Muerte de Jesús

Adalbert Franquesa
Mercabá, 11 enero 2021

           El relato de la pasión según san Juan coincide en gran parte con los sinópticos, pero hay diferencias muy claras. La característica especial de Juan es el punto de vista teológico desde el que enfoca todo el evangelio: la revelación de la gloria de Jesús, la llegada de su exaltación. Para él también en la pasión se revela la gloria del Hijo de Dios. Juan no presenta la pasión y muerte de Jesús desde la reacción natural psicológica, sino que trata de dar el sentido espiritual de la misma. La muerte de Jesús es su glorificación.

           El relato histórico y la forma literaria están en función de unos temas doctrinales que explican la originalidad y las diferencias de la narración de Juan en relación con los otros evangelios.

           Presenta la pasión en 4 cuadros: Getsemaní (Jn 18,1-11); ante Anás (Jn 18,16-27); ante Pilato (Jn 18,28-19,15); en el Calvario (Jn 19,19-37). En cada uno de estos cuadros hay un rasgo característico, un tema principal y una declaración importante.

           Un tema clave es la libertad de Jesús ante la muerte. Jesús va a la muerte con pleno conocimiento de lo que le espera: conociendo todo lo que iba a acontecer (Jn 18,4), consciente de que todo está cumplido (Jn 19,28). Como pastor de las ovejas entrega su vida por ellas (Jn 10,17-18). Nadie le quita la vida. La da. Conoce la intención de Judas. Prohíbe a Pedro que le defienda. Se entrega cuando quiere.

           En las escenas de la pasión aparece siempre dueño de sí mismo y de sus enemigos. El lleva la cruz y con ella se aparece como rey vencedor. Juan presenta la pasión como la epifanía de Cristo Rey.

           Es la hora de la exaltación y glorificación. Para resaltar esta idea Juan abrevia y omite toda descripción encaminada a relatar los sufrimientos físicos y las circunstancias que podrían sobre-excitar la sensibilidad. En cambio ofrece desde otro aspecto una larga descripción del arresto en Getsemaní, del proceso ante Anás y ante Pilato. Pero omite o reduce otros episodios que ha puesto en otro contexto: el complot de los judíos (Jn 11,47-53); la unción de Betania (Jn 12,1-8); la agonía (Jn 12,27); y sobre todo la última cena con el discurso de despedida, la denuncia de la traición y el abandono (Jn 12,1-2.21-32.36-38; 14,13).

           La brevedad de la escena ante Caifás se explica porque el juicio se había realizado ya durante la vida (Jn 5, 7, 9). La escena ante Pilato adquiere un tono majestuoso en el que casi no se sabe quién es el juez. Le bastan unas palabras para describir la subida al Calvario y la crucifixión. Para Juan es la marcha de Jesús para tomar posesión de su trono. Elimina todos los demás acontecimientos (Simón de Cirene, las mujeres...) para mantener la atención fija en Jesús y en su cruz. Jesús crucificado en medio de los dos ladrones es su exaltación y la expresión de su poder de salvación.

           Juan a lo largo del evangelio se ha preguntado repetidas veces quién era Jesús: cuando los sacerdotes (Jn 1,19); la Samaritana (Jn 4,11.29); la muchedumbre (Jn 6,2.26); las autoridades judías (Jn 7,27; 8,13; 9,29); durante la pasión se hace la pregunta dos veces (Jn 18, 4.7; 19,9). La respuesta ha sido: Jesús es el Hijo de Dios. Para facilitar esta aceptación de Jesús, como Hijo de Dios, pone de relieve los indicios de su divinidad. Nadie podía juzgar a Jesús.

           Para expresar esta verdad Juan presenta el juicio ante el mundo y el imperio (Jn 19,15). La sentencia se da en las tres lenguas universales (Jn 19,20) a fin de atraer a todos los hombres en torno a la cruz.

           Por la muerte Jesús llega a la glorificación. La pasión es la hora de la misteriosa glorificación del Hijo del Hombre. Isaías sitúa esta elevación después de la muerte del siervo (Is 52,13; 53,11). Pablo la identifica con la resurrección y la ascensión (Flp 2, 8). Juan la ve en lo más profundo de la pasión. Para recordar y explicar este aspecto Juan hace coincidir la muerte de Jesús con la hora de la inmolación del cordero pascual. Es la hora en la que la humanidad entra en comunión de vida con Dios.

           Juan, como Lucas, ve en la pasión el combate con el poder de las tinieblas y subraya el carácter voluntario de la entrega de Jesús. En Juan, como en Mateo, Jesús es rechazado por Israel no sólo porque ha preferido a Barrabás, sino porque ha elegido al César. El poder de Jesús no es sólo afirmado, sino que se manifiesta en forma visible en el huerto de Getsemaní y se impone en los interrogatorios ante Anás y Pilato. Como en Marcos su relato conserva el carácter de testimonio vivido no por el joven que huye en la oscuridad, sino por el discípulo amado que testifica oficialmente los hechos (Jn 19,26.35).

           La pasión según Juan no es sólo una invitación a un acto de fe como en Marcos, o de adoración como en Mateo, o a la participación como en Lucas; sino que es sentirse comprometido en el camino que lleva a la cruz.