CHANSON
DE ROLAND
Narración normanda del s. XI, sobre las campañas del rey Carlomagno
Madrid,
1 abril 2018 Reproducimos un extracto del precioso poema que nos dejó escrito el monje normando Turoldo, acerca de las campañas contra los moros del rey Carlomagno. En este caso, nos acercamos al asedio que el rey franco sometió a la ciudad sarracena de Zaragoza, y al traspié que su columna trasera sufrió cuando volvía a Francia y, al atravesar los Pirineos, los vascones del lugar (coaligados aquí con un grupo de moros) saquearon sus provisiones.
La Alta Edad Media el periodo de tiempo comprendido entre la caída del
Imperio romano (476) y el fin del Reino carolingio (987). Fue un periodo,
pues, de: -constantes
incursiones y establecimientos bárbaros (476-751),
Se trató, pues, de un periodo de: -reafirmación
de la identidad propia de los nuevos pueblos bárbaros,
Focalizando algo más en cada uno de los pasos alto-medievales,
nos encontraríamos con: -lento agotamiento del Imperio romano en el s. III-IV,
En el s. X, una III Oleada de revueltas bárbaras, instigada
por magiares, búlgaros, normandos y árabes (unida a las epidemias que estos
pueblos trajeron consigo), acabó con el orden del Imperio carolingio, y abrió paso
a un nuevo orden continental (el futuro Imperio sacro-germano).
En España, se pasó del poder visigodo al poder musulmán, del 711 al
1085, tras la caída del general don Rodrigo en la Batalla de Guadalete-711, y hasta la
Reconquista de Toledo-1085 que hizo Alfonso VI al poder musulmán.
El feudalismo, por último, fue la medida de supervivencia: -económica,
tras el monumental descalabro monetario romano,
“Fue hábil en introducir su cultura en todos los ámbitos de la vida,
y en mantenerla eterna en ellos en el transcurso de los siglos”. Son palabras
de la prestigiosa Regine Pernoud[2],
que sigue añadiendo que “los vestigios culturales de la época medieval son más
numerosos que los de todas las demás épocas de la historia juntas”[3].
Dejando
a un lado el arte (único en catedrales y escultura), el nacimiento
de la universidad (hito mundial de la sociedad medieval) o el teatro (que añadió al teatro clásico mayor vida
interior), y entrando de lleno en la literatura, podemos decir que la Edad Media batió records en
valores absolutos.
Bernardo
de Claraval manejó una prosa completamente nutrida de citas antiguas. El
entorno erudito de Carlomagno cultivó a los autores clásicos de forma
obsesiva... Se puede llegar a hablar, pues, del Renacimiento Carolingio
del s. IX, del Renacimiento Escolástico del s. XII, o del constante humanismo medieval de monasterios, bibliotecas y palacios.
Por
otro lado, cabe recordar la filosofía aristotélica, la enorme riqueza
literaria popular, la proliferación de los primeros best sellers, la memorización
de romances y géneros épicos... Cuando Carlomagno tomó el relevo del Imperio romano, por ejemplo, emprendió de lleno la reanimación de la enseñanza y la cultura, acorde a las normas más clásicas de la Antigüedad: -fundando
en Aquisgrán la Academia palatina,
El poeta franco Angilberto, el visigodo Teodulfo, el inglés Alcuino... y
todas las artes medievales siguieron los modelos de las formas clásicas,
llegando a convertirse en los nuevos Homero, Píndaro y Virgilio[4]. Menos de 200 años después de la muerte de Carlomagno renació la vena céltica, la Chanson de Roland, el Baudri de Bourgueil, Mardobio, Guillermo de Aquitania, Bernat de Ventadorn, Jaufre Rudel, por no citar las leyendas del rey Arturo, la Tabla Redonda, la Demanda del Grial, Erec y Enide, Tristán e Iseo...
Las primeras manifestaciones literarias que poseemos de la Edad Media son
las Jarchas. No obstante, otras manifestaciones literarias fueron: -la
literatura épica,
En los reinos más desarrollados se desarrollaron las tres, y el gusto o
práctica por cada una de ellas dependió de la zona o contexto histórico y
ambiental que vivía.
La épica medieval consistió en la “narración heroica en verso”, según el medievalista
e hispanista inglés Deyermond. Su equivalente en prosa sería la saga, cuyo
objeto propio consistiría en la persecución personal del honor a través del
riesgo.
La épica presentaba las hazañas de un héroe (que puede ser un personaje
individual o colectivo); hazañas que tenían importancia para una colectividad
concreta.
Cada épica nacional tenía su propia idiosincrasia, y no existía un tronco
ancestral común para todas ellas. Eso sí, se podían distinguir, según la
manera de transmisión y la finalidad con las que se escribieron, dos tipos de épica: -épica
heroica, que fue transmitida oralmente, se pusiese por escrito un día o no[5];
La temática de ambas épicas podía coincidir[7],
al mismo tiempo que ambas solían aparecer anónimas. Ahora bien, los rasgos
formales de la épica culta solían ser más elaborados en mecanismos técnicos
que los de la épica heroica, pues: -la
épica culta iba destinada a todos los públicos, con la idea de enseñar y
moralizar;
El resultado final de esta épica heroica, revisada por la
autoridad pero apañada-filtrada por los juglares, fue lo que hoy conocemos como
Cantares de gesta, que acabaron siendo “bandos informativos” con “intento
de historicidad” sobre hazañas, famosas o inventadas, que hicieran reír y
entretener a los grandes públicos. Los Cantares de Gesta (anónimos, y 80 en total conservados, sumando de 8 a 10 mil versos) combinaron, pues, la historia con la leyenda. Vinieron del género épico heroico, influidos por: -el
folklore germánico,
Datan los Cantares de gesta
del s. XI al XV, y en ellos se basaron los romances del Chretien
de Troyes[9].
