Isaac Newton fue el Padre de la Física, y posiblemente ha sido el mayor genio de la ciencia mundial. Una tarde de marzo llegó a su casa de Whoolsthorpe (Inglaterra) un amigo suyo, que era ateo, a tomar el té.

          Tras invitarlo a entrar, Newton lo llevó a una habitación completamente vacía salvo por una gran mesa de madera robusta sobre la que descansaba una maqueta, a escala, de nuestro sistema solar. Los planetas estaban perfectamente tallados en madera y coloreados, y el sistema poseía una manivela que movía el conjunto, cada planeta con su órbita de giro y sus tiempos proporcionales de traslación.

          Newton accionó la manivela, y el conjunto comenzó a moverse. Y el ateo, maravillado, quiso saber quién había construido la maqueta. Newton le respondió:

—Nadie la hizo.

          El ateo, pensando que tal vez Newton no había entendido bien la pregunta, le volvió a preguntar quién era el autor de aquella maravilla, y que tal vez quisiera tener una para él. Newton volvió a negar:

—Nadie la hizo.

          Molesto, el ateo replicó:

—Estoy viendo esta maqueta moverse frente a mis ojos, ¿y quieres hacerme creer que nadie la ha construido?

          Newton, entonces, le respondió:

—Querido amigo, este artefacto no es más que una maqueta, una copia de un modelo mucho más grande y perfecto, que es el universo, y cuyas leyes conoces. Si tú no eres capaz de creer que esta maqueta haya surgido de la nada, ¿por qué defiendes que el universo, que es mucho más complicado que esta maqueta, haya podido surgir por sí solo, sin creador alguno?