GUILDA DE SAINT OMER

 

Primer modelo de gremio medieval,

interesado por el comercio y la religión

 


Elaboración de estatutos gremiales, una de las claves del Medioevo europeo

Madrid, 1 febrero 2019
Manuel Arnaldos, historiador de Mercabá

a) Texto

b) Contexto

Saint Omer era uno de los 7 distritos que conformaban la región de Pas de Calais, conocida como corazón de la Eurorregión y limitando con las vecinas Lille, Dunkerque, Boulogne, Arras y Calais. En 1127 había recibido 1.640 ha. de dominio y su franquicia como ciudad, en 1165 fue canalizado su río Aa, y entre medias la ciudad había alcanzado la cifra de 15.000 habitantes.

La zona había sido evangelizada religiosamente por los misioneros Bertin, Ebertram y Momelin, y el viejo poblado de Therouanne vio cómo se convertía en sede episcopal en el s. VII, bajo el cayado del obispo Audomar, más tarde canonizado bajo nombre de Saint Omer[1]. Contaba la localidad con la Catedral de Notre Dame, la antigua Iglesia de Saint Martín y las arterias del s. X que conectaban los céntricos Templo del Santo Sepulcro, Abadía de Saint Denis y Colegio de Notre Dame, con los barrios radiales que iban naciendo sin cesar.

Con 3.500 ha. de marismas, el pantano municipal era escenario de una actividad económica de fuerte procedencia tradicional: la agricultura, centrada principalmente en la producción de la coliflor y la escarola. Su producción agrícola alcanzaba valor internacional, como era el caso de la Cooperativa de Cerveceros.

Saint Omer contaba en el s. XI con muchas tiendas y centros comerciales en su interior, centros artesanos especializados en la cerveza, vinos, licores, quesos, productos lácteos, chocolate, confitería... aparte de la industria de la ropa, joyas y perfumes. Contó con una larga tradición asociada a la producción de textiles y prendas de vestir.

Cada semana tres mercados tradicionales daban vida a la ciudad: el de la Plaza de Perpignan, el de la Plaza de Ghiere y el de la Plaza del Foch (el de mayor número de comerciantes). Todos ellos venían organizados por las asociaciones comerciales y los socios institucionales (ayuntamiento, Cámara de Comercio…).

b.1) Guilda de Saint Omer

Aparece ya citada hacia 1050, presumiblemente como una trasposición análoga al norte francés de las asociaciones comerciales de Flandes. Se sabe también del acuerdo firmado en Saint Omer entre su alcalde nobiliario Wulfric Rabel (1072-1083) y una guilda-gremio existente[2], al parecer influida por los asuntos de la burguesía.

Por lo que parece que la Guilda de Saint Omer:

-comenzó su andadura sin poseer todavía licencias legales,
-estuvo formada por una asociación de mercaderes,
-se consagró por propia iniciativa a la instalación y cuidado de la expansiva ciudad,
-suplió la inercia de los poderes públicos
[3].

Sus estatutos definitivos fueron aprobados en 1127, dentro de un maduro programa político sobre toda la ciudad[4], posiblemente con influencia de la burguesía flamenca. En ellos se reconocía por escrito[5]:

-la ciudad como territorio jurídico distinto,
-un derecho especial común a todos los habitantes,
-una regiduría particular y una plena autonomía comunal.

b.2) Legislación de Saint Omer

Saint Omer contó desde el s. XI con Corte Suprema, Corte de Magistrados, un Tribunal del Comercio y un Tribunal del Trabajo. Y todo ello tenía mucho que ver con su estructura socio-económica: la civitas central (epicentro de la ciudad), y a sus alrededores los burgos radiales o barriadas extramuros:

-de mercaderes, que iban y venían llenos de prendas,
-de artesanos, libres y siervos, que empezaron a elaborar la industria textil.

La Abadía Saint Denis de Saint Omer se mantenía como la titular de las tierras entregadas a los inmigrantes de los burgos, y el conde de Flandes se mantenía como el dueño de la civitas central. Para ambas jurisdicciones hubo un único alcalde[6], al que se le concedió competencia sobre autóctonos e inmigrados.

