Concilio de Calcedonia


Obispos, monjes y emperador del Oriente, presentes en Calcedonia

Murcia, 1 septiembre 2022
Equipo Catequético de Mercabá

        Desde la antigüedad, Antioquía de Siria y Alejandría de Egipto eran antagónicas a nivel religioso. Así pues, es explicable que al proceso de nestorianismo[1] patrocinado por Antioquía (sede mimada por Constantinopla), surgiese como replica el posicionamiento a favor del monofisismo[2] por parte de Alejandría[3].

        El Concilio de Efeso-431 y su posterior Edicto de Unión-433 habían resuelto parcialmente el problema de las dos doctrinas en juego:

-Antioquía reconociendo que las 2 naturalezas en Cristo estaban unidas intrínsecamente,
-San Cirilo de Alejandría renunciando a utilizar en adelante sus expresiones
.

        Pero las dos escuelas y sus seguidores no habían firmado la paz. Recurriendo ambas a elencos infinitos de citas patrísticas, y a portavoces hábiles en lides teológicas (Dioscoro lo haría en Alejandría, y Teodoreto en Antioquía), la batalla doctrinal reanudó su andadura.

        Si antes había sido Nestorio de Antioquía el que había sacado de quicio la polémica, arropado por la mayoría de constantinopolitanos[4], ahora será Eutiques, en Alejandría y arropado por Crisafio el Eunuco (gran influenciador sobre la emperatriz Eudoxia), su dinamitador.

a) Precedentes del Concilio

        La herejía monofisita de Eutiques había eliminado la naturaleza humana, y distinta a la divina, de Cristo. Por otro lado, Eusebio de Dorilea había puesto una denuncia formal, el año 448, en la corte imperial.

        El patriarca Flaviano trató de conciliar. Pero los antioquenos insistieron en sus denuncias a Constantinopla[5], y Flaviano tuvo que admitir, bajo presión y en sínodo regional, las 2 naturalezas antioquenas, obligando a todos a admitirlas.

        Eutiques acudió a la corte patriarcal y, aferrándose más que nunca a las antiguas formulas cirilianas, defendió su monofisismo mediante la idea de absorción (de la naturaleza humana en la divina). En el posterior Sínodo de Constantinopla-449, Flaviano lanzó un anatema contra Eutiques y contra sus partidarios.

a.1) Intervención del papa León I

        Toda la ciudad de Alejandría, en sus calles y pasquines, protestó contra el fallo del Sínodo de Constantinopla-449. Y en medio de revueltas populares, Dioscoro y Crisafio acudieron a Roma para apelar solemnemente al papa León I Magno[6], con un informe detallado de los acontecimientos.

        El pontífice León I percató pronto la gravedad y complejidad del asunto, e informándose personalmente por medio de Flaviano y emisarios privados, compuso ese mismo año 449 la Epístola Dogmática, en la que exponía e imponía la doctrina católica sobre las 2 naturalezas de Cristo, sin discusiones y con el camino marcado para su cumplimiento. Fue dedicada, de forma enérgica y cariñosa, al mismo Eutiques, al emperador Teodosio y al patriarca Flaviano.

        Se aprobaba así solemnemente lo afirmado en el sínodo de Constantinopla.

a.2) Latrocinio de Efeso-449

        Las revueltas alejandrinas no se hicieron esperar, atizadas por Dioscoro, y llegaron a la corte bizantina por medio de Crisafio (amigo personal de la emperatriz). El emperador decidió convocar un sínodo general de Oriente para guardar las formas, con Efeso como escenario elegido, y con la idea de dejar por zanjado el asunto, ante la solemnidad de lo dictado por el papa.

