SOBRE
LA LIBERTAD
Ensayo
sobre el mundo liberal
a
forma de organizar el individualismo
Ideología
de los Estados Unidos del Norte, que el británico Mill siempre apoyó
Madrid,
1 junio 2019
Manuel Arnaldos, historiador de Mercabá
Coincidió el Sobre
la Libertad-1859 de Stuart Mill en el
tiempo con el Manifiesto Comunista-1848 de Marx, quedando muy lejos ya de
la Riqueza de las Naciones-1776 de Adam Smith sobre el mundo capitalista,
y a forma de ofrecer soluciones a la situación en que había quedado el
individuo en medio de la Inglaterra industrial.
Lo hacía 11 años
después de la organización comunista que había ofrecido Marx al mundo de los
obreros, y 83 años después de la organización capitalista que había ofrecido
Smith al mundo de los empresarios, haciendo así surgir la 3ª de las
ideologías contemporáneas: el liberalismo, u organización liberal del mundo
de los autónomos.
a)
Stuart Mill
Pensador y economista inglés, John Stuart Mill (Londres
1806-Avignon
1876) fue educado personalmente desde niño por su padre[1],
que se dio cuenta de su precocidad[2]
y no lo llevó a ningún colegio londinense[3],
sino que él por su cuenta le fue introduciendo en la radicalidad utilitarista
de David Ricardo. Fue en su parroquia natal donde leyó, y quedó prendado, del
término “libertad”.
En 1823 comienza a trabajar en el mundo de la economía,
al servicio de la Compañía de Indias Orientales y de la Westminster Review. Tiene también lugar su etapa de orador,
intentando convertirse en un reformador del mundo.
En 1830 se une sentimentalmente a Harriet[4],
a cuya muerte en 1858 viaja a Italia[5],
se retira en el Mediterráneo francés junto a su ahijada Helen[6],
y se dedica por completo a la escritura[7].
Es el momento en que compone su Sobre la Libertad-1859.
En 1865, y a raíz de su ensayo Gobierno
Representativo-1860[8],
pasa Mill al mundo de la política,
como miembro de la Cámara de los Comunes y del Partido liberal inglés. En este
tiempo fue partidario de los Estados Unidos del Norte, en la Guerra de Secesión
norteamericana.
Según el doctor que le asistió a su muerte,
su clara inteligencia permaneció intacta hasta el último momento. Tras su
funeral, su figura fue mandada esculpir por el ayuntamiento de Londres en la
ribera del Támesis y en el Museo Nacional de Londres. Todas ellas bajo el epígrafe
de “mi libertad termina donde empieza la libertad del otro”.
b)
Sobre la Libertad de Stuart Mill
Buscó las causas de la decadencia individualista del mundo capitalista
anglosajón, haciendo una apasionada defensa de los más altos valores en un mundo
sin certezas. Se trata de un mundo cambiante, y en él cada individuo
debe buscar su propio mundo vital y su propio plan de vida[9],
para no ser un mono más[10].
Ahora bien, debe emplear[11]:
-la
observación, para ver,
-el
razonamiento, para prever,
-el
autodominio, para sostener la virtud.
Aboga por la verdadera libertad, consistente en hacer todo aquello que no
perjudica al otro, y el armonioso desarrollo de las 3 facultades del alma[12]:
intelecto, pasión y voluntad. Pues esto produce bienestar intelectual para todos,
si no se deja de buscar la verdad[13].
La individualidad debe ser
desenvolvimiento del ser humano, debe ser producir seres humanos bien
desarrollados[14].
Y este es el mayor de los negocios humanos.
Denuncia la absorción de la libertad individual por parte de los gobiernos[15].
Pues el poder del gobierno sobre el individuo es ilegítimo, y sólo limitándose
puede ser ejercido legítimamente[16].
Además, el individuo no debe dar explicaciones de sus actos a la sociedad,
salvo que éstos sean perjudiciales para el resto. Y siempre a juzgar dentro de
un marco social.
Y
todo ello bajo los 5 capítulos de
Introducción (cap.
I), sobre la libertad de Opinión (cap. II), sobre la Individualidad (cap.
III), sobre los límites del Estado (cap. IV) y finales Aplicaciones (cap.
V), con el objeto de “afirmar un principio destinado a regir las
relaciones entre individuo y sociedad”
(cap. I).
b.1)
Individualidad humana
Parte Stuart Mill en
su ensayo de la realidad existente de la naturaleza
humana, dotada en todos sus casos de unas cualidades inherentes que
se van haciendo presentes en el transcurso de su existencia:
“La naturaleza humana
no es una máquina, sino un árbol que necesita crecer y desarrollarse por todos
lados” (Cap. III).