Su argumento principal era el héroe, la fe en Dios y el ideal caballeresco
cristiano, en contra del Islam. Y solían resaltar: -la
felonía de los traidores[10], a.3) La Chanson de Roland
Pertenece a la épica heroica carolingia, y pasó a la historiografía
hispana[13],
primero en un estado de latencia[14]
y poco después tradicionalizándose[15].
No hay que olvidar, al igual que sucedió en todos los géneros de
la Romania[16],
que la Chanson fue puesta por escrito
de forma casual, en un momento y con un motivo concreto, posiblemente cercanos a
los sucesos narrados[17],
en los s. IX-XI.
A nivel técnico, la Chanson de
Roland poseyó: -un
modo dramático de narrar,
La difusión de la obra, por último, fue enorme y total en toda Europa,
pudiendo ser que fuese oída en cada pueblo en su propia lengua vernácula. El
primer país en escuchar la Chanson
pudo ser muy bien España[18]: -ya
que ambas épicas francesas y española estaban muy hermanadas,
Quedan, a pesar de todo, ciertos interrogantes por resolver, como el de nombres extravagantes, ciudades falsas, sueños fantásticos, alusiones a
gigantes y dragones, ríos divinizados… que triunfaron en España, cuando la
épica española no pasaba de práctica, historicista, austera y veraz[19].
¿Por qué cantarían eso los juglares españoles?
La ficción de la Chanson es
desmedida, y la citación de Córdoba (y el contexto real que se vivía en
Córdoba)
es lo único exacto de la historia. Al igual que resulta algo exagerado el deseo de exaltación
nacional española, entendible sólo desde la óptica del
idealismo histórico francés. Consta de 4 partes diferenciadas, a juicio de
Martin de Riquer: traición, derrota, victoria, justicia. b) Contenido de la Chanson
Carlos ha conquistado hasta el borde del mar, menos Zaragoza, sometida al
rey Marsil, que adora a Mahoma (I).
En Zaragoza está el rey Marsil a la sombra de 20.000 hombres (II).
Blancandrín pide al rey Marsil enviar a Carlos un mensaje de servil
fidelidad, ofreciéndole azores, diez rehenes y la promesa de ir a Aquisgrán a
bautizarse en la fiesta de San Miguel (III).
“Pero la fiesta de San Miguel
pasará sin que Carlos tenga noticia de nosotros…Entonces degollará a los
rehenes, y habremos perdido 10 cabezas pero no la bella España”, se dicen
los infieles (IV).
Marsil escoge a diez entre los felones, y les anuncia su intención de ir
a Carlomagno (V).
Los enviados de Marsil avanzan hacia Carlos (VII).
Jubiloso está el emperador, pues Cortes es ya suya, y sus murallas están
hechas pedazos. Todos han recibido el bautismo o la muerte. Le rodean Roland y
Oliveros, Godofredo de Anjou, Garín, Gerer y otros 15.000. Sentados están
jugando al ajedrez, y el rey bajo un faldistorio de oro (VIII).
Blancandrín llega a Carlos y le aconseja tornar a Aquisgrán (IX).
Carlos empieza a meditar, pues Marsil es su gran enemigo, y no sabe si
fiarse. Entonces el sarraceno le responde que les trae 10 rehenes (X).
A la madrugada se levanta el emperador, y convoca a los barones y guías
francos (XI).
Convoca también a su sobrino Roland y a Ganelón, por quien ya fueron
traicionados (XII).
“¡Desconfiemos!”, piden
los franceses (XIII).
Roland comienza a replicar a Carlos: “Marsil
ya se portó anteriormente como traidor; debéis proseguir la guerra; pregonad
en Zaragoza la llegada de vuestro ejército” (XIV).
Ganelón, muy altivo, razona a Carlos: “No
hagáis caso al truhán; dejemos a los locos y atengámonos a los discretos”
(XV).
Después avanza Naimón y dice al rey: “Ganelón
es atinado; sólo basta seguirlo; sería un pecado ir más lejos; tienes en
garantía los rehenes”. Los franceses responden: “¡Bien
habló Naimón!” (XVI).
Carlos pregunta que a quien pueden enviar. Roland quiere ir, pero
Oliveros se lo impide. Carlos pide que callen, y los francos quedan divididos (XVIII).
El arzobispo de Reims pide ir él, pero el emperador se lo impide (XIX).
Ganelón se ofrece, diciendo que es Carlos el que solicita su servicio.
Irá a Zaragoza para entrevistarse con Marsil (XXI).
El emperador tiende su guante derecho a Ganelón, pero cuando va a
cogerlo, el guante cae al suelo. Todos los francos exclaman: “Dios,
¿qué significa esto? De tal embajada ha de venirnos tal desaguisado” (XXV).
Después, le entrega el bastón y el breviario (XXVI).
Ganelón se adereza la espada y monta en su corcel (XXVII).
En el camino a Zaragoza, Blancandrín le dice a Ganelón: “Valerosos
hombres son los francos, pero un gran agravio están haciendo esos que le
aconsejan”. “Eso -responde
Ganelón- sólo puede decirse de Roland”
(XXIX).
“Roland, dice Blancandrín, quiere
hacer esclava a toda nación, y por eso los francos le quieren” (XXX).
Ganelón y Blancandrín se prometen hacer morir a Roland (XXXI).
Ganelón llega al rey Marsil y le propone el mensaje de Carlos (XXXIII).
