Semana V Ordinaria

Itinerario de fe de Abraham

Madrid, 6 febrero 2023
Inmaculada Moreno, Lda. en Historia

           Encontramos su relato en el libro del Génesis, cuando Abraham sale de su tierra y se lanza a la aventura confiando en Dios. Ante él aparece un Dios novedoso de grandes promesas, pero pasa el tiempo y parece que esas promesas no se cumplen.

           En efecto, en el Génesis asistimos al momento en que Dios llama a Abraham, éste sale de su tierra y comienza a recorrer un camino plagado de peligros (Gn 12-22), dejando la comodidad de su casa para adentrarse en lo desconocido, guiado únicamente por la llamada de Dios.

           La 1ª etapa de Abrán[1] le lleva a subir el cauce del Eufrates desde Ur (sumeria) a Harán (aramea), acceder desde allí a los altos del Golán (asiria), y cruzar toda Canaán (fenicia) hasta establecerse con su familia en Egipto, donde empieza a pasar hambre. Esa situación de penuria le hace entregar a su mujer Saray (a quien hace pasar por su hermana) al faraón, y como consecuencia empiezan a multiplicarse las plagas por el país. Cuando el faraón descubre el engaño, expulsa a Abraham de Egipto, y Dios tiene que confirmar a Abrán su alianza, prometiéndole una gran descendencia: “No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y tú serás padre de un pueblo numeroso” (Gn 15,1.4-5).

           Es el momento en que Abraham comienza su 2ª etapa, que le lleva a subir desde Egipto hacia el mar Muerto (de Sodoma, donde se queda su sobrino Lot) y desierto del Neguev (de Hebrón, donde él se establece). Allí decide Abraham cumplir la promesa de Dios por su cuenta, teniendo a Ismael de Agar, la esclava de Sara. Y es que a pesar de las promesas de Dios, Abraham no termina de fiarse, ni de esperar a un hijo legítimo de su mujer. Por una parte sí se fía, al lanzarse en busca de la Tierra Prometida, pero por otra no sabe esperar las novedades de las grandes promesas de Dios.

           Al darse cuenta de que ni Ismael ni la esclava egipcia podían ser sus herederos, Abraham se queja ante Dios y se pregunta sobre si Dios es de fiar, sobre si tiene sentido haber dejado su tierra y posesiones de Ur, sobre qué hacer en una tierra desconocida e inhóspita. ¿Merece la pena basar la vida en una promesa? ¿Puedo comprometer mi futuro por un anhelo? Es el momento de la maduración de fe del patriarca. Pero Dios sigue siendo cercano, se aparece a Abraham junto a la encina de Mambré (Gn 18,1), le marca los plazos (Gn 18,10) y confirma que Sara será madre de un pueblo numeroso (Gn 18,14), aunque ésta no se lo crea.

           Entonces llegó el Hijo tan deseado y esperado, tras muchas promesas y aplazamientos, impaciencias y decepciones, tras varios intentos de revolverlo por su cuenta y cuando ya no era razonable tenerlo por la edad o la infertilidad. Dios le dio a Isaac, pero lo hizo poniéndolo a prueba, una vez más: Después de esto, Dios quiso poner a prueba a Abraham y lo llamó: Abraham, toma a tu hijo y ve a la región de Moria, y ofrécemelo allí en holocausto” (Gn 22,1-2).

           Fue el comienzo de la 3ª etapa de Abraham, que le llevó a encaminarse desde el Neguev a Judá, hacia el monte Moria (afueras de Jerusalén) que Dios le había indicado y al que se dirige el patriarca sin dilación. No obstante, se trata de un hachazo a sus alegrías, y aparentemente una ruptura a las promesas contraídas. Sigue poniéndose en marcha y sin dilación en busca de la Tierra Prometida, pero no desaparece su desconcierto ante las palabras de Dios. Es el momento culminante de su proceso de fe, ante la quiebra de la esperanza y promesas, y el horizonte cercano de quedarse sin nada en la vida:

Al tercer día alzó Abraham los ojos y alcanzó a ver de lejos el lugar. Entonces dijo a sus siervos: Quedaos aquí con el asno, mientras el muchacho y yo subimos allá arriba para adorar al Señor, después regresaremos junto a vosotros. Abraham tomó la leña del holocausto y se la cargó a su hijo Isaac, él llevaba el fuego y el cuchillo y se fueron los dos juntos. Isaac dijo a Abraham su padre: Padre, tenemos el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto? Abraham le contestó: Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío. Y continuaron caminando juntos. Llegados al lugar que Dios le había indicado, Abraham levantó el altar, preparó la leña y después ató a su hijo Isaac poniéndolo sobre el altar encima de la leña. Después Abraham agarró el cuchillo para degollar a su hijo” (Gn 22,4-10).

           Se trata de relato en que Abraham se levantó, aparejó su asno, tomó a dos mozos y a Isaac, partió la leña, se puso en marcha, levantó la vista, tomó la leña, la cargó, tomó el fuego y el cuchillo, construyó un altar y dispuso la leña, ató a Isaac y lo puso sobre el ara, tomó el cuchillo... acciones silenciosas tan sólo interrumpidas por las palabras “quedaos... yo iré”. Un relato que manifiesta una fe titánica en Abraham, fruto de una purificación excesiva y una confianza sin rastro de esperanza, que se condensa por sus breves palabras “Dios proveerá”.

           Y así fue. Dios no se desdijo de sus promesas, y Dios proveyó: “No pongas tu mano sobre el muchacho, que ya veo que me obedeces, y no te has reservado nada” (Gn 22,12). Fue el momento de la 4ª etapa de Abraham, que le llevó a bajar del monte Moria y establecerse en Berseba, alcanzando y tomando posesión de la Tierra Prometida (Gn 22,19).

INMACULADA MORENO, Colaboradora de Mercabá

 Act: 06/02/23     @taller de biblia         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A 

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[1] He utilizado los nombres Abrán o Abraham según los tiempos que marca el libro del Génesis, en que Dios dice “ya no te llamarás ya Abrán, sino que tu nombre será Abraham, porque yo te hago padre de una muchedumbre de pueblos” (Gn 17,5). También así en el caso de Saray, a quien Dios llama Sara: “A tu mujer Saray ya no la llamarás Saray sino Sara. Yo la bendeciré y haré que se convierta en un pueblo numeroso y que de ella surjan reyes” (Gn 17,15-16).