Seguir el ideal de Hechos de los Apóstoles
Los agustinos somos seguidores de Jesucristo que, cautivados por el ejemplo y la doctrina de San Agustín, vivimos juntos en concordia, teniendo un solo corazón y una sola alma hacia Dios. El fundamento de nuestra vida, por tanto, es la vida en común, al tiempo que construimos el camino hacia Dios y servimos a los demás. Después de su conversión, San Agustín reunió a sus amigos y con ellos organizó una vida comunitaria según el ideal de los Hechos de los Apóstoles. Primero se estableció en la ciudad de Tagaste, como laico, y ya como sacerdote en Hipona. También escribió una Regla de Vida que siguen numerosas órdenes y congregaciones religiosas, y también nosotros. Tras la muerte de San Agustín (ca. 430), los bárbaros invadieron el norte de África, y la caída del Imperio Romano fue inevitable. Los miembros de las comunidades iniciadas por San Agustín huyeron de la persecución y se establecieron en Europa, viviendo como eremitas el espíritu agustiniano. En 1244, convocados por Inocencio IV, estos agustinos dispersos se reunieron en una misma congregación, y así nació la Orden de San Agustín. El ideal agustiniano se extendió, y la Orden creció llegando hasta las Américas, Asia y África.
Actualmente
estamos presentes en los cinco continentes: África (Tanzania,
Congo, Nigeria, Kenia, Guinea Ecuatorial y Argelia), Para San Agustín, Jesucristo debe ser el centro de toda vida cristiana. Por ello, los agustinos encontramos en él el sentido de la vida, y a él debemos estar siempre unidos en amor y entrega personal. Para San Agustín, la amistad es una forma de concretar el amor, "de alma a alma". Como decía en su Sermo Dennis (XVI, 1), "dos cosas son necesarias: la salud y un buen amigo". El fin de la Orden, por tanto, consiste en vivir y compartir la amistad espiritual, e insertarla en el pueblo de Dios. San Agustín pasó casi toda su vida buscando la verdad, y su inquietud no cesó hasta comprender qué significaba esa Verdad que buscaba. Desde ese momento, consagró su vida a la contemplación y estudio de esa verdad oculta en Dios. Nuestra principal dedicación común, por tanto, es "buscar a Dios sin límites, ya que sin límites debe ser amado". La propia interioridad permite apreciar mejor lo que le sucede a otros, y captar así mejor la realidad de las personas y de las cosas. Es necesario, por tanto, que perfeccionemos nuestra vida interior, antes de querer conocer las cosas o de acercarnos a los demás. San Agustín vivió en permanente inquietud. En este sentido, el papa Francisco I propuso a los agustinos mantener viva en nuestra vida tres inquietudes: la inquietud de la búsqueda espiritual, la inquietud del encuentro personal con Dios y la inquietud del amor al hermano concreto, que está junto a nosotros (Homilía al CLXXXIV Capítulo General OSA, 2013). .
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