CONCILIO
DE CALCEDONIA
a)
Contexto
del Concilio
b)
Contenido
c)
Comentario sobre
el Concilio
_________________________________________
Desde la Antigüedad, Antioquía
de Siria y Alejandría
de Egipto eran antagónicas a nivel religioso. Así pues, es explicable que al
proceso de nestorianismo[1]
patrocinado por Antioquía -sede mimada por Constantinopla-, surgiese como
replica el posicionamiento a favor del monofisismo[2]
por parte de Alejandría[3].
El Concilio de Efeso-431 y su
posterior Edicto de Unión-433 habían resuelto parcialmente el problema de las
dos doctrinas en juego:
-Antioquía
reconocía que las 2 naturalezas en Cristo estaban unidas intrínsecamente,
-San Cirilo de Alejandría renunciaba a utilizar en adelante sus expresiones.
Pero las dos escuelas y sus seguidores no habían firmado la paz.
Recurriendo ambas a elencos infinitos de citas patrísticas, y a portavoces hábiles
en lides teológicas (Dioscoro lo haría en Alejandría, y Teodoreto en Antioquía),
la batalla doctrinal reanudó su
andadura.
Si antes había sido Nestorio de Antioquía el que había sacado de
quicio la polémica, arropado por la mayoría de constantinopolitanos[4],
ahora será Eutiques,
en Alejandría y arropado por Crisafio el Eunuco (gran influenciador sobre la
emperatriz Eudoxia), su dinamitador.
La
herejía monofisita de Eutiques había eliminado la naturaleza humana, y
distinta a la divina, de Cristo. Por otro lado, Eusebio
de Dorilea había puesto una denuncia formal, el año 448, en la
corte imperial.
El
patriarca Flaviano
trató de conciliar. Pero los antioquenos insistieron en sus denuncias a
Constantinopla[5],
y Flaviano tuvo que admitir, bajo presión y en sínodo regional, las 2
naturalezas antioquenas, obligando a todos a admitirlas.
Eutiques
acudió a la corte patriarcal y, aferrándose más que nunca a las antiguas
formulas cirilianas, defendió su monofisismo mediante la idea de absorción (de
la naturaleza humana en la divina). En el posterior Sínodo de Constantinopla-449, Flaviano lanzó un anatema contra Eutiques y contra sus
partidarios.
Toda la ciudad de Alejandría, en sus calles y pasquines, protestó
contra el fallo del Sínodo de Constantinopla-449. Así, y en medio de revueltas
populares, Dioscoro y Crisafio acudieron a Roma para apelar
solemnemente al papa León Magno[6],
con un informe detallado de los acontecimientos.
El pontífice León I percató pronto la
gravedad y complejidad del asunto, e informándose personalmente por medio de
Flaviano y emisarios privados, compuso ese mismo año 449 la Epístola
dogmatica, en la que exponía e imponía la doctrina católica sobre
las 2 naturalezas de Cristo, sin discusiones y con el camino marcado para su
cumplimiento. Fue dedicada, de forma enérgica y cariñosa, al mismo Eutiques,
al emperador Teodosio y al patriarca Flaviano.
Se aprobaba así solemnemente lo afirmado en el sínodo de
Constantinopla.
Las
revueltas
alejandrinas no se hicieron esperar, atizadas por Dioscoro, y
llegaron a la Corte bizantina por medio de Crisafio (amigo personal de la
emperatriz). El emperador decidió convocar un sínodo general de Oriente para
guardar las formas, con Efeso como escenario elegido, y con la idea de dejar
por zanjado el asunto, ante la solemnidad de lo dictado por el papa.
Pero
fue todo lo contrario. Los monjes
del desierto de Alejandría, más de 300 y encabezados por el fanático
Barsumas, se presentaron con la idea de destruir todo lo acordado en el Sínodo
de Constantinopla-449. Sin dejar hablar a la parte contraria, y poniendo ellos
mismos a Dioscoro como presidente[7]:
-se
mandó absolver todo lo condenado en Constantinopla,
-se
apresó a Flaviano y se le llevó a un lugar desconocido,
-se
trató de encarcelar a los delegados papales.
