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TESTAMENTO
DE UN REY A SU HIJO
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Luis
IX de Francia nació en 1214, y subió al trono de Francia a la edad de 12
años. De su matrimonio tuvo 11 hijos, a los que personalmente dio una excelente
educación. Se distinguió por su fe y amor a los pobres. En su manera de
gobernar, se preocupó de la paz entre las naciones y del bien temporal y
espiritual de los franceses. Promovió 2 cruzadas para liberar el sepulcro de
Jesucristo. Murió el año 1270.
«Hijo
amadísimo: lo primero que quiero enseñarte es que ames al Señor tu Dios,
con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; sin ello no hay salvación
posible.
Hijo,
debes guardarte de todo aquello que sabes que desagrada a Dios y de
todo pecado mortal, estando dispuesto a sufrir toda
clase de martirios antes que cometer un pecado mortal.
Si el Señor permite que te aflija alguna tribulación, debes soportarla
generosamente y con acción de gracias, pensando que es para tu bien y que es
posible que la hayas merecido. Y si el Señor te concede prosperidad, debes
darle gracias y vigilar que eso no sea en detrimento tuyo, porque los dones de Dios no han de ser
causa de que le ofendas.
Asiste,
de buena gana y con devoción, al culto divino, y mientras estés en el templo
guarda recogida la mirada y no hables sin necesidad, sino ruega
devotamente al Señor, con oración vocal o mental.
Ten
piedad de los pobres, desgraciados y afligidos, y ayúdalos y
consuélalos según tus posibilidades. Da gracias a Dios por todos sus
beneficios. Para
con tus súbditos, obra con toda rectitud y justicia, sin desviarte a la
derecha ni a la izquierda.
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LUIS IX
DE FRANCIA
«Sin
amar con todas tus fuerzas a Dios, no hay salvación posible»
Ponte
siempre más del lado del pobre que del rico, hasta que averigües de qué lado
está la razón. Pon la mayor diligencia en que tus súbditos vivan en paz
y con justicia, sobre todo las personas eclesiásticas y religiosas.
Sé
devoto y obediente a nuestra madre la Iglesia, y al Sumo Pontífice,
nuestro padre espiritual. Esfuérzate en alejar de tu territorio toda clase de
pecado, sobre todo la blasfemia y la herejía.
Llegado al final, te doy toda la bendición que un padre amante
puede dar a su hijo. Que la Santísima Trinidad te guarde
de todo mal. Que el Señor te dé la gracia de cumplir su voluntad, de tal
manera que reciba de ti servicio y honor. Y así, después de esta vida, los
dos lleguemos a verlo, amarlo y alabarlo sin fin»
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LUIS
IX DE FRANCIA
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