Andrés

Andrés Fuentes
Mercabá, 11 enero 2021

           La liturgia griega distingue a San Andrés con el titulo del Protocletos (lit. el primer llamado), puesto que fue el 1º que (junto a Juan, en aquella tarde inolvidable) escuchó las palabras, nuevas para el mundo, de Jesús. Un recuerdo que, siempre fresco en la memoria de Andrés (al igual que en la de Juan), quedó inmortalmente esculpido en el evangelio (Jn 1,37-40).

           Y es que Juan el Bautista había encendido los ánimos del pueblo judío, y una de aquellas tardes vio pasar por allí a Jesús, mientras dialoga con sus discípulos. Es entonces cuando el Bautista les dice: "He ahí el Cordero de Dios".

           Andrés era uno de aquellos jóvenes discípulos del Bautista, que vio pasar por allí a Jesús y que, por insinuación del Bautista, lo siguió. Es el momento en que el mundo y la historia dan el primer paso hacia Jesucristo, dado por Andrés. Jesús acepta el reto y agradece su gesto al decirle: "¿Qué buscáis?". Pues junto a Andrés iba el imberbe Juan, y ya no era uno sino dos. Andrés y su compañero continúan con el reto, y tratan de saber dónde vive aquel rabino, para vivir en adelante en su intimidad y secretos de su hogar:

—Rabbí, ¿dónde vives?

—Venid y ved, les dijo Jesús.

           Le acompañaron a su morada, una de tantas cabañas para guardianes de campos que aún hoy se conservan. Y allí pasaron con Jesús el resto de la tarde, desde las 16.00 (de la tarde) hasta las 19.00 (al anochecer).

           Nos conmueve pensar en el diálogo de aquella tarde entre Jesucristo, Andrés y Juan. Pues fueron las primeras palabras públicas de Jesús, conocidas únicamente por Andrés y Juan, y que nadie ha podido nunca conocer ni adulterar. Lo que sí sabemos es que, tras la entrevista, Andrés dijo a su hermano Pedro: "Hemos hallado el Mesías", y lo llevó a conocer a Jesús.

           No fue éste, sin embargo, el encuentro definitivo con Jesucristo. Pues Andrés volvió a su oficio de echar las redes en el lago de Genesaret, y a sufrir los encantos y desencantos del duro trabajo de pescador. Y allí estaba Jesús, esperándole entre las barcas alineadas junto a la costa. Andrés se disponía a hacer el recuento de la pesca recogida, cuando Jesús se hace el encontradizo y le impela: "Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres". Pues junto a Andrés estaba su hermano Pedro, que también escuchó la llamada y, junto a Andrés, siguió en adelante a Jesús.

           Durante los 3 años de la vida pública de Jesús, la figura de San Andrés se hunde en el silencio y el anonimato. Es el momento del aprendizaje, y el primer apóstol de Jesús no quiere dejar escapar ni una sola palabra o enseñanza del Maestro.

           Pocas veces vuelve a citar el evangelio a Andrés. Parece ser que hizo de intermediario, junto a Felipe, de unos griegos que querían ver a Jesús. Así como su nombre aparece, por excepción, entre los 3 discípulos predilectos de Jesús (Pedro, Juan y Santiago) que piden explicaciones a Jesús sobre los acontecimientos del fin del mundo. Y a esto se reducen los relatos evangélicos, sobre el discipulado de Andrés.

           De todas las Escrituras, en conjunto, se deduce que era Andrés era natural de Betsaida, ciudad siria de los Altos del Golán, junto al lago de Genesaret y de la que había sido natural la 1ª mujer del rey David. Ciudad que, por otra parte, aportó 5 apóstoles a Jesús, como fueron Santiago, Juan, Pedro y Felipe, aparte del mismo Andrés.

           De oficio era Andrés pescador, por lo que su vida se desarrollaba en el lago y sus alrededores. Participaba de los vicios y virtudes de los de su clase, sometidos a una vida y un paisaje que influía hondamente en sus caracteres. Como decía William, "los pescadores eran gentes, por lo general, sencillas y poco cultas; eran hombres enjutos, curtidos al sol y al viento, entregados totalmente a su oficio, que tenían que pasar noches enteras sin dormir, en medio de las maniobras las redes" (William). En esta vida dura y áspera, con sus muchos fracasos y escasas alegrías, fue donde se forjó la firme vocación del apóstol. Y la intrepidez y la constancia, alentada por la fuerza del Espíritu, hizo de él un apóstol decidido.

           Por otro lado, vivía Andrés con su hermano Pedro, aunque ambos eran ya mayores de edad. Y con él se trasladó de Betsaida a Cafarnaún, donde ambos compraron una casa en su nuevo centro de operaciones marinas. No sabemos con seguridad si estaba o había estado casado (como Pedro), o fue siempre soltero. También pudiera ser que, por ser discípulo del Bautista, fuese virgen o una especie de consagrado interior, al igual que su compañero y amigo Juan. De cualquier modo, lo dejó todo por seguir a Cristo.

           Aparece Andrés como hombre de índole calmada y serena, opuesto a la impetuosidad característica de su hermano Pedro. Tenía un corazón noble y abierto, que inspiraba simpatía y confianza. Era de carácter sensible, fácil al entusiasmo y sencillo cuando una gran idea le dominaba.  Y aunque participó en la disputa de los apóstoles sobre cuál sería el mayor, y él hubiera podido presentar su título de "primer llamado", no parece que Andrés sea dado a apetecer grandes cosas. Le vencían en atrevimiento los hijos del Zebedeo, y en arrojo su mismo hermano Pedro. Andrés era más sensato y prudente, y quizás más sencillo que los demás.