        Pero fue todo lo contrario. Los monjes del desierto de Alejandría, más de 300 y encabezados por el fanático Barsumas, se presentaron con la idea de destruir todo lo acordado en el Sínodo de Constantinopla-449. Sin dejar hablar a la parte contraria, y poniendo ellos mismos a Dioscoro como presidente[7]:

-se mandó absolver todo lo condenado en Constantinopla,
-se apresó a Flaviano y se le llevó a un lugar desconocido,
-se trató de encarcelar a los delegados papales
.

a.3) Reacción del papa

        Escapado de Efeso el delegado papal Hilaro, regresó a Roma y contó lo sucedido al papa León I, el cual:

-declara nulo el Sínodo de Efeso-449,
-repone la sede de Constantinopla, confiándola a su colaborador Anatolio,
-convoca un gigante concilio ecuménico, bajo su misma presidencia.

        Enviadas las cartas a todas las sedes episcopales de la cristiandad, orientales y occidentales, a los dos emperadores Teodosio II de Oriente y Valentiniano III de Occidente, y a los embajadores civiles de ambas, el papa León I convocó a todos para el Concilio IV Ecuménico, a celebrar en Nicea para octubre del 451.

b) Celebración del Concilio

        Tuvo lugar en Calcedonia, y no en Nicea y según lo pensado en un primer momento[8], dada la rapidez y eficacia que se precisaba, y como apoyo simbólico eclesial hacia el patriarcado constantinopolitano, descabezado en el latrocinio de Efeso.

        Casi 630[9] fueron los prelados que llegaron a la aldea del Bósforo, junto a los emperadores Marciano I y Pulqueria[10], los 2 delegados papales, los obispos desterrados del Oriente, los restos difuntos del patriarca Flaviano (recibidos solemnemente y con vítores por todas las calles de Bizancio), la presidencia y estreno en su puesto del nuevo patriarca de Constantinopla (Anatolio), y los partidarios y detractores de ambas posiciones doctrinales.

b.1) Sesiones conciliares

        Calcedonia fue comenzado con la lectura solemne del símbolo de Nicea, la añadidura del Constantinopolitano I, las 2 cartas de San Cirilo de Alejandría, y la Epístola Dogmática del papa León I Magno. Tras la cual, y una vez concluida esta primera ronda de sesiones, el colegio en pleno se puso en pie y exclamo: “Así lo creemos todos, y esta es la fe de los apóstoles. Pedro ha hablado por la boca de León”[11].

        Se pasó a continuación, y en una segunda ronda de sesiones, a la condena de Nestorio y Eutiques, y a sus doctrinas heréticas nestoriana y monofisita. Se configuró además, la doctrina calcedoniana y católica definitiva sobre las 2 naturalezas de Cristo, asumiéndose como documento de fe.

        En la tercera ronda de sesiones, la última a nivel pactado y oficial, se redactó la carta-resumen conciliar, con sumisión absoluta al papa de Roma, y ésta fue leída y firmada en público.

b.2) El canon 28 paracalcedoniano

        En la 3ª y última ronda de sesiones de Calcedonia se había redactado la carta-resumen conciliar, con sumisión absoluta al papa de Roma, leyéndose y firmándose en público. Los 2 legados papales Lucenio y Pascasio se habían despedido con los asuntos resueltos, y los padres se disponían para regresar. Pero fue entonces cuando surgió la chispa bizantina, esa que nunca acababa de zanjar las cosas (no obstante lo anterior, que ya estaba del todo zanjado).

        En efecto, y según se recoge en el canon 28 (inexistente en la carta-resumen firmada por unanimidad, y ya rumbo en barco hacia Roma), el novato emperador bizantino, Marciano I, arremetió con 2 pronunciamientos partidistas:

-la cuestión de los 3 capítulos[12],
-la equiparación de Constantinopla a Roma en el ámbito oriental
[13].

b.3) Cuestiones doctrinales

        La ortodoxia triunfo en Calcedonia, y mostró la mejor de sus lecciones pedagógicas. Entre líneas y doctrinas difíciles, partidistas, rigoristas, minimalistas... Calcedonia alcanzó el cénit de la diplomacia e inteligencia eclesial, y la más limpia de las explicaciones catequéticas sobre la persona y naturaleza de Cristo.

