11 de Diciembre
Jueves II de Adviento
Equipo
de Liturgia
Mercabá, 11 diciembre 2025
Is 41, 13-20
Dios se manifiesta en la historia, luego la Biblia no es un manual dogmático sobre verdades abstractas y atemporales. La aparición de Ciro II de Persia significa la desaparición de las grandes potencias, que hasta entonces habían tenido el monopolio de la política mundial.
La teología de la historia contenida en estos versículos nos dice que, en todo acontecimiento, la iniciativa está en manos de Dios, el cual interviene en cada momento y en cualquier lugar. Todo converge para hacer realidad las promesas de la alianza con el escogido, con el amado, con el siervo. La enmanuelidad, o presencia de Dios en medio de su pueblo, se afirma con insistencia y vigor: "No temas, que yo estoy contigo; no te angusties, que yo soy tu Dios" (v.10).
La exhortación a la confianza se convierte en una bella glosa del nombre de Dios en el sentido de "Yo soy el que siempre está aquí (contigo)". La presencia gramaticalmente destacada de los pronombres personales yo-tú traduce con eficacia el sentido y la fuerza de esta proximidad. El Segundo Isaías, teólogo sutil, sabe jugar con los conceptos de potencia de Dios y debilidad del hombre. El Dios Santo, es decir, el totalmente otro y trascendente, se servirá de su trascendencia para hacer sentir todo el peso de su inmanencia salvadora.
La misma gramática hebrea registra la idea: el Santo (Qadosh) se modifica cuando pasa a ser "el Santo de Israel" (Qedosh), aunque sea en una cosa tan insignificante como la vocalización. Es la superación de toda teodicea aséptica para entrar en una teología que acabará afirmando en una perspectiva joánica que Dios ha plantado la tienda entre los hombres (Jn 1, 14).
De ahí que el autor de estos versículos contemple al Santo caminando al lado de Israel, el pueblo descrito como débil: "No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio, dice el Señor, tu redentor es el Santo de Israel" (v.14).
Dios se comporta como el Goel (lit. redentor); lo cual significa en la cultura religiosa judía acudir en ayuda de otro por razones de consanguinidad o por un pacto. Dios es el Goel que realizó un día la gesta del éxodo y que ahora la va a repetir.
El uso del verbo bará, reservado para describir la acción creadora de Dios, designa en el Segundo Isaías una acción no menos importante: la salvación, acontecimiento que va más allá de la esfera puramente histórica. A partir de aquí, la joven comunidad del NT encuentra su conexión con el AT y la justificación de su manera de interpretarlo.
Frederic Raurell
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A partir de hoy, y hasta el día 17, el hilo conductor de las lecturas lo llevará el evangelio de cada día, con la figura de Juan Bautista, el precursor del Mesías. Mientras que las lecturas del AT nos irán completando el cuadro de los pasajes evangélicos.
Si Isaías había sido hasta ahora quien nos ayudaba a alegrarnos con la gracia del Adviento, como admirable profeta de la esperanza, ahora es el Bautista quien, tanto en los domingos como entre semana, nos anuncia que se acaba el AT y el tiempo de los profetas, que con Jesús de Nazaret empiezan los tiempos definitivos. Más tarde será María de Nazaret quien nos presente a su Hijo, el Mesías enviado por Dios.
Dios asegura de nuevo que estará cerca de su pueblo, con un lenguaje lleno de ternura: "Yo, el Señor tu Dios, te cojo de la mano y te digo: no temas, yo mismo te auxilio", y "tú te alegrarás con el Señor". Las imágenes que usa el profeta para dibujar esta salvación mesiánica están llenas de poesía y de futuro. Dará de beber a los sedientos, responderá a todo el que le invoque, hará surgir ríos en terrenos áridos, transformará el desierto llenándolo de árboles de toda especie. Se trata, una vez más, de la escenografía paradisíaca: la vuelta a la felicidad inicial estropeada por el pecado del hombre.
En la página que leemos hoy es a todo el pueblo de Israel a quien se dirige Dios diciéndole que le convertirá en trillo aguzado, o sea, en instrumento eficaz de preparación a los tiempos mesiánicos, roturando y preparando el terreno para la salvación. Dios cuida de su pueblo y a su vez éste es llamado a ser instrumento de salvación para los demás. Ese Dios volcado hacia su pueblo decidió, al cumplirse la plenitud de los tiempos, enviar a su Hijo al mundo. Y quiso también que su venida estuviera preparada por un precursor, Juan Bautista.
Josep Mas
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Hemos escuchado cómo Jesús alaba a Juan. Dice de él que es el profeta a quien se había anunciado cuando se decía que Elías volvería. Ya ha venido, aunque algunos no le quieran reconocer. Y es el más grande de los nacidos de mujer.
El Bautista es el último de los profetas del AT, el que establece el puente a los tiempos nuevos, los definitivos. Por eso dice también Jesús que "el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él": ahora que viene el profeta verdadero, todos los demás quedan relativizados; ahora que se congrega el nuevo pueblo en torno al Mesías, ha llegado a la plenitud el pueblo primero, la 1ª alianza.
Aprovecha Jesús para decir que su Reino supone esfuerzo, que hace violencia. Sólo los esforzados se apoderan de él. Es un orden nuevo de cosas exigente y radical. El Bautista ya anunció que el hacha estaba dispuesta para cortar el árbol. El Reino es gracia y es alternativa: salvación y juicio a la vez.
El Bautista, hombre recio donde los haya, fue de los que recibieron con entereza este Reino. Supo mantenerse en su lugar, humilde: "conviene que yo mengüe y que él crezca", porque no era él el Salvador, sino el que le preparaba el camino. Vivió en la austeridad y predicó sin recortes el mensaje de conversión. Fue la voz que clama en el desierto para preparar la venida del Mesías. Además, encaminó a sus discípulos hacia Jesús, el nuevo y definitivo Maestro: "Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo".
José Aldazábal
Act:
11/12/25
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