“Vale
más continuar inteligentemente lo que cada uno es, que seguir ciega y
mecánicamente lo que me quieren hacer ser.
No obran mal
los hombres porque sus deseos sean
fuertes, sino porque sus conciencias son
débiles” (Cap. III).
“Se
dice que una persona tiene carácter cuando
sus deseos e impulsos son suyos propios, es decir, son la expresión de su
propia naturaleza, desarrollada y modificada por sus propias capacidades”
(Cap. III).
“El hombre ha sido hecho por un
Dios bueno que le
ha concedido todas las facultades humanas para que puedan ser cultivadas y
desarrolladas, no
desarraigadas y consumidas. La
humanidad recibió su naturaleza de Dios para otros fines que para renunciar a ella”
(Cap. III).
No obstante, y aunque
la naturaleza humana es común a todos los seres humanos, cada uno de éstos es
un ser diferente e
irrepetible, y está dotado de una inviolable individualidad:
“El individuo no debe cuentas a
nadie por sus actos, en
cuanto éstos no se refieren a los intereses de ninguna otra persona, sino a él
mismo” (Cap. V).
“En
una palabra, es deseable que en las cosas que no conciernen primariamente a
los demás sea afirmada la individualidad, uno de los principales elementos de la
felicidad humana, y el más
importante de su progreso”
(Cap. III).
“Se
hace de todo lo que es individual en los seres humanos un noble y hermoso
objeto de contemplación, cultivándolo y haciéndolo resaltar”
(Cap. III).
“Donde
la regla de conducta no es el propio carácter y progreso individual de
la persona, sino las costumbres y tradiciones de los demás… falta el primero
de los fundamentos para la felicidad humana”
(Cap. III).
“El
mayor mal está en que no se conceda ningún valor intrínseco a la espontaneidad
individual. Pues debe ser de ésta de donde surja la originalidad, sin
que unos tengan que copiarse de otros y sacando el mayor genio particular para
la utilidad de todos”
(Cap. III).
Por todo ello, cada
una de las cualidades individuales humanas
ha de ser respetada en toda su dignidad y evolución:
“La originalidad
es
un elemento de valor en los asuntos humanos, y siempre es necesaria para descubrir nuevas
verdades. Pero personas capaces de esto son pocas. Es la sal de la tierra; sin
ella la vida humana sería una laguna
estancada” (Cap. III).
“Las virtudes
personales vienen en segundo
lugar, y corresponde a cada uno cultivarlas por igual. Tenemos derecho a elegir
siempre lo que que más convenga a nuestro porvenir, y a no sufrir penalidades de manos de los
demás” (Cap. IV).
“Las pasiones personales hacen fuertes y activos a los hombres, y les dan
energía salvo que estén desequilibradas. De hecho, el hombre que actúa mal lo
hace porque su conciencia es débil, y nunca porque su pasión es fuerte. Además,
la sociedad ve vistos protegidos sus intereses cuando los héroes desarrollan
sus pasiones personales”
(Cap. III).
“No
obstante, es necesaria en los fuertes la capacidad de compasión, para
impedir que su fuerza o la fuerza de otros forzudos violen los derechos de los más
débiles, o se adueñen del bien ajeno”
(Cap. III).
Así como también
requiere un adecuado ejercicio de su responsabilidad
individual:
“Cada
uno debe ser juez de sí mismo, de su libertad,
espontaneidad y soberanía
individual” (Cap.
III).
“Los
llamados deberes para con nosotros mismos no son obligatorios, pero sí
convenientes para nuestra relación con los demás. El deber para consigo mismo
expresa
propio respeto y desenvolvimiento. A nadie puede obligarse a dar cuenta de ninguna de
sus cualidades, porque no produciría ningún beneficio a sí mismo, ni a la
humanidad en general”
(Cap. IV).
“No se pretende aquí que las acciones sean tan libres como las
opiniones. Pues las acciones de cualquier especie que perjudiquen a los demás,
deben ser absolutamente fiscalizadas, desaprobadas e intervenidas por el género
humano” (Cap. III).
“Una
persona debe ser libre de obrar en sus propios asuntos, pero no debe serlo
cuando obra en nombre de otro, con el pretexto de que los asuntos de éste son propios
suyos. Es el caso del poder casi despótico de los maridos sobre sus mujeres”
(Cap. V).