Marsil muda el color de su piel (XXXIV).
“Por 20 rehenes Carlos se
tornará a Francia”, le responde Ganelón a Marsil, que continúa
diciendo: “Roland y Oliveros son ya muertos, y Carlos verá acabada su
altivez, y cesará en su empeño de seguir combatiéndoos” (XLIII).
“Conozco bien la traza”,
sigue diciendo Ganelón, que añade: “Carlos se internará
en los desfiladeros de Cize. Tras él quedará la retaguardia, donde está su
sobrino Roland, Oliveros y 20.000 franceses. Enviadle 100.000 de los vuestros
para que entablen la primera batalla. Pero repetid al momento el ataque. De
entrambas acometidas no puede salir vivo Roland” (XLIV).
“Si conseguís que Roland sea allí
muerto, continúa Ganelón, arrebataréis a Carlomagno el brazo derecho. Carlos no podrá ya
reclutar tropas numerosas, y la Tierra Mayor permanecerá en reposo” (XLV).
Marsil hace traer la ley de Mahoma, y sobre ella jura el sarraceno. “Que se cumpla vuestro deseo”,
añade Ganelón (XLVII).
Y se besan en la mejilla y en la barba (XLVIII).
Ganelón llega al alba al campamento (LIII).
Se presentan ante Carlos Ganelón y Blancandrín, y comienzan a hablar
con gran astucia: “Yo vi con mis ojos a 400.000 hombres en armas, que escoltaban al Califa.
Huían de Marsil por no querer recibir y guardar la fe cristiana. En cuanto al
rey, no habrá pasado este primer mes sin que os siga al reino de Francia. El
acatará la ley que vos guardáis”. Entre las filas resuenan mil clarines,
y todos se encaminan hacia la dulce Francia (LIV).
Duerme Carlos. Sueña que Ganelón le arrebata su lanza (LV).
Sueña que un oso terrible le muerde, en Aquisgrán, y un leopardo se le
echa encima (LVI).
Muere la noche y el ejército de Carlos sigue caminando hacia Francia.
Ganelón aconseja al emperador poner a Roland en la retaguardia (LVII).
Cuando Roland escucha que ha de quedarse en la retaguardia, dice irritado
a Ganelón: “¡Ah, truhán, hombre vil, de raza perversa! ¿Habías tu creído que yo
dejaría caer el guante como tú hiciste ante el rey con el bastón?” (LIX).
Carlos continúa el regreso a Francia, pero está apesadumbrado porque
dejó a Roland en los puertos de España (LXVI).
Los 12 varones también han quedado en España, con 20.000 soldados que
les rodean, todos audaces. Carlos se torna a Francia ocultando lo que sabe, que
el ejército francés será destruido por Ganelón, pues fue él quien designó a Roland para
la retaguardia (LXVII).
El moro Marsil envía desde Zaragoza a sus varones, condes, vizcondes, duques,
emires y generales. En tres días, ha juntado a 400.000 hombres de Mahoma. Los
gonfalones de Francia los atisban (LXVIII).
Marsil les dice: “Avanzad, señores,
hacia Roncesvalles. Atacaremos a Roland y Oliveros. Morirán los francos y
Carlos les llorará. Os regalaré el reino de Francia” (LXXVI).
Mil clarines suenan para que crezca el estruendo. Los francos lo escuchan,
y Roland responde: “Oh, es
deber nuestro resistir aquí por Carlos. El error es de los infieles, nuestro es
el derecho. Jamás un mal ejemplo” (LXXIX).
Oliveros responde a Roland: “Del
lado de España veo llegar tal estruendo, tantos yelmos, que éstos van a sumir
a nuestros francos en un gran apuro” (LXXX).
“Vais a tener una batalla
que no tuvo otra semejante”, comienza diciendo Oliveros a Roland, tras lo
cual añade: ¡Caballeros franceses, que Dios os dé su fortaleza!” (LXXXII).
El arzobispo Turpín sube a una colina y convoca a un sermón a los
franceses: “Señores varones, aquí nos dejó Carlos, prestando nuestra ayuda a toda
la cristiandad. Confesad vuestras culpas, e implorad la gracia divina. Si fenecéis,
todos seréis mártires” (LXXXIX).
Roland mira dulce y humilde a los francos. Y les dice: “Señores
varones, no haya prisa. Los infieles acuden, pero antes de la noche habremos
ganado”. Diciendo esto, chocan los dos ejércitos (XCI).
Los moros reciben, impávidos, la primera acometida (XCIII).
El arzobispo se arroja contra un moro, y le hunde en la carne su lanzón,
diciéndole: “Infiel, embustero” (XCV).
Roland hace en los moros una gran carnicería. Unos infieles mueren,
otros caen desfallecidos. Y el arzobispo bendice la varonía de los francos (CV).
El arzobispo mata al hechicero Siglorel (CVIII). Con gran bizarría espolea su corcel el arzobispo. Va a atacar a Abismo. Los franceses dicen: “Magnifica proeza. En manos del arzobispo, bien a salvo está la cruz” (CXIV).
La batalla es asombrosa y abrumadora. Roland y Oliveros se baten
gentilmente. El arzobispo ha asestado ya más de 1.000 golpes. Los 12 pares no
descansan, y los francos combaten en común (CX).
Los infieles caen por miles. De los 100.000, apenas dos logran salvarse.
Pero avanza hacia ellos el rey Marsil (CXI).
Llega Marsil con su tío Marganice, que viene de Cartago y Etiopía con
50.000 negros (CXLIII).
