1 de Agosto

Jueves XVII Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 1 agosto 2024

a) Jer 18, 1-6

         Escuchamos hoy la palabra que Dios dirigió a Jeremías, tras las quejas de ayer de Jeremías: "Levántate y baja donde el alfarero, que allí mismo te haré oír mis palabras". Es decir, ponte a observar cómo trabaja la gente, y reflexiona sobre su simbolismo, porque Dios te hablará a través del metalúrgico, del labriego, del alfarero, del agente de policía o del albañil.

         Si hacemos un recuento de los hechos simbólicos vividos por los profetas, realmente Jeremías bate el récord entre todos ellos, aparte de lo asombroso que resulta su variedad en su propio drama personal con su mujer (Os 1, 3), los nombres de los hijos de Isaías (Is 7,3, 8,1; 8,18), el ramo de almendro y la marmita (Jr 1, 11-14), la faja escondida en el Eúfrates (Jr 13, 1), la jarra (Jr 19), los higos (Jr 24), el yugo (Jr 27), el campo comprado (Jr 32), el ladrillo grabado (Ez 4, 1), el alimento racionado (Ez 4, 9), la marmita (Ez 24, 3), los dos bastones (Ez 37, 15)... ¿Sabemos nosotros vivir con los símbolos, o esos humildes signos hechos para nosotros?

         Entonces bajó Jeremías a la alfarería, y he aquí que "el alfarero estaba haciendo un trabajo al torno", y "cuando el vaso que estaba haciendo se estropeó, volvió a empezar otro vaso, según es costumbre entre los alfareros". Jeremías, de momento, se limitó a observar, compadeciéndose de aquel alfarero que quería hacer tal tipo de vaso, y la arcilla se le resistía (ya sea que por demasiado húmeda, o por demasiado seca). Pero lejos de desanimarse, aquel alfarero hizo de nuevo una bola de arcilla, y comenzó otra pieza con el mismo barro.

         Pues bien, Dios quiso que el profeta experimentase esta sencilla parábola, para que él mismo le diera un significado espiritual. Así actúa Dios con nosotros, sin desanimarse nunca y probando otra cosa, pues como él mismo contestó a Jeremías: "¿No puedo hacer yo con vosotros, casa de Israel, lo mismo que este alfarero?".

         No obstante, en la parábola de Dios hay un cierto tono de amenaza, por parte de Dios. Pues el artesano puede destruir su obra y comenzar otra, y de igual modo, si Israel no se deja modelar según el proyecto de Dios, Dios puede destruirlo y realizar su proyecto con otros pueblos.

         De todas formas, nos quedamos con la lección principal: "Como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano". Es decir, estamos en manos de Dios, que quiere hacer algo de mí, y que si me dejo modelar, hará algo bueno de mí.

         La imagen del alfarero es un tema frecuente en la Escritura, y desde el Génesis Dios formó a Adán del barro (Gn 2, 7). Isaías insistía en la dependencia absoluta del hombre con respecto a su creador (Is 29, 16), y San Pablo dirá también: "¿No es el alfarero dueño de su arcilla?" (Rm 9, 21). Una imagen, pues, que muestra la iniciativa absoluta de Dios respecto al hombre.

         Señor, hoy acepto libremente estar en tus manos. Modélame según tu agrado, y concédeme ser cada día más dócil a los impulsos de tus dedos divinos. Termina en mí tu creación.

Noel Quesson

*  *  *

         ¡Qué bonita es la 1ª lectura de hoy! Sobre todo porque Dios pide a Jeremías que baje a casa del alfarero para hablarle, y decide hablarnos desde lo cotidiano, desde la actividad de los hombres, desde lo que podemos comprender.

         Pero detengámonos un instante en los 3 personajes que aparecen en escena, porque uno de ellos (Jeremías) obedece la llamada del Señor, y por eso es capaz de escuchar el mensaje. El 2º personaje (el alfarero) va creando con paciencia y tesón una vasija a su gusto, sin importarle tener que empezar de nuevo cada vez que el cacharro se estropea. Y por último, el mensaje nos interpela a nosotros (el 3º personje): "Como está la arcilla en manos del alfarero, así estáis vosotros en mis manos". Es decir, ¿acaso no puede Dios hacer con vosotros igual que hace el alfarero?

         Creer esto da mucha tranquilidad (a mí al menos), al saber que siempre estamos en manos de Dios, que él nos va creando y recreando con paciencia, y que muchas veces lo hace a pesar de nuestras resistencias. Al mismo tiempo, creo que hemos de sentir la necesidad de colaborar a esa obra creadora de Dios, mediante nuestra docilidad, flexibilidad y ductilidad. Porque la obra no puede llevarse a cabo sin nosotros.

