10 de Junio

Martes X Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 10 junio 2025

2 Cor 1, 18-22

         Las relaciones entre los cristianos de Corinto no fueron siempre tranquilas, y en el año 57 se produce una especial crisis y se reclama la presencia de Pablo (2Cor 1,23-2,1). Pero para no dar la impresión de querer "gobernar su fe" (v.24), Pablo renuncia a ese viaje, e inmediatamente se gana el reproche de "no tener palabra" (vv.17-18).

         Pablo responde a esa acusación recordando que para un ministro de Cristo no existe más que el (vv.19-20), y para demostrarlo alude a una breve fórmula trinitaria (vv.21-22). Pues en Cristo no hubo rastro alguno de duplicidad, y él dijo al Padre sin la menor reserva (v.19), propiciando esa obediencia a Dios que Dios cumpliese sus promesas. Y de la misma manera que él fue fiel a Dios (v.20a), también consiguió de Dios la fidelidad para sus apóstoles, a los que unió en su al Padre (v.20b).

         Pablo, por tanto, tampoco abriga el rastro más mínimo de duplicidad, ni como ministro que proclama a Cristo ni como cristiano que vive de Cristo. Sino que su corazón se compromete y se empeña con los hombres, en un unánime que viene a ser el eco de Dios.

         Los vv. 21-22 constituyen una fórmula trinitaria, en claro reparto de funciones. Al Padre le corresponde la unción y el sello; al Espíritu, el don de las arras de la gloria; al Hijo, el afianzamiento de la fe. El sello y la unción designan al bautismo, las arras a la prenda de la vida futura, y el afianzamiento a la obediencia (como garantía del cumplimiento de las promesas).

         La mentalidad moderna manifiesta una sed de sinceridad como nunca, desenmascarando no tanto los tabúes como las falsas verdades, tendiendo a la sinceridad y mayor sencillez, condenando no tanto el error como la hipocresía. Sin embargo, ¿no es eso precisamente lo que hemos elaborando muchas veces en la Iglesia, a través de nuestra casuística? Si el mundo moderno tuviera que hacer un nuevo catálogo de las virtudes, está claro que colocaría a la sinceridad, entre las virtudes llamadas cardinales.

         La Iglesia no puede ocultarse en el oportunismo (como no hizo Pablo, en aquella oportunidad que se le presentó para gobernar a los corintios), no puede recurrir al autoritarismo (como no recurrió Pablo, sino que prefirió dialogar) y ha de responder a las exigencias actuales (como hizo Pablo, al proponer una explicación trinitaria).

Maertens-Frisque

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         He aquí un ejemplo concreto del género de prueba que Pablo tenía que superar. La comunidad de Corinto estaba en plena ebullición, con grupos de cristianos opuestos los unos a los otros sobre cuestiones graves (que ya la 1ª Carta a los Corintios trataba de resolver). Pero debieron haber continuado las querellas, e incluso algunos adversarios lanzaron contra Pablo unas acusaciones que le obligaron a volver a escribir (lo que hoy escuchamos, de la 2ª Carta a los Corintios): "Hermanos, tomo por testigo la fidelidad de Dios: la palabra que os dirigimos no es y no a la vez". 

         Efectivamente, algunos malos hermanos debieron haber acusado a Pablo de ser mudable, de no saber tomar partido. Y de ahí que el apóstol, contestando a las preguntas que le hacía la comunidad, debió matizar su postura para no herir a nadie, aunque se le reproche ser un indeciso, que no sabe lo que quiere.

         Sucede a menudo que el hombre conciliador se encuentra dividido en su afán de conciliar puntos de vista y personas opuestas. De ahí que Pablo se disculpe, pero deje claro que su única fidelidad no es a los partidos humanos sino a Dios: "Tan verdadero como Dios es fiel, he tratado yo de ser sincero con vosotros".

         El mundo moderno va descubriendo las leyes de la comunicación entre las personas, y nada hay más difícil que comunicarse. Muchas divisiones e incomprensiones provienen del lenguaje, y unas mismas palabras no tienen el mismo sentido para todos. Se hiere sin quererlo. ¡Señor, ayuda a los hombres a comprenderse! Ayúdame a que mi lenguaje sea o no, claro y neto.

         Jesucristo es el de Dios, y en Jesús Dios ha dicho al hombre. Se trata de una especie de matrimonio o alianza. ¡Qué misterio! Dios se ha comprometido conmigo, como el esposo se compromete con su esposa. Ahora bien, Dios es fiel, y yo ¡lo soy tan poco!

         "Es también por Cristo que decimos amén a Dios, para su gloria", recuerda Pablo. El término hebreo amén equivale a nuestro . De ahí que es por Cristo que decimos a Dios. Ciertamente, "por mí mismo" sería incapaz de ello.

