IMPERIO BIZANTINO

 

Brillante y soberbio de 802 a 1204,

y vulnerable en sus fronteras de 1204 a 1454

 


Etapas II y III del Imperio bizantino, o Imperio bizantino Medio y Tardío

Madrid, 1 septiembre 2022
Manuel Arnaldos, historiador de Mercabá

           Como cabía de esperar, una de las revueltas palaciegas había acabado con la vida de la emperatriz Irene (ca. 802), ante la indecisión de ésta sobre lo que había que hacer respecto al ascenso occidental de Carlomagno (sobre sí enlazar matrimonialmente con él y su familia o no). Y eso había dado al traste con la esplendorosa etapa antigua del Imperio bizantino (330-802).

           Aún así, sucedió a Irene en el trono el oscuro pero eficaz Nicéforo I, y poco después surgiría el genial e insuperable Focio, y la corona e Imperio bizantino supieron seguir adelante en su propio devenir, dando pie a una nueva etapa brillante (del 802 al 1204, con 200 años esplendorosos más) y soberbia (sin pega alguna, a la hora de cortar con el papado de Roma), en que toda la riqueza y cultura se fue centralizando demasiado en Constantinopla.

           No obstante, la constante llamada a los cruzados europeos, que se iba haciendo ordinaria ya, acabó por minar la independencia del corazón y poder bizantino, y a poner en manos de los bárbaros europeos las provincias y ciudades imperiales. Es lo que sucedió en la IV Cruzada de 1204, en que las tropas venecianas llegaron a Bizancio para socorrerla, coronaron a uno de los suyos como emperador bizantino (en Santa Sofía, para colmo), y empezaron a repartirse el botín.

           A partir de aquel momento, Bizancio empezó a hacer agua por todas partes, y sus ingeniosas medidas políticas no pudieron sanar de raíz el aislamiento y debilidad de sus provincias, sino tan solo poner parches eventuales durante 250 años más (de 1204 al 1454). Hasta que llegó la bestia dormida que tenía a su lado (el Imperio Otomano), ésta renunció a los pactos amistosos de antaño, y de un plumazo Bizancio desapareció.

a) Bizancio iconoclasta

           El reinado de Nicéforo I (802-811) mantuvo su fidelidad religiosa al patriarca Tarasio, y su postura favorable al culto a las imágenes. E incluso se singularizó por haber intentado una racionalización del caótico sistema financiero y fiscal bizantino, a través de la generalización del kapnikon o impuesto sobre el hogar, a forma de solidaridad fiscal social. En el campo de batalla, mantuvo Nicéforo I el funcionamiento del ejército themático, permitiendo que los gastos del campesino-soldado se compartiera entre la comunidad campesina.

           Miguel I (811-813) sucedió a Nicéforo I tras la muerte en campo de batalla el heredero Stauraklos (frente a los búlgaros), y en su breve periodo tan sólo tuvo tiempo para reconocer al Imperio Occidental de Carlomagno, aunque siempre bajo el adjetivo de bárbaro y no de romano.

           León V (813-820) el Armenio depuso rápidamente a Miguel I y dio comienzo al segundo periodo iconoclasta[1] (de persecución a las imágenes), de nuevo propiciado por el emperador y no por ningún patriarca ni obispo. No obstante, ante la resistencia de los iconodulos (defensores de las imágenes), alentados por el Monasterio de Stoudion y su abad Teodoro, suavizó la persecución de los iconos, y la sociedad bizantina no se vio tan asfixiada en su reinado.

           El acontecimiento más importante de Miguel II (820-829), fundador de la dinastía frigia, fue la rebelión del eslavo Tomás y sus medianos propietarios de Asia Menor, arruinados ante la presión fiscal. Por otra parte, los búlgaros aumentaron su presión al mando de Krum, aunque los árabes del califato abbasí comenzaron a dividirse internamente entre sí, y dejaron de incomodar a Bizancio (sobre todo a la llegada de Harum al Rasid).

           Teófilo I (829-842) fue uno de los más interesantes emperadores amoritas de Bizancio, aunque sus logros imperiales[2] se vieron empañados por su recrudecimiento de la guerra interna iconoclasta. A nivel militar inició una serie de exitosas campañas ad extra, a nivel palaciego abrillantó la corte empezó con todo tipo de boato ceremonial, a nivel civilizador emprendió una serie de grandiosas construcciones arquitectónicas, y a nivel cultural impulsó la matemática de León el Matemático y la gramática de Juan el Gramático.

           El reinado de Miguel III (843-867) constituye la constatación de este nuevo esplendor del Imperio bizantino, tanto por los años que él ejerció en vida como por la continuación de su legado que hizo su viuda Teodora. Coronó a Focio como patriarca de Constantinopla el 843, y zanjó definitivamente la cuestión iconoclasta, declarando como imperial el culto a las imágenes.

           La victoria de la iconodulia (devoción a las imágenes) sobre la iconoclastia (repugnancia a las imágenes) significó una nueva etapa en el Imperio bizantino, sobre todo por haber puesto punto final a la larga pesadilla vivida durante años. Una nueva etapa forjada por la modestia y personalidad, y en claro deseo de querer progresar en todos los aspectos.

           Fue el momento de la mayor brillantez de Bizancio a lo largo de su historia, de la mano de un Focio que fue el líder indiscutible desde su patriarcado de Constantinopla (en su I patriarcado, del que sería depuesto por el papa), tras sus éxitos diplomáticos como protoasecretis imperial (jefe de la cancillería) y sus excelentes dotes eruditas e intelectuales.

b) Bizancio macedónica

b.1) Basilio I

           El golpe de estado de Basilio I (867-886) trajo consigo la entronización de la dinastía macedónica, y que la gente lo llamara el Beodo por su carencia de cualidades personales[3]. No obstante, fue Basilio I un emperador de gran vigor y energía, y su reinado fue de los más fructíferos de la historia de Bizancio, y el de mayor brillantez social y cultural.

