Los dos feminismos


Feminismo radical, impulsado por una política enemiga de la mujer

Querétaro, 31 enero 2022
Alfonso Navarro, periodista de Observador

          La problemática social de la mujer aparece en distintos planos y grados. En algunos se exhibe impúdicamente, en otros se mueve de manera subterránea, y siempre en torno al papel de la mujer en dicha sociedad. Lo protagonizan dos clases de feminismo plenamente identificados (el feminismo radical y el feminismo humanista), en busca de una misma realidad pero con enfoques totalmente divergentes.

          En esencia, ambos feminismos confluyen al mismo punto: el anhelo de alcanzar la auténtica liberación femenina, enarbolando la bandera de una condena irrestricta a cualquier expresión discriminatoria de la mujer. Pero lamentablemente, las diferencias entre ambos se vuelven hasta incluso enturbiadoras, pues sus distintas y hasta opuestas metodologías están levantando barreras infranqueables en el seno de la sociedad, como consecuencia lógica de sus visiones encontradas acerca de la proclamada liberación femenina.

          Para el feminismo radical, y a veces rabioso, tal liberación debe pasar necesariamente por la aplicación de la ideología de género, que no indica otra cosa que la deconstrucción de la masculinidad, la práctica del sexo libre, la supresión de la familia natural, la legalización de las uniones homosexuales, la práctica legal del crimen abortista (entendido como un derecho de la mujer sobre su cuerpo y sobre el cuerpo del bebé abortado) y la realización laboral de la mujer, por encima de su maternidad.

          De sobra son conocidas las líderes de este feminismo radical, por lo menos en México: Martha Lamas, Rosario Robles, Consuelo Mejía y Enoé Uranga, entre otras.

          Para el feminismo humanista, la liberación femenina ha de cimentarse en la roca firme de los valores humanos y espirituales de la mujer, fundamentalmente en cuanto atañe a la dignidad intrínseca e inviolable de toda mujer, desde su concepción hasta su muerte natural, desde su feminidad hasta su maternidad, desde sus pretensiones estudiantiles hasta su justa retribución laboral. Y siempre llamando a cada cosa por su nombre, sin recurrir al crimen ni a la pérdida de los papeles.

          Líder de este feminismo humanista es, aquí en México, Rocío Gálvez, y pare usted de contar. Porque por lo que parece, las restantes feministas humanistas, si es que las hay, se hallan acobardadas, o parecen tener vergüenza a la hora de acudir a los medios de comunicación.

          Pero hay más. Porque hoy he leído estupefacto, en una revista ante mis ojos, que una feminista radical escribe: "Esas pendejas incultas (refiriéndose a las feministas moderadas, y en este caso psicoterapeutas de profesión) tratan a la pobre gente que cae en sus manos". En esta línea discurren las rabiosas recriminaciones a la feminista Ana Cristina Fox, por haber decidido apoyar la defensa de la vida humana.

          Pero lo que más asombra es que las feministas radicales exigen para ellas todo el derecho de promover sus  postulados feministas, en tanto que niegan el mismo derecho a las feministas humanistas, de forma terca y perversa. Esto es, a todas luces, una monstruosa incongruencia, y un negro presagio de noches de cuchillos largos para la sociedad. Tarde o temprano, la sociedad tendrá que elegir entre uno u otro feminismo.

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 Act: 31/01/22          @noticias del mundo             E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A