“La libertad individual debe ser ejercida sin cortapisas,
mientras no moleste a los demás. Debe ser afirmada en todo aquello que no concierne a los
demás. Y esto mediante dos requisitos: el vigor individual y la libre
variedad” (Cap. III).
b.2)
Alteridad humana
Consiste en el 2º
pilar del Sobre la Libertad de Stuart Mill, y es el complemento perfecto
a su pilar 1º de la individualidad humana. Y es que el individuo no vive sólo,
y es totalmente patente la existencia de otros
individuos, igual de dignos que él:
“El
hecho de vivir en sociedad requiere observar una cierta línea de conducta,
consistente en no perjudicar los intereses de otro, y tomar parte en los trabajos
necesarios para ello” (Cap. IV).
“Las
conductas individuales han de tener siempre presentes la no creación de perjuicios a algún
otro”
(Cap. I).
“Cuando
por una conducta una persona llega a violar una obligación
hacia otra u otras personas, el caso deja de ser personal y queda sujeto a la
desaprobación moral”
(Cap. IV).
“Debe
hacerse una distinción entre la vida de la persona que se se refiere a ella
sola y la que se refiere a los demás
¿Cómo
puede haber alguna parte de la conducta de un individuo que sea
indiferente a los otros? Ninguna persona es un ser
enteramente aislado.
Si deteriora sus facultades corporales o mentales, causa un mal a todos aquellos
cuya felicidad dependía de él, y se incapacita para prestar los
servicios que debe a sus semejantes”
(Cap. IV).
“Vivir
en sociedad hace indispensable que
cada uno observe cierta línea de conducta para con los demás; no perjudicar
los intereses de otro, y tomar parte cada uno en los trabajos y sacrificios
necesarios para defender una sociedad con total libertad individual”
(Cap. IV).
Además, casi siempre
resulta que son esos otros individuos bastante
diferentes entre sí, y eso lleva a la no existencia de un único
camino de conocimiento y comprensión de la realidad humana:
“Humboldt
señala 2 condiciones necesarias para el desenvolvimiento humano, para hacer a las
gentes desemejantes unas de otras: libertad y variedad de situaciones. La humanidad se hace rápidamente incapaz de concebir la
diversidad cuando durante algún tiempo ha perdido la costumbre de verla”
(Cap. III).
“La desemejanza
entre personas es la primera cosa que llama la atención
de cada una, respecto a la imperfección de su propio tipo, y respecto a la superioridad
de otro. Pero si se saben combinar unas con otras, se podrán obtener respectivas ventajas
a ambos lados, y mayores beneficios para todos”
(Cap. III).
b.3)
Genialidad humana
Consiste en el
colofón que ofrece Stuart Mill a su concepto de individualidad humana, como el grado
humano más sublime al que todo ser humano debería estar dispuesto a
tender, si no lo ha adquirido por nacimiento:
“Los
hombres de genio son
una pequeña minoría en el mundo, y para mantenerlos es necesario cuidar el suelo en el
que crecen. Si fuesen tímidos, no deberían ser forzados a acoplarse a
otros moldes, pues la sociedad obtendría poca mejora de su genio. Si fuesen de carácter
fuerte, no se les debería señalar de turbulentos o extravagantes”
(Cap. III).
“El genio sólo puede
explotar sus cualidades en una atmósfera de
libertad. Pues ellos son más individuales
que
los demás, y su existencia no está construida sobre un coto número patrones.
Con tal que sea razonable y mantenga el sentido común, su propio modo de arreglar su existencia
es
el mejor, por ser el suyo”
(Cap. III).
b.4)
Frenazo estatal
Tras haber descrito
Stuart Mill las dos auténticas patas del edificio de la libertad (yo y el
otro), pasa a continuación a describir las falsas patas de la libertad,
comenzando por la 1ª de ella: el estatalismo:
“La
libertad hay que conquistarla de dos maneras: inmunizándola frente a los
políticos,
y estableciendo frenos a la Constitución”
(Cap. I).
Lo
cual comienza con la propia institución de cada estado, cuya soberanía acaba
siempre recayendo en sus instituciones estatales,
y no en los individuos:
“Los estados deben favorecer la individualidad, la espontaneidad individual,
el libre ejercicio de la soberanía individual. Pero no lo hacen”
(Cap. IV).
“El estado se equivoca cuando impone su opinión sobre la minoría,
pues no considera sino sus preferencias, condena lo que no sea universalmente
aceptado, y obliga a seguir sus errores a los individuos”
(Cap. IV).
“La soberanía estatal
siempre acaba desviándose de la soberanía individual, y permitiendo que la conducta de
algunos individuos afecten perjudicialmente a la soberanía de
otros individuos” (Cap.
IV).
