PSELLOS
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México DF, 1 septiembre 2022
Alejandro Flores, licenciado en Filosofía

            Los inicios del Medioevo (s. V y VI) conocieron únicamente un reducido número de traducciones latinas de textos griegos, tales como la Biblia, los escritos de los padres de la Iglesia, parte del Timeo de Platón, el De Interpretatione de Aristóteles y algunas otras obras de carácter medico y matemático[1].

            Sin embargo, cuando el griego pasó a ser la lengua oficial del Imperio Bizantino por decreto del emperador Heraclio (s. VII), los estudiosos de Bizancio se dieron a la tarea de coleccionar, copiar y guardar en sus bibliotecas gran cantidad de manuscritos griegos clásicos que, tras ser leídos y estudiados en la escuelas bizantinas, fueron objeto de numerosos escolios y comentarios, gracias a la ingente labor que realizaron los eruditos bizantinos[2]. De esta forma, los estudios clásicos griegos tuvieron un desarrollo más o menos constante en el Imperio Bizantino, ya que nunca se los dejó de lado y gozó de un renacimiento a lo largo del s. X y XI.

            Con la lenta desintegración del Imperio Bizantino (s. XIV y XV) muchos de los eruditos bizantinos emigraron a tierras occidentales, en especial a Italia, llevando consigo el interés bizantino a Occidente, así como la erudición y los textos. Boccaccio recibió en su casa al erudito Leoncio, y le puso a enseñar griego en Florencia; Decembrio encargó a Crisoloras la 1ª traducción de la República de Platón; y Ficino introdujo el pensamiento de Pletón (Jorge Gemisto) en su Escuela Filosófica de Florencia, como punto de inicio formal al Renacimiento italiano.

            Por lo dicho, no queda duda de que el contacto de Occidente con Bizancio fue uno de los factores, entre muchos otros, que dieron vida al posterior florecimiento de los estudios del pensamiento griego que se gestara en Italia durante el Renacimiento, el cual es hoy en día tan caro a Occidente.

a) Vida y Obra

            Psellos fue uno de los pensadores más influyentes del Imperio Bizantino. Su vida transcurrió durante el s. XI, y desde que empezó a trabajar como secretario de la corte de Bizancio (ca. 1014) se mantuvo en los primeros puestos del gobierno bizantino, durante 36 años y bajo 7 emperadores de 3 dinastías distintas.

            Utilizó la intriga en la corte para su propio beneficio y sin escrúpulo alguno, de forma temible e implacable y con un carácter altanero y adulador. Sin embargo, mostró a todos una inmensa erudición, y se comprometió con la enseñanza de forma magnánima y con un excelente humanismo, pues en su vida privada se mostraba tierno y sensible, según él mismo se expresa[3]: Reconozco ser un hombre, animal cambiante e inestable, alma racional que sirve de un cuerpo, singular mezcla de tendencias discordantes[4].

            Psellos intentó conciliar el cristianismo y sabiduría griega, tomando como guías a Platón, a Aristóteles y a Proclo, a quien consideraba su maestro[5]. Además, conoció el neoplatonismo como nadie, estudió y explicó la filosofía de Plotino y de Jámblico, dejó un comentario y una versión de los Oráculos Caldeos, y parece que la versión en griego llegada hasta nosotros del Corpus Hermeticum es una edición o antología que hizo el propio Psellos[6].

            La obra de Psellos es una obra extensa y variada, y está constituida por obras de carácter filosófico (como las Opiniones sobre el Alma o Sobre la Psicogonía de Platón), médico (Sobre la Dieta), literario (Sinopsis de Retórica) y ético (Sobre las Virtudes de las Piedras). También hizo comentarios a las Comedias de Menandro e Ilíada de Homero, aunque sus obras más importantes fueron la Cronografía y Sobre los Demonios.

            En su Cronografía narra Psellos la vida de los emperadores de Bizancio, desde la muerte de Juan Tzimisces (Juan I Curcuas, ca. 976) hasta el reinado de Miguel Bringas (Miguel VI Estratiota, ca. 1070), a través de una descripción biográfica no tanto política sino psicológica de los emperadores en la que se puede observar en buena medida el pensamiento filosófico del pensador bizantino.

            Por su parte, Sobre los Demonios (Peri Energeías Daimonon) consiste en una invectiva que llevó a cabo la caracterización y clasificación de los demonios, en un pequeño opúsculo que sirvió en épocas posteriores como manual obligatorio de consulta. Occidente no contaba todavía con un tratado sobre la materia (a excepción de lo dicho por San Agustín y Abelardo), y Oriente mantenía dispersas las diversas referencias al mismo (como era el caso del Vida de San Antonio de San Atanasio, o las referencias de San Jerónimo).

b) Obra demoníaca de Psellos

b.1) Precedentes

            Ya San Atanasio afirmaba que Satanás sugería a Antonio el recuerdo de sus propiedades, el cuidado de su hermana, el afecto por sus parientes, el amor al dinero, el amor a la gloria, el placer de un alimento variado y todos los demás encantos de esta vida[7], pues Satanás recurría a la carne para tentar a Antonio, tomando el aspecto de una mujer desnuda para seducirlo y sugerirle pensamientos obscenos y las dulzuras del placer[8].

