Itinerario del sentido de Job

Madrid, 3 agosto 2020
Inmaculada Moreno, Lda. en Historia

           Cuando pensamos en el libro de Job es muy posible que nos venga a la mente que este libro es una reflexión sobre el sufrimiento del inocente o sobre “el paciente Job”, que pone en entredicho la justicia divina y se decanta en favor de la tragedia humana, con su dolor, dudas, ansiedad y angustia de corazón. No obstante, una observación más objetiva nos señala que se trata de un libro situado entre los nevim (escritos), ubicado entre Proverbios y Eclesiastés.

a) Composición

           Apenas tenemos datos sobre el autor, la época y las circunstancias de su formación y composición, teniendo que recurrirse a las propias alusiones del texto para ir, desde ahí, conjeturando. Con esos análisis de cronología interna, habría que hablar, por lo menos, de 3 momentos redactores distintos:

-Job 1-2 y Job 42 (7-17), en que sus temáticas sobre el justo sufriente entroncarían con la época final sumeria, del 2.000 a.C,
-Job 3-31 y Job 38-42 (1-6), momento de redacción en conjunto de la obra, hacia el s. VI a.C y sobre la base sumeria,
-Job 32-37, sobre el monólogo de Elihú, que se intercaló en el s. V a.C a la redacción ya existente,

           La redacción final del libro revela un escritor profundamente religioso, instruido y poeta. Posiblemente se trata de un sabio hebreo, que conoce las culturas extranjeras y los temas afines al libro, como el mesopotámico Diálogo de un Sufriente con su Amigo o el egipcio Diálogo de un Desesperado con su Alma. Un sabio que simpatiza con las tradiciones proféticas de su pueblo (en las que trata de insertar la historia), que tiene una fina sensibilidad religiosa, que se solidariza con los sufrimientos del prójimo y que está preocupado por encontrar una respuesta al drama principal, aunque eso le haga apartarse de la ortodoxia oficial judía.

           Sobre la época de su composición final se han dado varias opiniones. Se apunta hacia el período del exilio a Babilonia (s. VI a.C) o inmediato post-exilio (s. V a.C), coincidiendo con la plena efusión persa de la filosofía de Zaratustra. El vocabulario está cargado de arameísmos, y de preocupación por el destino del individuo, a nivel universal. En cuanto a las características literarias, su rasgo más original es la utilización del diálogo en una especie de escenificación dramática[1], que permite confrontar argumentos y avanzar posiciones, al tiempo que permite introducir las formas típicamente sapienciales, hímnicas, satíricas y proféticas, así como listas de enumeraciones, controversias judiciales y recursos populares a la maldición, inventiva y confesión. El lenguaje poético es rico y variado, y lleva a su culmen la aportación bíblica a la poesía.

b) Contenido

           Vamos a ir desmenuzando el itinerario de fe que contiene el libro de Job, así como su contenido teológico. En líneas generales, se trata de un libro en que un conocido personaje de la antigüedad (rico, piadoso e íntegro) es sometido por la adversidad, y esto pone a prueba la autenticidad de su conducta. No obstante, tras ir pasando por las calamidades, dicho personaje (Job) sale airoso de la prueba, demostrando una paciencia y una fidelidad a Dios encomiable.

           En el prólogo se resalta que es Dios quien deja a Satán poner a prueba a Job, a quien Dios ama mucho porque le llama “mi siervo Job”, y a quien Satán[2] va a tener sólo relativamente en sus manos, pues en el fondo de los desastres estará Dios esperando, e iluminando el sentido de los acontecimientos.

           La primera respuesta de Job no sólo despeja las dudas de su actitud, sino que nos cuestiona a nosotros: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él” (Job 1,21). No aporta ni aportará Job ninguna solución apriorística a sus desgracias, ni le va a dar vueltas reflexivas al asunto, ni le va a dar por despotricar a Dios o a la fortuna, sino que va a mostrar una cruda y realista resignación, ante sí mismo y en los diálogos con sus tres amigos (Job 3-31). O eso es lo que intentará al menos de forma taxativa, en las sucesivas etapas de la pérdida del sentido.

c) Comentario

           El 1º sentido que trata de purificar Job ante sus calamidades es el de la rebeldía personal. Sus tres amigos (Elifaz, Bildad y Sofar) le explican la versión oficial de la sabiduría judía ante su situación: que ha pecado, y que su desgracia es consecuencia del pecado cometido. Job maldice ese tipo de existencia, y declara apasionadamente su inocencia y propio estilo de vida. No obstante, sus amigos insisten en las 4 actitudes judías que debe adoptar Job (la conversión, la humildad, la fe y la oración), y en que seguramente está faltando a alguna de ellas, para merecer el castigo de Dios. Job reconoce su finitud, pero se niega a achacar sus sufrimientos a una pretendida culpabilidad, y ofrece a Dios otro tipo de existencia a la oficial judía: “si mis días son un soplo, déjame vivirlos feliz” (Job 7,7-21). Para Job, la vida es “una sombra que huye” (Job 14,1-6) en cuanto efímera, pero no algo desesperado y abocado al sheol, a forma de comedia absurda sin esperanza.

