7 de Octubre

Martes XXVII Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 7 octubre 2025

Jon 3, 1-10

         Escuchamos hoy cómo la palabra del Señor fue dirigida, de nuevo, a Jonás: "Levántate, ve a Nínive, la gran ciudad pagana, y proclama allí el mensaje que te doy para ella". Tras muchos rodeos, Jonás se encuentra de nuevo ante la llamada, y por lo visto el Señor no le ha soltado y ahora le renueva la orden misionera. Esta vez, no podrá escaparse.

         Jonás mostró sus reticencias a Dios, y se opuso a eso de hablar a los pérfidos paganos (los ninivitas, a los que detesta), así como a tener que condenarlos y asistir a su destrucción. No obstante, eso es lo que Dios quiere, y por eso le obliga a hacerlo.

         ¡Señor, repíteme tu voluntad! Repíteme que no tengo derecho a vivir mi fe tranquilamente para mí solo. Repíteme que tengo que proclamar tu mensaje, y eso de "desgraciado de mí si no evangelizo" (1Cor 9, 16). Repíteme, Señor, que soy responsable de mis hermanos.

         Y si esto es así, ¿me considero yo un enviado en misión? ¿Soy el testigo de algo, de alguien? ¿Suscita mi vida un interrogante, una reconsideración del Señor, a los que me ven vivir? Mis palabras y mis hechos, ¿son como una proclamación del evangelio?

         Jonás "se levantó y partió hacia Nínive", según la palabra del Señor. Ahora bien, Nínive era una ciudad extraordinariamente grande, y "se necesitaban tres días para atravesarla". En efecto, el mundo a evangelizar nos parece hoy enorme, y la incredulidad se yergue ante nosotros masiva y aparentemente impenetrable.

         Además, el estilo de vida moderno, y la sociedad de consumo, parece segregar, con el ateísmo, la anestesia de las aspiraciones espirituales. Por eso es necesario que el Señor nos repita que él está con nosotros, y que es "según su palabra", y según su voluntad, como estamos inmersos en medio de los paganos.

         Jonás hizo un día de camino, recorriendo la ciudad y proclamando: "Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida". Y enseguida, "los ninivitas creyeron en Dios, anunciaron un ayuno y todos, del mayor al menor, se vistieron de sayal".

         Esto sí que es una sorpresa, pues mientras que la predicación de los profetas no logró que el pueblo de Israel se convirtiera durante siglos, ¡un solo día fue suficiente para que cambiara el corazón de los ninivitas!

         Jesús repetirá esta lección, y no parará de ponerla como ejemplo a sus contemporáneos cuando les decía: "Los ninivitas se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán. Porque ellos sí se convirtieron por la predicación de Jonás" (Mt 12, 41). Es verdad, Señor, yo también suelo responder peor a tus llamadas que ciertos paganos de mi alrededor.

         Viendo la reacción de los ninivitas, y cómo se apartaban de su mala conducta, Dios renunció al castigo que había determinado dar a Nínive. Como se ve, la Biblia está llena de estos cambios de Dios (desde el lenguaje antropomórfico, por supuesto). ¡Dios que cambia de parecer!

         Dios no desea nunca la muerte del pecador, sino que se convierta y que viva, había dicho el profeta Ezequiel (Ez 33, 11). En el momento mismo en que Dios parece amenazar con un castigo, no dudemos que para él lo primero es el amor, y únicamente el amor. Es sólo la felicidad, y únicamente la felicidad, lo que Dios busca para nosotros. En nombre de todos los hombres gracias, Señor.

Noel Quesson

*  *  *

         Dios no sólo escucha las oraciones de los que le viven en fidelidad, ni de quienes pertenecen a su pueblo de hijos, sino que escucha las súplicas de todo hombre de buena voluntad, amando a todos más allá de las fronteras que nos hemos puestos los seres humanos. E incluso la Iglesia nos invita a descubrir gozosamente las semillas del Verbo que hay latentes en quienes, incluso, parece que han rechazado radicalmente a Dios. 

