Tito

Antonio García
Mercabá, 11 enero 2021

           De Tito no tenemos otras noticias que las que San Pablo nos suministra; y a los datos del apóstol hemos de acordar su biografía. El primer dato sobre Tito lo encontramos acompañando a San Pablo a Jerusalén, con Bernabé. El objeto del viaje fue defender Pablo el evangelio de Jesucristo frente a los doctores judíos que querían someter a los conversos a las ceremonias legales del AT, murmurando de San Pablo porque se oponía a semejante servidumbre.

           Hacía 14 años que Pablo se había ausentado de Jerusalén, donde estuvo a raíz de su conversión (3 años después de la misma). El viaje obedecía a una "revelación" que tuvo, donde se le ordenó subir allá a verse con las "columnas de la Iglesia", como llamaban a Pedro, Juan y Santiago, a fin de confrontar su predicación con la de ellos; estando acordes en todo, en señal de lo cual se dieron las manos, a Pablo y a Bernabé se entiende, y no a Tito porque era gentil.

           Los enemigos de Pablo pretendían que los conversos se circuncidaran, ya que le oyeron decir que los cristianos no estaban obligados a aquella ceremonia. Furtivamente espiaban a Pablo en estas predicaciones, y fue tal la defensa que hizo de su nueva teología, que "ni aun Tito, que me acompañaba, con ser gentil, fue obligado a circuncidarse" (Gal 2,3). No era, pues, Tito judío. ¿Dónde, o en qué poblado o ciudad había nacido? ¿Creta, Corinto, Antioquía? Sencillamente, era gentil. ¿Y por qué, siendo gentil, acompañó a San Pablo?

           La palabra gentil se usaba para denominar a los griegos, según algunos expositores. En aquel entonces, Tito era cristiano. Venía del gentilismo pero era cristiano, razón por la cual, juzgándose los judíos cristianos representantes de las dos leyes, la judía y la cristiana, pretendían que los conversos aceptasen la circuncisión, sosteniendo que sin ella no podían salvarse (Hch 15). Tito fue convertido por San Pablo a la fe, tomándole desde entonces por socio y coadjutor suyo.

           Como sujeto de toda garantía espiritual y de un celo grande semejante al suyo, San Pablo encomienda a Tito, a lo largo de su 3º viaje misionero, a Tiro, Patara, Rodas, Esmirna, Troade, Filipos, Tesalónica, Efeso, Antioquía, y 2 veces a Corinto (la 1ª desde Efeso y la 2ª desde Macedonia). Los corintios fueron evangelizados por San Pablo, y a ellos les cobró el apóstol un cariño y solicitud grandes; pero no faltaron disidentes y traidores a la causa de la fe.

           Algunos judíos conversos dieron nuevas a San Pablo del mal espíritu de algunos, y los mismos fervorosos cristianos le dirigieron una carta informándole sobre los pecados y disensiones entre ellos. Ya en sus comienzos se vio en la necesidad de salir precipitadamente de Corinto porque los judíos le acusaron ante Galión (procónsul de Acaya) de que Pablo "persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley", la ley antigua (Hch 18,13).

           San Pablo hubo de embarcarse navegando a Siria, bajando después a Efeso. En Efeso estaba Tito. Con lo sabido por él mismo, las noticias que fueron llegando después de su partida, la carta que los corintios le dirigieron, consultándole diversos puntos, Pablo escribió su 1ª carta a los corintios, encomendando a Tito le sirviera de correo, a la vez que de apóstol y encomendero suyo para ver de poner paz entre los corintios y reducirlos a la concordia.

           El 1º punto a coordinar era la división entre los conversos, llamándose unos discípulos de Pedro, otros de Apolo, otros de Cristo y otros de Pablo. A lo que contesta San Pablo: "¿Está dividido Cristo? ¿O ha sido Pablo crucificado por vosotros?" (1Cor 1,13). Siendo Corinto ciudad internacional, a ella acudían no solamente los ricos comerciantes, sino los filósofos, los oradores, los sofistas. Y vivían pagados de su sabiduría:

"Los judíos piden milagros, los griegos sabiduría, mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los gentiles, más poder y sabiduría de Dios para los llamados, ya judíos, ya griegos" (1Cor 22-23).

