19 de Abril

Viernes III de Pascua

Equipo de Liturgia
Mercabá, 19 abril 2024

a) Hch 9, 1-20

         La conversión de Pablo es, después de la resurrección de Cristo, el acontecimiento al cual el NT hace alusión más a menudo (Hch 9,1-20; 22,6, 21; Gal 1,11-17; 1Cor 15,3-8). Sobre el mismo, los relatos de los hechos concuerdan en ciertos elementos (como la ocasión del viaje perseguidor a Damasco, el tema de la luz que le rodea, su breve conversación con Cristo, su bautismo y su vocación misionera) y acusan también algunas diferencias, como la presencia de Ananías (Hch 9 y 22) y su ausencia (Gál 1 y Hch 26).

         Las diferencias entre los relatos son insignificantes, y posiblemente se debe a que que Lucas ha repetido 3 veces la conversión de Pablo para justificar la vocación apostólica de Pablo y que Pablo era verdaderamente apóstol, aunque no pertenecía al colegio de los Doce y no había conocido a Jesús (Hch 1, 21-22).

         El relato de hoy prueba que Pablo vio al Resucitado como los Doce, que el Señor le envió a predicar como envió a los Doce, y que quedó lleno del Espíritu como los Doce (Hch 2, 4). Lucas resalta que Pablo se afana en predicar la palabra (v.20), y que el sufrimiento que encuentra en el curso de su apostolado (v.16) autentifica su misión (Hch 5, 11).

         Las otras 2 narraciones sobre su conversión, que Pablo relata a las autoridades imperiales (Hch 22; Hch 26), reivindican para la religión cristiana un estatuto y autorización legal, ya que sus jefes proceden del judaísmo (religión aprobada) y las autoridades romanas han aprobado por 2 veces la actitud de Pablo. Y dejan claro que los móviles de la conversión de Pablo son 2: la glorificación de Cristo (v.3) y la presencia de Cristo en los fieles perseguidos (v.4).

         En el pasado, Saulo vociferaba con la muchedumbre contra Esteban, que pretendía ver esta gloria rodeando a Jesús (Hch 7, 54-57). Para un fariseo, en efecto, la gloria era propia de un Dios único, y era una blasfemia afirmar que Jesús se beneficiaba de ella.

         Hasta que en el camino de Damasco, y rodeado de una luz cegadora (de la que surgió una voz), Pablo se vio inmerso en una teofanía al más puro estilo del monoteísmo bíblico (Ex 24,7; Dt 4,123; Ez 1,27-28). En este caso, no a través de la voz de Dios, sino de Jesús (v.5). Pablo se unió así a la experiencia de Esteban.

         En el pasado, Saulo no podía ver la gloria de Jesús, porque ¿cómo iba a ver a Dios, si estaba cegado? (Ex 3,6; 1Re 19,13; Ex 33,18-22). Su ceguera le confirmaba en su fe, siendo el no ver a Cristo un argumento (para él) mucho más fuerte, en favor de su divinidad, que pretender reconocerlo.

         Hasta que ya en Damasco, y en medio de personas para él desconocidas, Pablo dio el paso definitivo en el descubrimiento del Señor. No pudo verle en su misma persona, pero sí descubrirle en su hermanos, en esa dimensión horizontal que a veces ayuda al misterio de la dimensión vertical (v.3).

         Por lo que se ve, Pablo no es un hombre que se oculta, y desde que comprendió el misterio (de Cristo resucitado) se ocupó de la fe y siguió las reglas del catecumenado. Después de haberse planteado una pregunta casi ritual ("¿qué debo hacer?"; v.6), el convertido se puso a disposición de la comunidad, y ésta apadrinó su esfuerzo (pajo el apadrinamiento de Ananías).

         La iniciación de Pablo duró al menos 3 días (Mc 8,2; Hch 10,30; 9,9), llevó consigo una imposición de las manos (v.12) y una cura de los sentidos (ephpheta) para introducirlo en el régimen de la fe (v.17), y terminó con el bautismo propiamente dicho (v.18). Pero al narrar la conversión de Saulo, Lucas quiere sobre todo describir su vocación apostólica. El evangelista ve en Pablo el responsable de la propagación del evangelio de Jerusalén a Roma.

