17 de Octubre
Viernes XXVIII Ordinario
Equipo
de Liturgia
Mercabá, 17 octubre 2025
Rm 4, 1-8
En el pasaje de hoy, Pablo toma ejemplo de la vida de Abraham, el padre del pueblo judío: "¿Qué diremos de nuestro antepasado Abraham? Si nuestro padre en la fe, obtuvo la justicia en razón de sus obras, tiene de qué gloriarse, pero no delante de Dios".
Pues bien, tampoco Abraham, dice Pablo, fue justificado "por sus buenas obras", sino "por la fe". Lo cual destruye toda perfección voluntarista, y debería convencer a todos aquellos que continúan pensando la salvación con una concepción demasiado judaica.
Establece así Pablo la unidad teológica de las 2 alianzas. Ya en la Antigua Alianza era la fe la que salvaba. El tema del orgullo es un tema dominante en el pensamiento de Pablo: el pecado es ante todo esta pretensión, este orgullo del hombre de hacerse valer ante Dios, ya sea por la justicia de las obras (entre los judíos) ya sea por la apariencia (entre los griegos). Entonces el hombre se olvida de que "todo lo que él es, lo debe a la gracia de Dios".
Creer es, pues, reconocer eso, y recibirlo todo de Dios: "Creyó Abraham en Dios, y le fue reputado como justicia". Aumenta en nosotros la fe, Señor.
La salvación, pues, no es algo merecido, como lo es un salario. Y no hay que exigir a Dios unos derechos adquiridos. Lo explica el propio Pablo: "Al que trabaja no se le cuenta el salario como favor, sino como retribución justa. En cambio al que, sin trabajar, cree en aquel que justifica al impío, su fe se le reputa como justicia".
Es decir, que Dios es "aquel que justifica al impío", y "aquel que hace del impío un hombre justo". ¡Qué hermosa definición de Dios! Gracias, Señor, de haberte revelado a nosotros bajo ese aspecto: Aquel que salva.
Una definición de Dios que también vislumbró David, "al proclamar bienaventurado al hombre a quien Dios declara justo", independientemente de sus obras. Lo cual no significa que tenemos que permanecer pasivos en la fe. No, la fe moviliza al hombre entero y lo induce a la actividad del amor. Pero con la convicción profunda que todo es gracia, pues como dice Blondel, "cuando se ha hecho todo como no esperando nada de Dios, hay que esperarlo todo de Dios como si no se hubiese hecho nada por sí".
En palabras de Pablo, "bienaventurado es el hombre absuelto de su culpa, y a quien han sido perdonados sus pecados". Como fue el caso de Abraham (pecador-salvado) y de todo hombre que recibe esta llamada, y puede saborear esta dicha.
No obstante, esto no ha de llevar a complacerse en las propias culpas, sino de atreverse a pensar, con Pablo, que no son forzosamente un obstáculo absoluto, en la medida en que nos hacen experimentar mejor la necesidad de un Salvador.
En este caso, pueden ser la fuente de una nueva dicha: "bienaventurado el hombre". Señor, ayúdame a convertir en bueno todo cuanto podría se en mí un mal. Que todo obstáculo, tanto en mí como en los demás, sea ocasión de apoyarnos más en ti. En este sentido no hay nada peor que creerse justo o que no tener ninguna dificultad: ¡bastarse uno a sí mismo!
Noel Quesson
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Un ejemplo que gusta mucho a Pablo, y que constantemente repite en sus cartas, es el de Abraham. En el caso de hoy, para mostrar cómo fue la fe, y no las "obras de la ley", las decisivas a la hora de agradar Abraham a Dios.
Cuando Dios eligió a Abraham y le dio la misión de ser cabeza de su pueblo, y ser bendición para todas las naciones de la tierra, Abraham era pagano. No podía presentar ante Dios "las obras" que realizaba, perteneciendo a un pueblo idólatra. Pero aceptó el plan que se le proponía. Eso es lo que le hizo agradable a Dios, su fe: "Creyó a Dios y le fue computado como justicia".
Pero esto no fue la consecuencia de los méritos de Abraham, ni siquiera de los previos. Pues su elección había sido totalmente gratuita por parte del Dios, que le eligió misteriosamente a él.
Se trata de una lección que Pablo recuerda de modo especial a los judíos de Roma, propensos a sentir un santo orgullo por su pertenencia a la raza de Abraham. Para Pablo, tanto puede ser heredero de Abraham, y por tanto agradar a Dios, un judío convertido como un pagano que acepta la fe. Ambos pueden sentirse dichosos "porque Dios no les cuenta sus pecados", y eso gratuitamente.
¿Tenemos como un prurito de llevar contabilidad de las cosas que hacemos en honor de Dios, casi dispuestos (delicadamente) a presentar la factura y recibir el premio debido? Algo parecido preguntó Pedro a Jesús: "Nosotros lo hemos dejado todo por ti. ¿Qué nos tocará?". Nos va bien recordar que también con nosotros Dios ha tenido que usar misericordia.
De nuevo el salmo responsorial de hoy, citado por Pablo en su carta, nos hace reconocer que también a nosotros nos perdona Dios: "Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito. Alegraos, justos y gozad con el Señor, aclamadlo, los de corazón sincero".
José Aldazábal
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La salvación es un don gratuito de Dios. Aquel que la recibe creyéndole a Dios y confiando en él para seguir su planes de salvación, es justificado, no por las obras personales, no por el cumplimiento de la ley, sino por pura gracia de Dios al igual que Abraham fue hecho justo por Dios sólo por su fe en él antes de la circuncisión y antes de ley promulgada en el Sinaí.
Esta perspectiva expresada por Pablo abre los ojos de toda la humanidad para que entienda que Dios quiere salvar a todos, sin excepción; y que, por tanto, hemos de procurar creer que Dios no se ha equivocado al darnos como único camino de salvación, que nos conduce a él, a Cristo Jesús.
Cuando el apóstol Santiago nos dice que "una fe sin obras es una fe muerta", nos está expresando las consecuencias de la misma fe donde, ante la donación de Dios mismo al hombre y la apertura del hombre al don de Dios, se actúa en consecuencia al don recibido, pues la persona ha sido capacitada, hecha para realizar el bien, para amar, para perdonar o para trabajar por la paz.
Que Dios nos haga sus hijos por aceptar la vocación que nos hace de unirnos en la fe a su único Hijo es un don de él; que nosotros actuemos conforme a la gracia recibida es una responsabilidad nuestra, donde, incluso no actuaremos solos, sino la gracia de Dios con nosotros.
Dominicos de Madrid
Act:
17/10/25
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