Hacer un primer anuncio del evangelio, en la misión
Las Hermanas Misioneras de la Consolata somos una congregación internacional fundada en Turín por el sacerdote diocesano San José Allamano (ca. 1910) para llevar el primer anuncio del evangelio a los no cristianos. Somos hermanas de 15 nacionalidades distintas, y estamos presentes en 17 países. Nuestra Señora de la Consolación, madre de Jesucristo, es nuestro modelo de discípula y misionera. Atento a las necesidades de la sociedad turinense, nuestro padre fundador percibió que el mundo estaba atravesando un profundo cambio cultural y social, y sostuvo iniciativas tanto a favor de la clase obrera como del periodismo católico, para anunciar a Cristo a quienes todavía no le conocían. Hoy en día, el mundo actual sigue siendo rápido y agitado, y la mayoría de las veces no permite detenernos para recuperar fuerzas. Esto puede suponer un peligro para el misionero, si lo que hace es posponer por la misión los aspectos más importantes de su espiritualidad. Es por ello que las consolatas tenemos siempre por hacha la oración, y tratamos de mantenerla afilada a la hora de evangelizar la historia, y todos los aspectos de la vida, a través de ella. Como primer anuncio, las consolatas anunciamos a Jesucristo al que todavía no le conoce. Lo hacemos a través de la eucaristía, verdadero fuego de amor que es capaz de iluminar y hacer arder el fuego de Dios en el no creyente. Por ello, nuestra espiritualidad misionera radica en la relación amorosa con Jesús, presente en la eucaristía y en la Escritura. Y desde esta espiritualidad entregamos nuestra vida a la misión, secundando los carismas que el Espíritu Santo deposita en cada una de nuestras comunidades. Europa supone para nosotras las raíces de nuestro carisma, la cuna en la cual nacimos, los lugares de nuestra espiritualidad, las raíces de nuestro instituto. Por ello tratamos de mantenerla viva, haciendo de todas nuestras casas europeas un lugar de formación y profundización para el resto de hermanas del mundo. América es el lugar de los pueblos originarios y nativos, que desde la década de 1990 adquirieron cierta preferencia en nuestro instituto. Las consolatas tratamos de conocer, por ello, todo tipo de culturas y espiritualidades de los pueblos, así como acompañar a todos los nativos en sus reivindicaciones de derechos y facultades. África es la tierra virgen a la que estamos llamadas a intervenir, en diálogo con el Islam y las demás religiones tradicionales. Esto supone acercarse a la gente, dar testimonio de vida y ser perfume de Cristo entre los musulmanes, así como darse por entero a la promoción humana y a sus áreas específicas de educación y salud. Asia supone la misión ad gentes de nuestro siglo, y el horizonte de nuestra misión. Aquí llegamos en 2003, como respuesta a las nuevas fronteras que iban surgiendo entre los países. En estos lugares es preciso anunciar lo más posible la radical novedad del evangelio. No son tan necesarias las estructuras, pero sí una fuerte espiritualidad y un diálogo que respete el patrimonio cultural y mental de los pueblos asiáticos. Como veis, la misión y la santidad van de la mano, o por lo menos nosotras intentamos que lo vayan. ¡Ánimo y adelante!, nos solía decir Allamano a la hora de indicarnos el camino, y recordar que no sólo debíamos rezar mucho, sino aprender a hacerlo bien. .
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