DIDACHÉ

 

Enseñanza de los Apóstoles del s. I,

que estructuró la expansión de la Iglesia

 


Enseñanza de Cristo, transmitida por los apóstoles a las primeras comunidades

Madrid, 1 enero 2020
Manuel Arnaldos, historiador de Mercabá

            La Iglesia fue fundada por Jesucristo el jueves 13 de Nisán del 783 de la fundación de Roma, según referencias de Flavio Josefo, o jueves 6 abril del 30 d.C. según nuestro lenguaje actual. Se trató de una ceremonia fundacional en la que Jesucristo dejó claro, aquel Jueves Santo, que la Eucaristía y el Amor debían ser los pilares fundamentales del nuevo sacerdocio que debían desarrollar en adelante los apóstoles, tanto hacia ellos mismos como hacia el resto de discípulos que se les fueran añadiendo.

            En efecto, Cristo había encargado a sus apóstoles la proclamación de un reino espiritual, basado en la conversión interior; un reino visible, a través del culto a Dios y socorro al prójimo y necesitado; un reino universal, sin distinción alguna y alcanzando al mundo entero; y un reino unido, bajo su persona y las llaves de Pedro.

            Y esto es lo que trataron de proclamar y enseñar los apóstoles, mostrando a la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo, en expresión de Pablo, y como Pueblo de Dios perfectamente estructurado en ministerios y carismas, según fueron corroborando todos los sucesores de Pedro y de los apóstoles.

a) Contexto

            Al desaparecer Cristo de este mundo, Pedro empezó a hablar ad extra como cabeza de los 12 apóstoles, y a ejercer el papel ad intra de vicario de Cristo en la tierra, que ya le confiriese Jesucristo en el pasado[1] y de cara al fortalecimiento en la de fe de sus hermanos[2]. Una vez que hubo ejercido sus funciones, y se fueron agotando sus fuerzas, Pedro estableció en Roma la forma de perpetuar para el futuro esa autoridad máxima dada por Jesucristo a su Iglesia: sus sucesores petrinos, o futuros Romanos Pontífices.

            Una vez que fue creciendo la primitiva comunidad eclesial[3], Pedro decidió que era la hora de buscar a un discípulo que llenara el hueco dejado por el apóstol Judas fallecido. Fueron momentos de intensa oración y elaboración de informes, para proponer una terna de la que surgiera el sucesor apostólico de Judas. Hasta que la sors de la Providencia recayó en Matías, el primero de los sucesores apostólicos o futuros obispos eclesiásticos.

            La figura de María estuvo intensamente presente en los primeros balbuceos de la Iglesia, como primera seguidora de Cristo y como primera discípula presente en la apertura exterior de la Iglesia en Pentecostés. Y siempre lo hizo rodeada del grupo de las piadosas mujeres, a las que fue introduciendo en los misterios más profundos de la Iglesia y en la participación ad gentes exterior. Ella también hubo de ausentarse de este mundo, pero ya había dejado otro legado para la Iglesia y su futuro: el grupo de las mujeres o futuras religiosas consagradas, sus sucesoras en la contemplación y en la acción.

            Pablo había nacido el año 8 d.C. fuera de Israel, y por tanto alejado de Cristo y su Iglesia. Pero pronto conocería y se pondría al servicio del colegio apostólico (no sin antes tener que doblegar su voluntad, y pasar por la etapa de formación). Se trataba de un joven rabino de la diáspora, que pronto empezaría a recorrer los países extranjeros[4] y a engrosarlos en las filas de la Iglesia, con toda su mentalidad pagana[5]. Fue lo que originó la Asamblea de Jerusalén del año 50, embrión y primero de los futuros concilios ecuménicos.

            En cuanto a los grandes apóstoles, Juan evangelizó las diversas regiones e islas de Asia Menor, formando una ilustre generación de discípulos y padres de la Iglesia[6] e introduciendo un Apocalipsis en las principales iglesias de Asia. Santiago el Menor se mantuvo al cuidado de la Iglesia de Jerusalén, renunciando a las normativas judías arcaicas[7], así como explicando la necesidad de las obras para la fe. Santiago el Mayor fue decapitado el año 43 en Jerusalén, auspiciando en la Iglesia el orden de los mártires.