Los franceses contemplan un gran número de infieles que por todas partes
van afluyendo al campo. Y el arzobispo les habla: “Señores
varones, no viviremos más allá de este día. Mas el santo paraíso se os abre”
(CXV).
Roland alza su espada sangrienta, pues escucha lamentarse a los francos (CXXIII).
Mueren casi todos los caballeros franceses. Sólo quedan 60, que antes de
morir se venden muy caros (CXXVII).
Roland ve la gran derrota de los suyos. Oliveros dice: “Antes
morir que la afrenta de una huida” (CXXVIII).
Roland y Oliveros discuten sobre si tocar el cuerno o no, para que lo
oiga y venga Carlos (CXXIX, CXXX
y CXXXI).
El arzobispo oye la querella y acude a ellos y les reprende: “Tañer
el cuerno no podrá ya salvarnos, pero tañerlo será siempre lo mejor. Vendrá
Carlos y podrá vengarnos, y los de España no podrán retornar alegres. Nos
encontrarán muertos y nos conducirán en ataúdes, y no seremos pasto de los
lobos, de cerdos y de perros” (CXXII).
Roland toca a pleno pulmón el olifante. Carlos lo oye y dice: “Combaten
los nuestros”. Ganelón le replica: “Si
otro lo dijese, parecería una gran patraña” (CXXIII).
“Nada de batallas”,
continua diciendo Ganelón, que añade: “Vos sois anciano, y conocéis
muy bien la altanería de Roland” (CXXIV).
¡Qué varones son los 60 que todavía quedan luchando! Jamás los hubo
mejores (CXXXIX).
Oliveros queda herido de muerte (CXLVI).
Oliveros se desvanece sobre el caballo (CXLVIII).
Oliveros no reconoce a Roland, y le hiere sobre su yelmo. Roland le
contesta con dulzura y amor: “Señor
compañero, soy yo Roland, aquel que tanto os ama” (CXLIX).
Oliveros junta las manos al cielo y ruega a Dios. Muere Oliveros (CL).
Muertos están ya los franceses, menos el arzobispo, Roland y Gualterio
de Ulmo (CLII).
Roland, Turpín y Gualterio se arrojan sobre los infieles, sobre 1.000
sarracenos a pie, y 40.000 a caballo, que no se atreven a acercarse. A los
primeros golpes, derriban muerto a Gualterio (CLIV).
Vigilante recibe dardos y flechas, y cae muerto. Roland es derribado (CLX). Los infieles comienzan a gritar: “¡Vuelve el emperador!”, tras lo cual concluyen: “Si Roland sobrevive, la batalla está perdida”. Es entonces cuando 400 moros se abalanzan contra Roland (CLVII).
Los infieles se dicen uno al otro: “Retirémonos,
pues vuelve Carlos el poderoso” (CLVIII).
Huyen los infieles, furiosos, iracundos, y se encaminan hacia España con
gran prisa (CLXI). El arzobispo recuesta suavemente a Roland sobre la hierba, con gran dulzura. Luego le aconseja recoger los cadáveres de los 12 pares (CLXI).
Roland busca por los valles los cadáveres, y encuentra a Garín, Gerer,
Berenguer, Atón, Sansón, Anséis y Gerardo. Uno por uno los devuelve al
arzobispo (CLXII).
Roland encuentra el cadáver de Oliveros, y lo lleva al arzobispo,
cayendo él también en tierra desmayado (CLXIII).
Turpín va a buscar agua para Roland, pero está tan débil que cae de
bruces (CLXV).
Muere el arzobispo Turpín (CLXVI).
Roland trata de recobrarse para ayudar al arzobispo, pero se desploma
hacia arriba, sin sentido (CLXVIII).
Un moro que fingía estar muerto se hace con las armas de Roland (CLXIX).
Roland hiere al moro con el olifante (CLXX).
Roland ha muerto, y su alma vuelve al Dios de los cielos (CLXXVI). El emperador hace sonar las trompas. Los francos echan pie a tierra y se ciñen las espadas. Todos van a combatir por Roland, pero no sirve de nada. Llegan demasiado tarde (CXXVI).
Cabalga muy colérico el emperador, y los franceses dolidos. No hay uno
que no llore apenado. Carlos hace prender a Ganelón, y lo entrega a las gentes
de la cocina. Le asestan cuatro puñaladas, y le echan al cuello una cadena (CXXVII). Carlomagno llega a Roncesvalles, donde no queda terreno en que no yazga un francés o un pagano. Y exclama: “Dios, ¿por qué no estuve aquí al comenzar la batalla?”. Unos 20.000 caballeros se desmayan, llenos de lastima (CLXXVII).
Un ángel se acerca al emperador y le ordena: “Carlos,
cabalga, que podrás vengarte de esa turba criminal” (CLXXIX).
Huyen los infieles, y los francos les van dando caza. Los acorralan en
Val de las Tinieblas, y los empujan hacia Zaragoza. El Ebro les corta la
retirada (CLXXX).
Todos los infieles que huían caen muertos, unos por el hierro y otros
anegados por el Ebro, cuando se tiraron a la desesperada (CLXXXI).
El emperador establece allí su campamento (CLXXXII).
Por todos los prados los franceses se han dormido (CLXXXIV).
Por una visión, Carlos ve truenos, y más de 30.000 perros hay ahí
contra los francos, que gritan: “Carlomagno,
socórrenos” (CLXXXV).
Carlos tiene luego otro sueño, viendo a 30 osos que venían hacia él en
Aquisgrán, y cada uno hablaba diciéndole: “Devolvédnoslo,
señor” (CLXXXVI).
