18 de Abril

Jueves III de Pascua

Equipo de Liturgia
Mercabá, 18 abril 2024

a) Hch 8, 26-40

         Asistimos hoy a un nuevo avance del evangelio por los "confines de la tierra" de la Tierra Prometida. En este caso, es un diácono (Felipe) el que convierte a un etíope (eunuco), un alto funcionario de la reina de Etiopía (al sur del Nilo, en pleno corazón de Africa), sólo unos meses después de la resurrección de Jesús. Será promesa de la evangelización de Africa, y de otros continentes que vendrán después (Asia y Europa). Dejémonos embargar por la alegría y el dinamismo interior de los Hechos de los Apóstoles, ¡un dinamismo pascual!

         "Levántate y marcha hacia el mediodía, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza", había dicho el Espíritu Santo a Felipe. Decididamente, el evangelio está en los caminos y no en el templo. ¡A Jesús se le encuentra por las carreteras! Por la vía que va de Jerusalén a Gaza, por la que va de Gaza a Addis Abeba... Por la calle que va de mi casa a la casa de los demás. El etíope volvía a su casa, muy sencillamente, hacia el sur.

         Entonces, el espíritu dijo a Felipe: "Acércate, y alcanza ese carruaje". Por el camino 2 vehículos se encuentran o se cruzan, y los 2 conductores se hablan. El etíope va leyendo la Biblia (que debió de comprar en Jerusalén, en la visita que había hecho a la ciudad santa) y hay un pasaje que no entiende, en concreto el Poema del Siervo de Yahveh de Isaías (al no comprender que "el Justo sea conducido al matadero, como un cordero mudo", ni que la vida del Justo sea humillada y termine en el fracaso).

         El sufrimiento, la muerte de los inocentes... ¡Es era la cuestión, la pregunta de todos los hombres! A Dios no se le encuentra cerrando los ojos ante las verdaderas preguntas de los hombres. No se logra hacer que los hombres encuentren a Dios, si uno cierra los ojos ante las verdaderas preguntas humanas que nuestros hermanos se formulan. Señor, que estemos atentos a las preguntas de nuestros hermanos.

         Felipe, entonces, tomó entonces la palabra y, partiendo de ese texto bíblico, le anunció la pasión y muerte de Jesús. La humillación de Jesús, su fracaso aparente, sólo son un pasaje. La finalidad de la vida de Jesús no ha sido la matanza del Calvario, sino la alegría de la Pascua. La finalidad de la vida del hombre no es el sufrimiento y la muerte a perpetuidad, ni la opresión y la injusticia para siempre...¡es la vida a perpetuidad, es la vida eterna, es la vida resucitada! Como ya dijo el propio Jesús, "era necesario que sufriera para entrar en la gloria".

         "Aquí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?", preguntó el eunuco etíope. Se trata del último punto de la andadura catecumenal, de la marcha de toda iniciación cristiana, del ritmo del descubrimiento de Dios. Y también de:

-una pregunta formulada por los acontecimientos, por la vida, por una lectura, por un encuentro;
-una respuesta hallada en la Palabra de Dios comentada por la Iglesia, y que da un sentido nuevo a la existencia;
-la terminación del encuentro con Dios en un rito, signo sacramental, que explicita el "don que Dios hace al hombre", la salvación y la vida eterna.

         Y el etiope "siguió gozoso su camino". Jesucristo está presente en todos nuestros caminos, junto a los carruajes y gente que le busca de buena voluntad. Y a todos acaba aportando una cosa novedosa: la alegría.

Noel Quesson

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         La misión de Felipe, que constituye la 1ª expansión de la Iglesia fuera de Jerusalén, consta de 2 episodios contrapuestos: el de Simón Mago (Hch 8, 9-25, que indica una actitud incorrecta de la fe) y el del eunuco etíope (Hch 8, 26-40, que representa la buena actitud de la fe).