Un tribunal de regidores fue asentado en la civitas, bajo la presidencia del alcalde y con carácter ocasional, para la celebración de juicios. Para la jurisdicción eclesiástica, de la que dependían la mayoría de los asuntos, había que presentarse ante la corte episcopal diocesana.

Sobre las posesiones y personas de la civitas y de los burgos pesaban diversas legislaciones[7]:

-tributos directos, sobre la propiedad de tierras,
-tributo del telonio, sobre las mercancías transportadas por tierra o por mar,
-tributos militares, en dinero o especies, para mantener a los caballeros dedicados a la defensa de la ciudad.

         Los servicios municipales continuaron cubriendo las prestaciones de siglos atrás (orientadas hacia la civitas), y decidieron no atender los nuevos arrabales, entorpeciendo en ocasiones la nueva actividad de los inmigrados.

Ante el crecimiento urbano, la burguesía (ciudadanos de los burgos) empezó a exigir reformas[8] en Saint Omer, indispensables para su libre expansión. Pero esto no fue fácil de conseguir, pues:

-la población de los burgos era enormemente heterogénea,
-se precisaba que alguien se impusiese sobre la masa,
-se carecía de la fuerza y prestigio suficientes para imponer decisiones.

Así, ante la incapacidad de la nobleza para equilibrar la ciudad, fueron los mercaderes los que, por su cuenta y desde la primera mitad del s. XI, empezaron a asumir resueltamente este papel de liderazgo, y a reformar los barrios de los burgos de Saint Omer.

c) Contenido

Variados y cohesionados son los elementos temáticos que nos encontramos en los Estatutos de la Guilda de Saint Omer, los más antiguos conocidos hasta la fecha de un gremio medieval, y concernientes a:

-el entorno urbano, con citación expresa del nombre de la población (Saint Omer, art. 22), la importancia de sus bienes muebles (plazas, puertas, murallas, art. 27) y la separación trascendental entre el centro de la ciudad y los suburbios (art. 1);

-la datación cronológica, con alusión a los tiempos del alcalde Rabel y al pacto entre Rabel y los cofrades (art. 15);

-las actividades de la guilda, como eran sus capítulos (art. 4, 22) y la celebración anual de la potacio (art. 4, 5, 6, 15 y 27);

-la estructura interior de la guilda, con sus cargos de mercaderes (art. 1), decanos (art. 3, 4, 8 y 15), maestros (art. 5), caballeros (art. 6), sacerdote (art. 6 y 21), extranjeros (art. 6), mujeres de cofrades (art. 19) y sucesores futuros (art. 28);

-los informes económicos de la guilda, con citación expresa de los sueldos (art. 3 y 6), dineros (art. 5 y 7) y onzas de plata (art. 8), así como los precios de mercancías (art. 2 y 3) y tasas inter-cofradiales  (art. 3);

-las normativas de la guilda, en cuanto a sus deberes de convocatoria del capítulo (art. 4), turno de vigilia de las reliquias (art. 4 y 22) y celebración de la potacio (art. 4, 5, 6, 15 y 27), y en cuanto a sus derechos a participar en el mercado (art. 3), a la bebida (art. 6) y a recibir ayuda en la necesidad (art. 18 y 19);

-las multas internas de la guilda, respecto a los vestidos indecorosos (art. 7), las malas palabras (art. 8 y 15), el desmadre en la potacio (art. 6 y 15) y la desviación familiar de fondos (art. 5 y 6);

-el ejercicio de la caridad, para con los enfermos (art. 18), los emigrados (art. 19) y los pobres (art. 28).

Por supuesto, faltan en los Estatutos, por no haberse conservado en los legajos latinos originales:

-los art. 9 al 14, con toda probabilidad referentes a la conducta y convivencia entre los miembros de la guilda entre sí, dado que en los art. 7 y 8 se había empezado a aludir a la prohibición de asistencia con ropa inadecuada (art. 7) y a los insultos internos (art. 8);

-los art. 16, 17 y 20, sin contenido claro,

-los art. 23 al 26, con total seguridad referentes a los pagos que la guilda debía hacer a ciertas personas ajenas al gremio, y que con su ayuda habían posibilitado el ejercicio de la potacio.

c.1) Contenido de fondo

          Solventando defectuosas traducciones actuales, e incluso algún que otro simplismo redaccional original, se puede llegar a pensar que:

-quienes realmente fundaron la Guilda de Saint Omer fueron los mercaderes, llegados a la ciudad en 1050,
-el alcalde Wulfric Rabel trató de pactar entre 1072 y 1083 con los cofrades, hacia una tendencia más burguesa-económica que artesanal-religiosa,
-en 1127 la guilda había quedado enmarcada dentro de un gigante proyecto político, ciudadano interior y comercial con Flandes.

