Y desde
aquella hora el discípulo la recibió en su casa”[12].
Virgen
María, por deseo de Jesús tú eres mi Madre y yo soy “todo tuyo” como se
declaraba el Papa Juan Pablo II. Por eso, te recibimos con toda el alma y te
rezamos como dice este cántico: Sálvame,
Virgen María, óyeme, te imploro con fe, mi corazón en ti confía. Acuérdate
de la hora en que te nombró Jesús mi Madre y mi protectora desde el árbol de
la Cruz.
Delicadeza
humana hacia Cristo Jesús
fue colocado en un sepulcro nuevo que estaba muy cerca del lugar de la crucifixión,
y que se puede visitar y tocar en la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén.
Y allí José de Arimatea lo envolvió en una sábana limpia, y las mujeres lo
llenaron de aromas. Y
de noche, siendo todavía de madrugada, las mujeres fueron a visitar el cuerpo
de su Señor, estando todavía todo oscuro. Victoria
definitiva de Jesús Pero
al tercer día Jesucristo resucitó y dejó vacío el sepulcro. Cristo se
apareció vivo y resucitado en Jerusalén y en Galilea dando pruebas evidentes
de su Resurrección. Después,
los apóstoles y muchos discípulos fueron testigos de la realidad de este
suceso de la Resurrección de Cristo, del mayor triunfo y la mayor victoria de
la vida sobre la muerte. Por eso ahora el Corazón de Jesús está vivo,
latiendo de amor por todos nosotros. Meditación
de Santa Brígida de Suecia
“Bendito seas Tú, mi Señor Jesucristo, que anunciaste por adelantado
tu muerte y, en la Última Cena consagraste el pan, convirtiéndolo en tu
Cuerpo, y por tu amor lo diste a los apóstoles como memorial de tu Pasión.
Alabanza a ti, mi Señor Jesucristo, que te dejaste atar a la columna
para ser cruelmente flagelado.
Gloria a ti, mi Señor, por las burlas que soportaste cuando fuiste
coronado con punzantes espinas.
Honor a ti, mi Dios, que con tu cuerpo ensangrentado, fuiste condenado a
muerte de Cruz y llevaste sobre tus hombros el madero, fuiste llevado al lugar
del suplicio, despojado de tus vestiduras, y así quisiste ser clavado en la
cruz.
Bendito seas Tú, mi buen Jesús, que con tu Sangre preciosa redimiste
las almas.
Gloria a ti, Dios mío, que por nuestra salvación permitiste que tu
costado y tu corazón fueran atravesados por la lanza, y de él brotara tu
sangre mezclada con agua.
Y honor por siempre a ti, Jesús, que enviaste el Espíritu Santo a tus
discípulos y aumentaste así en sus almas el inmenso amor divino”.
Meditación
de un Cartujo Esos
ojos cautivos que no miran, Potentes
ojos de dulzuras llenos, Enamorada
Cruz que ha capturado Ojos
nuevos... ¡De Dios espectadores! Meditación
personal Ante
la Cruz de Cristo te puedes preguntar con San Ignacio de Loyola: “¿Qué he
hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?”. “En
la Cruz está la vida y el consuelo y ella sola es el camino para el cielo”,
nos recuerda Santa Teresa de Jesús. Recuerda: el dolor ofrecido con amor es redentor con Cristo el Salvador. “Quien reza, no pierde nunca la esperanza”, nos decía el Papa Benedicto XVI. Gustavo
Johansson _______ [1]
cf. Mateo
16, 24. [2]
cf. 1
Pedro 2, 21. [3]
cf. Lucas
23, 26. [4]
cf. Gálatas
2, 20. [5]
cf. Juan
3, 16. [6]
cf. Lucas
23, 27. [7]
cf. Lucas
7, 11. [8]
cf. Mateo
25, 31. [9]
cf. Lucas
23, 34. [10]
cf. Juan
12, 32. [11] cf. Lucas 2, 35. [12] cf. Juan 19, 25. |