“Los
estados toleran conductas contrarias a los más sagrados intereses del individuo,
y favorecen su abandono. Por ejemplo, en el caso de estimulantes y embriaguez,
cuyos impuestos y tasas establece con el fin de recaudar, y no de eliminar”
(Cap. V).
Lo
cual se sigue con las intervenciones de cada gobierno
de turno, tanto si las hacen para agradar a la opinión pública,
cuanto si las ejercen contra ella:
“Deben
ponerse límites a la intervención del gobierno, pues casi siempre restringen las acciones de los individuos,
y nunca le ayudan”
(Cap. V).
“Hubo
épocas en que se exigía a los gobernantes que estuvieran identificados con el pueblo, que su interés
y voluntad fueran el interés y voluntad del pueblo. Pero los individuos no
necesitan ser protegidos por nadie, y menos contra su propia voluntad. Casi
siempre, los gobiernos acaban tiranizándose, buscan concentrar a la nación
bajo una misma fórmula, y tratan de encontrar una forma cómoda para su
ejercicio”
(Cap. I).
“El poder
es
tan nocivo, o más, cuando se ejerce de acuerdo con la opinión pública que
cuando se ejerce contra ella”
(Cap. II).
Es
lo que se ve en las leyes de turno, que no
respetan la verdad de las cosas ni premia los méritos de las personas, sino que
acaban oprimiendo a los débiles y atormentando a las personas meritorias:
“Hay
que intentar que no sea fiscalizada la ley, pues de lo contrario acabaran
existiendo leyes penales contra las
opiniones. Lo que sería un robo a la raza
humana, si no lo está siendo ya” (Cap. II).
“Cuando
la ley no permite que se discuta la verdad de una opinión, es tan intolerable como
inútil. Es lo que sucedió con Sócrates, condenado
a muerte pese a haber servido como nadie a la humanidad. O a Jesucristo, cuya grandeza moral dejó tal impresión en
sus discípulos, que fue ignominiosamente condenado a muerte, como mayor ejemplo de iniquidad
judicial”
(Cap. II).
b.5)
Frenazo social
Tiene que ver
con todo aquello que tiende a fortalecer al colectivo
mayoritario, en detrimento del reconocimiento de la individualidad y
a forma de despotismo de la mayoría, y de sus modas de turno:
“Comte
afirma
que se tiende a un despotismo de la sociedad.
La tendencia de todos los cambios que tienen lugar en el
mundo es a fortalecer la sociedad y disminuir el poder del individuo”
(Cap. I).
“Pero
la verdadera situación de las cosas era que el pueblo que ejerce el poder no es
siempre el mismo poder sobre el cual es ejercido. Y en la especulación política
se incluye ya la “tiranía de la mayoría” entre los males contra los que
debe ponerse en guardia la sociedad”
(Cap. I).
“Todo
lo que elimina la individualidad es despotismo, y viene de hacer lo que
hace todo el mundo. Se trata de un despotismo contrario a todo desenvolvimiento
humano, antagónico con el espíritu de libertad, enemigo del progreso,
favorable al cambio sólo si lo hace hacia su voluntad”
(Cap. III).
Lo que
también acaba degenerando en fortalecimiento de la
vulgaridad, y en detrimento del reconocimiento de la genialidad,
originalidad y nuevos caminos de progreso. Es el despotismo de la costumbre,
tendente a la animalidad:
“¿Debe la sociedad abandonar
su propia guía
a aquellos que son incapaces para guiar? Si a los niños menores se les debe
proteger contra ellos mismos, ¿no debe también la sociedad protegerse de los
adultos que son igualmente
incapaces de gobernarse a sí mismos? Si el juego, la embriaguez, la
incontinencia, la ociosidad o la suciedad, son tan perjudiciales para la
felicidad y el mejoramiento individual y general, ¿por qué trata la sociedad de
ponerlos de modelo?”
(Cap. IV).
“A las personas
que perjudican a la sociedad, ésta replica que no tiene derecho a exigirles
nada. Como si la sociedad careciera de medios para elevar sus miembros más débiles al nivel ordinario de una
conducta racional”
(Cap. IV).
“Todo
individuo que se beneficiara de la sociedad, debería compensar estos beneficios.
Y esto no se hace, como sí se hace en viceversa, y va debilitando la sociedad”
(Cap. IV).