Escapado de Efeso el delegado papal Hilaro, regresó a Roma y contó lo
sucedido al Romano Pontífice, que:
-declara
nulo el Sínodo de Efeso-449,
-repone
la sede de Constantinopla, confiándola a su colaborador Anatolio,
-convoca
un gigante
concilio ecuménico, bajo su misma presidencia.
Enviadas las cartas a todas las sedes episcopales de la Cristiandad,
orientales y occidentales, a los dos emperadores Teodosio II de Oriente y
Valentiniano III de Occidente, y a los embajadores civiles de ambas, el papa León
Magno convocó a todos para el Concilio IV Ecuménico, a celebrar en Nicea para octubre del 451.
CONTENIDO
DEL CONCILIO
Tuvo lugar en Calcedonia, y no en Nicea y según lo pensado en un primer
momento[8],
dada la rapidez y eficacia que se precisaba, y como apoyo simbólico eclesial
hacia el patriarcado constantinopolitano, descabezado en el latrocinio de Éfeso.
630[9]
fueron los prelados que llegaron a la aldea del Bósforo, junto a los
emperadores Marciano I y Pulqueria[10],
los 2 delegados papales, los obispos desterrados del Oriente, los restos
difuntos del patriarca Flaviano (recibidos solemnemente y con vítores por todas
las calles de Bizancio), la presidencia y estreno en su puesto del nuevo
patriarca de Constantinopla, Anatolio, y los partidarios y detractores de ambas
posiciones doctrinales.
Calcedonia fue comenzado con la lectura solemne del símbolo de Nicea, la
añadidura del Constantinopolitano I, las 2 cartas de San Cirilo de Alejandría,
y la Epístola dogmatica del papa San León Magno. Tras la cual el
colegio en pleno se puso en pie y exclamo: “Así lo creemos todos, y esta es
la fe de los apóstoles. Pedro ha hablado por la boca de León”[11].
Se pasó a continuación, y en una segunda ronda de sesiones, a la
condena de Nestorio y Eutiques, y a sus doctrinas heréticas nestoriana y
monofisita. Se configuró además, la doctrina calcedoniana y católica
definitiva sobre las 2 naturalezas de Cristo, asumiéndose como documento de fe.
En la tercera y última ronda de sesiones se redactó la carta-resumen
conciliar, con sumisión absoluta al Romano Pontífice, y ésta fue leída y
firmada en público.
En
la última ronda de sesiones de Calcedonia se había redactado la carta-resumen
conciliar, con sumisión absoluta al Romano Pontífice, leyéndose y firmándose
en público. Los 2 legados papales Lucenio y Pascasio se habían despedido con
los asuntos resueltos, y los padres se disponían para regresar. Pero fue
entonces cuando surgió la chispa bizantina, esa que nunca acababa de zanjar las
cosas (no obstante lo anterior, que ya estaba del todo zanjado).
En
efecto, y según se recoge en el canon 28 (inexistente en la carta-resumen
firmada por unanimidad, y ya rumbo en barco hacia Roma), el novato emperador
bizantino, Marciano I, arremetió con 2 pronunciamientos partidistas:
-la
cuestión de los 3 capítulos[12],
-la
equiparación de Constantinopla a Roma en el ámbito oriental
La ortodoxia triunfo en Calcedonia, y mostró la mejor de sus lecciones
pedagógicas. Entre líneas y doctrinas difíciles, partidistas, rigoristas,
minimalistas… Calcedonia alcanzó el cénit de la diplomacia e inteligencia
eclesial, y la más limpia de las explicaciones catequéticas sobre la persona y
naturaleza de Cristo.