            En cuanto al resto de los apóstoles, Andrés predicó en el Peloponeso (Grecia), Bartolomé en el Caucaso (Armenia), Mateo en Persia (Irán), Simón en Mesopotamia (Irak), Tomás en Tabrobane (India), Judas en Edesa (Siria), Felipe en Frigia (Turquía), Matías en el mar Rojo (Etiopía) y Marcos en Alejandría (Egipto), todos ellos traduciendo la enseñanza de Cristo y su Iglesia a sus lenguas y escrituras, o inventando escrituras nuevas si era el caso.

b) Didaché de los Apóstoles

            Constituye el primer texto escrito sobre las ordenanzas eclesiásticas del s. I d.C, siendo famoso tanto en las primeras comunidades[8] como santos padres[9] e Iglesia alto medieval[10], siempre en fuerte fidelidad a la tradición ideológica e institucional.

            Su composición fue ligeramente anterior a la aparición de los primeros 3 evangelios bíblicos (años 50-70), y refleja las mismas tradiciones que posteriormente describirá Mateo. Según Audet, fueron 3 sus etapas de composición:

-la pre-evangélica, que escribió los cap. I al X,
-la contemporánea al 1º evangelio, que añadió los cap. XI al XVI,
-la contemporánea al 2º y 3º evangelios, que interpoló los vers. 4-6 del cap. I, 2-3 del cap. VI, 2-4 del cap. VII y 5-7 del cap. XIII[
11].

            Se estructura la Didaché de los Apóstoles en las 4 secciones de:

-catequesis pre-bautismal, del cap. I al VI, con la explicación de las dos vías espirituales,
-regulación litúrgica, del cap. VII al X, con la presentación de los ritos sagrados a seguir,
-disciplina sacerdotal, del cap. XI al XV, con la descripción de los ministerios y servicios eclesiales,
-amonestación final, del cap. XVI, con la insistencia en la mentalidad cristiana escatológica.

            Refleja el documento la realidad de las comunidad apostólica del s. I, estructurada en apóstoles, profetas y maestros[12], y presenta siempre su contenido bajo el título de doctrina[13], con la idea de regular su ejercicio e integrarlo en un concierto bien organizado de la primitiva comunidad. Pues la Iglesia necesitaba una estructura organizativa, y la responsabilidad que tuviera cada uno en sus funciones repercutía en el bien general de la estructura eclesial. Todo ello sin olvidar el espíritu y finalidad última de todo, que era la proclamación del reino salvífico de Cristo y la vivencia comunitaria dentro de él, tras el bautismo.

b.1) Catequesis de las dos Vías

            Recoge la Didaché la antigua tradición monástica esenia de los judíos[14], que todavía guardaban en su espiritualidad judía los primeros discípulos de Jesús[15] y que fue cristianizada catequéticamente por los dirigentes apostólicos de la Iglesia:

Esta es la doctrina del Señor para las naciones mediante los apóstoles (introd).

Amarás a Dios que te creó, y a tu prójimo como a ti mismo. Y todo lo que no quieras que te suceda a ti, tú tampoco lo hagas a otro (cap. I, 2). Ayunad por los que os persiguen y amad a los que os odian, y no tendréis enemigo alguno (cap. I, 3). Bienaventurado el que da según el mandato, porque es inocente. ¡Ay, empero, del que tome! (cap. I, 5).

Hijo mío, abstente de codicias carnales y corporales (cap. I, 4). No seas doble ni bilingüe, pues gran trampa es la doblez (cap. II, 4); no seas rapaz ni soberbio (cap. II, 6), y tu palabra no será hueca sino llena de obra (cap. II, 5); no seas concupiscente (cap. III, 3), y huye de todo lo que malvado parezca (cap. III, 1); no seas agorero (cap. III, 4) ni mentiroso, porque la mentira lleva al hurto (cap. III, 5). No te ensalces a ti mismo, ni hinches de arrogancia tu alma (cap. III, 9), ni fluctúes entre el sí y el no (cap. IV, 4).

            Se trata de los caminos de la vida y la muerte, ambos antagónicos y cada uno de ellos dominados por la luz y la tiniebla, respectivamente, y por sus señores Jesucristo y Satanás:

Hay dos caminos: uno de la vida, y otro de la muerte; pero muy grande es la diferencia entre los dos caminos (cap. I, 1).

El camino de la vida consiste en cumplir los mandamientos y confesar tus pecados a Jesucristo en la asamblea, porque así tendrá luz tu conciencia (cap. IV, 14).

