«Yo vivía a oscuras, y ni siquiera sabía quién era con claridad. E incluso no hubiera seguido con vida, de seguir así. Así que estoy muy, muy agradecido de haber contado con alguien que influyó en mí en aquellos momentos: Jesucristo. Él me enseñó a luchar por amor a Dios, y no por la aprobación de la gente. Y que Dios nos acepta como somos, y nos ama aunque estemos llenos de suciedad.

          En el mundo existe dolor, y la gente necesita esperanza para buscar una salida a su vida, pero no como escape sino que se ajuste a la verdad. Yo he tenido la oportunidad de conocer a un Dios que me acepta y me ama. Lo llaman el Salvador, y yo creo que eso es cierto, porque Jesús me salvó.

          Conocer a Jesús supone alejarse del pecado. Yo creí realmente en Jesús, y me dejé conducir por la fe. Y eso me fue apartando del pecado. Lo que dice la Biblia es que no hay fe sin obediencia.

          Mira, yo había leído y creído la Biblia desde pequeño, pero nunca la implementaba en mi vida. Y eso, sabes, me había llevado a malinterpretar quién era Jesucristo. Jesucristo no fue un tipo más de la élite religiosa. Él estuvo en la tierra, y en la tierra él a mí me encontró, y del trasfondo de la tierra me sacó. Cuando aceptas a Jesús, él te dice que camines bajo el Espíritu Santo. Luego eso voy a ser yo en el futuro, el que se deje guiar por el Espíritu Santo.

          Mi relación con Dios no consiste en tratar de ganarme su amor, haciendo cosas buenas. Dios ya me ha amado por adelantado, antes de que yo haga algo para merecerlo. Y lo ha hecho gratis. Yo simplemente doy mi vida por Jesús, le pido perdón y lo adoro. Porque él es Dios. Es como la relación con tu pareja. Tú no quieres engañar a tu esposa, pero no porque eso sea lo correcto, sino porque no quieres lastimarla. ¿Lo entiendes?».