           A nivel interior, fortaleció Basilio la idea legitimista dinástica, y mantuvo la política social conciliadora de Miguel III, sobre todo frente a la posición radical del grupo zelota de los monjes estuditas[4]. Así como elaboró la Epanagogé o código legal bizantino[5] de la mano de Focio, institucionalizó la universidad de Magnaura, y en ella puso a enseñar a los hombres más cultos de su época.

           A nivel religioso, volvió a poner en el patriarcado de Constantinopla a Focio[6], y comenzó la evangelización del mundo eslavo bajo su poder[7]. Así como luchó por extirpar la herejía de los paulicianos, una secta dualista que aceptaba la existencia de dos principios religiosos enfrentados[8], y cuya ciudadela Tefriké destruyó.

           A nivel exterior, neutralizó Basilio I a los búlgaros, anexionó Moravia a la órbita eslava bizantina e integró todo lo que quedaba por integrar a Bizancio de los Balcanes. Hizo también importantes esfuerzos por recuperar los territorios italianos, tanto en Sicilia como en la costa dálmata. Así como proyectó una alianza con el carolingio Luis II de Francia para hacer frente a los avances musulmanes en Italia, y empezó a hacer pequeños contraataques al mundo musulmán en el sur de Asia Menor, en Creta y en Egipto.

b.2) León VI

           León VI (886-912) tuvo como co-emperador a su hermano Alejandro I (912-913), y trajo consigo una consolidación de la dinastía macedónica, con la promulgación de las Basílicas o derecho imperial[9], la Taktika o manual militar (un género militar bastante cultivado en esta época bizantina) y el perfeccionamiento del sistema themático fronterizo. Sin embargo, volvió a reproducirse en esta época el incómodo tema de la vecindad búlgara del khan Simeón I de Bulgaria, y los magiares húngaros tuvieron que ser desplazados hacia el oeste, como táctica bizantina.

           Por otro lado, el problema interno de los matrimonios imperiales[10] hizo que el emperador fuese enviudando una y otra vez. Como forma de resistencia ante esta práctica, el patriarca Nicolás el Místico[11] prohibió la entrada a Santa Sofía del emperador, y éste contestó destituyéndole y nombrando al más controlable Eutimio, iniciándose así un cisma entre emperador y patriarca.

b.3) Constantino VII

           Constantino VII (912-959) fue llamado Porfirogeneta[12], y comenzó su reinado con una brillante ofensiva hacia el Oriente. No obstante, con el tiempo empezó a experimentar el surgimiento de una aristocracia militar surgida en los limes themata, que iba arrinconando a la pequeña propiedad campesina[13]. La presión búlgara llegó a tal punto, que empezó a reclamar la copartición del poder en Constantinopla, entre el emperador bizantino y el khan Simeón.

           Ante esta situación, en 1919 tuvo lugar el golpe de estado de Romano I (919-944) Lecapeno[14], el cual no procedió a la deposición de Constantino VII, sino que lo hizo miembro de su propia familia y fue usurpando el poder imperial con tacto y habilidad[15]. El Imperio bizantino adquiría así la cualidad circunstancias de la bicefalia.

           El 924 tuvo lugar la célebre entrevista entre Simeón I de Bulgaria y Romano I, entre el bárbaro rey búlgaro y la actitud reverente del circunstancial dirigente armenio, que acudió al encuentro con el manto de la Virgen. Una entrevista que acabó con el matrimonio de Pedro de Bulgaria[16] con María Lecapena[17], y selló la reconciliación entre búlgaros y bizantinos por más de 100 años.

           El surgimiento de los turcos petchenegos[18] acabó derivando en una alianza de Bizancio con los húngaros y los rusos[19], en una confederación tribal de pueblos eslavos que pivotó en torno a las nacientes Kiev y Novgorod, y que a nivel ideológico se mantuvo fuerte y duradera en los siglos siguientes.

           Por otro lado, el general Curcuas[20], buen conocedor de la frontera nororiental bizantina[21], llevó a cabo exitosamente la Guerra Armenia contra los últimos restos de presencia islámica en Armenia, tras la caída el 927 de Theodosiopolis en manos musulmanas. Tras la ofensiva, Melitene y Erzurum cayeron en manos griegas el 934, y poco después Nísibe, Edesa[22] y gran parte de Mesopotamia, en una epopeya bizantina bien relatada en el Digenis Akrita[23].

           El intento de asalto vikingo a Constantinopla del 943, fracasado como todos los de índole parecida, abrió el camino para un tratado entre Igor de Kiev y Romano I. La mujer de Igor[24] fue ya indudablemente cristiana, y el proceso de conversión cristiana de ruso-ucranianos convirtió a léstos en unos importantes aliados del Imperio bizantino, de forma permanente.

           A nivel interior, Romano I fue el primer emperador que legisló contra la concentración de la propiedad agraria, que ya amenazaba la aldea campesina y fiscal del Imperio. Y también a nivel interior tuvo lugar el 944 la caída de Romano I, debido a una intriga de los hijos de Constantino VII[25], que arrastraron a Romano I al destierro.

           Los últimos años del reinado de Constantino VII, ya en solitario (944-959), supuso la culminación de la dinastía macedónica, con una recuperación militar que llevó al Imperio bizantino a la cumbre de su autoridad. Los armenios introducidos por el inquietante Romano I en la administración fueron sustituidos por las nuevas familias orientales de lo Skleroi, los Argiroi y los Focas. A nivel personal, Constantino VII se decidió por la protección de la cultura griega, y por dotar el prestigio imperial de todo un aparato diplomático exterior. El emperador bizantino era ya, sin duda, la primera autoridad política mundial, y una potencia militar insuperable tanto para los musulmanes como para los europeos.

b.4) Impás de la dinastía macedónica

           En el corto reinado de Romano II (959-963) con su hermano Constantino la familia Focas monopolizó el poder político, debido a las cualidades militares del gran doméstico Nicéforo Focas, que le llevaron a la conquista de Creta, Cilicia, Chipre y Antioquía. El impulso militar se prolongó hasta la conversión de Alepo, la gran ciudad comercial de la dinastía hamdánida, en ciudad-estado dependiente de Constantinopla.