El camino de la muerte, en cambio, es el de todo malo y maldito de este mundo: los asesinatos, adulterios, concupiscencias, fornicaciones, hurtos, idolatrías, brujerías, preparación de venenos, rapiñas, falsos testimonios, hipocresías, dobleces de corazón, dolos, malicias, orgullos, avaricias, turpiloquios, envidias, espíritus atrevidos, altanerías, ostentaciones (cap. V, 1). Y está lleno de tinieblas a causa de los agentes de la iniquidad (cap. V, 2).

            Se trata de dos caminos con orígenes y fines muy distintos, y empleados ambos de lleno en la construcción y la destrucción, respectivamente, de puentes hacia la eternidad (en el camino de la vida), y de todo tiempo actual (en el camino de la muerte):

El camino de la vida busca cada día los semblantes de los santos, para descansar en sus palabras (cap. IV, 2). Y respeta al que te habla de la palabra de Dios, porque allí donde habla la autoridad del Señor, está el Señor mismo (cap. IV, 1). Pone su mano sobre su hijo e hija, y les enseña ya desde la juventud el temor del Señor (cap. IV, 9) y a guardar lo que han recibido, sin añadir ni quitar nada (cap. IV, 13). Así va sobrellevando todos los yugos del Señor, y llevando a sus hijos a la perfección (cap. VI, 2).

El camino de la muerte persigue a los buenos y genera enemigos de la verdad, amantes de la mentira, desconocedores de la justicia, aficionados a lo malo, alejados de la mansedumbre y la paciencia, amadores de cosas vanas, ansiosos de remuneraciones, no compasivos del pobre, indiferentes para con los apenados, desconocedores de su Hacedor, asesinos de sus hijos, corruptores de la criatura de Dios, opresores del necesitado, abogados de los ricos, jueces perversos y versados en todos los pecados: ¡Libraos de toda esta gente, hijos míos! (cap. V, 2).

b.2) Regulación litúrgica

            Recuerda la Didaché que todo sacramento ha de ser recibido tras la recepción de una catequesis pre-sacramental precedente, sobre todo en el caso de los sacramentos de iniciación:

Nadie coma ni beba de vuestra eucaristía, sino únicamente los que están bautizados en el nombre del Señor. Porque de esto el Señor ha dicho "no deis lo santo a los perros (cap. IX, 4).

            Insiste, así mismo, en la práctica del ayuno pre-sacramental, tanto para el receptor como para el ministro del sacramento, sin que sirva de sustitución el otro caso de ayuno eclesial, el ayuno semanal de miércoles y viernes:

Antes del bautismo, el que bautiza y el que ha de ser bautizado, ayunen, y asimismo otros que puedan hacerlo. Mandas ayunar al bautizando uno o dos días antes (cap. VII, 4).

Vuestros ayunos, sin embargo, no sean con los hipócritas: los que ayunan el segundo y el quinto día después del sábado. Vosotros, en cambio, ayunad el cuarto día y el viernes (cap. VIII, 1).

            Describe el ritual del bautismo bajo la fórmula de inmersión en el agua corriente, como la práctica más habitual, aunque admite también la existencia del bautismo por medio de la infusión:

En cuanto al bautismo, éste es el modo de bautizar: habiendo previamente dicho todo esto, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua viva (cap. VII, 1).

Si no tienes agua viva, bautiza en otra agua. Si no puedes en agua fría, bautiza en caliente (cap. VII, 2). Si, empero, no tienes ni una ni otra, derrama agua sobre la cabeza tres veces en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (cap. VII, 3).

            Describe del ritual de la eucaristía como algo bien conocido, que tiene diversos modelos de plegaria pero que tiene fijada unas mismas palabras para el levantamiento de la copa y del pan. Todo ello con resonancias del AT (la viña) y la tradición cristiana (la multiplicación del pan), junto a otra serie de términos más propios de la tradición joánica (la vida y la ciencia):

En cuanto a la eucaristía, permitid a los profetas hacer gracias cuantas quieran (cap. X, 6).

Pero en cuanto al levantamiento del Cáliz, así habéis de realizarlo: Te damos gracias, nuestro Padre, por la sagrada vid de David, tu siervo, la cual nos enseñaste por Jesús, tu Hijo y Siervo; A ti la gloria en los siglos (cap. IX, 2).