         Algo hay de Dios en quienes se alejaron de él, por tanto, pues su amor de pequeña escala no puede sino proceder de Dios. Por eso, la Iglesia de Cristo no puede dejar de anunciar el nombre de Dios en todos los lugares y ambientes, insistiendo a tiempo y a destiempo y con mucha paciencia.

         Sólo Dios, que nos llama a todos a la plena unión con él, sabe el momento y el día de la salvación de cada uno. Y por eso, quienes hemos recibido el mandato de proclamar su evangelio hemos de ser humildes y valientes, a la hora de cumplir con la misión que el Señor nos ha confiado.

         Ojalá que, cuando veamos que Dios ha hecho su obra de salvación en otras personas, nos alegremos de ese amor divino que no tiene fin. No seamos, pues, motivo de condenación, sino de salvación para los demás, pues Dios no nos envió para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por creer Cristo. ¿Seremos portadores de él, de su amor, de su salvación? ¿Obedeceremos su mandato de proclamar su evangelio a todas las naciones?

José A. Martínez

*  *  *

         Nos dice hoy la 1ª lectura que de nuevo vino la palabra del Señor sobre Jonás, diciéndole: "Levántate y ve a Nínive". Tras un leve forcejeo con Jonás, finalmente Dios se sale con la suya, y Jonás se da cuenta de que no puede desobedecer. Tras lo cual, el profeta se levanta, va a Nínive y empieza a proclamar el mensaje que se le ha encargado.

         Es entonces cuando pasa lo inesperado, y el anuncio que era de castigo ("dentro de cuarenta días Nínive será arrasada") resulta que da efecto, pues "todos se convierten, desde el rey al último de los súbditos, y hasta el ganado". Entonces Dios "se compadeció" y desistió de aplicar el castigo amenazado. ¡Qué poca confianza tenemos a veces en las personas! 

         Ciertamente, tenemos motivos para pensar que esta sociedad está distraída, preocupada por mil cosas y no precisamente por el evangelio. Pero ¿tenemos derecho a perder la esperanza, o a no dar a nuestros contemporáneos un margen de confianza, como el que Dios les da?

         Si hubiera sido ésa la actitud de Jesús, no hubiera empezado a predicar. Y Pablo hubiera dimitido bastante antes de haber afrontado las dificultades que iba encontrando a su paso por el Imperio Romano. Pero ambos siguieron anunciando la Buena Noticia, al igual que Pedro (que echó las redes a pesar del fracaso anterior, fiado en el nombre de Jesús).

         Todos los ninivitas creyeron en la palabra de Jonás, y lo que parecía imposible resultó ser posible con la ayuda de Dios. Y es que muchos de esos que nos parecen alejados, a lo mejor tienen buen corazón y hacen caso a Dios. ¿O creemos que somos nosotros los únicos buenos, como los fariseos?

         Jesús echa en cara a los judíos de su tiempo que son peores que los ninivitas, pues éstos creyeron a Jonás y ellos no, a pesar de tener delante Jesús (que era "algo más que Jonás"; Mt 12,41). Los de fuera, muchas veces con menos formación y facilidades que nosotros, sí se convierten y nos dan lecciones.

         El protagonista del relato de hoy es ese Dios que ama y perdona con facilidad, y en el cual puede más el amor que la justicia. Es lo que nos hace decir el salmo responsorial de hoy, alegrándose de este perdón: "Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y la misericordia".

         Esto es lo que tenemos que aplicar a nosotros mismos (cuando nos abrume la conciencia de nuestros fallos) y a los demás (no perdiendo nunca la confianza en nadie), pues si Dios perdona, ¿quiénes somos nosotros para desahuciar tan rápidamente?

José Aldazábal

 Act: 07/10/25     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A