Así, pues, quedó definido dogmáticamente que Jesucristo tenía:
-1
persona (divina),
-2
naturalezas (1 humana + 1 divina),
-1
inteligencia y 1 voluntad (humano-divina).
Las otras dos cuestiones “para-calcedonianas” del canon 28,
comunicadas a los delegados papales a su llegada a Roma, y anuladas
inmediatamente por el papa León Magno, ya fueron otro asunto distinto, y tendrían
que ser solventadas lenta y pacientemente desde Roma, no resolviéndose
totalmente hasta la llegada del papa San Gregorio Magno (590-604).
COMENTARIO
SOBRE
EL CONCILIO
La ortodoxia y la autoridad de Roma habían salido triunfantes del
Concilio de Calcedonia. Los emperadores occidentales y orientales, por su parte,
también dieron cumplimiento inmediato a lo dispuesto en el Concilio[14].
Eutiques y Dioscoro fueron desterrados, y el año 452 aparecieron en
Constantinopla diversos edictos para zanjar por completo las herejías. La
eliminación del canon “28”, que había dictado el papa, también había
devuelto la tranquilidad al Oriente.
Aun así, variadas fueron las acogidas de las condenas heréticas en las
diversas sedes orientales, que los herejes supieron utilizar para mezclar con la
cuestión de la primacía entre las sedes orientales.
La primera batalla la dieron los monofisitas, como es lógico, en
Alejandría[15],
y allí donde habían sembrado su doctrina. Tras esta primera revuelta, se
decidieron a extender sus tesis sobre las sedes vecinas, llegando a inundar
Jerusalén[16]
y Antioquía[17].
León había sido desde sus comienzos el emperador que había
introducido, al mismo tiempo que Occidente se iba despidiendo del panorama
imperial, la doble identidad del Imperio bizantino:
-la
fastuosidad y exuberancia oriental, en la corte y ornamentación,
-el
absolutismo del emperador, especie de basileus
con todos los poderes, civiles y religiosos.
No obstante, supo también León I (457-474) mantener la unidad con el Imperio
occidental, y eso lo plasmó en la defensa que hizo de Calcedonia, de la
ortodoxia, y de los sofocos que hizo de los conatos post-calcedonianos y casi
cismáticos, que los rebeldes habían iniciado a sembrar.
Utilizando la fuerza armada imperial, León arrojó de las sedes
patriarcales a los usurpadores Timoteo Ailuros y Pedro Fullón, ayudando a
reponer las sedes de Alejandría y Antioquía con los pro-papales Timoteo
Solofaciolo y Martirio[18].
Comenzó
siguiendo y quiso continuar las directrices de su predecesor. Pero el 475, una
rebelión civil de Basilisco se hizo con el trono imperial de forma violenta hasta el 477,
recurriendo a los fanáticos monofisitas (a los que
había pedido apoyo a cambio de restaurar sus intereses[19]).
Esto trastocó los planes ejecutadores de Calcedonia, y Zenón ya no volvió a mover
su implantación en adelante.
Es
verdad que Zenón I (474-491) intentó la reconciliación, por medio del patriarca de
Constantinopla Acacio y del edicto imperial Henotikón,
pero tanto el edicto (que no reconocía más concilios que Nicea y
Constantinopla I[20]),
como Acacio (que quería la aplicación del canon “28” calcedoniano[21])
lo que vinieron a dar fue una nueva medicina “bizantina” al enroscado
problema generado por la rebelión de Basilisco.
Emperador
intachable en costumbres, Anastasio I (491-518) trató sin embargo de eludir la
herejía, el cisma, la rebelión y la cuestión de las sedes eclesiásticas, con
un intento de equilibrio de viejos intereses, y de incorporación de nuevos y más
moderados responsables patriarcales[22].
Su sucesor, Justino I (518-527), iniciador del cambio de tendencia
general hacia la ortodoxia, finalizador del cisma interno oriental e inculcador
de sus ideas en su sobrino y sucesor Justiniano, fue el que trató, de forma
estrecha con el papa Hormisdas, la manera de implantar definitivamente
Calcedonia, y con él la ortodoxia y la unidad oriental-occidental[23].