Lidia Alcántara

*  *  *

         La Escritura nos dice que Dios formó al hombre del barro de la tierra, e insufló en sus narices aliento de vida. Y que el hombre fue un espíritu viviente. Pues bien, hoy el profeta Jeremías nos interpela: "¿Es el alfarero como la arcilla, para que le diga la obra a su hacedor No me has hecho, y la vasija diga de su alfarero No entiende el oficio?".

         Tal vez, en algunas ocasiones no comprendamos a fondo los planes de Dios sobre nosotros. Pero si queremos llegar a nuestra perfección en él, hemos de aprender a escuchar su voz ,e ir tras Aquel que es el camino que nos conduce al Padre: Cristo Jesús. Él es el hombre perfecto; y unidos a él será nuestra la perfección, y la gloria que a él le corresponde como a Hijo único de Dios.

         Tal vez nosotros quisiéramos hacer nuestro camino de salvación a nuestro modo, y a la medida de nuestras aspiraciones (quitando todo aquello que pudiese reportarnos algún sacrificio, renuncia o entrega). Sin embargo, el divino Alfarero es el que llevará a cabo su obra en nosotros, para que lleguemos, conforme a su voluntad, a la perfección. ¿Quién será grato a tus ojos Señor?

         El Hijo amado del Padre, en quien él se complace, es Aquel que, aún siendo Hijo, por los padecimientos aprendió la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen. Quien quiera ser grato a Dios no puede ir por un camino diferente al que nos manifestó el Señor de la Iglesia.

José A. Martínez

*  *  *

         Escuchamos hoy otro gesto simbólico de Jeremías, tras el cinturón de lino que leíamos anteayer: la Parábola del Alfarero, un trabajador que, al moldear una vasija con barro, si no le sale como quiere, vuelve a utilizar el mismo barro para otra que le salga mejor. La intención simbólica podría ser doble:

-o se está diciendo a Israel que no juegue con Dios, porque podría muy bien elegirse otro pueblo que le responda mejor (algo parecido a la parábola de los viñadores infieles de Jesús, que anuncia que Dios pasará su Reino a otros mejores),
-o se está acentuando que Dios tiene paciencia (como el alfarero), y que si no le sale la forma que quería, vuelve a probar de nuevo con la misma arcilla.

         Todos somos, en manos de Dios, como el barro (o la arcilla) en las manos del alfarero. Él nos trata personalmente (uno a uno), y por eso somos originales, irrepetibles y sin clonación alguna. Pero ¿nos dejamos moldear según la imagen que él quiere, o le defraudamos?

         Adán, según el Génesis, fue formado del barro de la tierra, en una imagen antigua que expresa bien cómo dependemos de Dios, cómo deberíamos ser dóciles en sus manos de Artista supremo, y cómo disponibles a lo que él quiera. Por otro lado, ya sabemos muy bien que lo que él quiere de cada uno de nosotros: ser la imagen de su Hijo. La lástima es que queramos resistirnos.

         Pablo usaba el mismo lenguaje: "¿Acaso la pieza de barro dirá a quien la moldeó: Por qué me hiciste así? ¿O es que el alfarero no es dueño de hacer de una misma masa unas vasijas para usos nobles y otras no?" (Rm 9, 20).

         Los santos son las figuras que mejor le han salido a Dios, como para exponerlas en un museo a la vista de todos y empezando por María de Nazaret, la madre de su Hijo (la obra maestra de este taller divino de alfarería). Mientras que nosotros, tal vez, no le damos demasiadas satisfacciones y defraudamos al Alfarero, porque no nos dejamos moldear por sus manos.

         Otro profeta, Isaías, usaba la misma comparación y nos sugería una oración humilde para que Dios no pierda la paciencia con nosotros: "Señor, tú eres nuestro Padre, nosotros somos el barro, y tú eres el alfarero: todos somos obra de tus manos. No te irrites, oh Dios, demasiado, ni para siempre recuerdes la culpa" (Is 64, 7-8). Además, podríamos aprender la paciencia del alfarero, cuando algo nos sale mal entre las obras que llevamos entre manos. No se trata de romper, sino de volver a empezar.

         Como hace Dios con nosotros, año tras año y respetando los ritmos de las personas, buscando su bien y no su satisfacción. El salmo responsorial de hoy parece interpretar la página con esperanza: "Alaba, alma mía, al Señor. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor su Dios".

José Aldazábal

 Act: 01/08/24     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A