1 de Octubre
Martes XXVI Ordinario
Equipo
de Liturgia
Mercabá, 1 octubre 2024
a) Job 3, 1-13-17.20-23
Después de la 1ª aceptación del sufrimiento, cuya admirable expresión leímos ayer, hoy escuchamos de boca de Job el grito de dolor y de rebeldía: "Perezca el día en que nací, y la noche que declaró: Un varón ha sido concebido. ¿Por qué no morí en el seno materno?". Se hace eco así Job de todos los hombres del mundo que sufren y piensan que para qué vivir, deseándose incluso la muerte.
Notemos, sin embargo, que Job no formula ninguna maldición contra Dios, sino que lo que maldice es el día de su nacimiento. ¿Sé yo escuchar las quejas y lamentos de los hombres de hoy? ¿Sé llevar a la oración mis propias pruebas? A Dios no le asombran nuestros gritos, porque no le intimidaron los gritos de Job. E incluso supo escuchar de su propio Hijo expresiones tan humanas como "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
Pero volvamos a las palabras de Job, porque no tienen desperdicio. Sobre todo cuando dice que "en la muerte descansan los exhaustos", que "los desdichados ansían la muerte" y que "los amargados buscan la muerte con más avidez que un tesoro".
No hay que juzgar estas palabras de Job, porque por doquier hay en nuestro planeta, en este momento, multitudes humanas que están gimiendo con quejas equivalentes, tanto por tener enfermedades incurables como por vivir abandonados o por sufrir un hambre atroz. Señor, escucha este inmenso gemido que sube desde la tierra al cielo, y conviértelo en un sufrimiento redentor, haciendo que germine en esos corazones anonadados la vertiente del amor. Y haz que muchos hombres se pongan generosamente al servicio de toda esa humanidad sufriente, para curar y consolar. Que el amor germine y crezca para con todos los afligidos.
El libro de Job es el libro de los por qué, y tras los deseos de muerte viene el 1º de ellos: "¿Por qué dar vida a un hombre que ve cerrado su camino, y a quien Dios tiene cercado?". La pregunta va dirigida a Dios, y plantea por qué razón existe la desgracia. Pero es también la pregunta que el hombre se plantea a sí mismo.
Interrogar es propio del hombre reflexivo, y el simple hecho de que un por qué se deslice en el núcleo de la rebeldía es suficiente para probar que la existencia no se reduce al mal. Si el hombre se plantea preguntas, es porque sigue siendo capaz de tomar perspectiva, de imaginar que todo podría ser de otro modo, de mostrar que todavía queda en él el dinamismo de la vida y de la felicidad.
De otra parte, si el hombre pregunta a Dios, aunque sea con dureza, es porque reconoce su existencia. Si Dios no existiera, no cabría hacerle pregunta alguna, pues nadie pregunta nada a la nada, y con la nada por delante los por qué no estarían tan sólo sin respuesta, sino que no tendrían tampoco objeto. Jesucristo es la única respuesta de Dios a todos esos por qué.
Noel Quesson
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Escuchamos hoy el comienzo del drama de Job. Hasta ahora hemos leído una historia edificante, pero a partir de este momento se nos presenta el problema del hombre entero enfrentado ante el sufrimiento. Pero el autor no tiene prisa, y avanza poco a poco, complaciéndose como gran poeta en imágenes brillantes.
La 1ª reacción de Job no hace honor a su fama tradicional de persona paciente, pero es muy humana. Hemos visto que ha perdido todo (incluso la fama), y por eso clama desde el fondo de su postración. Sólo más tarde la recuperará. Pero antes, el autor quiere presentarnos la desgarradora cuestión: ¿Por qué da Dios la vida a los desdichados?
Job maldice el día que lo vio nacer, pues de no haber existido ese día él no habría venido a la vida. Los vv. 10-12 se inspiran en Jeremías, cuando dijo: "Maldito el día en que nací, maldito el que dio la noticia a mi padre: Te ha nacido un hijo, dándole un alegrón. ¿Por qué no me mató en el vientre? Así habría sido mi madre mi sepulcro" (Jr 20, 14-18).
Aunque las palabras de Job no alcanzan tanta altura poética, el pensamiento es el mismo: a un ser desgraciado le habría valido más no nacer. Pero no se trata sólo de eso, pues la muerte lo iguala todo y cuidará de nivelar las diferencias. Las palabras de Job son, más bien, un clamor contra todas las injusticias del mundo. Es cierto que hay un Dios que hace justicia, pero esto aquí abajo apenas se nota, y a lo mucho se adivina. Lo que únicamente Job ve es a un Dios demasiado exigente, que lo acorrala por todas partes, y que al parecer sólo se preocupa de atormentarle.
El 1º sentimiento del hombre es, por tanto, pensar que es mejor no nacer, pues así se ahorraría muchas penas. Como se ve, no ha llegado aún la teología al libro de Job, y tampoco pasa por alto su autor ni siquiera las expresiones escandalosas.
Lo que el autor desea es que nos demos cuenta de cómo un inocente (Job) se enfrentó al escándalo y al dolor. He aquí el núcleo del drama: un inocente que sufre. ¿Y qué sentido tiene esto? ¿O dónde está el Dios justo? A estas cuestiones irá respondiendo el libro. De momento, la solución es la de uno que no conoce al Dios de Job.
Josep Mas
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Hay momentos a los que nunca quisiéramos llegar (días de dolor, de sufrimiento, de angustia, de enfermedad, de desgracia), pero esos momentos se dan, y a ellos hemos llegado. Entonces quisiera uno refugiarse en el seno materno y volver a la tierra de la que fue formado, como le sucedió hoy al santo Job.