            Por su parte, San Agustín escribió Sobre la Adivinación de los Demonios no tanto para tratar la naturaleza de los demonios, sino para condenar la adivinación de los cultos paganos, no sin dejar de señalar el modo en que los demonios se insinúan a los hombres: Persuaden por sorprendentes e invisibles modos, penetrando los cuerpos de los hombres a través de la sutilidad de sus cuerpos, y mezclándose a través de la imaginación en sus pensamientos[9].

            En la misma época, San Jerónimo afirmaba que los demonios eran capaces de adoptar formas grotescas y ser vistos, oídos y sentidos por los seres humanos[10].

            Finalmente, casi al mismo tiempo que Psellos, Pedro Abelardo señalaba que los demonios eran capaces de tentar a los hombres a cometer pecado a causa del conocimiento y experiencia que tienen en torno a las fuerzas naturales, de tal manera que saben por qué lado puede la naturaleza humana deslizarse hacia la sensualidad y demás pasiones[11].

            En efecto, nos dice Abelardo que los demonios se valen de su conocimiento de ciertas artes (desconocidas por los hombres) para manipular la naturaleza (en general) y las almas de los hombres (en especial), agitando y fijando estas últimas en el gusto por la comida y en los placeres de la cama, o bien centrándose de una u otra manera en algún objeto interior o exterior a nosotros[12].

            Así pues, el opúsculo demonológico de Psellos respondió a una inquietud que estaba presente en todo cristiano, y que giraba en torno a la actuación de los demonios en los seres humanos. Aunque no hubiese sido todavía planificada a nivel de tratado, sino tan sólo esbozada de forma suelta dentro de otros contextos.

b.2) Desarrollo

Demonio

            ¿Qué es un demonio? Sin duda que fue ésta es la 1ª pregunta que se hizo el pensador bizantino, a la hora de enfrentarse a un estudio pormenorizado del fenómeno demonológico.

            Para contestar esta pregunta podemos traer a colación la clasificación por la que el propio Psellos intentó dar cuenta del folklore de la turba endemoniada, que por lo visto asolaba las almas de los hombres de su época.

            Según Psellos, los demonios son seres que habitan la parte inferior del cielo, la que esta por debajo de la esfera luna[13], ya que todos ellos fueron expulsados de las regiones lunares como un profano de un lugar sagrado[14].

            Así pues, afirma Psellos que existen 6 clases de demonios en este mundo sublunar[15]:

-el ígneo, que se mueve por el fuego y sus características (color...), produciendo crueles sufrimientos;
-el aéreo, que se mueve por el aire y sus cualidades, buscando y engañando las mentes;
-el terrestre, que anda por la tierra, buscando entrar en los cuerpos;
-el acuático, que se sumerge en los fluidos, y es capaz de ahogar a los que van por las aguas;
-el subterráneo, que se introduce en las entrañas de las cosas, y provoca la asfixia;
-el lucífugo, que actúa en la oscuridad, y produce la epilepsia e incluso la demencia en el hombre.

            Todas estas clases de demonios, comenta Psellos, odian a Dios y al hombre, ya que envidian la figura con que este último ha sido honrado, de tal suerte que nada los satisface más como ver caer a éste en desvarío[16].

Actividad demoníaca

            La influencia más importante que ejerce un demonio, sigue apuntando Psellos, es la que ejerce sobre el alma humana, pues aparte de producir múltiples males nos sugieren los malos deseos, mostrándonos formas engañosas y agitando el recuerdo de placeres y pasiones, ya estemos despiertos o dormidos[17].

            Ante esta descripción, cabe preguntarse: ¿es el hombre consciente de todo eso, en sus decisiones y deseos? Y más aún, ¿es el hombre señor absoluto de sí mismo, desde el momento en que estos demonios aparecen? Desde la perspectiva de Psellos, desde el momento en que un demonio influye en una persona, éste no siempre es dueño de sus acciones y pasiones, e incluso a veces éstas no son siempre suyas.

            Un demonio, en efecto, es una entidad espiritual, que introduce ensoñaciones, pasiones, temores y deseos en nuestra alma. Pero ¿cómo y por medio de qué pueden hacer esto?, pregunta Timeo a Tracio (interlocutores del diálogo en la obra de Psellos), a lo cual responde el último:

Se acercan a nuestro espíritu imaginativo, y a ese espíritu le susurran palabras sobre sensaciones y placeres, no con voces estridentes ni ruidosas, sino con palabras instiladas por ellos sin ruido alguno[18].

