Hacerse esclavas de Cristo, y reparar su amor

Bilbao,.7.julio.2025
Rosario
.Fernández,.hermana
.general.de.Esclavas.del.SCJ

         Las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús somos una comunidad de vida religiosa que se concreta en la misión que hemos recibido de la Iglesia a través de nuestra fundadora, Santa Rafaela María Porras Ayllón: la reparación al corazón de Jesús. Cristo nos amó y se entregó por nosotros, y por eso la reparación es nuestra respuesta de amor a Cristo.

         De Santa Rafaela María recibimos la herencia de un corazón universal, pues como ella decía, "el corazón de una esclava no debe circunscribirse a un número determinado de personas, sino al mundo entero". Actualmente estamos presentes en 24 países, repartidos por Africa, América, Asia y Europa.

         La reparación es nuestra respuesta de amor a Cristo, mediante la comunión con él en su misterio redentor, que se actualiza en la eucaristía. Este es nuestro carisma y misión, así como el regalo que Dios nos ha concedido a través de la Iglesia, para ofrecerlo a otros. Vivimos la reparación al corazón de Jesús por nuestra participación en la celebración de la eucaristía.

         En la eucaristía nos incorporamos a la entrega de Cristo, queriendo ser con él "el cuerpo que se entrega y la sangre que se ofrece para la salvación del mundo". En la eucaristía nos dejamos reparar y aprendemos a ser reparadoras. Nuestras comunidades nacen alrededor de la eucaristía, y desde ella nos lanzamos al mundo para hacerla vida.

         Para nosotras, reparar es:

-saberse alcanzada por el amor de Dios, y sentir la necesidad ineludible de retornarlo;
-sentirse desbordada por este amor de Dios, y saber que sólo podemos ser cauce de este exceso de amor;
-abrir un espacio para el perdón, creando puentes para restaurar las relaciones rotas por la injusticia o violencia;
-mirar con esperanza lo destruido, sintiéndonos instrumentos en la tarea de reconstrucción;
-buscar las brechas más profundas de nuestro mundo, e introducirnos en ellas, sintiéndonos atraídas por el dolor de las heridas y deseando curarlas, sensibles al grito de la tierra devastada;
-estar al lado del que sufre, dejándonos afectar por su dolor y acompañándolo hasta padecer también nosotras con él;
-reunir lo disperso, haciendo confluir aquello que separa, uniendo lo que disgrega y conduciéndolo todo al corazón de Jesucristo.

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  Act: 07/07/25         @carismas de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A