         El eunuco etíope es un modelo para todo buen judío de la diáspora llamado al cristianismo, que es la plenitud de su fe. Se trata de un creyente en el Dios de los padres que había ido a adorar en Jerusalén. De regreso va leyendo al profeta Isaías y busca el sentido de las Escrituras.

         Buscar el sentido cristiano de las Escrituras manifiesta la buena disposición del creyente, ya que a Cristo se llega a través de las Escrituras y de la catequesis basada en ellas. De hecho, el mismo Jesús había dicho a los judíos: "Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas la vida eterna; son ellas las que dan testimonio de mí" (Jn 5, 39).

         El eunuco etíope acepta de buen grado el comentario que el catequista Felipe le ofrece sobre el fragmento de Is 53. La dificultad del eunuco para comprender este texto refleja probablemente uno de los problemas de interpretación cristiana del AT en la comunidad primitiva: "¿De quién dice eso el profeta: de sí mismo o de otro?". Sin embargo, la catequesis, la "doctrina apostólica" (Hch 2, 42) ayuda a encontrar un significado cristiano en los textos más significativos del AT.

         Felipe, como tantas veces había hecho Jesús, ofrece a su discípulo una catequesis itinerante que desemboca en el bautismo, de la misma manera que el camino de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35) había terminado en la eucaristía. El gesto sacramental realiza lo que la palabra proclama: el eunuco recibe el bautismo porque ha recibido antes la palabra de Dios, y nace a la nueva vida cristiana. Su camino toma un nuevo sentido, un sentido de alegría porque ha encontrado la plenitud de la salvación de Dios en Cristo Jesús.

Oriol Colomer

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         El relato del encuentro de Felipe con un ministro de la reina de Etiopía es un prodigio catequético y literario semejante al relato de los discípulos de Emaús. Os invito a meditarlo con calma, sin perder detalle. Por si os ayuda, os ofrezco algunos chispazos sueltos:

-es la 1ª vez que se anuncia el evangelio a un extranjero, y los frutos de la dispersión causada por la muerte de Esteban comienzan a hacerse visibles;
-este extranjero es un personaje de relieve, simpatizante del judaísmo;
-el relato tiene una estructura sacramental: hay liturgia de la Palabra y liturgia sacramental (en este caso, rito del bautismo). En el fondo, el relato es un reflejo del proceso de iniciación cristiana que se vivía en las comunidades lucanas;
-lo que comienza siendo un encuentro "en el desierto" (en la carretera de Jerusalén a Gaza, que cruza el desierto) acaba siendo un encuentro "junto al agua".

         Este encuentro impulsa al neobautizado (cuyo nombre no se indica en ninguna parte) a seguir su viaje lleno de alegría. ¿No encontramos en este relato algunas claves para la evangelización de nuestro tiempo? Descubro las siguientes:

-necesitamos "ponernos en camino hacia el Sur", aunque esto implique atravesar algunos desiertos. Pues sólo "en el camino" suceden los encuentros que rompen nuestra modorra eclesial, y sólo saliendo descubrimos a las personas que buscan;
-necesitamos "acercarnos y pegarnos a la carroza" de la gente y atrevernos a dar el 1º paso, a preguntar: ¿Entiendes lo que está pasando? ¿Cómo ves la vida? ¿Qué es importante para ti?;
-necesitamos dejarnos invitar a compartir nuestra experiencia acerca de la Palabra de la vida, sabiendo que "nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado";
-necesitamos simplificar las cosas, hacer propuestas de seguimiento que vayan a lo esencial y no obliguen a las personas a interminables itinerarios, que desgastan y hacen perder la paciencia y la alegría.

Gonzalo Fernández

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         Jerusalén, en tiempos de Jesús y de los apóstoles, era meta de peregrinación para los judíos esparcidos por toda la cuenca del Mediterráneo oriental. Algunos ahorraban toda la vida con el fin de poder hacer algún día, junto con su familia, la peregrinación a la ciudad santa, peregrinación que consideraban casi obligatoria. Otros llegaban a dejar legados especiales en su testamento, para que sus herederos trasladaran sus restos y los sepultaran lo más cerca posible del Templo de Jerusalén.