“El despotismo de la
costumbre es el eterno obstáculo al desenvolvimiento humano. Así, el individuo
virtuoso se encuentra en
incesante antagonismo entre la tendencia de la costumbre (dominada por las
circunstancias) y su espíritu de libertad, progreso y mejoramiento. En
incesante antagonismo porque su espíritu de progreso no puede vivir en libertad,
y porque trata de ofrecer sus mejoramientos a un pueblo que no los desea”
(Cap. III).
b.6)
Frenazo religioso
Tiene que ver
con el mundo de las doctrinas, que desde
siempre ha sido impuesto por el mundo de la religión, y que ha visto como un
desafío a la verdad cualquier persecución sufrida (por la falsedad), y que ha
castigado cualquier otra doctrina que se ha intentado aplicar:
“Las
creencias en las que mayor confianza depositamos tienen una permanente invitación
a probar su carencia de fundamento”
(Cap. II).
“Las
doctrinas introducen
cosas buenas que antes no existían, y dan vida a las ya existentes. Pero pronto
adquieren la tendencia a denegar lo nuevo, de forma mecánica. Así, a menos que
existan personas de inagotable originalidad que estén constantemente
renovándolas, estas creencias se van convirtiendo en meras tradiciones, de
espíritu muerto que no resiste el más ligero choque con algo realmente
vivo, y que van ahogando una civilización hasta su muerte”
(Cap. III).
“Quien
sólo conoce un aspecto de la cuestión, no conoce gran cosa de ella. Además,
las cuestiones y opiniones van dejando de ser indiscutibles según va creciendo
el número de doctrinas”
(Cap. II).
“El
mito de que la verdad triunfa siempre sobre las persecuciones
es una de las falsedades que las doctrinas se van transmitiendo, a pesar de que la experiencia las rechaza por
completo. Un ejemplo de esto sería la Reforma, rechazada veinte veces, por lo
menos”
(Cap. II).
“Nuestros
padres mataron a los intelectuales, pero nosotros les hemos erigido sepulturas. Hoy se trata de una persecución
legal y religiosa, pues ninguna persona que no crea en
Dios puede ser testigo ante los tribunales. Y esto se basa en la
suposición de que el juramento de una persona que no cree en la vida futura
carece de valor”
(Cap. II).
b.7)
Libertad de opinión
Tras haber descrito
Stuart Mill las 3 patas falsas del edificio de la libertad (la estatal, social y
religiosa), que el londinense anima a denunciar, pasa a continuación a describir
el auténtico tablero sobre el que podrán reposar todos los objetos de la
libertad: la libertad de pensamiento individual:
“Para
el bienestar intelectual de la humanidad, es necesaria la libertad de opinión
por 4 motivos: 1º porque una
opinión puede ser verdadera, y negar esto sería aceptar nuestra propia
infalibilidad, 2º porque aunque
la opinión silenciada sea un error, con frecuencia puede contener una porción de
verdad, 3º porque aunque la opinión admitida fuera totalmente verídica, puede
provocar prejuicios, o poca comprensión, 4º porque el
sentido de la doctrina corre el riesgo de perderse o debilitarse, si se convierte en una
profesión meramente formal”
(Cap. II).
“La libertad
para pensar es necesaria para forjar grandes pensadores, y para
evitar una atmósfera de esclavitud
mental, y un pueblo intelectualmente
muerto” (Cap. II).
“La
única manera que tiene el hombre de acercarse al total conocimiento de
un objeto es oyendo lo que pueda ser dicho de él por personas de todas las
opiniones”
(Cap. II).
“Hay
que dejar que cada uno se exprese, por si no fuera falso lo que dice, y para no
absolutizar mi verdad”
(Cap. II).
“En
este campo, es necesario también defender la libertad de prensa, incluso contra la discusión
política” (Cap. II).
b.8)
Nueva intelectualidad
Consiste el objetivo
1º hacia el que debería tender la libertad, sobre el reposo de la libertad de
opinión. En concreto, en saber distinguir el grado de
veracidad de las diferentes y legítimas opiniones:
“Si
el culto de nuestro entendimiento consiste en algo, esto es en averiguar los
fundamentos de nuestras propias opiniones”
(Cap. II).
“Los
hombres no son infalibles; sus verdades son verdades a medias. La diversidad no
es un mal”
(Cap. III).
“Ha
de evitarse la presunción de infalibilidad, no tanto a nivel de sentirse
seguros de la propia doctrina, sino a nivel de no permitir escuchar las
doctrinas contrarias”
(Cap. II).
“Hasta ahora hemos considerado
sólo dos posibilidades: que la opinión aceptada pueda ser falsa, y por consiguiente alguna otra pueda ser
verdadera, o que siendo verdadera sea esencial en un conflicto con el error opuesto
para la clara comprensión y profundo sentimiento de su verdad. El caso más
común es que cuando
las doctrinas en conflicto comparten la verdad,
u la opinión disidente necesita suplir el resto de verdad, de la
que sólo una parte está contenida en la doctrina aceptada”
(Cap. II).