           Entre los documentos más antiguos que hablan de San Andrés, es importantísima una carta dirigida por los presbíteros de Acaya a toda la Iglesia. En ella, cariñosa y largamente, se narra el martirio de San Andrés en la ciudad de Patrás, aparte de otras noticias sobre la antigüedad cristiana. En ella nos vamos a apoyar para lo que sigue.

           Es tradición que después de la venida del Espíritu Santo, le correspondió a San Andrés evangelizar la Escitia, cuna de pueblos bárbaros y feroces, en la parte sur de la Rusia actual y junto al mar Negro. Mas, como los demás apóstoles, no se limitó a una sola región, sino que atravesó el Caucaso y fue penetrando en las regiones de Ucrania, Moldavia, Dacia, Bulgaria y Albania, todo ello junto al mar Negro.

           Nicéforo atribuye a San Andrés la creación de la iglesia de Bizancio, importante para el Oriente porque sobre esa pequeña colonia griega fundará en el futuro Constantino la ciudad de Constantinopla. Como dice Nicéforo el Solitario, "el apóstol Andrés fue el predicador del evangelio en Bizancio, lugar donde construyó un templo y enseñó a rezar a Dios con santas oraciones, aparte de ordenar un obispo que fuese su sucesor".

           Evangelizó Andrés, pues, la zona del mar Negro, pero más allá del limes danubiano que hacía de frontera Imperial. Una zona de cultos mistéricos y costumbres corrompidas, de instintos salvajes y gentes bárbaras, que amenazaban la seguridad del pueblo romano.

           En cuanto al relato del martirio, no hay duda de que murió en Patrás, ciudad de la región de Acaya, en la península griega del Peloponeso. Según el relato de los presbíteros acayos, su muerte tuvo lugar en una cruz aspada, en forma de equis (en adelante cruz de San Andrés) y de forma distinta a la de Jesús y Pedro. Porque San Andrés no fue clavado en ella, sino atado con fuertes cordeles por las extremidades. De todas formas, se trató de una muerte semejante a la de Jesús, una gracia que el Señor otorgó sólo a sus 2 amigos y pescadores de Galilea, Pedro y Andrés.

           En cuanto a su martirio, nos dice la Carta Acaya que tras llegar Andrés a Patrás, procedente de los Balcanes, muchos helenos creyeron en su predicación, mientras corrían los rumores de que la gran urbe de Roma no toleraba ya la secta de los cristianos, y había empezado a perseguirla. Egeas, procónsul romano en Acaya, temió la rápida eficacia de la predicación cristiana en su provincia, y por fidelidad a Roma decretó la detención de los cristianos. Estaba entonces Andrés en Patrás, y ante la noticia del comienzo de persecución, decidió personarse él mismo a su tribunal, para evitar más detenciones cristianas y con la intención de intentar convertir a Egeas. Presiente que es su última batalla, y prefiere atraer dulcemente al romano a la verdad, aunque eso le lleve a la muerte.

           Frente a frente, Andrés y Egeas discutieron sobre Cristo y el cristianismo. Andrés le predica la salvación por la cruz de Cristo, y Egeas, que prefirió seguir siendo pagano, decide condenar a Andrés a esa misma muerte de su fundador. "Las almas perdidas (le había dicho el apóstol) hay que rescatarlas por el misterio de la cruz". Y el corazón de Egeas contesta con una medida desmedida y endurecida: la crucifixión aspada.

           Antes de colgarlo en la cruz aspada, manda Egeas azotar a Andrés. Y, al ver la cruz, el corazón de Andrés se convierte en un baño de lágrimas, deseando cogerla ardientemente, y no soltarla nunca más. Como bien reza la tradición acaya, poniendo en su boca:

"Me acerco a ti, ¡oh cruz!, seguro y alegre; recíbeme tú también con alegría. Acuérdate que soy discípulo de Aquel que pendió de ti. Siempre me has guardado fidelidad y yo ardo en deseos de abrazarte. ¡Oh cruz, llena de bienes!, tú has robado la belleza y esplendor de los miembros del Señor, que eran las piedras preciosas que te adornaban. ¡Cuánto tiempo te he deseado, con qué ansiedad y constancia te he buscado, y por fin mi espíritu, que te añoraba dulcemente, te ve delante de mí! Líbrame de los hombres y llévame a mi Maestro, para que de tus brazos me reciba quien en tus brazos me salvó".

           Andrés ha sido un apóstol, ha coronado felizmente su carrera apostólica. Y como dice el Breviario godo, "el primer llamado por Jesús demostró una gran constancia en la predicación, y una paciencia inquebrantable en el dolor". Como había dicho el mismo Jesucristo, en un momento de su vida, "si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz y me siga".

           El culto a San Andrés se extendió rápidamente por toda la Iglesia, tanto oriental como occidental. Varias iglesias se disputan sus sagradas reliquias, y en las artes ha llamado mucho la atención la escena de su martirio. Todos ellos, tanto Murillo y Ribera, como Miguel Angel y Rubens, plasmando la dulzura y serenidad de San Andrés en el suplicio de la cruz. Es la manera en que el arte trata de ser de utilidad, a las narraciones de la Historia.