GREMIO
DE SAINT OMER
a) Medioevo
francés
b) Villa de Saint
Omer
c) Ghilda de Saint Omer
d) Explicación comercial del Gremio
e) Explicación artesanal del Gremio
____________________________________________
a) Medioevo
francés
El fervor religioso europeo del s. XI había sabido comunicar muy bien su fuerza a las reivindicaciones políticas. Así, en la ciudad italiana de Cambrai, y en medio del entusiasmo popular, fue declarada una “comuna organizativa de lucha, como medida de salvación pública” en medio del entusiasmo general[1].
El
éxito del fenómeno
comunal fue efímero, pues al enterarse
el señor de la ciudad de los acontecimientos, se apresuraba a acudir y conseguía restaurar su autoridad. Pero
aquella primigenia iniciativa de
los cambresienses había suscitado imitadores en toda la Francia
septentrional: Saint Quintin-1080, Beauvais-1099, Noyon-1108, Laon-1115…
Las
comunas lograron
triunfar en Francia, y paulatinamente fueron recibiendo el apoyo real de
Luis VI y los demás Capetos del s. XII, que comenzaron a interesarse por su
causa y por la manera de frenar así a los señores feudales. No
obstante, había que esperar el retorno del señor de la ciudad para presentarle
las reclamaciones, y se exigió unánimemente a todos los comunales[2]:
-un
juramento que estableciese entre todos una solidaridad indispensable,
-una
asociación jurada por burgueses,
-una
aportación económica ante la eventualidad de una batalla.
En
el norte de Francia, las ciudades
comunales o sin comunas apenas presentaban
grandes diferencias. En todas ellas los burgueses formaban una corporación, en
la que todos sus miembros, solidarios entre sí, constituían partes
inseparables[3].
Arras
y Tournai extendían su jurisdicción espiritual sobre el resto del territorio,
y llegaron a convertirse en grandes ciudades. Sin embargo, fue en Gante, Brujas,
Ypres, Saint Omer, Lille y Douai, donde se concentraron las más activas
colonias comerciales, y auténticos hervideros que gestaron el nacimiento de las
instituciones urbanas, a lo largo del s. XI.
Indudablemente,
la conducta comunal estuvo llena de contradicciones. Pero, en general, mostró una leve tendencia a tomar partido por las ciudades.
a.1) Ghildas medievales
Fueron
corporaciones
autónomas,
independientes de todo poder y a forma de cofradía religiosa, cuya única ley era su
voluntad. Fueron creadas para el
sostenimiento de las necesidades comerciales, y con el tiempo acabaron constituyéndose
en cada ciudad como elemento de riqueza,
actividad y progreso,
poseyendo además la fuerza que le daba la unión.
Tuvieron
como elementos
identificativos:
-sus
jefes, libremente elegidos, como deanes[8]
de la HANSA[9]
y guardianes de la disciplina aceptada por todos,
-sus
cofrades, o miembros que se reunían a menudo para discutir sus intereses,
-la
caja común, llenada con las contribuciones de todos, y que sufragaba las
necesidades de la sociedad,
-el
hogar social, o gildhalle,
utilizado como local para las reuniones.
Su finalidad principal era la prosperidad comercial, a la que se vinculaba el sistema organizativo. Para ello los cofrades tuvieron como medio la solvencia eficaz ante todo tipo de necesidad indispensable. No recibieron impedimento alguno por parte de los alcaldes o terratenientes, y esto propicio que se convirtieran, rápidamente, en auténticas administraciones comunales oficiosas.
Equidistante
de las vecinas Lille, Dunkerque, Boulogne, Calais y Arras, Saint Omer
era uno de los 7 distritos que conformaban la región de Pas de Calais,
reconocida
como el corazón de la Eurorregión.
En 1127 recibió 1.640 ha. de dominio y su franquicia como
ciudad, en 1165 fue canalizado su río Aa, y entre medias la ciudad había
alcanzado la cifra de 15.000 habitantes.