A
lo que habría que añadir el aprender a distinguir las diferentes partes de la
verdad, así como la identificación de
los diferentes tipos
de verdad:
“En
cualquier materia no evidente por sí misma hay noventa y nueve personas totalmente incapaces,
por una capaz”
(Cap. II).
“La verdad de una opinión es parte de su utilidad. Pero ha de ser
perseguida, como prueba de la que salga exitosa, otros la puedan descubrir, y
demuestre lo perjudicial que es el error. Además, la verdad depende del
equilibrio entre dos sistemas de razonamientos contradictorios”
(Cap. II).
“El
mal realmente terrible no
es la lucha violenta entre las diferentes partes de la
verdad, sino la supresión
de una mitad de la verdad”
(Cap. II).
“El
fin y el mejo resultado de la inteligencia es
el de unir a la humanidad en el reconocimiento de todas las verdades
importantes: ¿y va a durar la inteligencia tan sólo mientras no ha conseguido
su objeto?”
(Cap. II).
“A medida que la humanidad progresa, va creciendo el número de doctrinas que
dejan de ser objeto. El bienestar de la humanidad casi puede medirse por las
verdades que han conseguido llegar a ser incontestables”
(Cap. II).
b.9)
Nueva educación
Consiste el objetivo
2º hacia el que debería tender la libertad, sobre el reposo de la libertad de
opinión. En concreto, en saber educar esa nueva intelectualidad construida por
el liberalismo, mediante la moderación del lenguaje,
manera de trato y el conocimiento
de todos los saberes:
“Nadie
puede ser un gran pensador sin
que su primer deber como tal consista en seguir a su inteligencia
cuales
quiera que sean las conclusiones a que se vea conducido”
(Cap. II).
“Es
deseable que los hombres desarrollen su inteligencia”
(Cap. III).
“Si
los maestros de la humanidad han de
conocer todo lo que deben saber, nada debe haber que no pueda ser escrito y
publicado libremente y sin restricción”
(Cap. II).
“Aunque
no inflijamos tantos males como en otros a aquellos que no piensan como
nosotros, puede que nos perjudiquemos a nosotros mismos, más que nunca, por
nuestra manera de tratarles (un ejemplo es el de Sócrates, cuya filosofía socrática se elevó como el sol. Los cristianos fueron arrojados a
los leones, pero la Iglesia cristiana se convirtió en un árbol magnífico”
(Cap. II).
“Las opiniones
contrarias a las comúnmente
admitidas sólo pueden ser escuchadas mediante moderación de lenguaje y
evitando lo más cuidadosamente posible toda ofensa”
(Cap. II).
Todo ello, y esa es
la 1ª de las contradicciones de Stuart Mill, mediante la imposición de
una educación universal y gratuita,
impuesta obligatoriamente desde la más tierna edad:
“Si
desde un principio fuera admitido el deber de imponer una educación universal, se pondría fin a las
dificultades sobre lo que el estado debe enseñar y la manera de enseñarlo. El
medio de imponer la ejecución de la libertad no puede ser otro que el de examinar a
todos los niños desde su infancia”
(Cap. V).
b.10)
Nueva moralidad
Consiste el objetivo
3º hacia el que debería tender la libertad, sobre el reposo de la libertad de
opinión. En concreto, en saber distinguir el bien y el
mal, así como castigar los actos
perjudiciales a los demás.
“¿Qué
puede hacer el pobre público sino aplicar estas instrucciones y hacer
obligatorias para todo el mundo sus propias definiciones del bien y del
mal,
cuando respecto a ellas se ha logrado una suficiente humanimidad?
¿Quién puede condenar a las gentes por desear la supresión de lo que
consideran como un escándalo ante Dios y ante los hombres? Para que una
civilización pueda sucumbir ante su enemigo
vencido necesita
haber llegado a un tal grado de degeneración que ni sus propios sacerdotes y
maestros, ni nadie, tengan la capacidad ni quiera tomarse el trabajo de
defenderla. Si esto es así, cuanto antes desaparezca esa civilización, mejor”
(Cap. IV).
“Los
actos perjudiciales, así como la utilización del sano egoísmo personal para el
mal… merecen un tratamiento diferente a todo lo expuesto hasta aquí, y el castigo
de la sociedad” (Cap.
IV).
“Para
favorecer el bien ajeno, y distinguir lo mejor de lo peor, es necesario aumentar
y no disminuir los esfuerzos desinteresados”
(Cap. IV).
“De los actos
perjudiciales para los intereses de los demás es
responsable el individuo, que puede ser sometido a un castigo legal o social”
(Cap. V).