        Así, pues, quedó definido a nivel de dogma que Jesucristo tenía:

-1 persona (divina),
-2 naturalezas (1 humana y 1 divina),
-1 inteligencia y 1 voluntad (en ambos casos, humano-divinas)
.

        Las otras dos cuestiones póstumas (del canon 28), comunicadas a los delegados papales a su llegada a Roma, y anuladas inmediatamente por el papa León I, ya fueron otro asunto distinto, y tendrían que ser solventadas lenta y pacientemente desde Roma, no resolviéndose totalmente hasta la llegada del papa Gregorio I Magno (590-604).

c) Consecuencias del Concilio

        La ortodoxia y la autoridad de Roma habían salido triunfantes del Concilio de Calcedonia. Los emperadores occidentales y orientales, por su parte, también dieron cumplimiento inmediato a lo dispuesto en el concilio[14]. Eutiques y Dioscoro fueron desterrados, y el año 452 aparecieron en Constantinopla diversos edictos imperiales para zanjar por completo las herejías. La eliminación del canon 28, que había dictado el papa, también había devuelto la tranquilidad al Oriente.

        Aun así, variadas fueron las acogidas de las condenas heréticas en las diversas zonas orientales, que los herejes supieron utilizar para mezclar con la cuestión de la primacía entre las sedes orientales.

        La primera batalla la dieron los monofisitas, como es lógico, en Alejandría[15], y allí donde habían sembrado su doctrina. Tras esta primera revuelta, se decidieron a extender sus tesis sobre las sedes vecinas, llegando a inundar Jerusalén[16] y Antioquía[17].

c.1) Aplicadas por León I

        León I de Bizancio había sido el emperador que había introducido la doble identidad del Imperio bizantino:

-la fastuosidad y exuberancia oriental, en la corte y ornamentación,
-el absolutismo del emperador, a forma de basileus con todos los poderes, civiles y religiosos.

        No obstante, también supo León I (457-474) mantener la unidad con un Imperio occidental que se estaba desmoronando. Fue ahí donde entró en juego su estrategia de defender lo dictado por Calcedonia, tanto en ortodoxia como a la hora de sofocar los conatos de rebeldía y cisma que los rebeldes habían empezado a sembrar.

        Utilizando la fuerza de la armada imperial, León I arrojó de las sedes patriarcales a los usurpadores Ailuros y Fullón, y ayudó en cuanto pudo a la hora de reponer en las sedes de Alejandría y Antioquía a los pro-papales Solofaciolo y Martirio[18], de forma respectiva.

c.2) Rotas por Zenón I

        Comenzó siguiendo y quiso continuar las directrices de su predecesor. Pero una rebelión civil de Basilisco se hizo el año 475 con el trono imperial, y extendió la violencia hasta el 477 a través de los fanáticos monofisitas (a los que había pedido apoyo, a cambio de restaurar sus intereses[19]). Esto trastocó los planes de ejecución de Calcedonia, y Zenón I de Bizancio ya no volvió en adelante a promover su implantación.

        Es verdad que Zenón I (474-491) intentó la reconciliación de las partes, por medio del patriarca de Constantinopla Acacio y por medio del edicto imperial Henotikón. Pero tanto el edicto (que no reconocía más concilios que Nicea y Constantinopla I[20]), como Acacio (que quería la aplicación del canon 28 calcedoniano[21]) lo único que consiguieron fue dotar a la situación de una nueva medicina: la bizantina, por si el enroscado problema no había tenido bastante con la rebelión de Basilisco.

c.3) Retomadas de nuevo

        Emperador intachable en costumbres, Anastasio I (491-518) trató sin embargo de eludir los temas de herejía, de cisma, de rebelión, y todo aquello que tuviese que ver con las sedes eclesiásticas, en un intento por volver a los viejos intereses del Imperio bizantino. No obstante, en los relevos sucesorios fue incorporando a los patriarcados y sedes episcopales a nuevos y más moderados responsables[22].