Religiosamente
la zona fue evangelizada por los
misioneros Bertin, Ebertram y Momelin, y el viejo poblado de Therouanne vio cómo
se convertía en sede
episcopal en
el s. VII bajo el cayado del obispo Audomar, canonizado
más tarde como Saint Omer[4].
Con 3.500 ha. de marismas, el pantano municipal era escenario de una actividad económica de fuerte procedencia tradicional: la agricultura, centrada principalmente en la producción de la coliflor y la escarola. Su producción agrícola alcanzaba valor internacional, como era el caso de la Cooperativa de Cerveceros.
Saint
Omer
contaba en el s. XI con muchas tiendas y centros
comerciales
en su interior,
centros artesanos especializados en la cerveza,
vinos, licores, quesos, productos lácteos, chocolate, confitería... aparte de
la industria de la ropa, joyas y perfumes.
Cada semana tres mercados tradicionales daban vida a la ciudad: el de la Plaza de Perpignan, el de la Plaza de Ghiere y el de la Plaza del Foch (el de mayor número de comerciantes). Todos ellos venían organizados por las asociaciones comerciales y los socios institucionales (ayuntamiento, Cámara de Comercio…).
b.1) Legislación saint-omeriense
Saint
Omer contó
desde el s. XI con Corte
Suprema, Corte de Magistrados, un Tribunal del Comercio y un Tribunal del
Trabajo. Y todo ello tenía mucho que ver con su estructura socio-económica:
un burgo
central,
epicentro de la ciudad, y a sus pies los portas
radiales
o burgos nuevos, poblados:
-de
mercaderes,
-de
artesanos, libres y siervos, y donde empezó a concentrarse la industria textil.
La
Abadía de Saint Denis se mantenía como la titular de las tierras entregadas a
los inmigrantes del portas, y el conde
de Flandes se mantenía como el dueño del burgo central. Para ambas
jurisdicciones
hubo
un único alcalde[5],
al que se le concedió competencia sobre autóctonos e inmigrados.
Un
tribunal
de regidores
fue asentado en el burgo, bajo la presidencia del alcalde y con carácter
ocasional, para la celebración de juicios. Para la jurisdicción eclesiástica,
de la que dependían la mayoría de los asuntos, había que presentarse ante la
corte episcopal diocesana.
Sobre
las tierras y los hombres del burgo y del portas pesaban
diversas
legislaciones[6]:
-tributos
directos, sobre la propiedad de tierras,
-tributo
del telonio, sobre las mercancías
transportadas por tierra o por mar,
-tributos
militares, en dinero o especies, para mantener a los caballeros dedicados a
la defensa de la ciudad.
Los servicios
municipales
continuaron cubriendo las prestaciones de siglos atrás, orientadas hacia el
burgo, y decidieron no atender el nuevo arrabal, entorpeciendo en ocasiones la
nueva actividad de los inmigrados.
La
burguesía empezó a exigir reformas[7],
indispensables para su libre expansión. Pero no fue nada fácil conseguirlo,
pues:
-la
población del portas era enormemente
heterogénea,
-se
precisaba que alguien se impusiese sobre la masa,
-se
carecía de la fuerza y prestigio suficientes para imponer decisiones.
Los
mercaderes,
desde la primera mitad del s. XI, empezaron a asumir resueltamente este papel
en el barrio del portas de Saint Omer.
c) Ghilda de Saint Omer
Aparece
ya citada hacia 1050, presumiblemente como una trasposición análoga al norte
francés de las asociaciones comerciales de Flandes. Se sabe también del
acuerdo firmado en Saint Omer entre su alcalde Wulfric Rabel (1072-1083) y una
ghilda-gremio existente[10],
al parecer influida por los asuntos de la burguesía.