           Logró forjarse así un gran imperio comercial, militar[26], diplomático[27] y religioso, con el florecimiento de los grandes monasterios bizantinos[28] y la acción de San Atanasio Atonita[29].

           Juan I (969-976) Tzimisces continuó con la ofensiva griega en el Oriente, con incursiones hacia el sur de Siria e Israel. También se expandió hacia las fronteras europeas, y sofocó la revuelta de los rusos de Sviatoslav[30]. Hasta que una muerte repentina frenó los avances bizantinos, e introdujo a la dinastía macedónica en una serie de eventuales enfrentamientos civiles por parte de las aristocracias nobiliarias orientales[31].

b.5) Basilio II

           Con la llegada de Basilio II (976-1025), primogénito de Romano II, volvió a retomar Bizancio su prestigio interior y su brillantez militar, pasando él a ser conocido él como el Bulgaróctonos[32]. El prestigio acumulado por Basilio II fue magnífico, sobre todo tras sofocar todo intento oriental de rebelión contra el poder, e imponer a las casas nobiliarias orientales el allelengyon o principio de solidaridad fiscal, que introdujo en las arcas imperiales numerosas cuantías económicas.

           El año 987 se afianzaron todavía más los lazos ruso-bizantinos, simbolizados en el matrimonio de Vladimir I de Kiev con la propia hermana del emperador[33]. Y poco después llevó a cabo su gran empresa exterior: la despiadada aniquilación del nacionalismo búlgaro, el año 1014 y tras varios siglos de oposición al poder[34]. Bulgaria dejaba de ser ya un problema de vecindad, y pasaba a ser una thema bizantina más durante muchos decenios.

b.6) Final de la dinastía macedónica

           La muerte de Basilio II en 1025 fue seguida de la de su hermano Constantino VIII en 1028. El viejo Basilio II no había contraído matrimonio, por lo que los derechos de la dinastía legítima recaían en las dos hijas de Constantino VIII, Zoe y Teodora.

           Zoe y Teodora tuvieron el suficiente reconocimiento como para transmitir la autoridad imperial a 7 emperadores, 5 por matrimonio y 2 por adopción[35]. Pero las graves contradicciones empezaron a aflorar, y esta anómala situación empezó a introducir en Bizancio cierto feudalismo bizantino, con una frontal oposición entre civiles y militares. Por otro lado tuvo lugar el gran cisma de 1054, que separó definitivamente a la Iglesia bizantina de Roma[36], y que supuso el propio reforzamiento del papado de Roma, pasando a ir la Iglesia bizantina a remolque suyo y no en la vanguardia.

           En todo caso, lo que parece obvio es que la extinción biológica de la dinastía macedónica, en 1066, supuso una ruptura respecto a una larga legitimidad imperial, a pesar de la existencia de los co-emperadores. Muy pronto se empezaron a suceder los enfrentamientos entre los grupos nobiliarios, sobre todo entre la casa Comneno[37] y la casa Ducas[38], hasta que ambas decidieron ponerse de acuerdo y unir ambas familiar, en la figura de Alejo I Comneno.

c) Bizancio ducas

           La dinastía Ducas fue un auténtico desastre para el Imperio bizantino. Ante un ejército dividido en campañas tan distantes, las tropas limítrofes themáticas fueron totalmente aniquiladas, y se tuvo que abrir la mano a introducir soldados mercenarios en los diversos cuerpos militares, venidos de los más diversos orígenes. Hasta que la derrota bizantina en la Batalla de Mantzikert-1071[39], frente a las tropas turcas de Alp Arslan, hizo a los bizantinos recordar su histórica derrota en la Batalla de Yarkum-636, en que Bizancio perdió toda su franja sur imperial[40].

           Miguel VII (1071-1078) fue puesto en el trono por su tío y general Ducas, y bajo su reinado los turcos conquistaron el centro de Asia Menor, privando al Imperio de su principal componente. En Occidente, los normandos ejercieron una fuerte presión sobre los Balcanes bizantinos, e hicieron numerosas incursiones en Sicilia e Italia bizantina. Por otra parte, la situación económica imperial empezó a convertirse en dramática, dados los cuantiosos desembolsos militares y la no llegada de trigo a Constantinopla. Hasta que el ministro Nikephoritzes declara la bancarrota, el general Botaniates depone a Miguel VII, ocupa transitoriamente el poder (1078-1081) y pone a Alejo I Comneno en el trono.

d) Bizancio comnena

d.1) Alejo I

           Alejo I (1081-1118) abrió una nueva época y mentalidad en la historia de Bizancio, a la hora de afrontar las presiones militares exteriores sobre el vasto Imperio bizantino, las invasiones turcas asomando sobre el Oriente bizantino, y la presión normanda saqueando el Occidente bizantino. Y todas ellas a la vez.

           Unos retos de los que Alejo I, y toda la dinastía Comneno, logró en general salir indemne, conservando para el Imperio toda su integridad[41] durante 100 años más, y dando la impresión de seguir ejerciendo una aparente independencia y autoridad. Eso sí, lo hizo a través de una engañosa estabilización, a costa de apoyos poco gratificantes[42], y bajo la premisa de tener que aceptar la implantación de cierto feudalismo occidental. No obstante, hacia 1085 ya tenía Alejo I conjurados los principales problemas, merced a la brillantez política y sangrienta victoria bizantina.