El rey Marsil logra llegar y refugiarse en Zaragoza. Ante él, su mujer
llora y grita. Arrojan a Mahoma a un foso, donde cerdos y canes lo pisotean y le
muerden (CLXXXVII).
El rey Marsil pide socorro al emir de Babilonia; si no viene, Marsil
renegará de sus dioses y aceptará la fe cristiana, concertando la paz con
Carlomagno. El emir Baligán convoca en Alejandría a sus gentes de 40 reinos (CLXXXIX).
La flota infiel navega por el mar y llega al agua dulce del Ebro.
Remontan el Ebro y llegan a Zaragoza (CXCI).
El emir de Babilonia habla a todos: “Escuchad.
Carlos viene haciendo una guerra tenaz por toda España. Ahora voy yo a atacarle
a la dulce Francia” (CXCII).
Sus hombres aplauden la promesa del emir (CXCIII).
El emir Baligán es fuerte y cuenta con 4.000 chalanas, esquifes, barcos
y galeras (CXCVII).
Clariano informa al emir sobre la batalla de Roncesvalles, cuando 20.000
franceses perdieron la vida, y el rey Marsil la mano derecha. Le dice que
Carlomagno llegó luego y les persiguió violentamente, acampando a sus
franceses en la ribera del Ebro. Baligán se llena de altivez, y erguido
exclama: “¡Varones, al instante, dejad
los navíos! ¡A caballo y al galope! Si no se escapa el viejo Carlomagno,
pronto hemos de vengar al rey Marsil” (CC).
Al amanecer se despierta Carlos y todos los de su ejército. Luego van a
ver la asombrosa derrota de Roncesvalles (CCIII).
20.000 franceses hay allí traspasados de un dolor grande, y encuentran a
Roland caído y con su rostro mirando hacia España (CCVII).
A todos sus amigos franceses los van llevando, al punto, a una misma fosa
(CCXII).
El emperador se decide a emprender ya el regreso al campamento, cuando
ante él surge la vanguardia de los infieles de Arabia. Carlos grita con voz
alta y potente: “¡Varones franceses, a caballo y a las armas!” (CCXIV)
El emperador se arma el primero (CCXV).
Por todo el campo los de Francia descabalgan, y más de 100.000 se arman
a la vez (CCXVI).
El emperador invoca a Dios y se persigna (CCXXVI).
Echan a tierra los infieles, y el emir no quiere demorarse (CCXXVIII).
Cabalga el emir entre las filas de su ejército. Cuentan con soldados en
prodigioso numero; en el menor escalón hay 50.000 (CCXXXII).
Las gestas de los francos enumeran 30 escalones infieles de combate, por
10 de los suyos. Desmesurado es el ejército donde cabalgan los infieles (CCXXXIV).
El emir es muy poderoso, y ante él hace llevar un dragón (CCXXXV).
El emir es un hombre de gran sabiduría. Convoca a sus hijos y les dice:
“Cabalgaréis en la vanguardia de todas
mis tropas. Pero de éstas yo quiero retener tres cuerpos de ejército. Si el
emperador me reta, yo he de arrancarle la cabeza” (CCXXXVI).
Carlos, cuando ve al dragón y al emir, y calcula la gran multitud de árabes,
exclama: “¡Que venga conmigo el que quiera ya atacarlos!” (CCXXXIX).
Chocan los ejércitos de vanguardia (CCXL).
La batalla es asombrosa y pesada. Ni antes ni después se vio jamás otra
más ruda (CCXLIII).
Todo el suelo está sembrado de roja hierba (CCXLIV).
Malprimis empieza a hacer gran estrago entre los de Francia (CCXLVII).
De unos y de otros hay ya muchos cadáveres. En los varones francos hay
una gran contrariedad (CCLII).
El emir Baligán invoca a Mahoma, pero malas noticias le llegan: la
muerte de su hijo y de su hermano (CCLIII).
El emir pregunta a su consejero sobre la batalla, y éste le responde que
Carlos vencerá, pues sus hombres son más valientes, y su raza es atrevida en
el combate. Además le predice su muerte (CCLIV).
El emir, suceda lo que suceda, no puede ya ocultarse. Hace sonar la
bocina y convoca a todas sus tropas (CCLV).
Carlomagno acomete a matar al dragón. Baligán ve en el suelo ultrajado
el estandarte de Mahoma, y comienza a darse cuenta de que la sinrazón es suya,
y que a Carlos le acompaña el derecho (CCLVII).
Baligán y Carlos continúan briosamente la batalla, de una y otra parte.
Se retan el uno al otro, y se cambian los primeros golpes y lanzadas. Los dos
reyes caen, y desenvainan las espadas (CCLVIII).
Los dos caudillos se hieren a cuerpo descubierto (CCLIX).
Baligán propone a Carlos ser su súbdito, e ir con él a Oriente. Carlos
le responde que se haga el cristiano, y así le amará (CCLX).
El emir golpea a Carlos en el yelmo, se lo parte, arranca un trozo de
piel y deja su hueso al desnudo (CCLXI).
Un ángel le dice a Carlos que no va a morir. Carlos se recupera y
acomete al emir con la espada de Francia, rompiéndole el yelmo y partiéndole
la cabeza hasta la barba. El emir de Babilonia cae muerto. Carlomagno reúne a
los suyos (CCLXII).
Los infieles comienzan a huir, pero son perseguidos por los francos (CCLXIII).
Los francos acorralan a los infieles, y les dan caza a la entrada de
Zaragoza. El rey moro Marsil lo oye y cae muerto de dolor, y entrega su alma a
los demonios más viles (CCLXIV).