Emperador
de origen humilde y enorme energía exterior, había sabido llevar a su máximo
esplendor el Imperio oriental, extendiendo sus dominios hasta Hispania, Italia y
África, y dotando de arte y legislación a cada uno de sus rincones.
Sin
embargo, en materia religiosa reprodujo Justiniano I (527-565) los mismos errores que su
predecesor en Roma Constantino I, convirtiéndose en una especie de papa hacia
lo interior, y mecenas publicitario hacia lo exterior.
Destruyó por completo la herejía, el cisma y al judaísmo, emprendió
nuevas misiones (más bizantinas que romanas) por todos sus territorios, y
provocó:
-dado
su ímpetu entrometido, la resucitación de los 3 capítulos[24],
-dado
su ímpetu absoluto, la introducción de la discusión origenista
b)
Solución final a la cuestión de las sedes
No fueron, pues, los emperadores bizantinos, ni tampoco los concilios
ecuménico-conciliadores, los finales solucionadores de la cuestión de las
sedes, no. Fue el Romano Pontífice, encarnado en
la persona de San Gregorio Magno, y con una visión de conjunto mucho más
completa, el verdadero inspirador y plasmador de esta solución definitiva. Pero
lo hizo paso a paso, de raíz, poniendo cada cosa en su sitio y a su debido
momento. Veamos los principales pasos seguidos:
En efecto, el problema de las sedes episcopales principales venía de atrás,
y con origen no sólo oriental sino también occidental. Tras la caída del
Imperio romano-476, los pueblos germánicos, surgidos tras las invasiones bárbaras
del s. V, se habían repartido los territorios, y muchos habían comenzado ya el
gobierno temporal de sus reinos:
-en
las Galias, con la dinastía de los merovingios,
-en
Italia, casi unificada por los ostrogodos,
-en
Hispania, sometida casi por completo al control de los visigodos,
-en
Bizancio, con la expansión llevada a cabo por Justiniano.
Pero no en todos los lugares tuvo este gobierno civil la misma
consistencia, ni aparecía como solución sólida y definitiva.
En estas circunstancias fue donde desplegó su actividad el genial San
Gregorio Magno[26]
(590-604), hombre providencial para Europa y la Iglesia, y que fue quien supo
armonizar todo con mano limpia y distendida.
La primera actividad de San Gregorio fue dedicada al bien espiritual del
clero[27]
y del pueblo romano, fomentando la ciencia eclesiástica, fundando las estaciones
de Roma[28],
publicando su Regla pastoral[29],
reformando y fijando definitivamente la liturgia en su Sacramentario[30],
y distribuyendo con sabiduría y estrategia, y según recoge en su Registro[31]
, el patrimonio jerárquico de San Pedro, por todas sus provincias y estados.
b.2)
Gobierno temporal de Roma
Gregorio era muy querido en Roma. Por otro lado, Roma
estaba sumida en el caos político, pues[32]:
-oficialmente,
los bizantinos poseían la jurisdicción temporal sobre Roma,
-en
la práctica, Roma se hallaba a merced de los invasores lombardos.
En dos ocasiones obtuvo Gregorio que los lombardos levantaran el asedio
de Roma, ante Ariulfo-592 y ante Agilulfo-593, y logró finalmente un pacto de
paz con los reyes lombardos.
En
cuanto a relaciones orientales, los bizantinos de Ravena enviaban constantes
mensajes a Bizancio
sobre las envidias que tenían al papa de Roma, por el prestigio que tenía
en toda Italia.
Aquí
tuvo también que intervenir Gregorio I, pues el patriarca de Constantinopla se
usurpó el título de “patriarca ecuménico”,
y se corría el riesgo de poner en duda la primacía romana[33].
Gregorio Magno prohibió ese título oriental, y condenó el pecado de simonía
de la Iglesia oriental.