           A nivel exterior, las campañas militares de Alejo I consiguieron reincorporar la zona costera de Asia Menor, reafirmar los Balcanes y frenar la peligrosa ofensiva normanda en Italia y Sicilia. No obstante, tuvieron que sofocar ciertas presiones iniciales de los pueblos pechenegos, uzos y cumanos, que por momentos constituyeron una auténtica pesadilla[43].

           A nivel interior, la economía recuperó parte de su brillantez anterior, y la producción artística y cultural comenzó a florecer de nuevo, como quedó plasmado en la Alexíada de su propia hija Ana Comneno[44]. Forjó también Alejo I una reorganización administrativa, más sencilla y menos especializada.

           A nivel comercial, Alejo I firmó con los venecianos el Tratado Comercial-1082, que permitía a los bizantinos italianos el comercio por todo el Imperio bizantino a cambio de recibir parte del botín.

           Con la llegada al Oriente del fenómeno cruzado europeo, que para los griegos bizantinos supuso una sorpresa y un fenómeno que nunca llegaron a comprender, la conquista europea de territorios musulmanes supuso para Bizancio la necesidad de tener que ponerse a negociar, e incluso convivir, con los latinos[45].

d.2) Juan II

           Juan II (1118-1143) volvió a revivir los momentos brillantes de antaño, y en política interior consiguió dotar a la administración de un buen funcionamiento, a través de un control eficaz del mundo eslavo y balcánico.

           En política exterior, volvió Juan II a los viejo esquemas, con frecuentes expediciones contra los focos de rebeldía (sobre todo contra los pechenegos, a los que machacó en 1122). Y logró completar la reincorporación de la Anatolia[46], así como quitar a los latinos la plaza de Antioquía[47].

d.3) Manuel I

           Manuel I (1143-1180) fue el último emperador bizantino en llevar a la práctica una política de altos vuelos, y no sólo por introducir torneos como forma de diversión en la corte. Principalmente, Manuel I consiguió de la nobleza su implicación en el servicio militar al emperador, a cambio de dejarle gozar de absoluta independencia en sus dominios nobiliarios[48].

           A nivel interior, fue admirador Manuel I de varios aspectos de la política interna occidental, y en esa línea se casó con la princesa Berta de Sulzbach[49], y se alió con el emperador Conrado III de Alemania. No obstante, siempre dejó claro que él y Constantinopla eran los sucesores del Imperio Romano, y no los alemanes. En cuanto a los Balcanes y Hungría, apoyó la elección de candidatos alternativos, y con ellos fue casando a sus propias hijas.

           A nivel exterior, hizo frente Manuel I al aumento de agravios de los normandos en sus posesiones de Corfú, Tebas y Corinto, a lo largo de 1155. Y decidió que era la hora de intervenir directamente en Italia. Sus tropas desembarcaron en Ancona en 1156, consiguiendo rápidos éxitos y apoderándose de casi toda Apulia y Calabria. No obstante, la hostilidad veneciana provocó una derrota a Manuel I en Brindisi, y provocó la firma de un tratado de paz sobre Sicilia en 1158. Nunca más volvería a producirse una intentona bizantina de estas características en Occidente, sobre todo porque los venecianos pasaron de ser aliados comerciales a convertirse en peligrosos aliados. De hecho, Bizancio optó por una inédita negociación estrecha con Génova, a la hora de quitar a los venecianos del mapa comercial.

           Vuelto ya a Constantinopla, sofocó Manuel I un levantamiento que los serbios habían preparado contra él en 1171, y en castigo desligó a Hungría de los intereses de Serbia. Y dirigido hacia el Oriente mesopotámico, solventó la humillante derrota de Miriocefalon en 1176, y sometió totalmente Antioquía al patriarcado ortodoxo constantinopolitano.

d.4) Final de la dinastía comnena

           Con la muerte de Manuel I se abrió una época de inestabilidad transitoria, pues su hijo heredero Alejo II (1180-1183) era menor de edad, y hubo de ejercer la regencia su madre María de Antioquia. Una reina regente se hubo de afrontar una frontal oposición por su condición de no constantinopolitana, por su dependencia respecto a los cruzados y por sus deudas económicas con los venecianos.

           El conflicto abierto surgió en 1183, con un levantamiento espontáneo en la propia Constantinopla que provocó una matanza indiscriminada de latinos, ante los mismos ojos de la propaganda occidental. Fue el momento en que decidió intervenir Andrónico I (1183-1185), primo de Manuel I y tío de Alejo II, con la idea de salvaguardar la dinastía Comneno. Como refiere el cronista de la época Choniates, fue valiente el intento de Andrónico, pero fue insuficiente para frenar lo que estaba por venir: el cambio de dinastía, y el alumbramiento de la IV cruzada europea.

e) Bizancio ángela

           Con la llegada de los emperadores de la dinastía Angelos, el enfrentamiento civil en Bizancio aumentó de forma considerable. Isaac II (1185-1195) intentó hacer frente a la catástrofe, aunque no pudo detener la total independencia de Serbia y la formación del II reino búlgaro. Hasta que fue depuesto y cegado por su propio hermano Alejo, y los sucesos siguieron precipitándose.

           Alejo III (1195-1204) había sido el mismo que había cegado y depuesto a su hermano Isaac II, y nada más subir al trono inició una guerra civil que desembocó en los acontecimientos de 1204. A lo que añadió el matrimonio que obligó a hacer a su sobrina Irene Angelos[50] con Felipe de Suabia, hijo de Barbarroja y hermano de Enrique VI de Alemania. A partir de ese momento, los Staufen comenzaron a reivindicar su derecho al trono bizantino, y cuando llegó la IV cruzada a Constantinopla fue lo primero que exigió, tras deponerle y poner en su lugar al voluble (y ciego) Isaac II, a cuya muerte la corona recaería en los Staufen.