         Los 3 relatos de la conversión se sitúan además en los 3 momentos decisivos de esta extensión: cuando la comunidad de Jerusalén empieza a emigrar (Hch 9), cuando el cristianismo se separa del judaísmo (Hch 22) y cuando llega a los confines de la tierra (esa Roma hacia la cual tiende todo el ministerio de Pablo, e incluso la narración de los Hechos).

         La visión luminosa de Damasco influenció toda la misión de Pablo y el contenido de su mensaje. Yendo a revelar esta luz a las naciones (Hch 26,17-18; 13,47), el apóstol siempre unirá mística y misión, revelación y apostolado.

         La 1ª consecuencia de la conversión de Pablo sobre su mensaje es el aspecto de revelación de este último (Gál 1, 11-12). Esta conversión pudo producirse al término de una larga reflexión o de una crisis psicológica: no por eso dejaría de ser un encuentro con un Dios desoído y el descubrimiento de una verdad insospechada.

         La 2ª consecuencia está en el aspecto histórico: el Dios que se aparece a Saulo se revela dentro de todo el aparato del monoteísmo judío. Pablo no tiene que renegar del pasado: está profundamente convencido de la unidad de la acción de Dios y de la continuidad de la historia de la salvación. Esto explica esa parte considerable del AT en sus escritos.

         La 3ª consecuencia es la doctrina paulina de la resurrección y del valor salvador de la cruz. En tanto que él era fariseo, Pablo no podía considerar la cruz más que como una maldición (Dt 21,23; Gal 3,13). El haber descubierto que el maldito había resucitado entraña para él la obligación de reconocer en la cruz un instrumento de salvación y sustituirla a la antigua ley.

Maertens-Frisque

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         Hemos llegado al revolcón de Pablo, que constituye el prólogo obligado a los capítulos que Hechos de los Apóstoles va a dedicar a Saulo (San Pablo). Este personaje ya había aparecido, como personaje secundario, en el relato de la muerte de Esteban. En aquel caso, Lucas tuvo mucho interés en acentuar su manía persecutoria, para poner de relieve su posterior manía evangelizadora.

         ¿Y qué podemos decir del relato de su conversión? Lo primero que se me ocurre es lo que, hace ya bastantes años, nos explicaba el profesor de NT. En este relato de la conversión, como en los 2 posteriores narrados por Lucas (Hch 22,3-21; 26,2-23), por ninguna parte aparece el famoso caballo del que supuestamente se cayó Pablo. Pero me temo que a estas alturas de la película va a ser difícil cambiar el guión. Lo de "caerse del caballo" ha pasado al arte, a la literatura y hasta al habla popular. Una vez que una expresión se encarna en el pueblo, no hay manera de eliminarla.

         Con caballo o sin él, lo que nos interesa ahora es caer en la cuenta de algunos detalles:

-el encuentro de Saulo con el Señor Jesús también se produce "en el camino" del centro (Jerusalén) a la periferia (Damasco);
-por 1ª vez se denomina camino al estilo de vida de la comunidad cristiana: Todos los que seguían el nuevo camino, hombres y mujeres;
-se da una identificación entre Jesús y su comunidad: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues".

         A diferencia de los otros 2 relatos de conversión, en este cobran importancia las mediaciones eclesiales en el proceso de la fe. Ananías representa la figura del mistagogo: "Hermano Saulo, el Señor Jesús que se te apareció cuando venías por el camino me ha enviado, para que recobres la vista y te llenes de espíritu Santo".

         El fruto del encuentro es el anuncio: "Se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios". ¿Qué significa, pues, convertirse? Cuando examinamos algunos relatos de conversiones, caemos en la cuenta de que, de un modo u otro, se reproducen los elementos que Lucas describe en la conversión de Pablo.

         Leyendo el relato con ojos de hoy, teniendo como fondo el desafío evangelizador, ¿podemos aprender algo? ¿Vemos con claridad alguna nueva perspectiva? ¿Nos ayuda este relato en nuestra tarea de acompañar a aquellos que están siendo alcanzados por la gracia del Señor? Y, más directamente aún, ¿entendemos mejor lo que nos está pasando a nosotros mismos?