            Timeo le responde a Tracio (en dicho diálogo de Psellos) que es imposible que puedan emitir palabras sin sonido alguno, a lo cual responde Tracio que no necesitan hacerlo, pues actúan directamente sobre el espíritu, dice Tracio:

Cuando el que habla esta muy lejos del que oye, precisa gritos muy fuertes; si está a su lado, le basta susurrar en su oído, y si de algún modo se le pudiera introducir en el espíritu del alma, no necesitaría ningún sonido, sino que la palabra que quisiera llegaría al destinatario por una vía silenciosa[19].

Su influencia en el alma

            Para Psellos, el hecho de que los demonios actúen directamente sobre el espíritu, en especial sobre el imaginativo, es posible a causa de que ellos mismos están hechos de espíritu, y su cuerpo es puro pneuma[20], un término que sería traducido como spiritus al latín[21].

            Psellos recoge dicho término de los estoicos, para quienes el pneuma era un hálito o soplo en extremo sutil, compuesto de fuego y aire, y a partir del cual estaba formada tanto el alma universal como la humana.

            Esto se corresponde a lo que Psellos opina acerca de los cuerpos de los demonios, cuando se ciñe para ello a la autoridad de San Basilio (quien señala que tanto ángeles como demonios poseen un cuerpo, una suerte de soplo sutil (pneumata), vaporoso y puro[22]).

            Además, para los estoicos, el pneuma unificaba, preservaba y comunicaba todas las cosas, ya que penetra y se extiende por todas partes. Por esta razón, Psellos encontró en el pneuma el medio ideal para la influencia de los demonios en el alma, pues al estar compuestos ellos mismos de pneuma, podían comunicar sus efectos de forma directa, desplegando su actividad en una materia igual a la suya.

            Ahora bien, los estoicos explicaban las distintas facultades del alma como distintos grados de tensión del propio pneuma, de tal manera que sus cualidades (sentidos, imaginación, pensamiento y deseo) no eran sino la propia alma (pneuma) bajo diferentes aspectos.

Su influencia en la conciencia

            En consecuencia, la mayoría de los movimientos o perturbaciones del alma se producían por las influencias de las representaciones externas que eran transportadas a través de dichas facultades hacia el centro del alma (denominado hegemonikon) o sede de la conciencia y sus facultades (la percepción, la imaginación, el pensamiento, el deseo y el temor).

            De hecho, el estado sano o enfermizo del alma (pneuma) era descrito por los estoicos en términos de distintos grados de tensión del mismo, como si fuere una cuerda tensada (de tal suerte que una pasión suscitaría un movimiento demasiado fuerte y violento del alma), mientras que un ánimo tranquilo y feliz no era sino el signo manifiesto de un movimiento suave y apacible del alma.

            En concreto, señala Psellos al espíritu imaginativo como el lugar preciso de la actividad de los demonios, el cual se corresponde en cierta medida al pneuma que forma el hegemonikon estoico, en tanto que éste contiene a la imaginación (espejo de las representaciones, que a su vez son el soporte de los pensamientos que inundan la conciencia).

Su influencia en la imaginación

            Así pues, los demonios infiltran deseos a través de la imaginación, provocando sus pasiones y haciendo actuar a éstas en virtud de su espíritu imaginativo.

            Recoge aquí Psellos la recomendación que hacían los estoicos de un examen constante del flujo de las representaciones e imágenes que acuden a la imaginación, como modo de evitar los movimientos desarreglados del alma.

            Los demonios se deslizan fácilmente por el espíritu imaginativo de los hombres, y desde él actúan directamente sobre el alma. Además, puesto que los deseos y temores se expresan (o son figurados) a través de la imaginación, me parece que es posible una reinterpretación moderna del texto de Psellos, a la luz de una invitación al cuidado de nuestra imaginación.

Su influencia en los hábitos y el pensamiento

            La clave de la demonología descrita por Psellos es que el demonio trata por todos los medios de apoderarse del pensamiento humano, a través del camino de las pasiones, de los deseos y de las imaginaciones. Pues todo ello es suscitado por el demonio en nuestro pensamiento, en el cual está sobremanera interesado[23].