“¿Hasta que punto la
libertad puede ser legítimamente invadida para la prevención del crimen o del
accidente? Mi
opinión es que se debe tan sólo ser advertido del peligro, sin impedir por la
fuerza que se exponga a él”
(Cap. V).
Todo ello con una
mente abierta a las nuevas éticas utilitarias
que van surgiendo de la necesidad, y para poder hacer realidad el gran
sueño moral del liberalismo: vivir cada cual a su manera:
“Prescindo
de
toda ventaja que pudiera derivarse para mi argumento de la idea abstracta de lo
justo como cosa independiente de la utilidad. Considero la utilidad
como
la suprema apelación en las cuestiones éticas”
(Cap. I).
“Opino
que otras
éticas deben existir al lado de la cristiana para producir la regeneración
moral de la humanidad”
(Cap. II).
“La
humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera que
obligándolo a vivir a la manera de los demás”
(Cap. I).
Lo que no deja de ser
la 2ª contradicción de Stuart Mill, pues habría que seguir viviendo
cada cual a su manera, aunque no exista armonía
entre unos y otros, y aunque siga existiendo la oposición de intereses.
Pues la culpa no sería de la libertad, sino de la moralidad:
“Las oposiciones de
intereses entre individuos tienen frecuentemente su origen en instituciones
sociales defectuosas, y son inevitables. De hecho, cualquiera que tenga éxito en
una profesión o concurso, se estará beneficiando con la pérdida de otros”
(Cap. V).
“Pues
siempre
que existe un perjuicio definido, o riesgo definido de perjuicio, el caso se
sustrae al campo de la libertad, y entra en el de la moralidad”
(Cap. IV).
c)
Filosofía de fondo en Sobre la Libertad
Stuart Mill se dejó influir por la idea
democrática de Tocqueville, el cual le ayudó a cambiar su idea de
democracia pura, por un modelo modificado de democracia. Pues “todo lo que
destruye la individualidad es despotismo o tiranía de la mayoría, al encadenar
el alma y el espíritu de progreso”, acababa diciendo el demócrata.
Tuvo su 1º punto de partida en el utilitarismo
inglés[17],
que partía de los conceptos de libertad individual[18]
y sociedad individual[19]
como base para toda explicación económica, demográfica y ética[20].
Así, se movió bajo el lema utilitarista del “dejad hacer, dejad pasar”,
bajo la convicción de que la razón y naturaleza humana podrían por sí mismas
garantizar la libertad[21].
Tuvo su 2º punto de partida en el liberalismo
social[22],
basado en una finalidad calculista individual respecto a la mayor felicidad
posible material[23].
Pues las cosas no son buenas ni malas en sí mismas[24],
sino sólo por sus consecuencias. Así, intuye Mill que:
-cada
uno debe velar por sus propios intereses, y ser el propio juez de sí mismo,
-el egoísmo personal de cada uno es el que hace avanzar la ética comunitaria[25].
Lo que acabó degenerando en su individualismo
moral, en que el hombre se desarrolla por sí mismo y para sí mismo,
y el otro no es sino obstáculo para el desarrollo personal. De ahí que el
hombre deba regirse por un calculado:
-máximo
de placeres, como estado máximo de la felicidad,
-mínimo
de sufrimientos, por las consecuencias negativas que acarrean.
En conclusión,
Stuart Mill intenta partir de la naturaleza humana (individual, según él) para
concluir en el estilo de vida que debería seguir esa naturaleza e individuo
(moral sin moral). Y eso es legítimo, pero nunca posible mediante el camino de
la total libertad. Pues el filósofo londinense tiene que acabar recurriendo en
el cap. V a la:
-minusvaloración
de la opinión cristiana, y eso que él mismo había pedido antes abrir la
mente a las diferentes opiniones y éticas,
-imposición de una educación universal y obligatoria, y eso que el
estatalismo era su principal obstáculo para la libertad individual,
-aceptación de intereses perjudiciales entre individuos, y eso que él
había propuesto antes castigar a todo aquel que perjudicase al otro.
Madrid,
1 junio 2019
Mercabá, artículos de Cultura y Sociedad
________
[1]
Lo que le hizo crecer sin el cariño de su madre y 8 hermanos menores.
[2]
Pues ya a los 6 años hablaba griego, a los 7 años conocía
perfectamente las obras de PLATON, y a los 12 años entendía perfectamente
toda la física de NEWTON. Tras lo cual comenzó a viajar para conocer los
lugares in situ del pensamiento
(como hizo a Francia cuando tenía 14 años, comprando allí en original
francés la Democracia en América
de TOCQUEVILLE).
