Ascética bíblica

Madrid, 2 noviembre 2020
Inmaculada Moreno, Lda. en Historia

           El término ascética (ασκητισμός, lit. ejercicio) alude al conjunto de medios que la Grecia Antigua (primero) y Grecia Clásica (después) empeló con vistas a adquirir la perfección y virtud:

-a nivel físico, desde el 776 a.C, con ejercicios para progresar en la vida deportiva, y prepararse para las Olimpiadas,
-a nivel intelectual, desde el 426 a.C, con ejercicios para liberar el alma (de sus urgencias y pasiones) y elevarla a la autenticidad (de las ideas).

           Con la llegada del cristianismo, la ascética fue reclamada por el mundo religioso, como conjunto de medios (morales) que permitirían un progresivo y más completo perfeccionamiento (espiritual).

a) En el AT

           En la Sagrada Escritura no aparece el término ascética para nada, aunque se atisba cierta idea de ascesis en la lucha hebrea contra el pecado, y sus consecuencias. Pues como fruto del pecado de Adán, las relaciones humanas habían quedado desordenadas, y el pueblo de Israel podía verse expuesto al caos y desaparición. Además, el pueblo judío se sabía pueblo elegido por Dios, y no podía abandonar su destino a la suerte, sino mantenerse bajo la guía y conducción de Dios.

           De esa manera, los profetas bíblicos insisten en que es necesario hacer penitencia (para reparar el pecado cometido) y esforzarse (para cambiar la forma de vivir). No todos responden a esa llamada de los profetas, y muchos ni son conscientes de ello. Pero los que aman a Dios sí lo hacen, comenzando a llevar una vida cuasi ascética:

-a nivel individual, mediante los ejercicios del ayuno (Jue 20,26), limosna (Dn 4,24), rasgadura de vestiduras (Gen 37,34), vestimenta de saco (1Re 20,31), rapado de cabellos (Job 1,20), atadura de cuerdas (1Re 20,32) e imposición de ceniza (Is 58,5);
-a nivel colectivo, mediante los ejercicios de lamentación pública (
Jl 1,13), confesión colectiva del pecado (Jue 10,10) y rituales expiatorios pertinentes (Num 16,6-15).

           Unos ejercicios prácticos por los que los hebreos imploraban el perdón de Dios y buscaban cambiar a una vida mejor, a nivel individual y colectivo.

           El personaje más destacado de vida cuasi ascética en el AT es el rey David. David cometió adulterios (2Sm 11,4) y asesinatos (2Sm 11,15), y el profeta Natán le recrimina por ello (2Sm 12,7.9). David reacciona reconociendo su culpa (2Sm 12,13) y haciendo penitencia (2Sm 12,16), implorando a Dios un cambio de vida interior (Sal 50,12). Y Dios aprobó las prácticas ascéticas de David, porque no sólo eran exteriores sino que iban acompañadas por un cambio y mejoría de la vida interior, basada en el arrepentimiento y la contrición.

           En cuanto a los libros bíblicos apocalípticos, encontramos que Daniel insiste en la preparación para la llegada del Reino de Dios, hacia el s. II a.C. Se trata de una época en que surgen por todo el mar Muerto comunidades esenias que comienzan a llevar un estilo de vida completamente nuevo, apartándose de la urbe y lanzándose al desierto para:

-vivir una vida más fiel a Dios, con renuncias voluntarias,
-preparar los tiempos mesiánicos, mediante el estudio y la reflexión.

           A estas comunidades perteneció Juan Bautista, verdadero asceta del desierto que decidió preparar por su cuenta la llegada del Mesías, enseñando a la gente (mediante ejercicios) un camino (estilo de vida) para que ésta (los más posibles) pudiese entrar en él. Él mismo renunció por su cuenta a la comida, casa, vestimenta, mujer... así como enseñó a los demás a vivir en soledad, privacidad y oración.

b) En el NT

           En los evangelios encontramos ya todas las características de la perfecta dimensión ascética, en el propio mensaje de Jesús. Nos lo advierte el propio Jesucristo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que coja su cruz y me siga” (Mt 16,24). Recordemos también cómo el mismo Jesús se empleó en el desierto de Judá a hacer frente al mal (Satanás), superando las tentaciones a una vida fácil (Lc 4,1-3). O cómo más adelante nos enseñó las herramientas de la oración y del ayuno, como ejercicios para llevar a cabo esa batalla (Mc 9,29). A la luz del NT, el motivo último que justifica la ascesis cristiana es el seguimiento de Cristo:

-asumiendo su muerte,
-preparándose para la resurrección.

           Pablo explica el motivo de esta participación en la cruz (de Cristo), que no es otro que la de asumir los mismos sentimientos de Jesús (Flp 2,5), modelo ascético cristiano. Luego la ascesis es para el cristiano la participación en la ascética de Cristo, en forma de combate contra todo lo que impida eso: “Revestíos, pues, de la armadura de Cristo, para que podáis resistir las tentaciones contrarias” (Ef 6,10-12). De ahí que la actitud esencial de la vida ascética sea, en el NT, la vigilancia (Mt 24,42; Mt 25,13; Mt 26,41).

           En consecuencia, el esfuerzo y ejercicio ascético asume para los cristianos una coordenada nueva: la adhesión:

-con Cristo, uniéndose a su esfuerzo y proyecto ascético,
-con el resto de cristianos,
desde la misión conjunta por cooperar en la salvación del mundo.

            En el ámbito cristiano, la ascesis asumió múltiples ejercicios con el paso del tiempo, tanto purgativos (silencio, abstinencia, contemplación...) como iluminativos (virtuosidad, caridad...), en su intento por lograr la perfección (espiritual). Pues, como había pedido Jesucristo, el cristiano tenía que “ser perfecto, como el Padre del cielo es Perfecto” (Mt 5,48). Y eso se tradujo en un empeño constante cristiano por realizar un progresivo perfeccionamiento espiritual, mediante los viejos (y nuevos) ejercicios de la ascética. Sobre todo bajo una única finalidad: configurarse a Cristo, y mediante ello llegar a Dios. De ahí que la ascesis cristiana haya de:

-realizarse desde la gracia, no desde las propias fuerzas,
-estar motivada en la caridad, ayudando al hermano a perfeccionarse.

INMACULADA MORENO, Colaboradora de Mercabá

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