Dios y los de Emaús

Madrid, 14 septiembre 2020
Inmaculada Moreno, Lda. en Historia

           El encuentro tuvo lugar al tercer día de la muerte de Jesús (Lc 24,21) y el mismo día en que Cristo resucitó (Lc 24,13) y envió su ángel a las mujeres (Lc 24,22), a última hora de la tarde[1] de ese domingo (Mc 16,9). Pues los de Emaús salieron ese mismo día de Jerusalén (Lc 24,13) hacia la hora tercia (Lc 24,24), se encontraron con Jesús hacia la hora nona (Lc 24,29) y llegaron al lugar adonde iban al anochecer (Lc 24,29). En total, 15 km en que aquellos discípulos bajaron por la falda oeste de Jerusalén, hasta llegar a Emaús[2].

           En cuanto a la lectura existencial, tenemos a dos judíos (Lc 24,20) llamados Cleofás y su hijo Simeón[3], que habían acompañado a los apóstoles (Lc 24,13) durante la última Pascua de Jerusalén (Lc 24,18b), y que ahora volvían a su casa de Emaús (Lc 24,29) tras haber conocido de 1ª mano todo lo sucedido (Lc 24,18b).

           Obviamente, los de Emaús iban desanimados, pero hablaban de Jesús y de su creencia en el Mesías. Parece ser que discutían sobre ello (Lc 24,15) con gran ceguera por ambas partes (Lc 24,16) y sin entender el fondo de la cuestión (el mesianismo de Jesús), que habían confundido por su moderna concepción veterotestamentaria (Lc 24,21). Entonces se acerca Jesús, camina con ellos y los va acercando progresivamente a Dios, a través de la correcta explicación del AT (Lc 24,27). Se trata del primer momento del encuentro, que provoca en ellos el consuelo y les aporta el ánimo sanador que necesitan (Lc 24,32).

           Solventadas las dudas sobre el mesianismo del AT, abren los propios discípulos el diálogo sobre la resurrección, desde la tristeza (Jn 24,17) de haber experimentado una muerte sin explicación (Lc 24,20). Es el momento en que Jesús saca lo mejor de su pedagogía, dejando que hablen sus alumnos y saquen lo que llevan dentro. Posiblemente por ello (dejarles hablar), consideran los de Emaús que aquel extraño debía ser extranjero (Lc 24,18), y entonces empiezan a hablar de Jesús como del gran héroe de los judíos (Lc 24,19), con gran coherencia a la hora de describir lo que Jesús decía y hacía.

           Jesús sigue observando lo que había en esos corazones, hasta que llega el momento de los lamentos judíos: “nosotros esperábamos” (Lc 24,21a), “hace ya tres días” (Lc 24,21b), “las mujeres nos decían” (Lc 24,22)... Es el momento en que Jesús pasa a la 2ª fase del encuentro, cortando su verborrea judía y sentenciando: “¡Qué torpes sois, y qué cerrados estáis!” (Lc 24,25a). En primer lugar porque no creyeron a las mujeres (Lc 24,23), y en segundo lugar porque tampoco creyeron a sus profetas (Lc 24,25b). Y les empieza a explicar algo que, como judíos, debían saber:

-el sentido del sufrimiento, necesario para entrar en la gloria,
-el AT desde la perspectiva salvífica, que debía culminar en el Mesías.

           Seguidamente les hace Jesús el ademán de seguir adelante, ante lo que aquellos hombres se niegan porque nunca nadie les había hablado así (Lc 24,32). Es hermosa la imagen del ocaso de la noche, en que el Sol ha caído y Jesús se dispone a despedirse, mientras aquellos hombre se quedan atónitos porque se va: “Quédate con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo” (Lc 24,29).

           Jesús entra en su casa y se queda con ellos. Y en ese encuentro lo reconocieron al partir el pan (Lc 24,31.35). La tristeza de los de Emaús ha sido transformada en gozo (Lc 24,32) y, sin reparar en que ya era de noche (Lc 24,33a) pues tenían los ojos bien abiertos (Lc 24,31), fueron a contar a Jerusalén todo lo que había sucedido (Lc 24,33b): “¡Es verdad, ha resucitado el Señor!” (Lc 24,34), dando testimonio de la Palabra y de la Eucaristía (Lc 24,35).

INMACULADA MORENO, Colaboradora de Mercabá

 Act: 14/09/20     @taller de biblia         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A 

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[1] Pues los discípulos de Emaús:

-sabían que Juan y Pedro habían ido al sepulcro, y lo habían visto tal como las mujeres habían dicho (Lc 24,24),
-no sabían que el Resucitado se había aparecido en el Cenáculo, aquella misma tarde a primera hora (Jn 20,19).

[2] Hoy situada en las afueras de Latrun, en plena bajada derecha de la actual A-1 Jerusalén-Tel Aviv, hacia el puerto de Jaffa y en su cruce con la A-5 Ramala-Gaza.

[3] cf. EUSEBIO DE CESAREA, Historia de la Iglesia, libro III, cap. 11.