En
otra serie de asuntos por toda Italia,
San Gregorio:
-apoyó
a los soldados romanos del Imperio oriental, a los que se les impedía ser
cristianos y soldados,
-salió
en defensa de los oprimidos por Teodoro de Córcega,
-reprimió
la revuelta de Godescalco contra la Campaña,
-intervino
en el terror de Leoncio de Bizancio sobre Siracusa.
A las 10 provincias de Roma las miró
siempre Gregorio con especial cariño, y a ellas dedicó más de 400 documentos
sobre todo tipo de asuntos.
Inglaterra
fue el objeto de la más ambiciosa de las campañas de Gregorio Magno. Comandada
por Agustín de Aosta y secundada por sus 39 compañeros, Roma lograba poner sus
dos pies y alma, y expandirlos a todos los niveles culturales, por la gran Isla
del Atlántico.
Africa
fue también digna de especial atención por el gran Gregorio I. Perdido ya su
esplendor tras la invasión de los vándalos, el pontífice hizo grandes
esfuerzos por infundir vida a aquellas provincias, uniéndolas en torno al
primado de Cartago, y priorizando las cualidades más que el lugar de la
procedencia, a la hora de la elección de cargos.
Las Galias también merecieron la
atención del papa Gregorio, interviniendo en ellas activamente y animando el
buen camino emprendido.
En Hispania Gregorio alentó a San
Leandro a robustecer el nuevo estado cristiano que había surgido con la
conversión de los visigodos, en el concilio III de Toledo-589.
San Gregorio exhortaba continuamente a los misioneros occidentales a que
desarraigaran los restos de paganismo todavía muy coleantes por los reinos germánicos,
así como los focos de herejía[34]
y conatos de cisma[35].
Tras esto, las principales sedes episcopales aprobadas por el papa
Gregorio en Occidente fueron las establecidas en: toda Italia, la misma Roma y
proximidades, Sicilia, el Africa, las Galias, los Balcanes y hasta las cercanías
de Constantinopla[36].
En
Oriente, el pontífice colaboró enormemente con los emperadores bizantinos en
las misiones sobre los armenios[37],
y en nuevas metrópolis que se fueron abriendo por la antigua cristiandad. No
obstante, tampoco pasó en silencio las leyes imperiales, antiguas o nuevas, que
se entrometían en los asuntos eclesiales, como la de funcionarios y de servicio
militar[38].
Tras esto, las principales sedes episcopales aprobadas por el papa Gregorio en Oriente fueron las de antigua tradición (Jerusalén, Alejandría, Antioquía…). Pero a estas zonas y sedes episcopales, a diferencia de lo hecho en Occidente, no dotó el papa de privilegio pontificio, sino que las insertó en los grandes patriarcados de Atenas, Alejandría, Antioquía y Constantinopla, concediendo a éste último el título de “primus inter pares”, como cabeza oriental visible, y unificadora de los demás patriarcados orientales[39].
Manuel
Arnaldos
Mercabá,
diócesis de Cartagena-Murcia
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general de Enciclopedia Mercabá de Historia
________
[1] NESTORIO, monje de Antioquía y continuador de la tesis de las 2 naturalezas en Cristo divulgadas por DIODORO DE TARSO y TEODORO DE MOPSUESTIA en plena escuela antioquena (y según la cual se unían ambas en forma de conjunción-sinazeia sólo externa), acabó aplicando el principio a la virgen María, de la que decía ser madre de la humanidad de Cristo, pero no de su parte divina.
(cf. QUASTEN, J; Patrología, vol. II,
Madrid 1962, pp. 420-442).
[2] EUTIQUES, archimandrita-abad del desierto de Alejandría, discípulo de SAN DALMACIO y líder de la oposición al nestorianismo de Antioquía, se va a pasar al extremo contrario, afirmando una única naturaleza en Cristo, divina y nunca humana. Sus principales adversarios van a pasar a ser TEODORETO DE CIRO, con sus obras Eranistes y Polimorfos, y EUSEBIO DE DORILEA, junto al patriarca DOMNO DE ANTIOQUIA e IBAS DE EDESA.