Gonzalo Fernández

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         Hoy escuchamos la 1ª de las 3 versiones que el libro de los Hechos nos trae de la conversión de Saulo. Las otras 2 están en Hch 22, 5-16 y Hch 26, 10-18. Las 3 son muy similares y solo difieren en pequeños detalles, entre otros que las de los cap. 22 y 26 están en 1ª persona (en boca misma de Pablo que evoca su experiencia ante diversos auditorios), mientras que la que leemos hoy es narrada por Lucas.

         Nadie esperaba que el joven fariseo fanático y celoso, que estuvo presente en el linchamiento del protomártir Esteban, aprobando su muerte y guardando los mantos de los que lo apedreaban, y que luego perseguía encarnizadamente a los cristianos, fuera a terminar convertido en un fervoroso cristiano. Es que los caminos de Dios no son nuestros caminos, ni sus pensamientos los nuestros.

         Es lo que parece reprocharle el anciano Ananías al Señor que le ordena visitar y bautizar a Saulo. ¿Acaso no es un perseguidor de la Iglesia? ¿Acaso no viene a Damasco para hacer prisioneros a los cristianos? Pero Cristo lo ha elegido como instrumento de evangelización de los paganos. Una elección extraña, paradójica, que nos muestra el poder infinito del Señor resucitado que puede convertir al más violento perseguido en el más fervoroso de los apóstoles.

         En resumidas cuentas, tenemos que un joven perseguidor anti-cristiano (Saulo) se dirige de Jerusalén a Damasco con un encargo de las autoridades judías respecto a la naciente comunidad cristiana. De paso se nos informa que ya en la capital de Siria, la milenaria ciudad de Damasco que existe hasta nuestros días, había un grupo de cristianos. En el trayecto Saulo experimentó de alguna manera la llamada irresistible del Señor, al estilo de los profetas del AT.

         La experiencia vocacional sufrida por Pablo, pues, fue la que le llevó a integrarse en la comunidad cristiana de Siria, a recibir el bautismo con el don del Espíritu y a iniciar inmediatamente la misión que le fue encomendada. El libro de los Hechos de los Apóstoles se convertirá, a partir de este momento, poco a poco, en el libro de los Hechos del apóstol Pablo, que terminará por llenar todo el escenario de sus páginas.

         Aquel joven que iba a Damasco para encarcelar cristianos, ahora aparece por todas partes suscitando discípulos de Jesucristo. Como Pablo, cada cristiano deberá experimentar algún día, de manera profunda, su vocación. Cristo nos llama a cada uno, a todos. Para él todos somos instrumentos de evangelización.

Juan Mateos

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         Escuchamos hoy cómo Saulo es llamado misteriosamente por Dios a convertirse en uno de los grandes apóstoles, de aquella religión a la que él mismo perseguía. La conversión de Saulo es una verdadera vocación a ser primero discípulo de Cristo y luego un gran apóstol de su mensaje de salvación.

         Se trata de uno de los acontecimientos más grandes de la historia de la Iglesia. Un instrumento elegido por Dios para ser el apóstol de todos los siglos. Pablo murió, pero sus cartas siguen proclamando ese mensaje salvífico de Jesucristo. San Juan Crisóstomo dice, al respecto, sobre el apóstol:

"Qué es el hombre, cuán grande su nobleza y cuánta su capacidad de virtud lo podemos colegir sobre todo de la persona de Pablo. Cada día se levantaba con una mayor elevación y fervor de espíritu y, frente a los peligros que lo acechaban, era cada vez mayor su empuje. En medio de las asechanzas de sus enemigos, habla en tono triunfal de las victorias alcanzadas sobre los ataques de sus perseguidores, y, habiendo sufrido en todas partes azotes, injurias y maldiciones, como quien vuelve victorioso de la batalla, colmado de trofeos, da gracias a Dios. Imbuido en estos sentimientos, se lanzaba a las contradicciones e injurias, que le acarreaba su predicación con un ardor superior al que nosotros empleamos en la consecución de los honores, deseando la muerte más que nosotros la vida; la pobreza más que nosotros las riqueza...

Por esto mismo, lo único que deseaba era agradar siempre a Dios y, lo que era para él más importante de todo, gozaba del amor de Cristo; con esto se consideraba el más dichoso de todos; sin esto le era indiferentes los poderosos y los príncipes; prefería ser con este amor, el último de todos. Para él, el tormento más grande y extraordinario era el verse privado de este amor; para él, su privación significaba el infierno, el único sufrimiento, el suplicio infinito e intolerable" (Homilías sobre San Pablo, II).

