23 de Enero
Martes III Ordinario
Equipo de Liturgia
Mercabá, 23 enero 2024
a) 2 Sam 6, 12-15.17-19
La lectura de ayer contaba 2 hechos muy importantes: la unción de David como rey de todo Israel, y la conquista de Jerusalén. La de hoy describe el traslado a Jerusalén del Arca de la Alianza. Si al elegir Jerusalén como residencia suya había hecho David de ella la capital política, al instalar allí el Arca la convierte en capital religiosa.
La capital política, asentada sobre la antigua ciudad jebusea fronteriza, entre el sur y el norte de Israel, supone la superación de la animadversión entre los 2 grupos rivales. Y la capital religiosa, a más de heredar antiquísimas tradiciones sagradas (Gn 14), será enriquecida con la posesión del Arca, y superará en importancia a todos los santuarios israelitas (sobre todo con la futura edificación del templo de Salomón, y más todavía con la reforma religiosa de Josías, que hizo de ella el único lugar donde se podrían ofrecer legítimos sacrificios).
A partir de David, el tema de la ciudad santa se une al conjunto de promesas y esperanzas (y una vez destruida, como tema de lamentación), y al conjunto de tradiciones religiosas de Israel. A Jerusalén subirá Jesús a morir y resucitar, en Jerusalén nacerá la Iglesia, desde Jerusalén se esparcirá el evangelio a todas las naciones, y con la visión de la nueva Jerusalén que baja del cielo se cerrará la Biblia (Ap 21).
El capítulo presente procede de la historia del Arca de la Alianza, que habíamos comenzado a leer en el libro I de Samuel (1Sm 4-6), aunque la redacción es de otro estilo. Y hallamos en su narración un resumen de los valores humanos de David, como profunda humanidad, su hiper-sensibilidad religiosa y su gran talento político. Raramente se encuentran, en la historia sagrada, estas 3 dimensiones en tan alto grado.
El Arca había sido el signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo, cuando hacía camino por el desierto. Y es el recuerdo de la Alianza lo que ha de dar unidad política y religiosa al pueblo escogido. El templo será construido fundamentalmente como santuario del arca, ante la cual se ofrecerán los sacrificios prescritos y será invocado y santificado el nombre de Dios.
La santidad de Dios se manifiesta, como en las religiones más primitivas, en forma de terror sagrado. De ahí que no fuese imposible que Ozá, habiendo tocado el Arca, muriese (al igual que en África hay quien sigue muriendo, literalmente de terror, por el conjuro de un brujo). David mismo tiene miedo, y renuncia a instalar el Arca en su casa (v.9).
La sensibilidad religiosa de David se revela en el entusiasmo con que danza ante el Arca, bien distinto de lo que hizo su esposa Mical (que le desprecia por haberse quitado las prendas reales para danzar). El hecho de que David tenga muchos hijos, pero ninguno de Mical, será interpretado como un premio para David y un castigo para ella (así como un rechazo de Dios hacia la casa de su padre Saúl, condenada a la extinción).
Hilari Raguer
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David hace introducir hoy el Arca de la Alianza en Jerusalén. Y al mandar transferir el Arca a Jerusalén, David actúa no sólo con fines políticos, sino también religiosos. En efecto, la antigua ciudad jebusea, admirablemente situada entre los 2 reinos hebreos (del norte y del sur), pasaba a ser ahora su capital política, pero en medio de una fiesta religiosa. Y eso con el fin de conferir al poder real la unidad religiosa, y forjar así unos cimientos todavía más profundos y sagrados.
Jerusalén queda constituida, así, en la ciudad santa de Dios. No obstante, no puede decirse que Dios esté más presente en ella que en otra parte (en el resto de la humanidad), pues será a través de Jerusalén desde donde Dios "plantará su tienda entre nosotros", y Jesucristo repartirá su alimento a todos los fieles del mundo, desde aquel Cenáculo de Jerusalén. De hecho, será allí, en Jerusalén, donde él decida morir y resucitar.
A través de la elección histórica de David, no podemos dejar de pensar que la humanidad entera tiene, en lo sucesivo, una capital y un símbolo de su unidad: Jerusalén, esa colina donde una cruz fue plantada, esa roca que sepultó el cuerpo de Jesús, ese punto de gravedad de la humanidad, ese momento pentecostal que cambió de sentido la historia.