Por
lo que parece que la Ghilda de Saint Omer:
-comenzó
su andadura sin poseer todavía licencias legales,
-estuvo
formada por una asociación de mercaderes,
-se
consagró por propia iniciativa a la instalación y cuidado de la expansiva
ciudad,
-suplió
la inercia de los poderes públicos
Sus
estatutos definitivos fueron aprobados en 1127, dentro de un maduro programa político
sobre toda la ciudad[12],
posiblemente con influencia burguesa flamenca. En ellos se reconocía por
escrito[13]:
-la
ciudad como territorio jurídico distinto,
-un
derecho especial común a todos los habitantes,
-una
regiduría particular y una plena autonomía comunal.
c.1)
Estatutos de la Ghilda
Variados
y cohesionados son los elementos temáticos que nos encontramos en los Estatutos
de la Ghilda de Saint Omer, concernientes a:
-el
entorno urbano, con citación expresa del nombre de la población
(Saint Omer, art. 22), la importancia de sus bienes muebles (plazas, puertas,
murallas, art. 27) y la separación trascendental entre la parte del burgo y la
del suburbio (art. 1);
-la
datación cronológica, con alusión a los tiempos del alcalde Rabel
y al pacto entre Rabel y los cofrades (art. 15);
-las
actividades interanuales de la ghilda, como eran su capítulo (art. 4,
22) y la celebración de la potatio (art. 4, 5, 6, 15 y 27);
-el
recordatorio de los miembros de la ghilda, en sus cargos de
mercaderes (art. 1), decanos (art. 3, 4, 8 y 15), maestros (art. 5), caballeros (art. 6),
sacerdote (art. 6 y 21), extranjeros (art. 6), mujeres de cofrades (art. 19) y sucesores
futuros (art. 28);
-los
informes económicos de la ghilda, con citación expresa en sueldos (art. 3
y 6),
dineros (art. 5 y 7) y onzas de plata (art. 8) sobre los precios de mercancías
(art. 2 y 3) y tasas inter-cofradiales (art.
3);
-las
normativas de la ghilda, en cuanto a sus deberes de convocatoria del
capítulo (art. 4), turno de vigilia de las reliquias (art. 4 y 22) y celebración de la
potatio (art. 4, 5, 6, 15 y 27), y sus derechos a participar en el mercado (art.
3), a la bebida (art. 6) y a recibir ayuda en la necesidad (art. 18 y 19);
-las
multas internas de la ghilda, en torno a los vestidos indecorosos (art.
7), las malas palabras (art. 8 y 15), el desmadre en la potatio (art. 6 y 15) y la
desviación familiar de fondos (art. 5 y 6);
-el
ejercicio de la caridad, para con los enfermos (art. 18), los emigrados (art.
19) y los pobres (art. 28).
c.2) Contenido de fondo de la Ghilda
Solventando defectuosas traducciones actuales, e incluso algún que otro
simplismo redaccional original, se puede llegar
a pensar que:
-quienes
realmente fundaron la Ghilda de Saint Omer fueron los mercaderes llegados a la
ciudad en 1050,
-que
su alcalde Wulfric Rabel trató de pactar en 1072-1083 con los cofrades, hacia
una tendencia más burguesa-económica que artesanal-religiosa,
-que
en 1127 la ghilda quedó reducida y enmarcada dentro de un gigante proyecto político
ciudadano y comercial con Flandes.
Por
supuesto, la presente edición del Estatuto
cofrade haría referencia a ese segundo momento, dadas las ambigüedades en las
palabras claves de quienes conformaban la ghilda (mercaderes) y con quienes
negoció Rabel (con burgueses).
También
está claro el conflicto
interno urbano entre la “ciudad” o burgo y su “suburbio” o portas,
ampliamente tratado en la introducción del ensayo, y que es solventado en este
caso con las presentes negociaciones estatutarias. Por otro lado, no se menciona
en estas negociaciones -salvo el caso de hacerlo en los artículos perdidos
9-14-, al titular terrateniente del barrio inmigrado de mercaderes, que era la
abadía de San Denis.
En
cuanto a las funciones
de la ghilda, está claro que ésta tuvo, desde los comienzos, dos
vertientes:
-la
económica, prioritaria y con libre adhesión y grave legislación al
respecto (de quien fija precios, su modificación, la no participación
familiar…),
-la
religiosa, focalizada en las buenas costumbres de porte y palabra, y vertida
en torno al velatorio del santo, quizás por deudas fundacionales o porque fue
directamente el párroco de Saint Omer su fundador.