(cf.
CAMELOT, P; De Nestorio a Eutiques:
oposición de dos cristologías, Wurzburgo 1954, pp. 213-242).
[3] En realidad, la unión de las 2 naturalezas en Cristo era explicada por ambas partes de modo insuficiente. Algunos la designaban enosis physique (SAN ATANASIO), o bien connexio copulatio. El mismo SAN CIRILO la llama synodos kat´enosis physique. SAN GREGORIO NACIANCENO la denomina sencillamente synodos.
(cf. RICHARD, L; El
misterio de la redención, Tournai 1969, p. 308).
[4]
Que trataron incluso de auparlo a la sede imperial, y lo consiguieron
de manera fugaz.
[5]
cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M; Historia de la Iglesia Católica, Edad
Antigua, vol. I, Madrid 1996, pp. 536-538.
[6]
La intervención de LEON I en esta controversia fue decisiva, animado
a intervenir tras la lectura que hizo de:
-la
expresión de fe ortodoxa dada por FLAVIANO y aprobada por los obispos
presentes,
-la
apelación que hacía EUTIQUES al Romano Pontífice junto a una profesión
de fe,
-el
Libellus acusatorio de EUSEBIO DE
DORILEA.
(cf.
SCHWAIGER, A; San León el Grande,
Paris 1961, pp. 945-947).
[7]
cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M., op.cit, pp. 536-538.
[8]
Calcedonia, hoy inmersa en la actual Estambul, estaba situada muy cerca de
la antigua Constantinopla (en uno de los brazos costeros del Bósforo, que
unía los mares Negro y de Mármara), y eso agilizaba los preparativos y una
mayor difusión y trascendencia del IV y mayor de los concilios ecuménicos
de la Antigüedad.
[9] Record absoluto entre todos los concilios celebrados en la Antigüedad. Pues:
-al
Concilio de Nicea-325 habían asistido 270 obispos,
-al Concilio I de Constantinopla-381 habían
asistido 186 obispos,
-al Concilio de Efeso-431 habían asistido
116 obispos,
-al Concilio II de Constantinopla-553 asistirán 151 obispos.
[10]
TEODOSIO II había muerto meses atrás en una caída de caballo, y la
emperatriz EUDOXIA había delegado en su hermana PULQUERIA, que ya no era
partidaria de los alejandrinos sino de la nueva ortodoxia reinante.
[11]
cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M; op.cit, p. 545.
[12]
Cediendo así a los alejandrinos, y a especie de levantar por su propia
cuenta la condena que se había impuesto en el Concilio a los monofisitas
TEODORO DE MOPSUESTIA, TEODORETO DE CIRO e IBAS DE EDESA.
[13]
Tratando de apropiarse los atributos de la sede papal, como Nueva Roma que
era, y de sus mismas competencias sobre “sus” regiones bizantinas de
Asia, Tracia y Ponto.
[14]
cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M., op.cit, p. 546.
[15]
En Alejandría había sido elevado PROTERIO en lugar del desterrado
DIOSCORO, no siendo del total agrado monofisita, y que acabaría asesinado y
desaparecido por los fanáticos monjes alejandrinos. Colocado había sido en
su lugar el monofisita TIMOTEO AILUROS, que intentó excomulgar al papa en
uno de sus primeros actos patriarcales.
[16]
En Jerusalén hubo auténticas batallas campales entre los monjes
monofisitas (al mando del alejandrino TEODORO), y el ejército imperial.
[17]
En Antioquía surgió lo inesperado, pues fue el lugar elegido por el
cabecilla general BARSUMAS para hacer su especial apostolado. Derramando un
auténtico baño de sangre sobre el clero antioqueno, el fanático
alejandrino logró poner a PEDRO FULLON en la sede patriarcal, e introducir
la célebre cuestión de la Theopaschita
o “qui pro nobis crucifixus est”
aplicada al Padre y no sólo al Hijo.