           En efecto, la IV cruzada europea de 1204 supuso el constante jaque al rey del Imperio bizantino, tanto por un lado (por la venganza veneciana contra Constantinopla), cuanto por otro lado (por los particulares deseos feudales de la nobleza europea en Oriente). Y eso sin contar la extrema debilidad e indefensión de la corona bizantina, y el extremo deseo y poderío de la corona alemana. En efecto, el brutal asedio y saqueo a que fue sometida Constantinopla, y que dejó a la capital imperial en mero juguete de unos y otros, dio por concluido el Imperio bizantino Medio, y dio paso a otra etapa muy diferente.

f) Bizancio latina

           Fue consecuencia de la expansión colonial del occidente católico y feudal en el Oriente musulmán y ortodoxo, nada más ser conquistada Constantinopla por los venecianos en el transcurso de la IV Cruzada europea de 1204. En efecto, una vez compuesta la comisión de la IV Cruzada por un 50% de electores venecianos, y bajo el parecer de su dux Dandolo, pronto eligieron los venecianos al candidato bizantino más inexperto y vulnerable: Balduino de Flandes, que fue coronado emperador bizantino en Santa Sofía el 16 mayo 1204.

f.1) Balduino I

           Como cabía esperar, la primera decisión del nuevo emperador Balduino de Flandes (1204-1205) fue someter a la Iglesia bizantina a la voluntad del papa de Roma. A la que siguió el reparto territorial bajo el criterio de pactum de conquista, consistente en otorgar:

-1/4 de los territorios al emperador, que a su vez los fraccionó en feudos,
-3/8 de los territorios al ejército cruzado,
-3/8 de los territorios a los venecianos, que eligieron los mejores puntos estratégicos.

           Como es lógico, dicha imposición provocó abiertos choques con la población griega, sobre todo cuando los venecianos se reservaron la elección del patriarca de Constantinopla y el control de Santa Sofía. El papa Inocencio III rechazó el procedimiento, y las prerrogativas venecianas en política eclesiástica.

           La falta de habilidad de Balduino I provocó que fácilmente se fueran consolidando los principados griegos en tamaño y fuerza, sobre todo los de Anatolia[51], el mar Negro[52], los Balcanes[53] y Grecia[54]. El reinado de Balduino I fue muy efímero, debido al poder emergente de los búlgaros, que en 1205 le infligieron una severa derrota en la Batalla de Adrianópolis, lo capturaron y tuvieron preso hasta su muerte.

f.2) Enrique I

           Una vez capturado Balduino I por los búlgaros, le sucedió en el trono de Constantinopla su hermano Enrique I (1206-1216) de Hainaut, en apariencia capaz de acabar con los búlgaros. Tras su victoria en 1206 sobre los búlgaros, Enrique I implantó de inmediato el sistema feudal, con la institución de:

-la pronaia, o concesión de un bien público a un particular,
-la paroida, o forma de sujeción campesina hacia la servidumbre.

           En cuanto al Oriente, el despotado de Nicea impidió constantemente la consolidación latina en cualquiera de sus territorios, y Enrique I se encontró con la falta de apoyo occidental para proseguir en su intento. De hecho, con la muerte de Enrique I desapareció el único emperador latino decidido y capaz de consolidar el poder latino en el Oriente bizantino. Y en adelante, el rango imperial fue para los latinos más honorífico que otra cosa, a lo largo de los 3 reinados latinos de:

-Pedro I (1216-1219) de Courtenay, nieto de Luis VI de Francia y coronado en Roma, cayendo capturado en su camino a Constantinopla,
-Roberto I (1221-1228) de Courtenay, desheredado en Francia y enviado a Constantinopla para quitárselo del medio, tras lo cual fue coronado en Tesalónica y allí se quedó con su amante,
-Balduino II (1228-1261) de Courtenay, que concentró toda su fuerza en Constantinopla, y dejó el resto imperial a merced de los príncipes griegos provinciales.

f.3) Resistencia nicena

           La muerte de Teodoro Láscaris en Nicea puso el despotado de Nicea en manos de su yerno Juan III (1222-1254) Vatatzes, y con él la responsabilidad de apoyar todas las revueltas latinas del Oriente bizantino. Autoproclamado legítimo emperador bizantino por sus secuaces, y dotado él personalmente de indudable capacidad bélica, comenzó pronto Juan III la reconquista de los territorios perdidos ante los latinos, comenzando por la segunda ciudad imperial: Tesalónica.

           Conquistada Tesalónica en 1222, encontró Juan III el importante respaldo de Federico II de Alemania tras su matrimonio con una de sus hijas[55], y con ese respaldo pulverizó completamente el reino búlgaro, asesinando a su propio rey en 1241. Para completar sus conquistas en la zona occidental, conquistó Juan III gran parte de la Tracia, y devolvió el protagonismo en los Balcanes a sus nuevos aliados eslavos.

           A la muerte del caudillo Vatatzes, le sucedió en el despotado niceno Teodoro II (1254-1258) Ascaris, que pronto asumió su condición de caudillo griego y reanudó la reconquista de territorios a los latinos. Su periodo de caudillaje fue corto, pero fructífero a la hora de imponer su presencia sobre toda la Anatolia, sofocar la amenaza mongola en el Caucaso[56] y retener el empuje musulmán sobre la Capadocia[57].

           A la muerte del caudillo Ascaris, le sucedió en el trono niceno su hijo infante Juan IV (1258-1261) Ascaris, bajo la regencia del legendario militar Miguel Paleólogo, de linaje antiguo y gran sagacidad bélica. Se trató de un caudillaje niceno en que Paleólogo aprovechó las circunstancias para reunir todas las fuerzas latinas fuera de Constantinopla (en unas extrañas circunstancias, en que por primera vez se coaligaban en algo los Hohenstaufen[58] y los Villehardouin[59], al coincidir que eran yernos) y declararles a campo abierto una batalla decisiva. Fue la Batalla de Pelagonia-1259, cuya victoria para el despotado de Nicea supuso la derrota total latina y abrió las puertas de Constantinopla al astuto Miguel Paleólogo.

g) Bizancio paleóloga

           Tras su victoria en Pelagonia, el oportunista Miguel Paleólogo puso sus miradas en la capital imperial. Para ello, hizo un pacto global con Génova[60], y en el momento adecuado[61] fue introduciendo clandestinamente a sus tropas nicenas en los barrios suburbiales de Constantinopla, con la intención de ganarse a la población griega allí hacinada.