        Su sucesor, el general balcánico Justino I (518-527), fue el iniciador del cambio de tendencia general, en claro descaro hacia la ortodoxia. Apoyado en la fuerza del ejército, sofocó cualquier intento de cisma interno o herejía trasnochada, imponiendo la ortodoxia como la única ideología oficial imperial. Buscó también, de forma estrecha con el papa Hormisdas, la manera de implantar definitivamente Calcedonia, y con él la unidad oriental-occidental[23]. Así mismo, trasladó a su hijo y sucesor Justiniano estas ideas, dejándole un ejército bien preparado por si le hacía falta.

c.4) Mal cerradas por Justiniano I

        Hijo del anterior y de enorme energía exterior, Justiniano I de Bizancio llevó a su máximo esplendor al Imperio bizantino, extendiendo sus dominios hasta los Balcanes, el Caucaso, Mesopotamia, Persia, Oriente Medio, Africa, Hispania e Italia, dotando de arte, cultura, derecho y legislación cada uno de sus rincones.

        Sin embargo, en materia religiosa reprodujo Justiniano I (527-565) los mismos errores que había cometido Constantino en Roma 200 años antes, subiéndosele la victoria a la cabeza y auto-proclamándose así mismo como sumo pontífice religioso, en claro cesaropapismo hacia lo interior, y mecenazgo publicitario hacia lo exterior.

        Destruyó por completo Justiniano I la herejía, el cisma, el paganismo y el judaísmo, emprendió nuevas misiones por todos los territorios conquistados, reanimó las viejas iglesias desanimadas, y provocó:

-dado su ímpetu entrometido, la resucitación de los 3 capítulos[24],
-dado su ímpetu absolutista, la introducción de la discusión origenista
[25].

d) La cuestión de las Sedes

        No fueron, pues, los emperadores bizantinos, ni tampoco los posteriores concilios conciliadores, los que lograron solucionar los flecos pendientes de Calcedonia, y mucho menos la cuestión de las sedes, tanto orientales como occidentales. Fueron los papas de Roma los que, con una visión de conjunto mucho más completa que la captada desde Bizancio (que también apoyó a la causa), inspiraron y plasmaron la solución definitiva. Pero lo hicieron paso a paso, ambas partes al unísono, de raíz y con cada cosa en su sitio, y todo a su debido momento. Veamos los principales pasos seguidos:

d.1) Gobiernos espirituales

        En efecto, el problema de las sedes episcopales principales venía de atrás, y con origen no sólo oriental sino también occidental. Tras la Caída del Imperio Romano-476, los pueblos germánicos se habían repartido los viejos territorios romanos, y habían comenzado ya el gobierno temporal de sus reinos:

-en las Galias, con la dinastía de los merovingios,
-en Italia, casi unificada por los ostrogodos,
-en Hispania, sometida casi por completo al control de los visigodos,
-en Bizancio, con la expansión llevada a cabo por Justiniano.

        Pero no en todos los lugares tuvo este gobierno civil la misma consistencia, ni aparecía como solución sólida y definitiva.

        En estas circunstancias fue donde desplegó su actividad el genial papa Gregorio I Magno[26] (590-604), hombre providencial para Europa y Bizancio, y que supo armonizar con mano limpia y distendida todos los asuntos pendientes, entre el Oriente y Occidente.

        La primera actividad del papa Gregorio I fue dedicada al bien espiritual del clero[27] y del pueblo romano, fomentando la ciencia eclesiástica, fundando las estaciones de Roma[28], publicando su Regla Pastoral[29], reformando y fijando definitivamente la liturgia en su Sacramentario[30], y distribuyendo con sabiduría y estrategia, y según recoge en su Registro[31], el patrimonio jerárquico de San Pedro, por todas sus provincias y estados.

d.2) Gobiernos civiles

        Gregorio era muy querido en Roma. Por otro lado, Roma estaba sumida en el caos político, pues[32]:

-oficialmente, los bizantinos poseían la jurisdicción temporal sobre Roma,
-en la práctica, Roma se hallaba a merced de los invasores lombardos
.