           El espíritu de partido, los pleitos entre los conversos, los vicios de la impureza, el incestuoso... eran temas de San Pablo. Pero por sabia que fuera la carta de San Pablo, el intérprete de la misma y el ejecutor había de ser Tito. Qué tino, qué prudencia, qué sabiduría, qué don de gentes necesitaba el discípulo para llevar a cabo la paz y la concordia entre todos volviéndolos al verdadero cristianismo, que era Cristo.

           Deseando conocer San Pablo el éxito de su carta y de las gestiones de su ardoroso y fiel discípulo, le citó en Troade, a donde se dirigía San Pablo a predicar el evangelio de Cristo:

"En medio de haber abierto el Señor una entrada, no tuvo sosiego mi espíritu, porque no hallé a mi hermano Tito, y así, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia" (2Cor 11,12-13).

           La inquietud de San Pablo estaba bien justificada por la ternura que sentía por los nuevos convertidos por él, por la dificultad creada por ellos en asuntos de gravedad y por el miedo que sentía por su querido discípulo, por si no lo habían recibido bien o no había tenido éxito en sus gestiones.

           Llegó San Pablo a Macedonia, y crecieron sus angustias por nuevas dificultades, que muy grandes debieron de ser. Y Tito no estaba allí:

"Así como llegamos a Macedonia, no he tenido consuelo ninguno según la carne, sino que he sufrido toda suerte de tribulaciones, combates por fuera, por dentro temores" (2 Cor 7,5).

           Pero las grandes penalidades del apóstol en Macedonia tuvieron su recompensa con la llegada de Tito:

"Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la llegada de Tito y no sólo con su llegada, sino con el consuelo que de vosotros nos trajo, al anunciarnos vuestra ansia, vuestro llanto y vuestro celo por mí, con lo que creció más mi gozo".

           La embajada de Tito fue cumplida y triunfante, hasta el punto de que el apóstol, que se había manifestado duro con los corintios en su 2ª carta a los mismos, se sincera un poco de su filípica anterior atenuando su rigor por contraposición al amor que les tiene. Y el puro elogio que hace de Tito muestra bien a las claras el valor de su obra apostólica, y del tiempo con que llevó a cabo su misión:

"Si en algo me glorié con él de vosotros, no he quedado confundido, sino que así como en todo os habíamos hablado verdad, así era también verdadero nuestro gloriarnos con Tito. Y su cariño por vosotros se ha acrecentado viendo vuestra obediencia y el temor y temblor con que le recibisteis. Me alegro de poder en todo confiar en vosotros" (2Cor 12,14-16).

           Por si había quedado algún leño encendido entre los corintios, y ante las buenas nuevas traídas por Tito, San Pablo les escribe su 2ª carta desde Macedonia, confiándola al mismo Tito, queriendo que el que tan buen éxito tuvo en su 1ª misión, acabara la obra en la 2ª. El empeño era más fácil, pues conocían los corintios a Tito y le amaban. Sabían los corintios el celo del discípulo de San Pablo por ellos y le recibirían y atenderían de mejor gana que en la 1ª. Y ssí aconteció:

"Gracias sean dadas a Dios, que puso en el corazón de Tito esta solicitud para vosotros, pues no sólo acogió nuestro ruego, sino que solicitó por propia iniciativa partir a vosotros" (2Cor 8,16).

           En esta 2ª carta, cambia San Pablo su táctica epistolar, manifestándose más humano y comprensivo, en atención a las buenas noticias que Tito le diera de ellos. Les muestra su deseo de ir a verlos, imposible de realizar por entonces, perdona al incestuoso, canta su libertad evangélica y se declara heraldo de la verdad... hace un resumen de sus padecimientos por el apostolado de Cristo y pregona un elogio a los corintios:

"Así como abundáis en todo, en fe, en palabra, en ciencia, en toda obra de celo y en amor hacia nosotros, así abundéis también en esta obra de caridad" (2Cor 8,7).