           Balduino II de Bizancio fue sorprendido durmiendo[62], y expulsado inmediatamente a Sicilia[63]. Se consumó así la reconquista de Constantinopla (ca. 1261), y con ella terminaba la aventura latina por tierras bizantinas, y de nuevo el cetro imperial estaba en manos griegas, bajo la figura de Miguel VIII de Bizancio.

g.1) Miguel VIII

           El general Paleólogo heredó de los latinos un Imperio provincial mutilado en sus territorios, rodeado de enemigos. No obstante, Miguel VIII (1261-1282) supo dotarlo de un nuevo renacimiento intelectual y cultural importante, con tenacidad y perseverancia y con personajes tan influyentes como Chrisolaras y Gemisto Plethon[64], que hicieron alejarse los viejos enfrentamientos civiles y las tensiones religiosas.

           A nivel exterior, en 1258 asistió Miguel VIII a la destrucción mongola de Persia y Bagdad, que había supuesto el final del califato abbasí. En 1266 también contempló con preocupación el destronamiento occidental de los Hohenstaufen a manos de los Anjou[65], pues éstos últimos asumieron la herencia y maneras políticas de los normandos.

           A nivel interior, Miguel VIII cegó al infante todavía vivo Juan IV, y sepultó definitivamente la dinastía nicena. Se mostró como un gobernante astuto y tenaz, utilizando cuantas veces quiso el señuelo de la unión de las iglesias y el acercamiento al papado, y no dudando en deponer al patriarca Arsenio y a todos sus seguidores. Con ello, la dinastía Paleólogo vio el campo limpio de cizaña, y se dispuso a recuperar el viejo esplendor interior.

g.2) Andrónico II

           Andrónico II (1282-1328) fue testigo de innumerables conflictos internos. No obstante, a nivel interior contribuyó Andrónico II a la pacificación entre la Iglesia y la sociedad, y durante su reinado se cerró el cisma arsenita, y cada vez más iba cayendo en manos del patriarca constantinopolitano el control de las comunidades monásticas del monte Athos.

           A nivel exterior, el peligro mongol de desvanecía en el Oriente y no se adentraba en Asia Menor, pero volvió a plantearse el problema turco. Se trataba de un grupo del Turquestán que recientemente se había desplazado a Anatolia, que era conocido como otomano[66] y que no cesaba de avanzar y consolidar sus avances

           Ante el peligro turco, Andrónico II volvió al viejo sistema bizantino de contingentes militares extranjeros, contratando en 1302 a numerosas compañías aragonesas[67] de Roger de Flor[68] en el Tratado de Caltabellotta-1302.

g.3) Andrónico III

           En medio de una extraña atmósfera creada por Juan Cantacuceno y su fallido intento de golpe de estado en 1328, Andrónico III (1328-1341) no consiguió apaciguar los ánimos a nivel interior, mientras por fuera fue incapaz de aportar soluciones al avance de los turcos otomanos, que en 1331 se apoderaban de Nicea, a escasos kilómetros de Constantinopla.

           Tras la derrota ante los turcos en la Batalla de Pelekanon-1329, Andrónico III no tuvo más remedio que firmar la paz con Orlán (ca. 1333), iniciándose así una humillante etapa en que los bizantinos dependieron de los turcos. Por otro lado, la inesperada muerte de Andrónico III dejaba a un heredero débil (Juan, de 9 años), al tiempo que los viejos golpistas de Cantacuceno todavía estaban pululando por Constantinopla.

g.4) Juan V

           Siendo todavía niño Juan V (1341-1347), Juan Cantacuceno no dio un II golpe de Estado a la corona, sino que inició una guerra civil contra los partidarios de la corona, tanto su madre (Ana de Saboya) como el hábil Alejo Apocaucos, que supo explotar el resentimiento popular contra el partido aristocrático de Cantacuceno.

           A nivel interior, la tensión llegó a paroxismo en Tesalónica, donde tomó el poder una revolución dirigida por los zelotas[69], antioligárquicos  y de aspiraciones a la hesycastia religiosa[70].

           A nivel exterior, los serbios de Esteban Dusan se habían impuesto al decadente poder búlgaro. En la parte oriental, una hija de Cantacuceno se casaba con el propio sultán turco Orján[71], y éste otorgó a Cantacuceno las fuerzas necesarias[72] para entrar y hacerse con Constantinopla. En 1347 Cantacuceno lograba entrar en Bizancio, expulsaba a Juan V del trono, y se coronaba él mismo emperador.

           No obstante, la efímera dictadura de Juan VI (1347-1354) Cantacuceno fue más que efímero, pues los propios griegos (y hasta los turcos de Orján) no toleraron su alianza con los venecianos, así como el despido que hizo a los genoveses. Su abdicación no fue más que una cuestión de tiempo[73], dada la opinión pública y su carencia de apoyo institucional alguno. No obstante, logró culminar la construcción de una flota griega propia.

           Vuelto al poder Juan V (1354-1391), a nivel exterior volvió a la alianza latina, ofreciendo la unión de las iglesias a cambio de apoyo financiero y militar. Sin embargo, el papado avignonense resultó ser muy poco eficaz, y las tentativas de unión acabaron con la humillante conversión del propio emperador a la Iglesia de Roma, en 1369. Además, en su viaje de vuelta de Roma a Constantinopla quedó retenido en Venecia, hasta que su hijo Manuel pagó una fuerte suma de dinero a los venecianos por su rescate.