        En dos ocasiones obtuvo Gregorio I que los lombardos levantaran el asedio de Roma, ante Ariulfo (ca. 592) y ante Agilulfo (ca. 593), y logró finalmente un pacto de paz con los reyes lombardos.

        En cuanto a relaciones orientales, los bizantinos de Ravena enviaban constantes mensajes a Bizancio sobre las envidias que tenían al papa de Roma, por el prestigio que tenía en toda Italia.

        Aquí tuvo también que intervenir Gregorio I, pues el patriarca de Constantinopla se usurpó el título de patriarca ecuménico”, y se corría el riesgo de poner en duda la primacía romana[33]. Gregorio I prohibió ese título oriental, y condenó el pecado de simonía de la Iglesia oriental.

        En otra serie de asuntos por toda Italia, Gregorio I:

-apoyó a los soldados romanos del Imperio oriental, a los que se les impedía ser cristianos y soldados,
-salió en defensa de los oprimidos por Teodoro de Córcega,
-reprimió la revuelta de Godescalco contra la Campaña,
-intervino en el terror de Leoncio de Bizancio sobre Siracusa
.

e) Florecimiento post-conciliar

        En Occidente, Inglaterra fue el objeto de la más ambiciosa de las campañas post-conciliares. Comandada por Agustín de Aosta y secundada por sus 39 compañeros, la Iglesia lograba poner sus dos pies y alma, y expandir su mensaje a todos los niveles culturales, por la gran isla del Atlántico. Las Galias también merecieron la atención de los misioneros post-conciliares, interviniendo en ellas activamente y animando el buen camino emprendido. En Hispania, San Leandro logró robustecer el nuevo estado cristiano que había surgido con la conversión de los visigodos, en el Concilio III de Toledo-589.

        Los misioneros occidentales desarraigaron los restos de paganismo todavía muy coleantes por los reinos germánicos, así como los focos de herejía[34] y conatos de cisma[35]. Tras esto, las principales sedes episcopales occidentales aprobadas por los sucesivos papas de Roma fueron las establecidas en: toda Italia, la misma Roma y proximidades, Sicilia, el Africa, las Galias, los Balcanes y hasta las cercanías de Constantinopla[36].

        En Oriente, los emperadores bizantinos ayudaron sobremanera en las misiones sobre los armenios[37], y en nuevas metrópolis que se fueron abriendo por la antigua cristiandad. No obstante, tampoco pasaron en silencio las leyes imperiales que se entrometieron en los asuntos eclesiales, como la de funcionarios y de servicio militar[38]. Africa fue digna de especial atención por los misioneros bizantinos. Perdido ya su esplendor tras la invasión de los vándalos, los misioneros hicieron aquí grandes esfuerzos por infundir vida en lo que quedaba en pie, uniéndolo todo en torno al primado de Cartago y priorizando las cualidades más que el lugar de la procedencia, a la hora de la elección de cargos.

        Tras esto, las principales sedes episcopales orientales aprobadas por el patriarca de Constantinopla fueron las de antigua tradición (Jerusalén, Alejandría, Atenas y Antioquía). A dichos patriarcados se fueron insertando las nuevas zonas y sedes episcopales implantadas, manteniendo sobre todas ellas la primacía y la cabeza suprema el arzobispado de Constantinopla, 5º patriarcado oriental y que hizo en toda la Iglesia Oriental las veces del primus inter pares, como cabeza oriental visible y como unificadora de los demás patriarcados orientales[39].

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CATECISMO JUVENIL MERCABÁ

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[1] NESTORIO, monje de Antioquía y continuador de la tesis de las 2 naturalezas en Cristo divulgadas por DIODORO DE TARSO y TEODORO DE MOPSUESTIA en plena escuela antioquena (y según la cual se unían ambas en forma de sinazeia-conjunción sólo externa), acabó aplicando el principio a la Virgen María, de la que decía ser madre de la humanidad de Cristo, pero no de su parte divina.