Y sobre la partición del pan: Te damos gracias, nuestro Padre, por la vida y la ciencia que nos enseñaste por Jesús, tu Hijo y Siervo: A ti la gloria en los siglos. Como este pan fue repartido sobre los montes, y, recogido, se hizo uno, así sea recogida tu Iglesia desde los límites de la tierra en tu Reino porque tuya es la gloria y el poder, por Jesucristo, en los siglos (cap. IX, 3).

            En cuanto a las fórmulas de oración, la Didaché sustituye las viejas oraciones judías[16] por la oración del Padrenuestro de Jesucristo, no en el número judío de 18 veces al día, sino en el número cristiano de 3 veces diarias:

Tampoco habéis de rezar como los hipócritas, sino como el Señor enseñó y mandó en su rezo del Padre Nuestro de los Cielos (cap. VIII, 2). Tres veces debéis rezar cada día, de este modo (cap. VIII, 3).

            En cuanto a las fórmulas de petición, introduce la Didaché dos intercesiones por la Iglesia muy significativas, referentes:

-a su unidad, bajo la imagen del pan, hecho de la misma masa pero desmigajado por toda la tierra,
-a su fortaleza, bajo la imagen del viento, que mantiene su soplo a pesar de las dificultades y diversas orientaciones:

Tú, oh Señor, Todopoderoso, diste comida a los hombres para su fruición y para que así todos diesen gracias a tu único nombre (cap. X, 3). Venga tu gracia y pase este mundo. Hosanna al Dios de David. Si uno es santo, se acerque. Si no lo es, conviértase. Marán athá. Amén (cap. X, 6).

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y hacerla fuerte. Aúnala desde los cuatro vientos en tu Reino que para ella preparaste, porque tuyo es el poder y la gloria en los siglos (cap. X, 5).

b.3) Disciplina sacerdotal

            La Didaché implanta reglas de comportamiento respecto al ministerio de los sacerdotes[17], basadas en el discernimiento de sus carismas y motivaciones, y en un ministerio sacerdotal que han de ejercer desde la itinerancia de unos lugares a otros:

Todo el que viniere en el nombre del Señor, sea acogido por vosotros. Pero habréis de probarlo, y así lo conoceréis, pues ya tenéis criterio para juzgar entre la diestra y la siniestra (cap. XII, 1). Si a eso no quiere conformarse, es un traficante de Cristo. Cuidado con ésos (cap. XII, 5).

Todo apóstol que llegue a vosotros, ha de ser recibido como el Señor (cap. XI, 4). Pero no se quedará por más de un día o dos, si hace falta; quedándose tres días, es un falso profeta (cap. XI, 5). Al partir, el apóstol no aceptará nada sino pan para sustentarse hasta llegar a otro hospedaje. Si pidiere dinero, es un falso profeta (cap. XI, 6).

A todo profeta que hable en espíritu, no le tentéis ni pongáis a prueba. Porque todo pecado se perdona; mas este pecado no será perdonado (cap. XI, 7). Pero no cualquiera que habla en espíritu es profeta, sino sólo cuando tenga las costumbres del Señor. Pues, por las costumbres se conocerá al seudo profeta y al profeta (cap. XI, 8). Todo profeta que enseña la verdad, y no hace lo que enseña, es un profeta falso (cap. XI, 10).

            Reduce así mismo la Didaché las funciones sacerdotales a las de enseñanza, confesión y pastoreo concreto asignado, así como a un ministerio litúrgico que han de ejercer desde una óptica sacerdotal todavía muy veterotestamentaria:

Todo profeta, sin embargo, probado y auténtico, que celebra el misterio cósmico de la Iglesia, pero no enseña a hacer lo que él hace, no ha de ser juzgado por vosotros. Su juicio corresponde a Dios. Porque otro tanto hicieron los antiguos profetas (cap. XI, 11).

Que los profetas reúnan a la comunidad los días del Señor, para la partición del pan y para la acción de gracias, confesar los pecados y hacer sacrificios puros (cap. XIV, 1).

            Respecto al ministerio episcopal, insiste la Didaché en su instalación fija en las comunidades para ellos designadas, con la intención de ir afianzando así una jerarquía local que con el tiempo pudiera ir sustituyendo a la itinerancia ministerial:

Elegíos obispos dignos del Señor, varones mansos, indiferentes al dinero, veraces y probados, que os administren en adelante el oficio junto a los profetas y doctores (cap. XV, 1). Y no los menospreciéis; porque ellos son venerables entre vosotros (cap. XV, 2).

