Reparar la Tierra: la responsabilidad Joaquín
Menacho Hemos echado una ojeada a lo que podemos llamar reto ecológico para el período 2000-2050. El panorama es muy interesante, y la humanidad está planteándose, por 1ª vez de forma global, la necesidad de cuidar el planeta en que vive. De esta forma, responderemos a aquella 1ª llamada que la Escritura pone en labios de Dios frente al 1º hombre. Recién salido de sus manos, Dios "lo tomó y lo dejó en un jardín para que lo labrase y lo cuidase" (Gn2,15). Tal vez nunca como hoy se manifieste con tanta claridad la necesidad de volver a escuchar este 1º mandamiento, ya que como todo mandamiento de la Biblia, viene del consejo de un buen Padre. El futuro próximo, por tanto, va a necesitar encontrar caminos históricos para hacer frente a los desafíos del cambio climático. Va a necesitar que el hombre sepa organizarse colectivamente en formas de vida y trabajo todavía sin explorar, que no expolien sino usen, que no depreden sino que consuman. Posiblemente, hasta eso nos humanice un poco más. La crisis ecológica actual nos exige, de forma inmediata e imperativa, actuar. Nos reta a avanzar, y nos urge a ser conscientes de las consecuencias, y a tomar decisiones conjuntas y responsables. En ese sentido, hay que saber que las catástrofes naturales son un problema de todos, y que la naturaleza no sabe de fronteras políticas, raciales, ni religiosas. Es el reto que la tierra nos lanza. ¿Sabremos recogerlo y asumirlo con responsabilidad? Para que esto sea posible, la modernidad ha de aprender a pasar de su antropolatría constitutiva a una visión más modesta del hombre, que es la que ofrecía el Génesis de la Biblia: la de administrador de la Tierra, y no la de su señor absoluto. Éste es el reto de fondo. El cambio de paradigma que proponemos implica aceptar que el ser humano no es la instancia suprema de nada, y menos de una naturaleza que no es suya. A lo mucho, es el hermano mayor de la naturaleza (siguiendo a Gn 2,2), el responsable de cuidar a sus "hermanas las criaturas" (como decía Francisco de Asís), o el buen hijo que ha de saber estar en comunión con su madre Tierra. Los hombres de inicios del s. XXI, ¿sabrán afrontar responsablemente este reto? ¿O preferirán hacer oídos sordos a los indicios? Tal vez, hasta serán capaces de decir lo de aquellos habitantes pre-diluvianos que cita la Biblia: "Vivamos y comamos, que son tres días". E incluso hasta tendrán la osadía de repetir las mismas palabras atribuidas a uno de los mayores tiranos de la historia: "Después de mí, ¡el diluvio!". .
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