        (cf. QUASTEN, J; Patrología, vol. II, Madrid 1962, pp. 420-442).

[2] EUTIQUES, abad del desierto de Alejandría, discípulo de SAN DALMACIO y líder de la oposición al nestorianismo de Antioquía, se va a pasar al extremo contrario, afirmando una única naturaleza en Cristo, divina y nunca humana. Sus principales adversarios van a pasar a ser TEODORETO DE CIRO, con sus obras Eranistes y Polimorfos, y EUSEBIO DE DORILEA, junto al patriarca DOMNO DE ANTIOQUIA e IBAS DE EDESA.

        (cf. CAMELOT, P; De Nestorio a Eutiques: oposición de dos cristologías, Wurzburgo 1954, pp. 213-242).

[3] En realidad, la unión de las 2 naturalezas en Cristo era explicada por ambas partes de modo insuficiente. Algunos la designaban enosis physique (SAN ATANASIO), o bien connexio copulatio. El mismo SAN CIRILO la llama synodos kat´enosis physique. SAN GREGORIO NACIANCENO la denomina sencillamente synodos.

        (cf. RICHARD, L; El misterio de la Redención, Tournai 1969, p. 308).

[4] Que trataron incluso de auparlo a la sede imperial, y lo consiguieron de manera fugaz.

[5] cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M; Historia de la Iglesia Católica,  Edad Antigua, vol. I, Madrid 1996, pp. 536-538.

[6] La intervención de LEON I en esta controversia fue decisiva, animado a intervenir tras la lectura que hizo de:

-la expresión de fe ortodoxa dada por FLAVIANO y aprobada por los obispos presentes,
-la apelación que hacía EUTIQUES al Romano Pontífice junto a una profesión de fe,
-el Libellus acusatorio de EUSEBIO DE DORILEA.

        (cf. SCHWAIGER, A; San León el Grande, París 1961, pp. 945-947).

[7] cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M., op.cit, pp. 536-538.

[8] Calcedonia, hoy inmersa en la actual Estambul, estaba situada muy cerca de la antigua Constantinopla (en uno de los brazos costeros del Bósforo, que unía los mares Negro y de Mármara), y eso agilizaba los preparativos y una mayor difusión y trascendencia del IV y mayor de los concilios ecuménicos de la antigüedad.

[9] Record absoluto entre todos los concilios celebrados en la antigüedad. Pues:

-al Concilio de Nicea-325 habían asistido 270 obispos,
-al Concilio I de Constantinopla-381 habían asistido 186 obispos,
-al Concilio de Efeso-431 habían asistido  116 obispos,
-al Concilio II de Constantinopla-553 asistirán 151 obispos.

[10] TEODOSIO II había muerto meses atrás en una caída de caballo, y la emperatriz EUDOXIA había delegado en su hermana PULQUERIA, que ya no era partidaria de los alejandrinos sino de la nueva ortodoxia reinante.

[11] cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M; op.cit, p. 545.

[12] Cediendo así a los alejandrinos, y a especie de levantar por su propia cuenta la condena que se había impuesto en el Concilio a los monofisitas TEODORO DE MOPSUESTIA, TEODORETO DE CIRO e IBAS DE EDESA.

[13] Tratando de apropiarse los atributos de la sede papal, como nueva Roma que era, y de sus mismas competencias sobre sus regiones bizantinas de Asia, Tracia y Ponto.

[14] cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M., op.cit, p. 546.

[15] En Alejandría había sido elevado PROTERIO en lugar del desterrado DIOSCORO, no siendo del total agrado monofisita, y que acabaría asesinado y desaparecido por los fanáticos monjes alejandrinos. Colocado había sido en su lugar el monofisita TIMOTEO AILUROS, que intentó excomulgar al papa en uno de sus primeros actos patriarcales.

[16] En Jerusalén hubo auténticas batallas campales entre los monjes monofisitas (al mando del alejandrino TEODORO), y el ejército imperial.