[18]
cf. Ibid., p. 548.
[19]
Entre estos intereses rebeldes consumados, cabe destacar:
-que
volvieron a las sedes de Alejandría y Antioquía los monofisitas AILUROS y
FULLON, que León I había desterrado al Quersoneso,
-que
se introdujo en la sede de Jerusalén al monofisita GERONCIO, en puesto del
reacio a la rebelión ANASTASIO,
-que
se condenó la Epístola dogmatica
del papa LEON MAGNO, y todas las decisiones de Calcedonia, mediante el
edicto imperial Enciklion.
[20]
Para intentar simplificar la reconciliación.
[21]
En contra del Henotikon destructor
de concilios y de Calcedonia, al que sin embargo apoyó ACACIO, ni
monofisita ni ortodoxo, para ganar amigos monofisitas y ortodoxos e ir
generando una “primus inter pares” constantinopolitana, capaz de hacer
frente a Roma. No obstante, Acacio fue excomulgado por el papa FELIX II de
forma tajante, el 484.
[22]
Como se aprecia en el trato recibido por el pueblo a la muerte del
emperador, y por la relación continua mantenida por ANASTASIO I con el papa
GELASIO, donde se dejaba aconsejar antes de emprender cualquier decisión.
[23] La fórmula del pontífice HORMISDAS de “Libellus professionis fidei”, sobre la aceptación conciliar de Calcedonia, fue la impuesta paulatinamente por JUSTINO I.
(cf. DENZINGER; Documentos
conciliares de la Iglesia, ed. Herder, Barcelona 1991, nº 171-172).
[24]
Levantando por su propia cuenta la condena que se había impuesto en
el Concilio de Calcedonia a los monofisitas TEODORO DE MOPSUESTIA, TEODORETO
DE CIRO e IBAS DE EDESA, ya muertos y bastante muertos.
[25] Sin llegar a los extremos de lo provocado por el monofisismo (que también había resucitado aunque a nivel anecdótico), pero provocando nuevas controversias sobre las antiguas tesis del presbítero ORIGENES DE ALEJANDRIA y su “preexistencia de las almas”.
El mismo EFREN, patriarca
de Antioquía, tuvo que volver a condenar los errores de Orígenes en el
542, e instar al papa y al patriarca de Constantinopla a hacer lo mismo.
[26]
SAN GREGORIO MAGNO, hijo de una antigua familia noble romana y educado en la
más solida formación tradicional y cristiana, había cursado la carrera
jurídica, y con 25 años había sido nombrado prefecto de Roma, cargo que
le hizo ganar amigos y admiración por Roma, a la que contemplaba devastada
por los ostrogodos y bizantinos. Pronto abandonó su carrera política por
la vida monástica, y ordenado sacerdote fue enviado por PELAGIO II como
legado a Constantinopla para mediar ante bizantinos y lombardos. Muerto
Pelagio II, fue elegido como su sucesor por el senado y pueblo romano.
[27] Preciosa lección de humildad sacerdotal fue la que enseñó el PAPA GREGORIO al obispo MAXIMO DE SALONA, que se resistía a su aceptación papal. Con nobles palabras, llegó a decirle que “prefiero morir antes que causar daño a la Iglesia de Pedro; así que sufriré con paciencia por mis hermanos sacerdotes, hasta que no pueda más; y me lanzaré a todos los peligros con ánimo esforzado”.
(cf. GREGORIO MAGNO, Registro,
V, 6).
[28]
Grandes reuniones de pueblo y clero romano, presididas por el papa.
[29]
Liber regulae pastoralis, como
carta dirigida primeramente a SAN LEANDRO DE CARTAGENA, con quien había
entablado estrechísima relación en su estancia en Constantinopla, y a
quien le pide consejo para completar el libro Librum
regulae pastoralis quem in episcopatus mei exordio scripti. La idea
fundamental de la Regla giraba en
torno a la grandeza de la dignidad episcopal y a los deberes de los obispos.
