Meditar, vivir, servir y proclamar el evangelio
Los claretianos somos una congregación de misioneros fundada en Vic (España) por San Antonio María Claret. Nuestro nombre oficial es Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de la Bienaventurada Virgen María. Los claretianos somos, por tanto, hijos del Corazón de María, y como ella tratamos de arder en caridad y abrasar por donde pasamos, encendiendo en todas partes el fuego del amor divino. Como quiso para nosotros San Antonio María Claret, un claretiano es un hombre que nunca se arredra y siempre se goza en las privaciones. Es un cristiano que aborda los trabajos, abraza los sacrificios, se complace en las calumnias, se alegra en los tormentos, sufre los dolores y se gloría en la cruz de Jesucristo. Es un religioso que no piensa sino en cómo vivir en Cristo, e imitarle a la hora de orar, trabajar, sufrir y procurar únicamente la gloria de Dios y la salvación de los hombres. Como herencia del padre Claret, los claretianos estamos llamados a dejarnos guiar por el Espíritu Santo y ser siempre dóciles a sus mociones. Hemos recibido del Espíritu Santo un carisma que nos conforma con Jesús y nos hace semejantes a los apóstoles, y en nuestra comunión de vida nos entregamos totalmente al Padre y a su reino. La misión pertenece al núcleo de nuestra identidad más fundamental, y nuestra herencia carismática nos define como "oyentes y servidores de la palabra de Dios". Los claretianos somos, por tanto, ministros apasionados del evangelio, a tiempo y a destiempo y a través de todos los medios a nuestro alcance. Como María, y como hijos de su Corazón, queremos acoger y meditar el evangelio en nuestro corazón, así como vivirlo y proclamarlo con pasión. Somos misioneros en comunidad, y nos esforzamos por tener una misma visión común. Como testigos de la alegría del evangelio, nos esforzamos por llegar a las periferias humanas, y luchamos por la transformación del mundo. Sobre todo nos preocupa el grito de los pobres, y que se viva como si éstos no existieran, y que no se denuncien las estructuras injustas, y que el sistema social no proponga alternativas. Estamos con toda la Iglesia en su diálogo con el mundo, la naturaleza, la realidad virtual, las nuevas generaciones y el resto de religiones, en un diálogo profético y fraterno. Soñamos con una congregación espiritualmente peregrina, arraigada en Jesucristo y María. Soñamos con una congregación de hermanos que se quieren, escuchan y comparten su destino. Soñamos con una congregación audaz e itinerante, que a todos anima a responder a la llamada de Dios. Soñamos con una congregación que pastorea con la Biblia en la mano, que se compromete con la fraternidad universal, que se prepara para responder a los nuevos desafíos. Desde que nos dejó nuestro padre fundador, nos hemos ido haciendo presentes en 70 países de todo el mundo, dedicados a la educación, publicación, pastoral parroquial, asistencia social o cualquier otra tarea que haya requerido de nosotros la madre Iglesia. .
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