Ellos dirigirán vuestras oraciones, vuestras obras de caridad y todas las obras que haya que hacer, conforme a lo ordenado por nuestro Señor (cap. XV, 4).

b.4) Amonestación final

            Consiste en un epílogo escatológico cuyos elementos doctrinales aluden a las categorías de sucesos premonitorios que pronto empezaron a desarrollar los tres primeros evangelios, y muy posteriormente desarrollará el Apocalipsis de Juan[18]:

Velad por vuestra vida. Que vuestras linternas no estén extinguidas ni desceñidos vuestros lomos; mas estad alerta (cap. XVI, 1), pues no os aprovechará todo el tiempo que vivisteis en la fe, si no estáis perfectos en el último tiempo (cap. XVI, 2).

En los últimos días, aparecerán las señales de la verdad: primero la señal de la revelación en el cielo, después la señal de la voz de trompeta, y finalmente, la resurrección de los muertos (cap. XVI, 6). Pero no de todos los muertos, porque ya fue dicho que "vendrá el Señor, y sólo los santos con él" (cap. XVI, 7). Entonces el mundo verá al Señor, viniendo sobre las nubes del cielo (cap. XVI, 8).

            Argumenta la Didaché, en ese sentido, que toda la perversión moral del tiempo final tendrá su origen en la seducción por el mundo presente[19], concluyendo con un castigo eterno para los malos y la vida eterna para los justos[20]:

En los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y los corruptores, y se convertirán las ovejas en lobos, y el amor en odio (cap. XVI, 3). La iniquidad se acrecentará, y entonces aparecerá el impostor del mundo, haciendo señales y prodigios. Y la tierra será entregada en sus manos. Y cometerá iniquidades como jamás se hizo en el decurso de los siglos (cap. XVI, 4).

Entonces vendrá el juicio de los hombres, en el fuego de la prueba. Y muchos se escandalizarán y perecerán, y serán condenados. Pero los que perseveraren en su fe, se salvarán (cap. XVI, 5).

c) Comentario de la Didaché

            Consiste la Didaché, o Enseñanza del Señor a los gentiles por medio de los Doce Apóstoles en la más antigua fuente de legislación eclesiástica, el más antiguo código de derecho canónico y el primero de los cánones apostólicos de la Iglesia. Se trató de un escrito que rondó el canon bíblico y que fue tenido por inspirado, a forma de compendio sobre preceptos morales, funciones litúrgicas e instrucciones sobre la organización comunitaria cristiana[21].

            Consta de 552 vocablos griegos, ordenados en 100 versos a lo largo de 16 capítulos, todos ellos escritos con suma sencillez, ausencia de arcaísmos y recursos retóricos, y fuerte sentido escatológico. Y responde al propósito de su título, que no es tanto la enseñanza de los 12 apóstoles a los demás, sino la enseñanza del Señor transmitida a través de ellos, para todo el mundo.

c.1) Origen de la Didaché

            El autor de la Didaché permanece en el anonimato, tanto porque él así quiso mantenerlo cuanto porque el escrito salió de la reflexión de un grupo de personas. No obstante, el escrito delata la existencia de una mano judía, cristiana, erudita y competente.

            Su fecha de composición es discutida[22], y los paralelismos respecto a otros escritos[23] pudieron deberse a la existencia de otra tercera fuente todavía sin descubrir[24], o a copias que hicieron otros de la Didaché. Recurriendo a la crítica interna, nos encontramos con que la Didaché:

-no pertenece a la era apostólica, años 30-50[25], pues el bautismo por infusión ya está autorizado y ya se da por hecha la costumbre de los profetas de la nueva ley,
-sí está muy cercana a la era apostólica, años 50-70[
26], pues el bautismo por inmersión todavía es lo ordinario, el bautismo por infusión es todavía la excepción, la liturgia descrita denota simplicidad y no existe todavía un Credo apostólico ni un canon de libros evangélicos.

            Respecto al lugar de composición, pudo haber sido:

-Siria, según Quasten, por los complejos procesos de asimilación de culturas existentes en la Didaché,
-Antioquía, según Audet y Ruiz Bueno, por la confluencia en ella de apóstoles, profetas y doctores, muy insistente en la Didaché.

c.2) Temáticas de la Didaché

            La actitud escatológica es la temática estrella de la Didaché, estando presente en toda su obra y salpicando todo tipo de explicación moral, litúrgica o disciplinar. Se trata de una actitud que recopila señales:

-presentes ya en el Discurso Escatológico de Jesucristo, como la conversión de ovejas en lobos, la perseverancia en la fe para salvarse, el escándalo y la pérdida de muchos, la vigilancia en horas intempestivas...
-que aparecerán después en el Apocalipsis y Cartas Apostólicas, tales como la proliferación de falsos profetas, la conversión del amor en odio, la aparición del Anticristo o seductor del mundo...