[30]
Importante también fue la fijación de las formas y características
que debía tener el canto sagrado, que pasó a llamarse canto
gregoriano.
[31]
Asunto más trascendental de la reforma gregoriana, y en el que el
papa GREGORIO MAGNO se ocupó más frecuentemente. Infinitas lecturas se han
seguido haciendo a lo largo de la historia, en este sentido, sobre su Registro,
donde la Iglesia de Roma fijó la administración de su patrimonio por toda
la Cristiandad.
[32] Como él mismo decía en sus Diálogos, “las hordas salvajes lombardas se precipitaron sobre nosotros, y los hombres fueron cayendo por todas partes, y las ciudades y castillos fueron devastados”.
(cf. GREGORIO MAGNO, Diálogos, III,
38).
[33]
Larga será la disputa eclesial en este terreno, mucho más allá de
las posibilidades de Gregorio. Aun así, SAN GREGORIO MAGNO logró
introducir otro título papal, el “servum
servorum Dei”, que con el tiempo sería completado por el pontífice
romano con el de “pontífice
primero, p.p.”.
[34]
El nestorianismo y monofisismo todavía persistían en Oriente. En
Occidente, sin embargo, la herejía no era tolerada por el pueblo, que
incluso provocó que el obispo HONORATO tuviese que escapar de su sede de
Milán a Génova, y que el mismo papa escribiese a los milaneses para que se
centrasen en elegir a un nuevo prelado.
[35]
Gregorio hizo los mayores esfuerzos por solucionar el cisma de Aquilea, que
todavía perduraba en la sede de Grado, donde el obispo SEVERO y sus 3
obispos sufragáneos seguían rebeldes por la cuestión de los 3 capítulos,
donde TEODORO DE MOPSUESTIA, TEODORETO DE CIRO e IBAS DE EDESA, condenados
por el papa en Calcedonia-451, habían sido absueltos por MARCIANO I y luego
por JUSTINIANO, condescendiendo así con el monofisismo, y abriendo una vía
cismática que todavía perduraba.
[36] A cada una de estas zonas dotó el papa de un conjunto de bienes (militares, de latifundio, económicos… para ellas mismas y para servir a la caridad universal eclesial), derechos y feudos, repartidos a través de las sedes que él iba declarando de derecho pontificio.
Es el caso, por ejemplo, de Sicilia, donde declaró el mismo papa que “patrimonium sanctae Romanae cui Deo miserante servimus Ecclesiae in partibus Syracusanis, Catanensibus, Agrigentinis vel Messanensibus constitutum”.
(cf. GREGORIO MAGNO, Registro, IX, 29).
[37]
Particular y celebre fue el apoyo personal que el papa brindo al
obispo armenio DOMICIANO, en medio de las dificultades locales que tenia, y
cuando no llegaba la ayuda desde Bizancio.
[38]
Tras haber empezado a llamarse el “servum servorum Dei”, para aleccionar al Oriente sobre la
utilización de títulos eclesiales (como hizo al fanático JUAN EL
AYUNADOR), no tembló el pontífice a la hora de censurar hábitos
bizantinos de intromisión eclesial, como prohibir a los soldados la entrada
en la vida religiosa, o la de impedir a los empleados públicos el aceptar
un cargo eclesiástico. Pero aun así, siempre aprovechó GREGORIO para
educar al emperador acerca de los deberes y santa libertad de los monarcas
cristianos.
[39]
En este sentido SAN GREGORIO MAGNO vino a rehabilitar, una vez
sanado, aquel latricida canon “28” del Concilio de Calcedonia, que el
emperador y patriarca constantinopolitanos se habían arrogado y urdido,
para cuando los delegados papales hubiesen abandonado el Concilio IV Ecuménico.