Carlomagno ha ganado la batalla, y matado a todos los infieles. Toma la
ciudad de Zaragoza (CCLXV).
Mas de 100.000 ciudadanos de Zaragoza son bautizados, menos la reina.
Carlos quiere que la reina mora se convierta por amor (CCLXVI).
Carlos deja en Zaragoza a 1.000 caballeros y emprende la vuelta lleno de
gallardía. Cabalgan por los montes y valles, dirección a Aquisgrán. Llegan a
Burdeos (CCLXVII). Los francos llegan a Aquisgrán (CCLXVIII). c) Comentario sobre la Chanson La
Chanson de Roland fue una
narración épica, de transmisión oral y puesta por escrito, que trató de
reflejar a nivel popular los ecos que la venida de Carlomagno supuso en España. Podemos
afirmar que: -existe
un trasfondo real a los hechos acaecidos aquel 778 en la zona pirenaica y
aragonesa,
Según
las crónicas y anales de la historia, nos encontramos con dos corrientes de
fuentes distintas, ambas en compatibilidad y coincidencia elevada en el relato
de hechos: -según
las fuentes latinas, Carlomagno el 778 entró en Pamplona, recibió rehenes de
varios caudillos sarracenos, y regresó a Francia después de destruir los muros
de Pamplona y subyugar a los vascones hispanos. Llevándose preso a Francia a Ibn
Al-Arabí de Zaragoza, sufrió un desastre en la retaguardia del ejército,
donde alojaba el botín; -según
las fuentes árabes, Carlomagno hizo prisionero a Ibn Al-Arabí de Zaragoza, y
sufrió a
manos de sus hijos un revés militar en su regreso a Francia, como obra de
musulmanes unidos a vascos.
A esto habría que sumar los dos contextos de ambas fuentes: -según
el contexto latino, Carlomagno quería extender su poder más allá de los
Pirineos, y obtener poder sobre ciertas ciudades hispanas;
Uniendo las fuentes y contextos en que se escribieron tenemos que: -Ibn
Al-Arabí incitaba a Carlomagno, para que interviniera en la rebeldía de Zaragoza
contra Abderramán I de Córdoba,
La causa de la venida de Carlomagno a España fue
principalmente sarracena. En efecto, Abderramán I de Córdoba atravesaba un
periodo difícil, pues: -por
el norte, Barcelona, Huesca y Zaragoza le negaban la debida obediencia,
desde el 774;
Abderramán optó por comenzar solucionando la sublevación del norte de
España, y para ello envió un ejército a las órdenes de Thalaba Ben Ubayd,
para sitiar a las ciudades rebeldes. Fue aquí cuando Ibn Al-Arabí de Zaragoza: -pensó
en buscar el apoyo de Carlomagno,
Pero un hecho hizo a Abderramán de Córdoba aflojar su campaña contra el norte rebelde
de España: Al-Siqlabi de Bagdad, junto a un imponente ejército berberisco, había
desembarcado en las costas de Todmir (Murcia), en enero del 778, y le había declarado
la guerra total[20].
Zaragoza ya podía respirar algo más, y Al-Arabí y los suyos también.
Pero
Carlomagno estaba en marcha, en el gigante proyecto sobre España que había
ideado, y del que había dado cuenta al papa Adriano I[21].
En abril del 778 partía Carlos de Chasseneuil con la idea de invadir España,
destruir Córdoba, y quedarse con gran parte de su territorio. Para ello: -una
parte del ejército entraría por Pamplona (los francos, bretones y
aquitanos),
Tras la toma de Pamplona y Barcelona, ambos ejércitos deberían dirigirse a
Zaragoza, y la victoria sobre España sería ya total.
El ejército oriental de Carlomagno atravesó el Petrus, y tras Gerona y
Barcelona se presentó en Zaragoza. El ejército occidental atravesó
Roncesvalles, y tras Pamplona se presentó en Zaragoza.
Pero he aquí el drama de Carlomagno, pues: -el
rey moro de Zaragoza se niega a entregar su ciudad, según lo que se había
convenido en Paderborn[22],
Carlomagno, con 36 años, se retira y vuelve a Francia. Decide que no
puede perder meses sitiando a Zaragoza, y dejar a su ejército en medio de una
tierra hostil y llena de sarracenos. No obstante, se lleva consigo algunos
rehenes, entre ellos a Ibn Al-Arabí, y botines obtenidos por España.
Es la parte de la Chanson con más
trascendencia en la historia, aunque haya habido confusión de identidades a la
hora de escribir quiénes fueron los que asaltaron a Carlomagno en su camino de
vuelta a Francia[24].
La clave de interpretación está en Pamplona. Pues así como el paso de
Carlomagno por Barcelona había supuesto pisar suelo amigo desde la
conquista de su padre Pipino en 759 (y Cataluña había estado muy asociada al
precedente reino godo de Narbona), Pamplona se había mostrado siempre rebelde a
todo tipo de estado establecido (visigodo,
narbonense, franco y musulmán), y había unido a vascones y pamploneses en pro
de una independencia radical.
El ejército carolingio, de 5.000 caballeros de armadura pesada, 10.000
peones divididos entre la vanguardia y grueso (ocupando 7 km. en filas de 3) y
retaguardia (donde Carlos ponía a sus capitanes, para custodiar el botín y
rehenes)... decidió volver a Francia por Roncesvalles, en un error quizás garrafal[25].