            Presenta también la Didaché una serie de máximas morales, bajo la imagen de las dos vías: la del bien y la del mal[27]. Se trata de un recurso, el de las dos vías, que se utilizaba para la formación de los catecúmenos, imitaba el método empleado en las sinagogas helenísticas y plasmaba a la perfección la instrucción a los prosélitos desarrollada por las comunidades esenias del Mar Muerto. No obstante, todo ello como ropaje del verdadero contenido interior: el Sermón de la Montaña de Jesucristo.

            Aparece también en la Didaché, así mismo, un primigenio concepto de Iglesia, que alcanza un sentido universal y designa a la congregación de los creyentes (lit. santos) reunidos para orar, así como a un pueblo nuevo que un día se establecerá definitivamente en el reino de Dios. Se trata de un pueblo, o Iglesia, que debe ser uno y santo, sacando su unidad y santidad del pan eucarístico (cuyos muchos y dispersos granos mantienen todos la misma esencia).

            Por lo que se refiere a la organización jerárquica, la Didaché habla de los episkopoi (obispos), los diakonoi (diáconos) y los profetas y doctores (especie de sacerdotes itinerantes), éstos últimos vuestros sumos sacerdotes (XIII, 3), que pueden celebrar la eucaristía (X, 7), recibir el diezmo (XIII, 3-7) y estar por encima del juicio humano (XI, 11). De ahí la necesidad, para éstos últimos, de una labor de discernimiento antes de su consagración.

            Respecto al bautismo, se decanta la Didaché por el ritual de inmersión del catecúmeno en agua corriente (lit. viva), autorizando el ritual de infusión de agua sobre la cabeza del catecúmeno sólo en caso de necesidad (por ejemplo, en peligro de muerte) o impedimento (por ejemplo, si no existía agua que corriera).

            Respecto a la eucaristía, introduce la Didaché las preces eucarísticas más antiguas de la Iglesia, y liga la recepción de la comunión a la penitencia, como requisito indispensable previo. Se trata de una confesión que ha de realizarse de forma también litúrgica, mediante una fórmula muy parecida a la del Confiteor.

            Respecto al ayuno, introduce la Didaché la novedad del ayuno pre-sacramental (futuro ayuno pre-envío misionero), y transmite a las comunidades cristiana la necesidad de observar dos ayunos, y no uno, muy distintos:

-el ayuno judío, del viejo ritual judío del sábado,
-el ayuno cristiano, del nuevo ritual cristiano del miércoles.

            Respecto a la oración dominical, la Didaché obliga a su recitación 3 veces al día (tercia, sexta y nona) pero no de cualquier manera, sino supuestamente siguiendo el ritual judío: en pie y con las manos levantadas.

            Entre las prácticas de caridad recomienda la Didaché la limosna y el trabajo como medio de vida, todo ello en la medida en que se pueda y bajo el lema de que trabaje, y así se alimente (XII, 2-5), recordando a la posterior máxima de San Pablo de que quien no trataba, que no coma.

Madrid, 1 enero 2020
Mercabá, artículos de Cultura y Sociedad

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[1] En la confesión de fe de PEDRO y elección petrina de JESUCRISTO en Cesarea de Filipo.

[2] Pastoreo que ya le confiriese JESUCRISTO en la última pesca de 153 peces.

[3] Crecimiento del número de cristianos, de 120 discípulos en Jerusalén y 500 hermanos en Galilea, que ya estaban previendo la enconada oposición que se iban a encontrar entre los judíos y paganos.

[4] Ganando SAN PABLO para Cristo a los paganos, griegos, escépticos, fugitivos, ateos y filósofos.

[5] Naciendo así para la Iglesia, y por obra de SAN PABLO, los carismas, la gracia, la profecía, el don de lenguas, los votos, la interpretación, el epistolario doctrinal, la filosofía, la transocialidad, la colecta caritativa, la intachatez y el libre albedrío, todo ello bajo el prisma de Cristo y su Iglesia.