Viene determinado por el papel de punto estratégico que jugó en el tráfico
europeo de mercancías. Así, y en torno a las principales vías de
comunicación (terrestres, fluviales o marítimas) las ciudades europeas:
-comenzaron
a dar cobijo a artesanos itinerantes y agricultores de zonas rurales,
-comenzaron
a dejar fijados centros comerciales con mercados fijos.
Estos mercados fijos, a veces en su
vertiente de feria interanual:
-abrieron
la puerta a las corporaciones mercantiles[14]
(como las ghildas, HANSA…),
-aumentaron
las arcas de los señores feudales (que no escatimaron en otorgarles privilegios
Todo esto redundó en la duplicación y triplicación de las densidades
demográficas de las ciudades. Así, las antiguas ciudades-almacén
fortificadas europeas (wik) pasaron a convertirse en:
-burg,
o lugares de diversificación de los trabajos artesanos,
-desbordamientos
constantes extramuros,
-confluencia
de poderes y sedes real, episcopal y feudal.
Pues bien, ante este aumento de libertades y población, y según los
ritmos impuestos por las distintas comarcas, Europa pasó a tener, como realidad
nueva del s. XI[17]:
-ciudades
comunas, a modo de repúblicas urbanas soberanas[18],
-ciudades
con cierta autonomía, controladas por el rey o los señores
Por último, y como necesidad de instalación de un mínimo régimen de
gobierno, cada ciudad desarrolló, con los vistos buenos de los propietarios de
las tierras y dominios urbanos, el régimen
de fueros municipales[20]:
-encabezados
por el alcalde, con atribuciones judiciales,
-con
papel preponderante para los nobles y pudientes.
Ante la integración de la II invasión de bárbaros del s. X, y la
apertura de nuevos mercados y más alejadas fronteras, la empresa artesanal
pronto se dio cuenta de que sus dimensiones
eran muy
reducidas, y de que éstas podían ampliarse mediante la integración
corporativa.
Esta integración[21]
trajo consigo la puesta en común y mejora
de tecnologías, y la mayor especialización
y mejora de las condiciones del trabajo. Hasta 100 trabajos diferenciados podían
contabilizarse en París del 1268[22].
Sucedió, pues:
-que
las corporaciones artesanas nacieron de varios oficios necesitados,
-que
los oficios fueron potenciados por las corporaciones artesanas.
No faltó, por otro lado, inexperiencia ante las nuevas
problemáticas que iban surgiendo, como:
-la
acumulación de capital,
-la
iniciativa personal o comunitaria,
-la
jerarquía rígida interna o la apuesta por la innovación…
Dentro de cada oficio, una dirección colegiada iba eligiendo a sus cargos
representativos, de cara a los litigios frente a la autoridad pública[23]
o a la aplicación del reglamento interno[24].
Hubo también en los oficios dos posibles formas
de trabajar:
-el
que vendía su propio producto directamente en el mercado[25],
-el
que ponía su producto al servicio de un proceso productivo
Manuel
Arnaldos
Mercaba,
diócesis de Cartagena-Murcia
versión
imprimible
Indice:
www.mercaba.org/EnciclopediadeHistoria/1.htm
_________
[1] cf. webhistoria.com.ar/artículos/185.html.
[2]
cf. webhistoria.com.ar/artículos/185.html.
[3] Y es que la ciudad medieval no consistía en una simple amalgama de individuos. Ella misma era un individuo, un individuo colectivo, una personalidad jurídica, con lenta separación entre los derechos del señor feudal y el de los burgueses, y con una preocupación evidente por salvaguardar esta condición mediante una poderosa organización corporativa.
[8]
Conocidos también como dekenen
o hansgraven.
[9] Hansa y ghilda vienen a ser lo mismo.
[4]
cf. ville-saint-omer.fr.