[17] En Antioquía surgió lo inesperado, pues fue el lugar elegido por el cabecilla general BARSUMAS para hacer su especial apostolado. Derramando un auténtico baño de sangre sobre el clero antioqueno, el fanático alejandrino logró poner a PEDRO FULLON en la sede patriarcal, e introducir la célebre cuestión de la Theopaschita o “qui pro nobis crucifixus est” aplicada al Padre y no sólo al Hijo.

[18] cf. Ibid., p. 548.

[19] Entre estos intereses rebeldes consumados, cabe destacar:

-que volvieron a las sedes de Alejandría y Antioquía los monofisitas AILUROS y FULLON, que León I había desterrado al Quersoneso,
-que se introdujo en la sede de Jerusalén al monofisita GERONCIO, en puesto del reacio a la rebelión ANASTASIO,
-que se condenó la Epístola Dogmatica del papa LEON I, y todas las decisiones de Calcedonia, mediante el edicto imperial Enciklion.

[20] Para intentar simplificar la reconciliación.

[21] En contra del Henotikon destructor de concilios y de Calcedonia, al que sin embargo apoyó ACACIO, ni monofisita ni ortodoxo, para ganar amigos monofisitas y ortodoxos e ir generando una “primus inter pares” constantinopolitana, capaz de hacer frente a Roma. No obstante, Acacio fue excomulgado por el papa FELIX II de forma tajante, el 484.

[22] Como se aprecia en el trato recibido por el pueblo a la muerte del emperador, y por la relación continua mantenida por ANASTASIO con el papa GELASIO I, donde se dejaba aconsejar antes de emprender cualquier decisión.

[23] La fórmula del pontífice HORMISDAS de “libellus professionis fidei”, sobre la aceptación conciliar de Calcedonia, fue la impuesta paulatinamente por JUSTINO I.

        (cf. DENZINGER; Documentos conciliares de la Iglesia, ed. Herder, Barcelona 1991, nº 171-172).

[24] Levantando por su propia cuenta la condena que se había impuesto en el Concilio de Calcedonia a los monofisitas TEODORO DE MOPSUESTIA, TEODORETO DE CIRO e IBAS DE EDESA, ya muertos y bastante muertos.

[25] Sin llegar a los extremos de lo provocado por el monofisismo (que también había resucitado aunque a nivel anecdótico), pero provocando nuevas controversias sobre las antiguas tesis del presbítero ORIGENES DE ALEJANDRIA y su “preexistencia de las almas”.

        El mismo EFREN, patriarca de Antioquía, tuvo que volver a condenar los errores de Orígenes en el 542, e instar al papa y al patriarca de Constantinopla a hacer lo mismo.

[26] GREGORIO I, hijo de una antigua familia noble romana y educado en la más sólida formación tradicional y cristiana, había cursado la carrera jurídica, y con 25 años había sido nombrado prefecto de Roma, cargo que le hizo ganar amigos y admiración por Roma, a la que contemplaba devastada por los ostrogodos y bizantinos. Pronto abandonó su carrera política por la vida monástica, y ordenado sacerdote fue enviado por PELAGIO II como legado a Constantinopla para mediar ante bizantinos y lombardos. Muerto Pelagio II, fue elegido como su sucesor por el senado y pueblo romano.

[27] Preciosa lección de humildad sacerdotal fue la que enseñó el papa GREGORIO I al obispo MAXIMO DE SALONA, que se resistía a su aceptación papal. Con nobles palabras, llegó a decirle que “prefiero morir antes que causar daño a la Iglesia de Pedro; así que sufriré con paciencia por mis hermanos sacerdotes, hasta que no pueda más; y me lanzaré a todos los peligros con ánimo esforzado”.

        (cf. GREGORIO I MAGNO, Registro, V, 6).

[28] Grandes reuniones de pueblo y clero romano, presididas por el papa.