Pero aún en los momentos más arduos de nuestra vida, no podemos claudicar cobardemente, sino que debemos continuar trabajando, arduamente, por un nuevo orden de cosas y por una nueva humanidad, a ser posible revestida de Cristo Jesús. El momento en que nuestro cuerpo regrese a la tierra de la que fue formado, y nuestro espíritu vuelva a Dios, ya no habrá posibilidad de ello. Y por eso hemos de aprovechar este tiempo de gracia que se nos ha concedido.
Demos gracias a Dios por la vida que nos ha concedido, y agradezcámosle el habernos enviado a su propio Hijo para padecer y dar su vida por los demás, y para que todos tengan la misma oportunidad de salvación.
José A. Martínez
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Se nos hablaba ayer en la 1ª lectura de la paciencia de Job. Pero hoy esta lectura da un viraje de 180º y presenta unas calamidades aún mayores (la enfermedad de la lepra, la hostilidad de sus familiares y amigos...). En definitiva, Job sufre una crisis profunda en su fe en Dios.
También influye en esta crisis de Job la presencia de sus 3 amigos, que le vienen a consolar pero que en realidad lo que van a hacer es de abogados del diablo, sugiriéndole dudas y atacándole. Job estuvo 7 días en silencio, acompañado de estos amigos, hasta que finalmente prorrumpe en el tremendo grito de rebelión que escuchamos hoy.
A Job se le ha derrumbado todo: el apoyo de los suyos, su fe, su concepto de la bondad de Dios... Y se formula una y otra vez la gran pregunta: "¿Por qué?". El grito de Job es desgarrador, maldiciendo incluso el día en que nació: "Muera el día en que nací. ¿Por qué no perecí al salir de las entrañas de mi madre? ¿Por qué dio a luz mi madre a un desgraciado, al hombre que no encuentra camino porque Dios le cerró la salida?".
Como se ve, ya no queda nada del paciente Job de ayer, o por lo menos hoy se ha convertido en el rebelde Job, ante la crisis que le invade. Una crisis que, por un lado, es muy humana (pues la cadena de los por qué sigue estando presente en sus labios), pero por otro lado es muy peligrosa, pues le hace maldecir su propia vida y hasta rebelarse contra Dios (el cual le parece caprichoso e injusto, al castigar a un inocente y no al culpable).
Se trata de un grito que no es sólo es un grito de Job, sino que fue el grito de Jeremías siglos atrás, en otra crisis muy semejante: "Maldito el día en que nací, y que no me hiciera morir en el seno materno, pues ¿para qué haber salido, a ver pena y aflicción?" (Jr 20, 14-18). Unos gritos que, en su origen, sienten la misma incertidumbre: "¿Por qué tienen suerte los malos?" (Jr 12, 1).
Se trata del grito de Jesús en la cruz, que en el colmo del dolor y de la soledad exclamó: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Es el grito de los que han sufrido y siguen sufriendo injustamente.
Pero lo que más duele no es sufrir la desgracia de los inocentes, sino el ver que los malvados se salen con la suya, y a ellos Dios no los castiga. ¿Por qué? Cuando nos toque vivir días tan oscuros como los de Job, hagamos nuestro el salmo responsorial de hoy: "Señor Dios, de día te pido auxilio, y de noche grito en tu presencia. Mi alma está colmada de desdichas, porque tú me has colocado en lo hondo de la fosa".
El Sábado Santo fue todo oscuridad para Jesús, pero esa noche oscura amaneció como mañana de resurrección. ¿Sabemos convertir en oración nuestra duda? ¿Sabemos fiarnos de Dios de igual manera que hizo Job? ¿Y si no entendemos el porqué?
José Aldazábal
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Ayer resumíamos el mensaje de las lecturas en la palabra humildad, y hoy habría que hacer lo mismo con la palabra rebeldía, aunque ésta no llegue a lo hondo del asunto. Pero vayamos por partes.
El santo Job de ayer se transforma en el rebelde Job de hoy cuando experimenta un profundo desgarro interior (que ayer no experimentó), que le lleva a no desear seguir viviendo (o maldecir el día que nació). El salmista da, si cabe, un paso más, y se encara directamente con Dios, diciendo que él fue la causa de todas las desgracias de Job.
Mas, ¿cómo es posible que tales textos formen parte de nuestras escrituras sagradas, cuando rayan con lo blasfemo? ¿En qué se parece todo esto a la confianza en el Señor, al agradecimiento por la vida, o a la ternura de Dios? No, no hay parecidos, pero tampoco es pertinente ofrecer respuestas sacadas de contexto.
En estos días las lecturas nos acercan a la vertiente más dura de la vida, que es la incomprensión, el abandono y el dolor. Una lección sí podemos extraer: que la rebeldía no es exclusiva de increyentes, pues estos textos son sagrados y forman parte (o mejor, deberían formar parte) de nosotros mismos.
Hemos de comprender el significado de todas estas cosas planteadas por Job, sin que por ello nos dejemos llevar por el ámbito de lo sacrílego. Lo mismo que Job, que no se dejó llevar por el lado oscuro de la vida, sino que aceptó (de mala gana, eso sí) pasar por la experiencia del dolor, para llegar así a conocer el verdadero rostro de Dios. Fue un caso extremo de la vida, pero que el hombre también supo superar: sacar alegría verdadera, de la fuente del dolor.
Dominicos de Madrid
Act: 01/10/24 @tiempo ordinario E D I T O R I A L M E R C A B A M U R C I A