[6] Como PAPIAS, IGNACIO DE ANTIOQUIA, POLICARPO DE ERMIRNA... todos ellos forjados por el mismo SAN JUAN.

[7] Al mismo tiempo que SANTIAGO EL MENOR se ganaba el aprecio y amistad de los judeocristianos.

[8] Como se ve en las referencias al mismo que ofrece la Carta de Bernabé, XVIII, 1-21.

[9] Destacando las alabanzas que hacen del mismo EUSEBIO DE CESAREA y ATANASIO DE ALEJANDRIA, en el s. IV.

[10] Como se ve en la copia y divulgación que hace del mismo el Códice Hierosolymitanus, LIV, del año 1056.

[11] Por la existencia del "tú" casuístico de un interpolador, que diferencia así su sentencia del resto de sentencias apostólicas, escritas de forma impersonal, en 3ª persona y de forma genérica)

[12] Que posteriormente describirá SAN PABLO en su Carta I a los Corintios, XII, 28.

[13] Conocida como Doctrina de los Doce Apóstoles, o Doctrina del Señor por medio de los Doce Apóstoles, según se desprende de la traducción del Codex Hierosolymitanus del s. XI.

[14] Como se puede ver en la Regla de Qumram de los esenios, idéntica casi al pie de la letra a estos pasajes de la Didaché.

[15] Como se puede ver en la Carta de Bernabé y en los Testamentos de los XII Patriarcas, éste último como remanente todavía vivo de la vieja espiritualidad helenística judía.

[16] Como fue el caso del Shemonehesreh, conjunto de bendicionales judíos ya superado, o en este caso suplido, por la Didaché.

[17] Llamados, en esta ocasión, bajo el título de profetas apostólicos.

[18] En las descripciones que SAN JUAN hará en su Apocalipsis sobre el cielo abierto, las trompetas anunciadores y la resurrección de los muertos.

[19] Como también defenderá por dos veces SAN PABLO, en su Carta II a los Tesalonicenses, II, 4 y VIII, 10.

[20] Como también concluirá SAN PABLO en su Carta I a los Corintios, II, 9.

[21] Comunidades de las que poco o casi nada se puede saber, dada la falta de evidencias o menciones internas del documento al respecto, tanto en lugares como nombres propios o sucesos temporales acaecidos.

[22] Dada la existencia de:

-una Didaché original, o D1, de los cap. I al XI y perteneciente a la época apostólica,
-una alargación de la Didaché, o D2, de los cap. XI al XVI y elaborada por posteriores didachistas, designados para el caso,
-interpolaciones intermitentes, o J, en los cap. I, 3; II, 1; VII, 2-4; XIII, 3 y 5-7 y por obra de un interpolador posterior, que interpoló todo eso en alguna de las traducciones manuscritas.

[23] Como los paralelismos existentes entre la Didaché (cap. I al VI) y la Epístola de Bernabé (cap. XVIII al XX), suponiendo que ésta dependa de aquella.

[24] Fuente Q sin descubrir que pudiera ser descubierta en el futuro, y que demostrara que la Didaché dependía de ella como posterior a ella que era. No obstante, de momento no hay vestigio de esta hipotética hipótesis, que sin vestigio alguno no pasa de teología ficción.

            Aunque sí hay que recordar que de esa misma manera fue descubierta la Didaché, como Fuente Q sin descubrir que habría de haber existido para encajar las piezas del puzzle, hasta que en 1873 fue descubierta por el teólogo macedonio BRYENIOS en la biblioteca del Monasterio Santo Sepulcro de Constantinopla y buscando en manuscritos del Codex Alexandrinus.

            O como anteriormente había sido descubierta la Epístola de Bernabé en 1860, por el teólogo alemán TISCHENDORF en el Monasterio Santa Catalina del Sinaí, y buscando entre los manuscritos del Codex Sinaiticus.

[25] Desde el día de Pentecostés (año 30) hasta el Concilio de Jerusalén (año 50), momento en que propone la primera introducción de nuevas costumbres.

[26] Desde el Concilio de Jerusalén (año 50) hasta la Destrucción de Jerusalén (año 70), momento en que los judíos salen a estampida de Jerusalén, y pierden toda su primacía e influencia dentro de la Iglesia.

[27] Presentación que introduce al decir que el camino de la vida es éste: amarás a Dios... más el camino de la muerte es este otro (Didaché, cap. I, vers. 1-2).