Tras atravesar de nuevo Pamplona y dejarla de nuevo asolada (destruyendo sus
murallas defensivas), Carlomagno encabezaba la comitiva hacia Francia, creyendo haber cumplido su misión. Pero a la retaguardia de su ejército, y en pleno puerto de Roncesvalles, le esperaba la encerrona[26] de: -los
musulmanes, ansiosos de recuperar a Ibn Al-Arabí y sus rehenes,
Murieron la mayor parte de los magnates áulicos, y entre ellos (como
relata la Chanson de Roland) Eggihardo (el prefecto de la mesa regia), Anselmo
(el conde de palacio) y Roland (el prefecto de Bretaña[27]).
Ni los Anales ni la Vita Karoli
se ponen de acuerdo en el lugar donde sucedieron los hechos narrados por la Chanson
de Roland. Según los primeros, “Pyrinei saltum ingresus est”, y según
la segunda, “in ipso Pyrinei jugo”. Según las principales interpretaciones, se trataría de: -el
puerto de Jaca, según Paul Raymond,
No obstante, es evidente que: -Carlomagno
utilizó una calzada romana para atravesar la cumbre,
Con todo lo expuesto, no queda duda que el Puerto de Roncesvalles
(Pirineos) fue el lugar donde se desarrolló la batalla carolingia,
recogida por la Chanson de Roland y las crónicas musulmanas. A 1.000 m. sobre el
nivel del mar, Roncesvalles era un espacioso llano en lo alto del Pirineo, de 6
x 4 km. de bosques de hayas, robles y fresnos, y riachuelos y arroyos. En medio
de él, y a modo de epicentro, se situaba el monasterio francés de Santa Fe de
Conques, y hoy el pueblo de Burgo de Roncesvalles.
Como picos que se elevaban sobre este llano, se situaba el monte Guirizu
(1280 m) y el alto de Don Simón (1172 m), por entre los cuales se estrechaba la
calzada romana que subía, durante 1,5 km, hasta el puerto de Ibañeta. El puerto de Ibañeta (1062 m) era el más bajo que atravesaba el camino
de peregrinos a Santiago, y se abría entre el Guirizu y las estribaciones del
Altobiscar. Allí se encuentra, hoy en día, la Capilla de Carlomagno, que según
la tradición, vertía las aguas a Francia por su tejado norte, y hacia España
por su tejado sur.
Carlomagno no pudo consumar su venganza sobre vascones ni valíes de ipso
facto, ni tampoco cumplir la promesa hecha al papa de ayudar a la Iglesia del
horror sarraceno español.
No obstante, cuando logró sofocar las revueltas de aquellos “pérfidos,
perjurados y devastadores” sajones[28],
que habían provocado su vuelta a Francia de la campaña española (con bautismo incluido de su caudillo Witikind en
785), Carlomagno envió misivas
a las ciudades norteñas españolas, pidiendo sumisión y tratados de fidelidad
al Imperio franco. Huesca en 790, Pamplona en 806 y Zaragoza en 809, por no citar a las ciudades condales catalanas, se pusieron en manos y sumisión total al emperador Carlomagno de Aquisgrán. Madrid,
1 abril 2018 ________ [1] Lo que muestra hasta qué punto el papa de Roma ejercía su soberanía sobre la Alta Edad Media, y como había quedado patente en: -el recibimiento que
el papa INOCENCIO I hizo al rey godo
ALARICO a la puerta de Roma, el 24
agosto 410, [2] Una de las mayores especialistas del Medioevo, que hace saltar por los aires muchos de los tópicos sobre el mundo medieval, revisando la producción literaria de la época, sus logros artísticos, el papel de la mujer, los códigos de honor y los rituales sociales... así como la implicación entre el poder temporal y el espiritual. [3] Es imposible circular por Europa sin ver un campanario medieval. Es más, cualquier región europea amontona riquezas en monasterios, literatura popular, arte parroquial rural, frescos románicos... Así mismo, en toda Europa se han ido creando clubes arqueológicos medievales y talleres de restauración, y la misma afluencia de turistas es mucho mayor en los edificios medievales que en el resto (como se ve en el Mont Saint Michel, que recibe más visitantes que el mismo Museo Louvre de París). [4]
cf. PERNOUD, R; Para
acabar con la Edad Media, ed. Olañeta, Palma de Mallorca 1999, p. 59. [5] Es el caso de Mocedades de Rodrigo, Mío Cid, Roncesvalles... [6] Como es el caso del Libro de Alexandre sobre ALEJANDRO MAGNO... [7] El Cantar de Fernán González, sobre el nacimiento de Castilla, por ejemplo, se plasmó y transmitió a través de las dos épicas a la vez. [8]
No
hay que confundir a los juglares (especie de informadores del pueblo llano)
con los trovadores (informadores oficiosos de la corte). [9]
El romance vino del desmembramiento del Cantar de
Gesta. [10] El traidor que era apresado no se atrevía ni a pedir perdón, a diferencia del buen soldado, que a menudo aparece llorando (humanismo cristiano medieval) o pidiendo clemencia y perdón.
El canon del soldado medieval se
resumía en su armadura y espada, jurando fiereza por medio de su barba, y
sabiduría si éste se la mesaba. [11] El simbolismo del peinado femenino se reducía a que si llevaban el pelo largo, mostraban que estaban vírgenes y puras; si llevaban el pelo recogido, es que ya estaban casadas o comprometidas.
El canon de la mujer
medieval era el de la virgen María, como la gran madre bondadosa. Las
mujeres podían ser vasallas, trabajadoras, cortesanas o religiosas. Caso
especial fueron las beguinas, especie de mujeres cristianas que cuidaban a
los pobres, se juntaban para rezar a Dios, traducían los evangelios a sus
lenguas vernáculas. [12]
Inspirado en la pirámide feudal social, pero también en la teológica.