            Es lo que señala Tracio a Timeo en el diálogo que les hace mantener Psellos en su Sobre los Demonios, de manera que mantener sólo el cuidado del alma (y no del pensamiento) podría colocar al hombre en una peligrosa situación, pues los demonios podrían introducirse en su pensamiento a través de los simples deseos, o a través de palabras sin sonido alguno. Pues bien, de este modo tratan con nosotros estos demonios, ocultamente, sin que podamos ver de dónde nos viene la guerra[24].

b.3) Repercusión

            A Miguel Psellos le corresponde el mérito de haber elaborado por 1ª vez, y de forma estructurada, un tratado sobre demonología, con todo tipo de descripciones sobre el orden y actividad de los demonios. Y de ahí el éxito de su obra y pensamiento tanto en el Oriente (ss. XII y XIII) como en el Occidente (ss. XV y XVIII).

            La traducción que hizo del Sobre la Actividad los Demonios el italiano Ficino, en pleno Renacimiento italiano, produjo un interés inmediato en torno a la concepción de los demonios, sobre todo por parte de pensadores y literatos tales como Agrippa, Bruno, Cardano, Milton o Burton.

            La preocupación por los padecimientos humanos, como obra adjudicable a los demonios, quedó reflejada en obras como el De Magia de Bruno, la Filosofía Oculta de Agrippa o la Anatomía de la Melancolía de Bruton, quienes intentaron prevenir al hombre en contra de la acción silenciosa y deletérea de los demonios.

            También la Inquisición decidió recurrir asiduamente a dicho tratado de Psellos, a la hora de investigar a todos aquellos que eran acusados de haber tenido contacto con los demonios. E incluso a la hora de desarrollar la temática demonológica, sobre todo en el caso de la brujería y la complementaria caza de brujas.

            Me basta con señalar que el estudio de la actividad demoníaca esbozado por Psellos es un importante peldaño para la comprensión de la manera con que el hombre ha intentado entender su propia interioridad, en todas aquellas pasiones viciosas y tendencias deletéreas (en lo que al alma se refiere), o en aquellas que generan un perverso mundo inmoral (en lo que al pensamiento se refiere).

            Así pues, me parece que es dentro de la reflexión filosófica y psicológica, en lo que a pasiones humanas se refiere, donde tendríamos que reubicar y reinterpretar la obra de Miguel Psellos. Lo cual no sólo iluminó e hizo entendible el mundo bizantino de corte palaciego (del s. XI y XII), sino que nos daría muchas pistas sobre nuestra época y lo que hoy día cobijan dentro de sí muchas almas humanas (del s. XX y XXI).

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  Act: 01/09/22       @fichas de filosofía            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A  

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[1] cf. Kristeller, p; El pensamiento renacentista y sus fuentes, ed. FCE, México 1982, p. 190.

[2] cf. KRISTELLER, P; op.cit, p. 194.

[3] cf. PSELLOS, M; Opúsculos, trad. de J. Curbera, ed. Clásica, Madrid 1991, pp. 3-5.

[4] cf. PSELLOS, M; op.cit, p. 4.

[5] cf. KALDELLIS, A; Michael Psellos and the instauration of philosophy, ed. Cambridge University Press, Cambridge 2007, p. 194.

[6] cf. KALDELLIS, A; op.cit, p. 196.

[7] cf. ATANASIO DE ALEJANDRIA, Vida de Antonio, V, 1-2.

[8] cf. ATANASIO DE ALEJANDRIA, op.cit, V, 4-7.

[9] cf. AGUSTIN DE HIPONA, De Divinatione Daemonum, V, 9.

[10] cf. COHN, N; Los demonios familiares de Europa, ed. Alianza, Madrid 1980, p. 101.

[11] PEDRO ABELARDO, Ética, trad. de P. Santidrián, ed. Tecnos, Madrid 1990, p. 31.

[12] PEDRO ABELARDO, op.cit, p. 31.

[13] La estructura del cielo que tiene en mente PSELLOS es la aristotélico-ptolemaica, en la que hay 8 esferas por encima del cielo de la tierra, en orden descendente: el cielo, Saturno, Júpiter, Marte, el Sol, Venus, Mercurio y Luna y el mundo sublunar.

[14] PSELLOS, M; Opúsculos, trad. de J. Curbera, ed. Clásica, Madrid 1991, p. 30.

[15] cf. PSELLOS, M; op.cit, p. 29.

[16] cf. Ibid, p. 27. [17] cf. Ibid, p. 30. [18] cf. Ibid, p. 30. [19] cf. Ibid, p. 30.

[20] cf. PSELLOS, M; Sobre la Actividad de los Demonios, XII, a-b.

[21] cf. PSELLOS, M; op.cit, XII, c.

[22] cf. PSELLOS, M; op.cit, VII, d.

[23] cf. KALDELLIS, A; Michael Psellos and the instauration of philosophy, ed. Cambridge University Press, Cambridge 2007, p. 210.

[24] cf. PSELLOS, M; Opúsculos, trad. de J. Curbera, ed. Clásica, Madrid 1991, p. 30.