           A nivel exterior, en 1354, los turcos otomanos pasaron a la ofensiva, haciéndose con la ciudad anatolia de Galipoli, puerto egeo de Asia Menor y primera cabeza de puente hacia Occidente. Por otra parte, en 1355 moría el rey serbio Esteban Dusan, único rival capaz de frenar la expansión turca. En 1369 los turcos se apoderaron de Adrianópolis, derrotaron a los serbios en la Batalla de Cirnamen-1371 y poco después se apoderaron de Tesalónica (ca. 1387). De 1389 en adelante toda Serbia y Kosovo pasaron a depender del Imperio Otomano[74], así como los monasterios del monte Athos.

g.5) Manuel II

           Manuel II (1391-1425) heredó un imperio sitiado y mutilado, en el que las ciudades bizantinas iban cayendo una tras otra bajo el poder otomano, desde Atenas (en 1395) hasta Nicópolis (en 1396). Incluso la propia situación de Hungría empezó a estar en peligro. Ante dicha situación, Manuel I acudió a Occidente en busca de ayuda, obteniendo apoyo tanto de Francia[75] como de Inglaterra[76], logrando frenar el avance otomano.

           Para sorpresa de todos, la inesperada irrupción del Imperio Mongol hizo su aparición en Oriente bajo el caudillo Tamerlán[77], y desde su capital Samarcanda invadió en 1402 la Anatolia bizantina, capturando y asesinando al sultán turco en la Batalla de Bayaceto-1402. Los mongoles se hicieron con la Anatolia, pero al morir su caudillo en 1405 abandonaron la zona, y el Asia Menor volvió a estar en manos bizantinas.

           Fue el momento del último renacimiento bizantino, que formó un interesante foco de helenismo en el Peloponeso, en torno al monte Taigeto y bajo la figura del filósofo Gemisto Plethon[78], última lumbrera bizantina a nivel cultural.

g.6) Final de la dinastía paleóloga

           Juan VIII (1425-1448) logró llevar a efecto el tan recurrido tema de la unión de las iglesias, en el Concilio de Florencia-1439. Sin embargo, dicha unión dejó indiferente a la población bizantina, y el apoyo occidental prometido no pasó del contingente papal reclutado por el cardenal Cesarini[79]. Pero ante la llegada a los Balcanes del gigantesco ejército turco de Murad II, los griegos no quisieron acudir a la contienda, y los ejércitos papales nada pudieron hacer en la Batalla de Varna-1446, sucumbiendo ante el Islam y dejando abiertas las puertas de Constantinopla al Imperio Otomano.

           Constantino XII (1448-1453) fue el gobernante del definitivo asalto turco a Constantinopla, tras estar ya todo el Bósforo lleno de naves y tropas otomanas. El asalto final se inició en abril de 1453, con el desembarco de las tropas turcas en el Cuerno de Oro, y asalto a las murallas bizantinas de Teodosio[80]. A pesar de la valentía mostrada por el pueblo constantinopolitana, e incluso del mismo emperador[81], a los 3 días de asedio el sultán Mehmed II[82] logró entrar en Constantinopla, y hacerse con ella. Era el 29 mayo 1453, y ponía fin un Imperio que había durado 1.123 años.

Madrid, 1 septiembre 2022
Mercabá, artículos de Cultura y Sociedad

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[1] Periodo II Iconoclasta que se alargaría por más de 30 años.

[2] Logros de Teofilo I sobre todo a nivel cultural, que supusieron el despegue bizantino respecto del resto del mundo.

[3] O también por su falta de escrúpulos.

[4] Monjes estuditas que pedían, entre otras medidas, extirpar a los derrotados iconoclastas.

[5] Código macedónico, casi diárquico entre emperador y patriarca.

[6] Un Focio al que Basilio I encomendó la composición de un código legal bizantino, casi diárquico entre emperador y patriarca.

[7] Evangelización que el emperador (Basilio I) y el patriarca (Focio) llevaron a cabo a través de los hermanos de Tesalónica Cirilo y Metodio, creadores de la escritura eslava en alfabeto glagolítico.

[8] Siendo aniquilados en ella por Basilio I casi todos los paulicianos, salvo a algunos que prefirieron ir al destierro en Tracia.

[9] Derecho imperial compuesto de 120 novelas o leyes, que no hubo tema que no tratase.

[10] Que llegaron a ser cuatro, a forma de tetragamia imperial.

[11] Un Nicolas el Mistico que fue discípulo de Focio, y otra de las grandes lumbreras intelectuales de Bizancio.

[12] Al ser fruto de la relación extramatrimonial entre Leon VI y su amante Zoe Carbonopsina.

[13] Pequeña propiedad campesina que era la que sostenía la columna vertebral del Imperio bizantino.

[14] Un Romano Lecapeno que era almirante de la flota, e hijo de un humilde campesino armenio.

[15] Habilidades de Constantino VII que impidieron cualquier tipo de motín popular.

[16] Hijo de Simeon I de Bulgaria.

[17] Nieta de Romano I.

[18] Turcos bien temidos en Oriente, y conocidos con el apodo de petchenegos.

[19] Unos rusos que eran de raza vikinga, de la aristocracia varega escandinava.

[20] Un general Curcuas que era amigo de infancia del emperador Lecapeno.

[21] Al ser también armenio, como Romano I Lecapeno.

[22] Una Edesa en la que se encontraba el famoso mandilion o lienzo sagrado.

[23] Un Digenis Akrita que se convirtió en el poema épico bizantino por excelencia, el 944.

[24] Olga de Kiev, mujer de Igor I de Kiev.

[25] Esteban y Constantino, temerosos de perder el poder a la muerte de su padre Constantino VII, si es que éste moría desterrado por Romano I.