Por supuesto, la presente edición del Estatuto cofrade hace referencia a ese 2º momento de la guilda, dadas las ambigüedades en las palabras claves de quienes conformaban la guilda (mercaderes) y con quienes negoció Rabel (con los ciudadanos autóctonos).

También está claro el conflicto interno urbano entre la “ciudad” y sus “suburbios”, ampliamente tratado en la introducción, y solventado en este caso con las presentes negociaciones estatutarias.

Por otro lado, no se menciona en estas negociaciones, salvo que lo haga en los artículos perdidos, al titular terrateniente del barrio inmigrado de mercaderes, que era la Abadía Saint Denis de Saint Omer.

 En cuanto a las funciones de la guilda, está claro que ésta tuvo 2 vertientes, desde sus comienzos:

-la económica, prioritaria, de libre adhesión y bajo grave legislación, sobre quiénes fijaban los precios, el control de la marca de calidad, las modificaciones legales, la participación o no familiar (sobre propiedad privada o comunal)...
-la religiosa, sobre las buenas costumbres de porte y palabra, y focalizada en torno al velatorio del santo, ya sea por la existencia de deudas inmuebles fundacionales, o porque había sido directamente el párroco de la localidad su fundador.

d) Comentario

Las guildas medievales fueron corporaciones autónomas, independientes de todo poder y a forma de cofradía religiosa, cuya única ley era su voluntad. Fueron creadas para el sostenimiento de las necesidades comerciales, y con el tiempo acabaron constituyéndose en cada ciudad en elemento de riqueza, actividad y progreso, poseyendo además la fuerza que le daba la unión.

Tuvieron como elementos identitarios:

-sus jefes, libremente elegidos, como deanes[9], mercaderes de la HANSA[10] o guardianes de una disciplina aceptada por todos,
-sus cofrades, miembros de facto que se reunían a menudo para discutir sus intereses,
-la caja común, llenada con las contribuciones de todos, y que sufragaba las necesidades de la sociedad,
-el hogar social, o gildhalle, utilizado como local para las reuniones.

Su finalidad principal era la prosperidad comercial, a la que se vinculaba el sistema organizativo. Para ello los cofrades tuvieron como medio la solvencia eficaz ante todo tipo de necesidad indispensable. No recibieron impedimento alguno por parte de los alcaldes o terratenientes, y esto propició que se convirtieran, rápidamente, en auténticas administraciones comunales extra-oficiales.

d.1) Explicación artesanal

         Con la integración de la II invasión bárbara del s. X, que trajo apertura de nuevos mercados y expansión de fronteras, la empresa artesanal tradicional pronto se dio cuenta de que sus dimensiones eran muy reducidas, y de que éstas podían ampliarse mediante la integración corporativa.

         Esta integración[11] trajo consigo la puesta en común y mejora de tecnologías, y la mayor especialización y mejora de las condiciones del trabajo. De hecho, hasta 100 trabajos diferenciados podían contabilizarse en los gremios artesanales de París del 1268[12].

         Sucedió, pues, en este s. XI y XII, que:

-los artesanos tradicionales captaron la nueva situación, y crearon corporaciones monopolizadoras de sus propios oficios,
-los nuevos oficios todavía sin desarrollar también fueron ejecutados por las corporaciones artesanas, dada su densidad laboral.

          No faltó, por otro lado, inexperiencia ante las nuevas problemáticas que iban surgiendo, como:

-la acumulación de capital,
-la iniciativa personal o comunitaria,
-la jerarquía rígida interna o la apuesta por la innovación…

         Dentro de cada oficio, una dirección colegiada iba eligiendo a sus cargos representativos, de cara a los litigios frente a la autoridad pública[13] o a la aplicación del reglamento interno[14].