[5]
A forma de gobernador, y conocido como burgrave o sindico.
[6]
Todas ellas datadas desde antiguo, y ordenadas en pleno régimen señorial.
Lo que será fuente de problemas con la nueva población comercial venida de
fuera, pues no veían adaptadas sus nuevas necesidades.
[7]
Reformas que, por otro lado, tendrán que hacer ellos por su cuenta, al ver
que no se iba a encargar de ellas el alcalde, y menos la abadía de San
Denis o los condes de Flandes.
[10] cf. hubpages.com/.../England-in-the-early-middle-ages.
[11] En sus estatutos vemos cómo la ghilda consagraba una parte de sus rentas a la construcción de obras de defensa y cuidado de las calles.
(cf. DUBY, G; Historia de la Francia urbana, t. II: la villa medieval, París 1980, pp. 128-129).
[12]
Otras constituciones posteriores ratificarían, en el curso del s.
XII y XIII, concesiones parecidas a todas las ciudades principales del
condado.
[13]
Elemento fundamental para la garantía de libertad de los burgueses. Pues si
por cualquier circunstancia estos estatutos eran violados, ad intra o
ad extra, ellos podían echar mano al documento y justificar sus
posicionamientos. Se habla incluso que los burgueses guardaban los estatutos
bajo 3 llaves en cofres de hierro, y las envolvían de manera casi
supersticiosa. Además, y alrededor de estos estatutos escritos, iba
desarrollándose un poso histórico de costumbres, usos y privilegios no
escritos.
[14] Como asociación de mercaderes que se dedicaban a planificar y controlar la producción artesana, su calidad, precio, cantidad, márgenes de beneficio… así como una estricta reglamentación, formación y asistencia.
(cf. KINDER, H; HILGEMANN, W; HERGT, M; Atlas
histórico mundial, ed. Akal, Madrid 2007, p. 191).
[15] Sobre todo el de libertad de acción, que hacía de la ciudad un foco de prosperidad dentro del mundo agrario feudal. “El aire de la ciudad te hace libre”, se decía entonces.
(cf. KINDER, H; HILGEMANN, W; HERGT, M., op.cit,
p. 191).
[16]
Como los de derecho de mercado, fortificación, acuñación de moneda,
aduana (cf. Ibid, p. 191).
[17]
cf. Ibid, p. 191.
[18]
Como fueron las ciudades consulares de Provenza, las comunas
industriales de Flandes, Artois o Picardia, y las Freie Reichsstadte germánicas.
[19]
Como es el caso de las villas de realengo o propietarias del rey, las
ciudades-estado del centro continental…
[20]
cf. Ibid, p. 191.
[21]
Hacia 1100 se habla ya de las primeras corporaciones profesionales en el
norte de Francia, y hacia 1150 de que este fenómeno se había extendido por
todo el continente e Inglaterra.
[22]
cf. LADERO QUESADA, M. A; Historia
universal, vol. II: Edad Media, ed. Vicens Vives, Barcelona 2007, p.
460.
[23] Ya fueran priores, alcaldes, jurados, cónsules, baylios, sindicos… según los países.
(cf. LADERO QUESADA, M. A., op.cit, p. 461).
[24]
Como fue el caso de los cargos de maestros, tesoreros, compagnons, tenentes
del sello… (cf. Ibid, p. 461).
[25]
Y dependían así de sus propias circunstancias, no obstante el apoyo moral
de su asociación. Fue el caso de los oficios de la alimentación y
avituallamiento de la ciudad (herreros, toneleros, vidrieros, orfebres,
carpinteros, curtidores, peleteros, zapateros, silleros, correeros,
agujeteros…) (cf. Ibid., p.
462).
[26]
Como fue el caso de los oficios especializados, con necesaria división
del trabajo y fases en la obtención de materia prima, mano de obra y
comercialización. Entraron aquí sobre todo los oficios textiles (en torno
al sector de la lana, bataneo, tinte, sastrería) y de construcción… (cf.
Ibid, p. 462).