[29] Liber Regulae Pastoralis, como carta dirigida primeramente a SAN LEANDRO DE CARTAGENA, con quien el papa había entablado estrechísima relación durante su estancia en Constantinopla, y a quien le pide consejo para completar el libro Regulae Pastoralis quem in Episcopatus mei exordio Scripti. La idea fundamental de la Regla giraba en torno a la grandeza de la dignidad episcopal y a los deberes de los obispos.

[30] Importante también fue la fijación de las formas y características que debía tener el canto sagrado, que pasó a llamarse canto gregoriano.

[31] Asunto más trascendental de la reforma gregoriana, y en el que el papa GREGORIO I se ocupó más frecuentemente. Infinitas lecturas se han seguido haciendo a lo largo de la historia, en este sentido, sobre su Registro, donde la Iglesia de Roma fijó la administración de su patrimonio por toda la cristiandad.

[32] Como él mismo decía en sus Diálogos, “las hordas salvajes lombardas se precipitaron sobre nosotros, y los hombres fueron cayendo por todas partes, y las ciudades y castillos fueron devastados”.

        (cf. GREGORIO I MAGNO, Diálogos, III, 38).

[33] Larga será la disputa eclesial en este terreno, mucho más allá de las posibilidades de Gregorio. Aun así, GREGORIO I logró introducir otro título papal, el “servum servorum Dei”, que con el tiempo sería completado por el pontífice romano con el de “pontífice primero, p.p.”.

[34] El nestorianismo y monofisismo todavía persistían en Oriente. En Occidente, sin embargo, la herejía no era tolerada por el pueblo, que incluso provocó que el obispo HONORATO tuviese que escapar de su sede de Milán a Génova, y que el mismo papa escribiese a los milaneses para que se centrasen en elegir a un nuevo prelado.

[35] Gregorio hizo los mayores esfuerzos por solucionar el cisma de Aquilea, que todavía perduraba en la sede de Grado, donde el obispo SEVERO y sus 3 obispos sufragáneos seguían rebeldes por la cuestión de los 3 capítulos, donde TEODORO DE MOPSUESTIA, TEODORETO DE CIRO e IBAS DE EDESA, condenados por el papa en Calcedonia, habían sido absueltos por MARCIANO I y luego por JUSTINIANO, condescendiendo así con el monofisismo, y abriendo una vía cismática que todavía perduraba.

[36] A cada una de estas zonas dotó el papa de un conjunto de bienes (militares, de latifundio, económicos... para ellas mismas y para servir a la caridad universal eclesial), derechos y feudos, repartidos a través de las sedes que él iba declarando de derecho pontificio.

        Fue el caso, por ejemplo, de Sicilia, donde declaró el mismo papa que “patrimonium sanctae Romanae cui Deo miserante servimus Ecclesiae in partibus Syracusanis, Catanensibus, Agrigentinis vel Messanensibus constitutum”.

        (cf. GREGORIO I MAGNO, Registro, IX, 29).

[37] Particular y celebre fue el apoyo personal que el papa brindó al obispo armenio DOMICIANO, en medio de las dificultades locales que tenia, y cuando no llegaba la ayuda desde Bizancio.

[38] Tras haber empezado a llamarse el “servum servorum Dei”, para aleccionar al Oriente sobre la utilización de títulos eclesiales (como hizo al fanático JUAN EL AYUNADOR), no tembló el pontífice a la hora de censurar hábitos bizantinos de intromisión eclesial, como prohibir a los soldados la entrada en la vida religiosa, o la de impedir a los empleados públicos el aceptar un cargo eclesiástico. Pero aun así, siempre aprovechó GREGORIO I para educar al emperador acerca de los deberes y santa libertad de los monarcas cristianos.

[39] En este sentido GREGORIO I vino a rehabilitar, una vez sanado, aquel latricida canon 28 del Concilio de Calcedonia, que el emperador y patriarca constantinopolitanos se habían arrogado y urdido, para cuando los delegados papales hubiesen abandonado el Concilio IV Ecuménico.