         Por eso lo mejor que podemos hacer es cantar con el Salmo 116 de hoy: "Alabad al Señor todas las naciones, celebradlo todos los pueblos. Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad permanece por siempre". Dios ama, corrige, perdona, elige. Y a Pablo lo llamó por su nombre, y le concedió su gracia.

         El texto de hoy describe la transformación interior de Pablo de Tarso, el proceso de esa transformación y la preparación para un enorme cambio exterior de perseguidor en discípulo. Algunos detalles pueden ser secundarios; la sustancia, no lo es.

Manuel Garrido

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         La conversión de Pablo debe ser un acontecimiento importante para la primitiva comunidad, porque Lucas la cuenta nada menos que 3 veces en el libro de los Hechos (cap. 9, 22 y 26), y el mismo Pablo hace varias alusiones al episodio en sus cartas (Gál 1). Tal vez porque esta aparición del Resucitado a Pablo confiere autoridad a su ministerio apostólico (que algunos tenían por menos justificado que el de los Doce), y tal vez porque avala su carácter de misionero abierto a todos los países y razas (que era visto con suspicacia en ciertos ambientes). Las diferencias de matices entre los varios relatos no nos interesan mucho aquí.

         Al escuchar hoy por extenso el relato de la conversión de Pablo y del inicio de su ministerio predicador en Damasco, uno no sabe qué admirar más: el plan sorprendente de Dios, la respuesta de Pablo o la actitud acogedora de la comunidad de Damasco.

         La iniciativa ha sido de Cristo Jesús. Pablo era de las últimas personas que uno esperaría que fueran llamadas como apóstoles de Cristo. Dios nos sorprende siempre: tanto en el AT como en el NT la elección que hace de las personas parece a veces la menos indicada para los fines que se pretenden conseguir. "Soy Jesús, a quien tú persigues". ¿Elegir como testigo suyo al que más está persiguiendo a su comunidad? Ante las reticencias lógicas de Ananías, Jesús responde defendiendo a Pablo: "Anda, ve, que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre".

         Esta elección de Cristo tiene éxito porque también Pablo pone de su parte una respuesta decidida. Tiene calidad humana y religiosa, ofrece buena materia prima a la obra de Dios. "¿Quién eres, Señor?". La respuesta de Pablo a Cristo es firme y generosa, y lo será toda su vida. Hasta ahora, Pablo ha puesto su entusiasmo al servicio de una causa que creía justa, hasta con intransigencia. Ahora, el encuentro con el Resucitado le ha transformado.

         Pablo se levanta, va a Damasco, recorre el camino de la iniciación bautismal y se dedica con decisión a la nueva causa, empezando a anunciar a Cristo Jesús. Pronto se convencerá de que esto le va a acarrear muchos disgustos: no le recibirán siempre bien en la comunidad cristiana, y sobre todo los judíos le tacharán de traidor. Por eso Jesús le manda decir: "Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre".

         Tiene mérito también el que Ananías y la comunidad de Damasco, superando bastante rápidamente las naturales suspicacias, acojan a Pablo en su seno y se presten a guiarle a su nueva situación. Pues en Jerusalén no le van a recibir tan bien, y tan sólo Bernabé le facilitará el camino para su adaptación a la comunidad.

         Después de escuchar la conversión de Pablo, podemos preguntarnos, a modo de examen, si nosotros solemos actuar como los tres protagonistas del relato. ¿Sabemos dar un voto de confianza a las personas, como hizo Cristo con Pablo?

         En nuestra vida personal, ¿respondemos nosotros a la llamada de Dios con la misma prontitud incondicional que Pablo? Como comunidad, ¿tenemos un talante de acogida para todos, incluso para aquellos que han caído en falta o nos resultan menos cómodos? ¿O ha habido personas que podrían haber sido muy válidas si hubieran encontrado en nosotros más acogida que la que encontraron?

         El relato ha sido proclamado, no para que nos enteráramos de lo que sucedió hace 2.000 años, sino para que ilumine nuestra actuación concreta en la vida.

José Aldazábal

 Act: 19/04/24     @tiempo de pascua         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A