         Hoy, en la lectura de Hechos, se nos habla de un etíope, un convertido al judaísmo, un prosélito como técnicamente se les llamaba. Ha venido a Jerusalén a adorar a Dios en el templo y regresa a su país (la lejana Etiopía), en donde es nada menos que "ministro de la reina" Candace. Va en su carroza seguramente acompañado de miembros de su familia y de un numeroso cortejo, acorde con su rango. Y va leyendo al profeta Isaías, precisamente el pasaje del siervo doliente (Is 53, 7-8).

         Felipe, el compañero de Esteban y de los otros servidores de la comunidad de Jerusalén consagrados por los apóstoles, a quien habíamos dejado en Samaria predicando con éxito el evangelio, es movido por el Espíritu divino a alcanzar al etíope, a pegarse a su carroza y a preguntarle si entiende lo que lee. Asistimos a un verdadero proceso de iluminación por la Palabra. El etíope se queja a Felipe de no entender lo que lee, pues no tiene quien le explique, y lo invita a acompañarlo en su carroza. Luego le pregunta sobre el sujeto de la profecía del siervo doliente.

         No podía ser mejor la oportunidad para que Felipe evangelizara al ministro de Candace, mientras regresaba a su país por la carretera que, en dirección sudoeste, conducía de Jerusalén a la ciudad de Gaza (atravesando el Neguev, el desierto del sur de Israel).

         Ya hemos oído como, llegados a un lugar donde había agua, la evangelización culminó con el bautismo del eunuco que había proclamado su fe en Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Seguramente el texto de los Hechos quiere aludir a la rápida difusión del evangelio hacia el sur de Israel: Egipto, Arabia y Etiopía (de la cual, por otra parte, sólo tenemos noticias legendarias).

         "¿Entiendes lo que lees?", le dijo Felipe al eunuco etíope. Se trata de la pregunta que se nos hace a cada uno de nosotros cuando abrimos la Biblia. No se trata solo de entender para saber más, para acumular conocimientos que, a la larga, resultan inútiles. Se trata de entender para creer, para vivir, para conocer mejor a Jesucristo de quien nos hablan las Escrituras desde la primera hasta la última página.

         Se trata de entender para dejar que la palabra de Dios transforme nuestras vidas como transformó la vida del eunuco etíope y nos haga fieles discípulos de Jesús. Es una invitación a la lectura orante de la Biblia, seguros de que el Espíritu Santo nos concederá comprenderla, aceptarla y vivirla.

         Todavía hoy, 21 siglos después, hay varios millones de cristianos en Etiopía, un país al noreste del continente africano. Conforman la Iglesia Copta, que posee una rica tradición litúrgica y que lee las Escrituras en una lengua antiquísima (el copto), derivada de la que hablaban los egipcios antiguos. Ellos son los descendientes espirituales del ministro de la reina Candace, y nuestros hermanos en la fe por quienes debemos orar.

         La lectura de Hechos termina diciéndonos que, una vez bautizado, el etíope no vio más a Felipe, y "siguió su camino lleno de alegría". Mientras que Felipe, en alas del Espíritu, evangelizaba desde Azoto (ciudad del litoral sur de Israel, hacia el norte) hasta Cesarea marítima (la ciudad portuaria romana, fundada el 20 a.C). Para el evangelio de Jesucristo no hay distancias, ni lugares inaccesibles.

Juan Mateos

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         Felipe interpreta hoy, en favor de un peregrino que volvía de Jerusalén a Etiopía, un pasaje del libro de Isaías acerca del Siervo de Yahveh, mostrándole su cumplimiento en Jesucristo. El etíope recibe el bautismo y Felipe prosigue su obra de evangelización hasta Cesarea.

