15 de Abril
Martes Santo
Equipo
de Liturgia
Mercabá, 15 abril 2025
Is 49, 1-6
El profeta Isaías presenta hoy, en su II Cántico del Siervo de Yahveh, las características de dicho Siervo o representante de Dios, destacando la vocación del Ungido: "Ser luz y salvación para todas las naciones".
El Siervo de Yaveh se nos presenta como realizador, así, de 2 misiones o vertientes complementarias de su vocación salvífica: 1º como realizador de las esperanzas del pueblo elegido, Israel; 2º como luz de todos los pueblos, pues es voluntad de Dios que toda la creación cante la gloria de su Creador por la boca, mente y corazón del hombre.
En este fragmento se afirma el hecho de la salvación de todos. No obstante, no se hace referencia al camino doloroso que habrá de recorrer ese Siervo para alcanzar el triunfo final.
El Siervo de Yahveh expone su propia misión. Ha sido llamado para hablar en nombre de Dios. Su palabra es como espada penetrante que discrimina los corazones. Dios está con él y lo protege, aunque la dureza de su misión le obligue a lamentarse del silencio de Dios. Él es su recompensa... En definitiva, todo esto es una prefiguración de Cristo y de su obra redentora.
"El Señor me llamó en las entrañas maternas. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra". Ésta es la luz esplendorosa que ilumina nuestra celebración de la pasión del Señor: "Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros". Jesús asumió la voluntad del Padre y se constituyó en "artífice de la salvación" de la humanidad entera.
Dios nos llamó a la vida pronunciando nuestro propio nombre. Pero no nos creó sólo para que estemos en el mundo de un modo inútil. Él quiere que seamos testigos suyos ante todos los pueblos. Aquella salvación que parece se había centrado sólo en un pueblo, elegido por Dios como suyo, debe abrirse a todas las naciones. Todos estamos llamados a convertirnos en luz de las naciones, para que la salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra.
José A. Martínez
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"Oídme, islas lejanas; atended, pueblos apartados". En una época en la que cada pueblo vivía, más que hoy, encerrado en sí mismo, porque se tenían menos noticias y menos medios de comunicación, esas llamadas al universalismo son sorprendentes.
"Desde el seno materno, el Señor me llamó. Desde las entrañas de mi madre, pronunció mi nombre". Gratuidad total de la llamada y del amor de Dios. Ningún mérito por parte de este servidor. Es un don recibido, sin que él interviniera; ha sido amado antes de haber sido capaz de contestar.
¡Dios es el primero en amar! En efecto, en esto consiste su amor, "no en que hemos amado nosotros a Dios, sino en que él es quien nos ha amado" (Jn 4, 7). Experiencia humana, sobre la que hay que pararse un instante. Pensar en el amor de mi madre, de mi padre. Ser hijo es precisamente estar bajo el efluvio de un amor, antes de poder corresponderle: el amor paterno y materno precede y suscita el nuestro.
"Hizo de mi boca una espada afilada, me protegió en la sombra de su mano, hizo de mí una flecha aguda, en su carcaj me guardó. Me dijo: Tú eres mi siervo". Ser un perfecto instrumento para Dios. Estás a disposición de Dios. Siempre dispuesto a servirle. Señor, aumenta mi disponibilidad.
"Yo decía: Me he fatigado por nada; en vano e inútilmente he gastado mis fuerzas". Traicionado, abandonado, renegado... y otros tantos pensamientos de profundo desaliento. La impresión de que no se está haciendo nada, que se pierde el tiempo trabajando en la obra de Dios, que se gastan inútilmente las propias fuerzas. Tan sólo los abandonados pueden adivinar hasta dónde llegó la derelicción. Los que no tienen a nadie, los que están desalentados, ¿pueden contar un poco conmigo?
"Sin embargo, mi derecho subsistía a los ojos del Señor, mi recompensa está en mi Dios". Sí, yo era apreciado a los ojos del Señor: Mi Dios es mi fortaleza. En el fondo de mi desaliento, en lo más profundo de la tentación de la nada, esa fue la reacción de Jesús. Contemplémoslo detenidamente, y tratemos de imitarlo.
"Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Israel. Haré de ti la luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra". Dinamismo misionero. Limitarse a lo del propio grupito, a su clan... es muy poco. Presentemos nuestros corazones abiertos al soplo de Dios! ¡Universal! Jesús, al morir, era consciente de esta necesidad, y por eso ofrece un corazón grande, como el mismo mundo.
Noel Quesson
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Hoy leemos el 2º Canto del Siervo de Isaías. El Siervo es llamado por Dios ya desde el seno de su madre, con una elección gratuita, para que cumpla sus proyectos de salvación: "Me llamó desde las entrañas maternas y pronunció mi nombre".
Dos comparaciones describen al Siervo: será como una espada, porque tendrá una palabra eficaz ("mi boca, una espada afilada"), y será como una flecha, que el arquero guarda en su aljaba para lanzarla en el momento oportuno.
La misión que Dios le encomienda es "traerle a Jacob, reunir a Israel". Más aún, es "ser luz de las naciones, para que la salvación de Dios alcance hasta el confín de la tierra".
En este 2º Canto aparece ya el contrapunto de la oposición, que en el 1º Canto de ayer no aparecía. El Siervo no tendrá éxitos fáciles, y más bien sufrirá momentos de desánimo. De hecho, eso es lo que él piensa, cuando dice: "Yo pensaba: en vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas".
Le salvará la confianza en Dios, pues "mi salario lo tenía mi Dios". Se trata de una confianza que subraya muy bien el salmo responsorial de hoy: "A ti, Señor, me acojo, no quede yo derrotado para siempre, sé tú mi roca de refugio, porque tú fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud".
Jesús es el verdadero Siervo, luz para las naciones, el que con su muerte va a reunir a los dispersos, el que va a restaurar y salvar a todos. También en él podemos constatar la crisis que se notaba en el Canto de Isaías. Jesús no tuvo aparentemente muchos éxitos. Algunos creyeron en él, es verdad, pero las clases dirigentes, no.
José Aldazábal
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El II Cántico del Siervo de Yahveh empieza con la vocación, la llamada y la misión. ¿A quién se dirige? Es difícil identificar al siervo. Podría ser Ciro, podría ser Israel. Pero sea quien fuera, el texto se enmarca dentro de la tradición de la vocación profética. La llamada comienza en las raíces de su existencia.
La vocación es para la palabra, palabra que es como espada afilada; si por un tiempo el siervo estuvo escondido es preciso que hable. Si fracasó en su 1º intento al querer convertir a Israel y mantenerlo unido a Yahveh, también otros profetas fracasaron en su intento. Por lo tanto, la misión sigue en pie y se ensancha.
Israel es un pueblo grande que tiene su papel en la historia universal. Lo que Dios va a realizar en favor de Israel será un acontecimiento internacional, visible para todas las naciones. Israel es "luz de las naciones" y la liberación del pueblo deportado y su fidelidad al Señor serán el testimonio del Dios de Israel, y un llamamiento a los demás pueblos para que se unan a él y se dejen salvar con él.
El NT recoge el v. 6 para evocar la misión de los apóstoles (Hch 13, 47). También Lucas habla de Jesús evocando las palabras de este poema (Lc 2, 32).
Servicio Bíblico Latinoamericano
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