         Hubo también en este nuevo mundo artesanal dos posibles formas de trabajar:

-el que vendía su propio producto directamente en el mercado[15],
-el que ponía su producto al servicio de un proceso productivo
[16].

d.2) Explicación comercial

         Vino determinado por el papel que jugó estratégicamente el europeo tráfico de mercancías. Pues en torno a las principales vías de comunicación (terrestres, fluviales o marítimas), las nuevas ciudades europeas:

-habían comenzado a dar cobijo a artesanos itinerantes, y a agricultores de otras zonas rurales,
-habían comenzado a fijar centros comerciales sedentarios, con mercados fijos para todos conocidos.

         Estos mercados fijos, a veces en su vertiente de feria interanual:

-abrieron la puerta a las corporaciones mercantiles[17], como las guildas, la HANSA...
-aumentaron las arcas de los señores feudales, que no escatimaron en otorgarles privilegios
[18], seguridad militar y prerrogativas[19].

         Todo esto redundó en la duplicación y triplicación de las densidades demográficas de las ciudades. Así, las viejas ciudades-almacén fortificadas carolingias (wiks) pasaron a convertirse en toda Europa en:

-burgs, o lugares de diversificación de los trabajos artesanos,
-desbordamientos constantes a extramuros,
-confluencia de poderes y sedes, tanto real como episcopal y feudal.

         Ante este aumento de libertades y población, y según los ritmos llevados a cabo por cada comarca, Europa pasó a tener como realidades nuevas del s. XI y XII:

-ciudades comunales, a modo de repúblicas urbanas, con soberanía en manos de sus comunas internas[20],
-ciudades autónomas, controladas directamente por el rey y sus señores feudales
[21].

         Por último, y dada la necesidad de un mínimo régimen de gobierno, cada ciudad desarrolló, de común acuerdo con los propietarios de las tierras y edificios y bajo visto bueno real, el régimen de fueros municipal:

-encabezados por el alcalde, con atribuciones judiciales,
-con papel preponderante para los nobles y pudientes.

d.3) Explicación comunal

El ímpetu europeo del s. XI había sabido comunicar muy bien su fuerza a las reivindicaciones políticas. Así, en la ciudad italiana de Cambrai, y en medio del entusiasmo popular, fue declarada por el populacho una “comuna organizativa de lucha, como medida de salvación pública municipal”.

El éxito comunal de Cambrai fue efímero, pues al enterarse el señor de la ciudad se apresuró a acudir al pueblo, y consiguió restaurar su autoridad. Pero aquel fenómeno comunal que habían inventado los cambresienses empezó a suscitar imitadores en toda la Francia septentrional: Saint Quintín-1080, Beauvais-1099, Noyon-1108, Laon-1115…

Las comunas lograron triunfar en Francia, y paulatinamente fueron recibiendo el apoyo real de Luis VI y reyes capetos del s. XII, que comenzaron a interesarse por su causa y por la manera de frenar así a los señores feudales.

Para el modelo francés de comuna, logró el rey de Francia que el populacho esperase la llegada a la ciudad del señor de la ciudad, a la hora de presentar las reclamaciones. Y a cambio de todo tipo de protección real, exigió a todos los comunales:

-un juramento, que estableciese entre todos una solidaridad indispensable,
-una asociación jurada, encabezada por los burgueses,
-una aportación económica, ante la eventualidad de una batalla.

En el norte de Francia, las ciudades comunales o sin comunas apenas presentaron grandes diferencias. En todas ellas los burgueses formaban parte de las corporaciones, y en las corporaciones todos sus miembros eran solidarios entre sí, y constituían partes inseparables[22].

Arras y Tournai extendieron su jurisdicción material y espiritual sobre todo el norte francés, y llegaron a convertirse en grandes ciudades. Sin embargo, fueron Gante, Brujas, Ypres, Saint Omer, Lille y Douai las que concentraron las más activas colonias comerciales, y auténticos hervideros que gestaron el nacimiento de las instituciones urbanas, a lo largo del s. XI.

Indudablemente, la conducta comunal estuvo llena de contradicciones. Pero, en general, mostró una leve tendencia a tomar partido por los intereses ciudadanos.