           No deja en el tintero su ascendencia judía y farisaica frente a la vanidad de los pseudo-apóstoles, a la vez que se absuelve de no haberles sido gravoso en nada ni querer nada para sí. Y en esta defensa incluye a Tito:

"¿Os he explotado acaso por medio de alguno de los que os envié? Yo animé a Tito a ir y envié con él al hermano. ¿Acaso Tito os explotó? ¿No procedimos ambos según el mismo espíritu? ¿No seguimos los mismos pasos?" (2Cor 12,17-18).

           Flaqueza fue en el sacerdocio del AT el interés. Y por eso los nuevos apóstoles suplican limosnas para los pobres, sin pedir nada para ellos. Y Tito sigue a San Pablo en ese desinterés.

           En la 2ª carta a Timoteo hay otra alusión a Tito:

"Date prisa a venir a mí, porque Demas me ha abandonado por amor a este siglo, desertó del apostolado y se marchó a Tesalónica, Crescente a Galacia, Tito a Dalminacia" (2Tim 4,9).

           ¿Otra misión delicada? Sin duda alguna; porque, al decir San Pablo que "Demas me ha abandonado", haciendo después mención de Crescente y de Tito, no significa que estos 2 últimos le abandonaran también, sino que hubieron de dejarlo por su misma voluntad. El viaje de Tito a Dalmacia y las razones del mismo las desconocemos. Es un inciso que San Pablo dejó en la oscuridad, mas, conociendo el celo del apóstol por los cristianos, es de suponer que su envío allá sería por intereses grandes de los conversos y de la Iglesia.

           Después de su prisión, San Pablo pasó por Creta. ¿Se encontraba en la isla Tito? ¿O acompañaba a San Pablo en su viaje a la isla? Las palabras de San Pablo en la carta que le escribe, desde Nicópolis (en el Epiro), da a entender que Tito trabajaba en la viña del Señor de Creta:

"Te dejé en Creta para que acabases de ordenar lo que faltaba, y constituyeses por las ciudades presbíteros en la forma que te ordené" (1Tim l).

           "Te dejé en Creta, para que acabases de ordenar lo que faltaba". Se trata de una indicación de que allí trabajaba Tito llevando a cabo una obra que no se había terminado, ordenándole el apóstol que la acabara.

           Fue consagrado obispo de Creta por el mismo San Pablo. En la carta que le escribe le suplica que deje Creta tan pronto como lleguen Artemas o Tíquico (que él enviaba), y fuera a verle en Nicópolis lo antes posible, porque "tengo el propósito de pasar allí el invierno". Tito le acompañaría en todo este tiempo. Y desde Nicópolis le envió a Dalmacia.

           Resumiendo la carta que le escribe San Pablo a Tito, aparte de hacerle una gran distinción, propone en ella las perfecciones que ha de tener un obispo presbítero, haciendo comprender que el modelo vivo de los obispos era Tito:

"Porque es preciso que el obispo sea inculpable, como administrador de Dios; no soberbio, ni iracundo, ni dado al vino, ni pendenciero, ni codicioso de torpes ganancias, sino hospitalario, amador de los buenos, modesto, justo, santo, continente, guardador de la palabra fiel".

           Porque hay muchos indisciplinados, charlatanes, embaucadores, sobre todo, los de la circuncisión, los judíos a los cuales es preciso tapar la boca... Bien dijo uno de ellos, quizás su propio profeta: "Los cretenses, siempre embusteros, bestias malas y glotones" (Epiménedes de Cnossos, s. VI a.C).

           Vienen después los consejos por categorías según la edad y condición. Y finaliza San Pablo la carta dando consejos al mismo Tito:

"Evita las cuestiones necias, las genealogías y las contiendas y debates sobre la ley, porque son inútiles y vanas. Y que los nuestros aprendan a ejercitarse en buenas obras para atender a las necesidades apremiantes y que no sean hombres infructuosos".

           Esta carta se escribía por los años 66-67. Una tradición registrada por el historiador Eusebio afirma que Tito murió de muchos años en Creta, siendo enterrado en la catedral. Siglos después fue trasladado a Venecia, donde descansan sus restos.