No obstante, Jerusalén, cuyo nombre significa "ciudad de paz", ha sido siempre una ciudad constantemente desgarrada, y permanece hoy día como signo de la búsqueda de la humanidad por vivir todos juntos y como hijos de Dios.
Durante la procesión del Arca, David danzaba y daba vueltas con todas sus fuerzas "ante el Señor". David, rey de Israel, es el que organiza la liturgia, y a ella se entrega con todo su cuerpo y alma. Canta y danza, e incluso compone muchos de los salmos. Es una religión, la suya, exuberante y entusiasta.
Toda la casa de Israel acompañaba el Arca con "aclamaciones y resonar de cuernos", y se ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión. Tras lo cual se hizo una distribución a todo el pueblo: para cada uno, una torta de pan, un pastel de dátiles y un pan de pasas. ¡Qué religión tan alegre y comunitaria la del rey David! ¡Qué fiesta divina y humana a la vez!: la danza, el arte, los gritos, el banquete.
Tenemos mucho que redescubrir en ese sentido. Nuestras liturgias han llegado a ser demasiado silenciosas, demasiado pasivas, demasiado de "cada uno para sí". Y basta comparar la escena tan viva que se nos describe hoy (en el traslado del Arca a Jerusalén), con nuestras misas del domingo, tan a menudo apagadas y tristes. Quizás la juventud actual, sacudiendo un poco nuestras costumbres, nos ayudaría a reencontrar esta religión tan festiva y alegre.
Mi religión, ¿es una fiesta para mí? ¿Es mi dicha y alegría? Mi fe, ¿es una buena noticia? Y el evangelio ¿es para mí un maravilloso mensaje? ¿Soy yo de los que no abren la boca en la Iglesia, o de los que se aíslan? ¿O bien me esfuerzo en cantar, en aclamar, en participar en la liturgia?
Los hebreos y el arca iban delante del Señor y en presencia del Señor. Ése es el tema principal de hoy: vivir delante de Dios. David danza delante de Dios. Es toda mi vida la que se juega "delante de ti, Señor".
Noel Quesson
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David es hábil político, además de persona creyente. Ayer vimos que conquistó Jerusalén y estableció allí la capital de su reino. Ahora da un paso adelante: la hace también capital religiosa.
Hasta entonces Jerusalén, ciudad pagana, no tenía ninguna tradición religiosa para los israelitas, como podía tenerla por ejemplo Silo. David traslada solemnemente el Arca de la Alianza a su ciudad. Todavía no hay templo (lo construirá su hijo Salomón) pero la presencia del Arca va a ser punto de referencia para la consolidación política y religiosa del pueblo.
La fiesta que organiza con tal ocasión (danzando él mismo ante el Arca) es muy simpática, y de alguna manera significa el fin de la época nómada del pueblo. El Arca, en la Tienda del Encuentro, había sido el símbolo de la cercanía de Dios para con su pueblo en el periodo de su larga travesía por el desierto. Ahora se estabiliza tanto el pueblo como la presencia de Dios con ellos.
A pesar de que Dios está presente en todas partes, y podemos rezarle también fuera de nuestras iglesias, necesitamos lugares de oración, sobre todo para que nos ayuden en nuestros momentos de culto y de reunión ante Dios. Todos los signos de aprecio y veneración serán pocos para agradecerle este don.
David nos recuerda también con su actuación que necesitamos la fiesta, la expresión total (espiritual y corpórea) de nuestra pertenencia a la comunidad de fe y de nuestra relación con Dios. Por eso nos resulta aleccionadora la fiesta que él organizó, con elementos que continúan siendo válidos en la expresión de la fe: procesiones, oraciones, sacrificios, cantos, música, danza cúltica y comida festiva.
Necesitamos expresar exteriormente el aprecio que sentimos en el interior. A veces con formas litúrgicas y oficiales, y otras con manifestaciones de religiosidad popular, muy legítimas y a veces más eficaces y comunicativas. Lo importante es rendir a Dios nuestro mejor culto, dar a nuestra vida una conciencia mayor de pertenencia a la comunidad cristiana, y adquirir un tono más alegre de fiesta y comunión.
José Aldazábal
Act:
23/01/24
@tiempo
ordinario
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M U R C I A