Madrid, 1 febrero 2019
Mercabá, artículos de Cultura y Sociedad

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[1] cf. ville-saint-omer.fr.

[2] cf. hubpages.com/.../england-in-the-early-middle-ages.

[3] En sus estatutos vemos cómo la guilda consagraba una parte de sus rentas a la construcción de obras de defensa y cuidado de las calles.

             (cf. DUBY, G; Historia de la Francia urbana, t. II: la villa medieval, París 1980, pp. 128-129).

[4] Otras constituciones posteriores ratificarían, en el curso del s. XII y XIII, concesiones parecidas a todas las ciudades principales del condado.

[5] Elemento fundamental para la garantía de libertad de los burgueses. Pues si por cualquier circunstancia estos estatutos eran violados, ad intra o ad extra, ellos podían echar mano al documento y justificar sus posicionamientos.

             Se habla incluso que los burgueses guardaban los estatutos bajo 3 llaves en cofres de hierro, y las envolvían de manera casi supersticiosa. Además, y alrededor de estos estatutos escritos, iba desarrollándose un poso histórico de costumbres, usos y privilegios no escritos.

[6] A forma de gobernador, y conocido como burgrave o sindico.

[7] Todas ellas datadas desde antiguo, y ordenadas en pleno régimen señorial. Lo que será fuente de problemas con la nueva población comercial venida de fuera, pues no veían adaptadas sus nuevas necesidades.

[8] Reformas que, por otro lado, tendrán que hacer ellos por su cuenta, al ver que no se iba a encargar de ellas el alcalde, y menos la Abadía Saint Denis de Saint Omer o los condes de Flandes.

[9] Conocidos también como dekenen o hansgraven.

[10] Hansa y guilda vienen a ser lo mismo.

[11] Hacia 1050 se habla ya de las primeras corporaciones profesionales en el norte de Francia, y hacia 1150 de que este fenómeno se había extendido por todo el continente e Inglaterra.

[12] cf. LADERO QUESADA, M. A; Historia universal, vol. II: Edad Media, ed. Vicens Vives, Barcelona 2007, p. 460.

[13] Ya fueran priores, alcaldes, jurados, cónsules, baylios, síndicos... según los países.

            (cf. LADERO QUESADA, M. A., op.cit, p. 461).

[14] Como fue el caso de los cargos de maestros, tesoreros, compagnons, tenentes del sello...

[15] Y dependían así de sus propias circunstancias, no obstante el apoyo moral de su asociación. Fue el caso de los oficios de la alimentación y avituallamiento de la ciudad: herreros, toneleros, vidrieros, orfebres, carpinteros, curtidores, peleteros, zapateros, silleros, correeros, agujeteros...

[16] Como fue el caso de los oficios especializados, con necesaria división del trabajo y fases en la obtención de materia prima, mano de obra y comercialización. Entraron aquí sobre todo los oficios textiles, en torno al sector de la lana, bataneo, tinte, sastrería...

[17] Como asociación de mercaderes que se dedicaban a planificar y controlar la producción artesana, su calidad, precio, cantidad, márgenes de beneficio... así como una estricta reglamentación, formación y asistencia.

             (cf. KINDER, H; HILGEMANN, W; Atlas histórico mundial, ed. Akal, Madrid 2007, p. 191).

[18] Sobre todo el de libertad de acción, que hacía de la ciudad un foco de prosperidad dentro del mundo agrario feudal. “El aire de la ciudad te hace libre”, se decía entonces.

            (cf. KINDER, H; HILGEMANN, W., op.cit, p. 191).

[19] Como los 4 derechos de aduana, mercado, fortificación y acuñación de moneda.

[20] Como fue el caso de:

-las ciudades consulares de Provenza,
-las comunas industriales de Flandes, Artois y Picardía,
-las freie reichsstadte de Alemania.

[21] Como fue el caso de las villas de realengo (propietarias del rey) y de casi todas las ciudades-estado del centro continental.

[22] Y es que la ciudad medieval no consistía en una simple amalgama de individuos. Ella misma era un individuo, un individuo colectivo, una personalidad jurídica, con lenta separación entre los derechos del señor feudal y el de los burgueses, y con una preocupación evidente por salvaguardar esta condición mediante una poderosa organización corporativa.