Lidia

Consuelo Lozano
Mercabá, 11 enero 2021

           Lidia era originaria de la ciudad de Tiatira (Asia Menor), pero vivía en Filipos (Macedonia) ganándose la vida con la preparación de vestidos de púrpura. Eso podría no significar mucho para nosotros hoy en día, pero en el s. I eso significaba que era una mujer muy rica. Pues dado que el tinte de la púrpura se extraía con muchas dificultades (de cierto molusco del fondo marino), sólo una elite podía permitirse tener telas teñidas de ese color. Y una mercader que vendiera ese tinte (tan extremadamente costoso) era rica, se mirase como se mirase.

           Pero lo importante de Lidia fue la apertura que hizo de su corazón y tiempo a San Pablo, y la respuesta que tuvo al convertirse a su predicación:

"Un sábado, salimos por la puerta de la ciudad (Filipos) a la ribera de un río, donde pensamos hacer oración. Allí nos sentamos, y nos pusimos a conversar con unas mujeres. De entre ellas, nos escuchaba una mujer llamada Lidia, comerciante en púrpura en Tiatira, y mujer devota. El Señor le abrió el corazón para que prestara atención a lo que decía Pablo, y se bautizó ella con toda su familia" (Hch 16, 13-15a)".

           De hecho, tan importante debió ser lo realizado por Lidia, que el mismo Pablo decidió permanecer en su casa todo el tiempo que duró su predicación en Filipos, que no fue poco:

"Tras bautizarse, Lidia nos rogó insistentemente: Si me tenéis por creyente en el Señor, venid a hospedaros en mi casa. Y nos insistió en ello" (Hch 16, 15b).

           No podemos decir más de Lidia, pero como suele ocurrir con estos primeros cristianos, no hacen falta más datos. Lidia fue la 1ª europea en convertirse al cristianismo (el en río de Filipos), y la 1ª europea en ser bautizada (por el mismo San Pablo), junto a su familia. Ser el 1º en hacer algo significa que tu nombre figurará en el libro de las memorias (como sucedió a Magallanes al dar la 1ª vuelta al mundo, o a Scott al llegar al polo Sur), y Lidia fue también de las primeras, a la hora de responder al anuncio de Jesús.

           Respecto a la posición de Lidia, es verdad que la riqueza se cita a menudo como uno de los principales obstáculos al crecimiento espiritual, y que la Escritura nos advierte que "es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de los Cielos". Pues bien, Lidia demostró que lo difícil también era posible, y humildemente logró dejarse introducir "por el ojo de esa aguja".

           De hecho, no hay indicaciones de que Lidia abandonara su negocio tras convertirse al cristianismo. Y sí las hay de que utilizó su fortuna sabiamente, entendiendo que el valor real de la riqueza reside en el modo en que la usas, no en cuánto tienes.