         Como termina diciendo Pablo, "Dios nos marcó con su sello" (nos ha consagrado) y, en avance a sus dones, nos ha dado al Espíritu Santo ("que habita en nosotros"). Pablo comenzó, pues, defendiéndose de los ataques contra su propia persona, y ahora lo vemos terminando con los más altos misterios: ¡la inhabitación del Espíritu en el corazón del hombre! Realmente, Pablo era un hombre consciente de llevar a Dios consigo.

Noel Quesson

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         La relación entre los cristianos de Corinto (esclavos y libres, judíos y anti-judíos, griegos y romanos) fue bastante compleja y estuvo cargada de tensiones y desilusiones, así como también de sorpresas gratas y amables esperanzas. Por eso no es de extrañar que también la comunicación epistolar entre su fundador (Pablo) y la comunidad (creciente sin parar, con miembros para Pablo no conocidos) resultara también compleja, y estuviera llena de situaciones cuyos detalles se nos escapan.

         Cuando el apóstol habla del consuelo de Dios, o cuando dice que "nuestras palabras no son hoy y mañana no", seguramente está aludiendo a reproches o murmuraciones que ciertamente dificultaron su labor apostólica, y le habían propinado más de una amargura y disgusto.

         Es bueno conservar esta escala de la realidad, al recordar las condiciones en que nació el cristianismo y para no idealizar a seres humanos que, como nosotros, vivieron sus propias dificultades y experimentaron sus propias decepciones. A veces sucede, por tanto, que cuando hablamos de los primeros cristianos dejamos volar una especie de romanticismo espiritual. Pero eso a veces no nos ayuda a la hora de comprender cuál fue el verdadero grado de fidelidad de las personas, o el grado heroico al que la gracia de Dios tuvo que acompañar la vida de aquellos cristianos.

         En el breve pasaje de hoy, Pablo desea mostrar el fundamento de su labor apostólica, en la indubitable fidelidad a Dios. Pues al igual que en Cristo se cumplieron "todas las promesas", en él es posible hallar el cimiento de nuestra esperanza, así como encontrar una razón y una base para la fidelidad.

Nelson Medina

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         Algunos cristianos de Corinto acusan a Pablo de que no ha sabido cumplir su promesa de ir a verles, y le tachan de ligero y voluble, y de ir cambiando según le conviene.

         No sabemos el motivo por el cual no llegó a realizar Pablo esa visita que había prometido. Pero lo que a él le duele no es que se desprestigie su persona, sino su ministerio y su mensaje. Por eso se defiende, pero no por las criticas personales sino para no poner en duda el evangelio.

         Afirma, por tanto, su lealtad. Y sobre todo, se remonta hasta Dios mismo, que es la fidelidad en persona. Dios sí que es leal a su palabra. La afirmación central es que en Cristo se encuentran el de Dios a la humanidad, y el o amén de la humanidad a Dios: "En Cristo Jesús todo se ha convertido en un : en él, todas las promesas han recibido un y por él podemos responder amén a Dios".

         En esa historia del mutuo entre Dios y la humanidad entramos nosotros. Ante todo, reconociendo agradecidos el que nos ha dicho Dios enviándonos a su Hijo (como salvador) y al Espíritu (como vida y fuerza). El Apocalipsis le da este nombre a Cristo Jesús: "Así habla el Amén". Y Pablo llama hoy al Espíritu sello y garantía. Realmente, Dios está continuamente manteniendo su .

         De ahí que también nosotros tengamos que intentar mantener nuestro a ese Dios Trino, día tras día y aunque haya pruebas de por medio. No sólo el día del bautismo (por boca de nuestros padres), sino a lo largo de la vida (por nosotros mismos). Por eso, cada año personalizamos nuestro compromiso con las renuncias y la profesión de fe, del mismo modo que el del matrimonio o de la profesión religiosa se concreta a lo largo de los días y los años.

         Nuestra vida ¿es un o un no, tanto en nuestra relación con Dios como con el prójimo? ¿O vamos cambiando según nos conviene? Vivir en el es acoger la palabra de Dios, serle fieles y, al mismo tiempo, amar y abrirse a los demás.

         Podemos rezar con el salmo responsorial de hoy nuestra confianza en la fidelidad de Dios: "Vuélvete a mí y ten misericordia, como es tu norma con los que aman tu nombre". A la vez que manifestamos nuestro compromiso de respuesta afirmativa: "Enséñame tus leyes, pues tus preceptos son admirables y por eso los guarda mi alma".

José Aldazábal

 Act: 10/06/25     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A