         La expansión de la Iglesia es obra del Espíritu Santo, y se lleva a cabo mediante el anuncio de la Buena Noticia de Jesús, propagando la salvación universal y produciendo una auténtica fuente de alegría. La alegría del recién bautizado es lógica por las muchas gracias que confiere el bautismo. O como San Juan Crisóstomo dice:

"Los nuevos bautizados son libres, santos, justos, hijos de Dios, herederos del cielo, hermanos y coherederos de Cristo, miembros de su cuerpo, templos de Dios, instrumentos del Espíritu Santo. Los que ayer estaban cautivos son hoy hombres libres y ciudadanos de la Iglesia. Los que ayer estaban en la vergüenza del pecado se encuentran ahora en la seguridad de la justicia; y no sólo libres sino santos" (Catequesis Bautismales, III, 5).

         Pues como dice San León Magno, "el sacramento de la regeneración nos ha hecho partícipes de estos admirables misterios, por cuanto el mismo Espíritu, por cuya virtud fue Cristo engendrado, ha hecho que también nosotros volvamos a nacer con un nuevo nacimiento espiritual" (Cartas, XXXI).

         El creyente puede testimoniar lo que Dios ha hecho con él: le ha devuelto la vida. Por esto invita a todos los pueblos a que bendigan al Dios que tan portentosamente le ha salvado y lo hacemos con el Salmo 65 de hoy:

"Bendecid, pueblo, a nuestro Dios, haced resonar sus alabanzas, porque él nos ha devuelto la vida y no dejó que tropezaran nuestros pies. Fieles de Dios, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo; a él gritó mi boca y lo ensalzó mi lengua. Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica, ni me retiró su favor".

         Dios cuenta con nosotros para la evangelización. Las oportunidades son signos que se nos ofrecen para hablar de ello. Si encontramos a alguien que gusta o está inquieto por la dimensión religiosa, viajemos con él como Felipe y aclarémosle cómo entendemos nosotros el mensaje de la fe en Cristo y en Dios nuestro padre.

Manuel Garrido

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         Un dignatario etíope va leyendo la Escritura, a la altura de Gaza y en su camino de vuelta de Jerusalén a Etiopía. Pero necesita ayuda y guía para entender el sentido de lo que lee. En contra de los que hablan de la "sola Escritura", la Biblia nos muestra que la comprensión de su sentido no es algo automático ni obvio, sino el resultado de integrarse en el sentir de la comunidad de creyentes. O dicho de otra manera: la Iglesia es el lugar natural de comprensión de la Biblia.

         Un ángel de Dios y luego el Espíritu Santo van guiando al diácono Felipe. La misión de los evangelizadores, incluso cuando los vemos solos y casi abandonados nunca es una tarea en soledad. Aunque la tierra tenga desiertos y montes, que no dejan ver la obra de los que predican el Reino, todo está patente a la mirada de los cielos.

         Es el Espíritu Santo quien le dice: "Acércate y ponte junto a esa carroza". La salvación de cada hombre es así también un acto de elección, un acto de predilección y ternura con que el Espíritu de Dios mueve a los evangelizadores para que hablen y mueve a los evangelizados para que escuchen y acojan lo que se les habla.

         El bautismo del etíope sucede de manera inesperada, casi informal. Acontece como un regalo más que rompe el camino de su carroza y de su vida. Estemos también nosotros dispuestos a que nuestros planes sean cambiados. Las normas y rituales son importantes pero no son un absoluto. El Dios que nos salvó tan admirablemente, sobrepasando toda expectativa y todo límite de la ley antigua, tiene derecho a introducir su "santo desorden" y a abrir caminos que no conocemos ni podemos entender a primera vista.

Nelson Medina

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         Interioricemos el papel desempeñado por los diversos actores en la escena narrada por los Hechos: el Espíritu Santo, el diácono Felipe, el eunuco etíope, el campo de evangelización. El Espíritu anuncia a Felipe (y a nosotros) que hay almas de buena voluntad que, viviendo con honradez su vida, están a la espera de nueva iluminación, y que nosotros, creyentes en cristo, somos los llamados a actuar. Si creemos en el Espíritu y la bondad divina, dejémosle insinuarnos lo que debemos hacer y cómo debemos obrar apostólicamente.