[26] Contra los musulmanes, con intento incluido de sacralización de la acción militar.

[27] Con el matrimonio de una princesa bizantina con Oton II de Alemania.

[28] Como el Monasterio de Athos.

[29] Un San Atanasio Atonita que sería el fundador de la gran Laura monástica oriental.

[30] Rusos de Sviatoslav que se habían apoderado de parte de Bulgaria, el año 971.

[31] Aristocracias nobiliarias orientales que empezaron a querer apoderarse del poder.

[32] Lit. matador de búlgaros.

[33] La porfirogeneta Ana de Constantinopla, hermana de Basilio II.

[34] Aniquilación de búlgaros que Basilio II escenificó con una entrada triunfal en Constantinopla, a través de un cortejo de miles de prisioneros ciegos, tuertos, mancos y cojos.

[35] Todos ellos con algún vínculo matrimonial con Zoe o Teodora. Fueron los casos de Constantino VIII, Romano III, Miguel III, Miguel IV, Miguel V, Constantino IX y Miguel VI.

[36] Ante una supuesta confianza de Bizancio en sí misma.

[37] Unos Comneno que irrumpieron con Isaac I Comneno.

[38] Unos Ducas que detentarán el poder con Constantino X y Miguel VII.

[39] Batalla de Mantzikert-1071 en que las tropas bizantinas de Diogenes fueron destrozadas por el turco Alp Arslan, en medio de las deserciones y traiciones mercenarias.

[40] Africa y la franja nabatea de Mesopotamia.

[41] Económica, militar, política, religiosa...

[42] Apoyos que, a la postre, serían los causantes del futuro hundimiento de 1204, ante los cruzados latinos.

[43] Hasta que en 1091 lograse sofocarlos definitivamente Alejo I, en el monte Lebunion.

[44] Una Alexíada que nos manifiesta cambios en la prelatura imperial, con la desaparición del viejo título de strategos, la sustitución del título de césar por el de sebastocrator, y la aparición de la figura del dux al frente de cada thema fronteriza.

[45] Cuyos monjes latinos, con espada en mano, escandalizó a la sociedad bizantina, y alentó el anti-latinismo.

[46] Que ya había comenzado Alejo I.

[47] Tras la sumisión que en Antioquía había hecho Alejo I ante el latino Bohemundo, en 1108.

[48] Lo que provocó que el campesinado cayera en una dependencia casi absoluta de la nobleza, y perdiera su condición de estatal.

[49] Cuñada de Conrado III de Alemania.

[50] Hija de Isaac II.

[51] Donde se coaligaron los arcontes griegos huidos de Constantinopla, junto a los de Nicea.

[52] Cuyo principado de Trebisonda llevó vida propia hasta el s. XV, bajo la regencia de los Comneno.

[53] Donde los Angelos crearon el despotado de Epiro.

[54] Donde los Montferrato crearon el principado de Tesalónica, y los Villebardouin crearon el principado del Peloponeso.

[55] Constanza de Hohenstaufen, hija de Federico II de Alemania.

[56] Cuyas apariciones mongolas eran tan peligrosas como esporádica.

[57] Con la victoria bizantina en la Batalla de Iconio, sobre las tropas selyuquíes del sultanato de Iconio.

[58] En la persona de Manfredo de Hohenstaufen.

[59] En la persona de Guillermo de Villehardouin.

[60] En el Tratado de Nimpheon-1261, que supuso el final de la hegemonía veneciana en Bizancio, y el comienzo de la nueva piedra angular del Imperio bizantino: Génova.

[61] Cuando las tropas venecianas, principal soporte del latino Balduino II, estaban ocupadas en una expedición por el mar Negro.

[62] En su palacio de Blaquerna, lugar de residencia palaciega latina en Constantinopla.

[63] Donde fue recibido por Manfredo de Sicilia.

[64] Que tanto influyeron en la transmisión del helenismo al mundo occidental.

[65] Tras la victoria de Carlos de Anjou sobre Manfredo de Hohenstaufen, en la Batalla del Benevento-1266.

[66] Otomano u osmanlí, por el nombre de su primer gran jefe: Otmán.

[67] Conocidos como almogávares.

[68] Hasta que el propio Roger de Flor fuese asesinado por uno de los hijos de Andronico II, Miguel IX.

[69] Lit. puros.

[70] Una hesycastia religiosa consistente en el viejo platonismo cristiano de Pseudo Dionisio, surgido del quietismo religioso implantado en el monte Athos, y que defendía la iluminación mística desde el punto de vista de Gregorio Palamas, monje de Athos y más tarde arzobispo de Tesalónica.

[71] En 1346, provocando un escándalo mayúsculo en toda Constantinopla.

[72] En 1347.

[73] Tras lo cual se metió Juan VI a monje del Monasterio de Mistra, hasta que allí murió en 1383.

[74] Quedando sometidas al jaray, o impuesto territorial otomano sobre los Balcanes.

[75] Cuyo apoyo francés se concretó en 1.200 hombres, al mando del mariscal Baucicaut.

[76] Cuyo apoyo inglés no llegó nunca a concretarse.

[77] Timur Leng el Cojo, o Tamerlan I de Mongolia.

[78] Un Plethon que era un excelente conocedor de Platon, y sostuvo unas peculiares ideas religiosas que le granjearon la enemistad de la jerarquía ortodoxa.

[79] Contingente papal del card. Cesarini que se limitó a reforzar las posiciones bizantinas en Transilvania, Serbia y Hungría.

[80] Murallas de Constantinopla que en el pasado habían repelido todo tipo de asaltos (hasta un total de 22), por parte de los persas, godos, hunos, ávaros, bulgaros, vikingos y rusos.

[81] Acudiendo personalmente Constantino XII a la defensa de Constantinopla, en la que murió en combate directo.

[82] Hijo de Murad II, y futuro primer gobernante musulmán de Constantinopla.