Así tendríamos: Dios-rey, ángeles-delegados, plebe-pueblo. Importante era
que esa ciudad terrena, a semejanza de la celestial, tuviese los mismos
ideales y estilos de vida y pensamiento. [13] Fuertes son las discusiones acerca de si la épica española pertenece al tronco de la épica francesa, o es una mera traslación de la épica francesa. En 1859 WORLF afirmó que en España se implantó directamente la épica francesa. En 1865 GASTON PARIS dijo que España no tuvo epopeya propia, a pesar del Mío Cid y Mocedades de Rodrigo. En 1874 FONTANALS demostró que Mío Cid y Mocedades de Rodrigo no fueron trasplantes franceses, sino que Castilla gozaba de épica heroica oral, hoy perdida pero existente por las crónicas de la época.
Según MENENDEZ PIDAL hay un hecho inédito y propio
de la épica española, como fue la exacta historiografía y datos geográficos,
las rimas y las prosificaciones. [14]
Estado en el que, según MENENDEZ PIDAL, algunos cantos permanecieron
vivos en algunos pueblos, y resultaron coincidir con el tiempo, desde
diversos puntos, en una amplia base común, y tras siglos de silencio
literario, con la puesta por escrito. Es lo que comenzó percibiendo en el Cantar
del Conde Arnaldos, y descubrió después en los romanceros. [15]
Por proceso de tradicionalización entendemos, en palabras de MENENDEZ PIDAL,
al proceso de cambio constante en detalles desde que: -el
texto se pone por escrito por un solo autor, [16]
Principalmente, agrupados en 3 géneros provenientes de la antigua épica clásica
griega: -épica
latina, culta y escrita, que llegaría hasta el Renacimiento,
En
todos estos territorios, las lenguas romances (de ahí la designación geográfica
de Romania), con tronco común en el latín, eran las habladas, mientras que
la escritura latina era la escrita. [17] Tal es el caso del Mío Cid, cantado por toda España sobre el personaje Rodrigo DIAZ DE VIVAR, y cuya puesta por escrito respondió al propio Concejo de Vivar, que quería tener escritas las reseñas de su héroe local.
O el caso de los Milagros de Nuestra Señora, sobre leyendas cristianas pasadas, y
cuya puesta por escrito respondió al deseo de GONZALO DE BERCEO de hacer
propaganda de su monasterio de San Millán. [18]
Donde debió darse, incluso, la coincidencia temporal de varias versiones
del Cantar, ya que hay crónicas de la época que: -acusan
a los navarros de la emboscada a CARLOMAGNO (Crónica Silense, de 1110, donde un monje de Silos resalta que
“Carlos nunca tuvo nada que ver con los moros en los Pirineos, como así
dicen los franceses”, y alude al oro de Zaragoza y a volverse tras ello a
Aquisgrán);
Lo
cierto es que JIMENEZ DE RADA conocía otras versiones
del Cantar, omitentes de las muchas ciudades que, según el comienzo de la Chanson,
CARLOMAGNO conquistó en España (y que luego continuaron denunciando las crónicas
españolas, como la Crónica Silense). [19] Sobre el verismo español, véanse las obras El Mainete, Bernardo del Carpio, el Roncesvalles (sobre temas carolingios) o Siete Infantes de Lara, el Infante García, Particiones del Rey don Fernando, Mío Cid... [20]
Guerra que duraría dos duros años, y en la que, por otro lado, AL-ARABI DE
ZARAGOZA le negó la ayuda al califa de Bagdad, a pesar de la invitación
que el bereber le hizo para unirse a su causa contra ABDERRAMAN I DE CORDOBA. [21] Se sabe de él por la carta que el pontífice le contesta desde Roma en mayo del 778, donde le promete oraciones y la protección del ángel del Señor, que irá delante de sus batallas. Parece ser, en este sentido, que el motivo que movió a ambos para la conquista de España fue meramente religioso, o por lo menos el papa ADRIANO I así se lo inculcó a CARLOMAGNO.
Es también lo que nos dirá LUIS EL
PIADOSO hacia 840, cuando afirme que se trata de cruzar los Pirineos para
ayudar a la Iglesia contra el yugo del Islam. [22]
Ya se dijo que el aire había cambiado de dirección, con la batalla
que ABDERRAMAN I DE CORDOBA tenía que librar con el califa de Bagdad, y
los rebeldes moros del norte ya no necesitaban la ayuda de CARLOMAGNO, ni
tampoco entregarle Zaragoza en pago por la ayuda. [23] Abanderados por un tal WITIKIND DE SAJONIA, los sajones se había sublevado en Renania, lo que puede explicar la vuelta apresurada a Francia de CARLOMAGNO, así como, y según se verá en su momento, el no volver de momento a Pamplona para vengarse de los vascones, ni a Zaragoza para vengarse de los valíes. [24]
Según las crónicas musulmanas, los asaltantes fueron los hijos de AL-ARABI
DE ZARAGOZA,
para vengarse de CARLOMAGNO y rescatar así a su patriarca. [25]
Tenían muchas otras opciones de retirada, como se verá en el análisis
geográfico realizado a continuación. [26]
También se verá en el análisis geográfico como Roncesvalles era un auténtico
y emboscado desfiladero, que: -incapacitaba
a los jinetes y caballos, ya cansados de por sí de la subida, [27]
Todos ellos fueron devueltos por CARLOMAGNO a Francia para recibir sepultura
y reconocimiento heroico. Y alguno de ellos, como EGINHARDO en la Iglesia San
Vicente de Dax, con reconocimiento martirial. [28] Según la propia descripción que hace de ellos el Chronicon Moissiacense-818. |