         Felipe representa a todos los cristianos que, adheridos al Señor Jesús, tienen desplegadas las antenas de su fe y sensibilidad y viven prestos a secundar la acción de la gracia y voluntad salvífica de Dios, nuestro padre. Subrayemos la prontitud de ánimo con que actúa Felipe y la delicadeza de su comportamiento.

         El eunuco representa, por una parte, a todas las semillas de verdad que Dios ha esparcido por el mundo de las religiones, para que todos, fieles a su luz, se salven; y, por otra, a todas las vocaciones misioneras que (en cualquier parte del mundo) han ido suscitándose y seguirán suscitándose por los siglos.

         Oremos por la fidelidad de cuantos sean llamados. El campo de evangelización (como hoy Etiopía) es el universo entero, que en cada una de sus regiones espera la luz de Cristo, y que quiere contar con nuestra generosidad de ofrenda y servicio.

José A. Martínez

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         El episodio del eunuco a quien evangeliza y bautiza el diácono Felipe es un relato típicamente lucano, bastante paralelo al de los discípulos de Emaús. En aquel caso, la catequesis la había realizado el mismo Jesús, y había desembocado en la fracción del pan. En el pasaje de hoy, es un diácono el que anuncia la fe y termina con el bautismo del neófito.

         La escena parece que tiene la intención de presentar cómo es el camino de la iniciación cristiana: el anuncio de Jesús, la fe, la celebración sacramental y la vida cristiana (evangelización, conversión, sacramento y vida).

         El proceso está bien descrito. El eunuco, pagano, tiene buena disposición religiosa, y a pesar de no poder ser admitido al pueblo de Israel, lee sus Escrituras. Y tiene curiosidad por saber quién es el Siervo de Yahveh.

         Felipe, a partir de esa situación, se sube a la carroza del eunuco (todo un símbolo), entra en diálogo con él y le explica las Escrituras. Del AT le ayuda a pasar al NT, y le da a conocer a Jesús como el Mesías, el Siervo y el Salvador (de igual manera que Jesús, a los de Emaús, les había invitado a entender los hechos actuales, a partir del AT).

         El eunuco etíope es bautizado, y sigue su camino lleno de alegría. ¿Fue el 1º pagano que recibió el Bautismo? ¿Dónde fue a parar? ¿Fundó alguna comunidad en su país? Por su parte, el diácono es conducido por el Espíritu a seguir evangelizando en otro lugar. No es extraño, por tanto, que el salmo responsorial de hoy sea misionero: "Aclama al Señor, tierra entera. Bendecid, pueblos, a nuestro Dios".

         El diácono Felipe (siempre guiado por Dios, que lleva la iniciativa) nos da una espléndida lección de pedagogía en la evangelización: ayudar a las personas (a partir de su curiosidad, de sus deseos, de sus cualidades) a que encuentren la plenitud de todo ello que buscan (en Cristo Jesús), y lo acepten con todas sus consecuencias.

         Felipe ayudó al eunuco a partir del AT que estaba leyendo. Cada una de las personas que encontramos tiene su particular AT, su formación, su sensibilidad, sus dones, sus ansias, sus miedos. Nosotros tendríamos que ser el diácono Felipe que sube a su carroza, les acompaña en su camino y les ayuda a descubrir a Cristo (igual que hizo el mismo Jesús, haciéndose compañero de camino de los de Emaús).

         El AT ha de ser leído desde Cristo, así como también los deseos humanos han de ser leídos desde Cristo. Muchos siguen buscando y preguntando dónde está el Mesías y el Salvador. Pero lo hacen en las sectas, en las religiones orientales, en los mil medios de huida de la vida hacia mundos utópicos. ¿Quién les anuncia a estas personas, jóvenes o mayores, que la respuesta está en Cristo Jesús? De un encuentro y un diálogo con nosotros, ¿suelen marchar las personas con una chispa de fe y con alegría interior?

José Aldazábal

 Act: 18/04/24     @tiempo de pascua         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A