[3]
Lo que le hizo crecer sin el contacto con otros niños.
[4]
Casada con otro, y no viuda hasta 19 años después. Lo que fue escandaloso
en Londres.
[5]
Donde tiene ocasión de leer el Culto a los Héroes-1841 del escocés CARLYLE, basado en que el
avance de una civilización se debe a los hechos de sus héroes.
[6]
Modelo femenino que, junto al de su amada HARRIET, le inspiró para
desarrollar una política liberal feminista, la 1ª en la historia de la
humanidad (reclamando no sólo el voto femenino, sino también el desarrollo
pleno e individual de toda mujer inglesa, no a nivel afectivo sino a nivel
utilitarista).
[7]
Tras haberse dado cuenta de que, aunque se hubiesen realizado todas sus
reclamaciones individuales, no hubiera sido feliz.
[8]
Que le hizo ganar total popularidad en las universidades británicas.
[9]
Pues “el mundo significa para cada individuo la parte del mismo con la
cual está en contacto”.
[10]
Los cuales “se imitan unos a otros, y no necesitan desarrollar ninguna
faceta más”.
[11]
Todo ello “mediante la actividad, que es la única capaz de reunir los
mejores materiales para la decisión”.
[12]
Pues “el juicio se ha dado a los hombres para ser aplicado… obrando
conforme a sus convicciones conscientes”.
[13]
“Como se ve en el caso de un hombre que tenga que rectificar sus
equivocaciones, por medio de la discusión y la experiencia… abierto a la
crítica de sus opiniones y de su conducta”.
[14]
Pues “los hombres deben proceder lo mejor que les permita su habilidad”.
[15]
Distanciándose así del socialismo, cuya propiedad privada era el trabajo,
y no algo libre ni individual.
[16]
Pues “es deber del gobierno el nunca imponer a los demás sus opiniones, a
menos de que estén completamente seguros de que son ciertas”.
[17]
Desarrollado por:
-HOBBES, que en su Leviatán-1651
fundó el materialismo mecanicista, que según él regía el universo,
-LOCKE, que en su Sobre la Tolerancia-1692
defendía que el ser humano y sus cualidades naturales (vida, felicidad,
propiedad y libertad) son anteriores a todo organigrama social o político,
-HUME, que en su Propia Vida-1776
animó a mantener intacta la independencia de cada ser individual.
[18]
Frente al clásico bien común. Un bien común que desde la época clásica
significaba algo más que una mera suma aritmética de individuos (como se
ve en el caso de intentar no dejar ninguno de sus factores a cero, para que
el resultado final no fuese cero. Pues en este modelo no se sumaba
individuos, sino que se multiplicaban esfuerzos).
[19]
Como mera suma de individuos, sin conjunción ni jerarquía interna.
[20]
Siguiendo la tradición liberal protestante, que:
-partía
de un formalismo correcto ético, pero no de la idea de bien,
-minimizaba
la intervención estatal en la vida moral de las personas.
Y rechazando la tradición social católica, que:
-partía
de una sustantividad correcta ética, desde la idea y contenido del bien,
-animaba
al estado a intervenir de forma equilibrante en las personas.
Además, y según escribe el propio MILL, “estas éticas cristianas
no deben ser las únicas y exclusivas, sino que otras éticas deben surgir
para regenerar moralmente la humanidad”.
[21]
De hecho, según HUME:
-la
libertad debe ser esclava de las pasiones del hombre,
-el
hombre debe regirse y actuar según sus deseos.
[22]
Desarrollado por:
-SMITH, que en su Riqueza de las Naciones-1776 aludía a la mano invisible que regulaba el mercado: el
egoísmo particular,
-BENTHAM, que Principios de Moral y Legislación-1789 hablaba de los 2 señores soberanos: el placer y el
dolor, uno causando todo lo bueno y otro todo lo malo (ante lo que el estado
no debía sino evitar el dolor producido en uno por los otros),
-MALTHUS, clérigo que en su Principio
de la Población-1798 pregonaba que los ricos no iban a poder sostener
el nº creciente de población y de pobres.
[23]
Frente a la felicidad romántica sentimental que
empezaba a recorrer
la geografía continental europea.
[24]
Ya que la verdadera comprensión del bien y del mal es inalcanzable para la
razón.
[25]
Siguiendo la idea de la predestinación de CALVINO, que se basaba en que los
indicios exitosos exteriores van situando a cada individuo en el grupo de
los elegidos a la salvación. Pues, concluye el calvinista, “Dios bendice
que cada uno vaya a lo suyo”, ya que a El no le importa el mundo sino los
individuos.
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