           El 2º sentido que trata de purificar Job ante sus desgracias es el de la búsqueda de respuestas o rebeldía frente a Dios (ya que la propia búsqueda lleva implícita la propia respuesta: Dios). No obstante, Job se mantiene firme en no ocultar la realidad, y en aceptarla en su crudeza: “Tierra, no ocultes mi sangre, y que no haya sitio de reposo para mi grito” (Job 16,18). Así como en no incriminar a Dios en este proceso de la naturaleza, pues “Dios es mi fiador” (Job 17,3), “el que rescata y redime” (Job 19,25-27). Nos encontramos en esta etapa con el gran Monólogo de Job (Job 29-31), en el que recuerda la felicidad pasada y repasa la situación actual, reivindicando su inocencia. Así como con el Monólogo de Elihú (Job 32-37), intruso que se incorpora al frente de los amigos aunque ignorando el contexto del pasado[3], como claro añadido posterior que interrumpe el desarrollo original.

           El 3º sentido que trata de purificar Job ante sus desgracias es el de la pérdida de la paciencia, que trata de superar Job en diálogo con Dios (Job 38-42,6). Es el momento en que Dios sale de su mutismo y responde a Job (desde la tormenta), concediéndole el mismo favor que a Moisés y a los profetas. Comparte Dios con Job su acción en la historia del hombre, subrayando su lucha por el orden y estabilidad de todo lo creado, atendiendo tanto a lo de lejos como a lo de cerca. Le explica también su concepto divino de libertad, no tanto para suscitar en Job el asombro, sino para situarlo ante el límite de paciencia que está soportando, ante el cual no debe olvidar la finitud de la condición humana, en cuanto a la duración de su vida, saber y poder. Tras lo cual, describe Dios a Job la historia del hipopótamo Behemoth (Job 40,15-24) y del cocodrilo Leviatán (Job 40,25-41,26), monstruos deformes del Nilo y prototipos de pesadez, que acaban por convencer a Job de que sus reivindicaciones pueden volverse pesadas y pasarse de la raya, sin percatarse de la situación de otros lugares y otros seres humanos. Porque para Job es inconcebible la sabiduría del Creador, y a esos dos monstruos los ha creado Dios al igual que lo ha creado a él, a cada uno con su cualidad indiscutible. Job ha comprendido la enseñanza de Dios, y el encuentro con él le ha aportado humildad.

           El 4º sentido que trata de purificar Job ante sus desgracias es el de la sumisión y entrega al misterio de Dios. Ya no quiere continuar Job su debate con Dios, pues prefiere quedarse a escucharlo y verlo: “De oídas había tenido referencias de ti, pero ahora mis ojos te han visto” (Job 42,5). Y, a partir de ahora, entregarse a él y a su plan de salvación (Job 42,6). En el epílogo, Dios devuelve a Job sus riquezas (Job 42,7-17) para aleccionar de alguna forma a sus tres amigos (Elifaz, Bildad y Sofar) y romper definitivamente el esquema culpa-sufrimiento, reduciéndolo como mucho a una prueba de la vida que hay que soportar, que puede servir de purificación y que puede posibilitar un encuentro más familiar con Dios, reconstructor de la felicidad inicial y de una entrega futura mucho mayor.

INMACULADA MORENO, Colaboradora de Mercabá

 Act: 03/08/20     @taller de biblia         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A 

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[1] Recurso apenas utilizado en Israel, pero bastante conocido en la antigüedad, tanto en Grecia (con Platón y los trágicos) como en las literaturas egipcia y mesopotámica (antes aludidas).

[2] Lit. Atacador hostil, en arameo y de forma vulgar. No obstante, en el s. IV (1Cr 21,1) pasa a generalizarse como el nombre propio del demonio, bajo la idea de un ser superior y malvado.

[3] A la hora de afrontar educativamente el sufrimiento, en que el Discurso de Elihú (Job 34,7) argumenta sin empatizar, habla sin hacer suyo lo que le pasa a otro, y acaba provocando que quien sufre no pueda aguantar a quien le habla, al escuchar de su boca que “Dios salva al desdichado por medio de su desdicha, y le abre los oídos por medio de su desgracia” (Job 36,15).