Retos de Ecología

Manuel das Neves
Mercabá, 19 mayo 2025

        Es una firme persuasión que, en el campo de la econología, no nos hallamos ante una mera crisis coyuntural, sino estructural. De hecho, fenómenos patentes de dicha crisis son:

-la destrucción progresiva e irreversible de la capa de ozono,
-el aumento alarmante del carbono en la atmósfera, con el consiguiente sobrecalentamiento del planeta (el denominado "efecto estufa"),
-la contaminación ambiental global (de atmósfera, ríos, mares, vertederos, residuos nucleares... ),
-las lluvias ácidas, destructoras de los bosques,
-la contaminación sonora,
-la pérdida sistemática, por destrucción, de la biodiversidad,
-la desertización progresiva,
-el agotamiento de las reservas naturales.

        No nos hallamos, pues, ante un fenómeno casual, sino causal, y ante un ataque sistemático a la naturaleza que hace que las condiciones ecológicas del planeta se encuentran en un estado crítico.

        El panorama descrito es consecuencia de una compleja interacción de intereses económicos y políticos que se han desarrollado a lo largo de la historia, y han ido originando sucesivamente el desarrollo industrial, la extensión de la frontera agrícola, el crecimiento demográfico, la expansión urbana, el desigual desarrollo entre naciones y hasta la configuración interior de los estados.

        Las economías capitalista y socialista han reducido el significado de la naturaleza a la producción de bienes y servicios, o a la formación de capitales. Ambos sistemas han estado dominados por el productivismo, y han acabado socavando la calidad y cantidad de los recursos naturales disponibles a nivel del planeta, aparte de deteriorar el medio ambiente.

        La explicación última de dicha realidad la encontramos en la inadecuada relación establecida históricamente entre el binomio economía-política (por una parte) y los recursos naturales (por otra). Así, los sectores sociales minoritarios y privilegiados, bajo el pretexto ideológico de lograr el "bienestar social para la población mundial", ha terminado por sacralizar la ciencia y la tecnología, así como las teorías desarrollistas, en detrimento de la naturaleza.

        La racionalidad económica neoliberal imperante, sustentada por esta concepción desarrollista, sigue resistiéndose a tomar en consideración las limitaciones ecológicas, las características socioculturales y las demografías de los diferentes estados, especialmente de los menos desarrollados (dependientes, y donde los sectores mayoritarios avanzan hacia una mayor pauperización de sus condiciones de vida).

        En conclusión, de no cambiar estructuralmente esta tendencia dominante, basada en el crecimiento exponencial y en la acumulación individual de la riqueza, las posibilidades de desarrollo sostenible y la recuperación ecológica seguirán siendo una auténtica quimera para las grandes mayorías, a nivel internacional.

        Veámos cómo combatir esta situación ecocida, a través de los grandes riesgos que tiene por delante la ecología: frenar el capitalismo, cambiar el modelo de desarrollo, forjar un ecocentrismo y encajar el ambientalismo.

a) Frenar el capitalismo

        Hay una serie de autores, procedentes de un marxismo abierto, humanista y crítico, que están proponiendo un debate a los sectores ecologistas sobre la denominada 2ª contradicción del capitalismo (fundamentalmente, O'Connor, editor de la revista CNS).

        Son conscientes de que el capitalismo no sólo es esencialmente contradictorio con las clases trabajadoras (relaciones sociales), sino que también es intrínsecamente explotador de la naturaleza (relaciones naturales).

        En este orden de ideas, el modo de producción capitalista (especialmente hoy, bajo la forma neoliberal), sólo puede sobrevivir explotando, dominando, destruyendo, la naturaleza. El modelo productivista (del que participaron también los países del Este europeo) parte acríticamente de una idea de que la naturaleza es infinita en sus recursos.

        Las crisis energéticas de los años setenta y ochenta han demostrado ya que esto es falso. La naturaleza tiene recursos finitos y algunos no renovables. Volvemos así al tema central de nuestro debate: lo que hay que cuestionar no es la mala voluntad de gran parte de los capitalistas, sino un modo de producción que sólo puede existir explotando a la naturaleza y excluyendo a la mayor parte de los seres humanos.

        A este análisis quisiéramos añadir 2 anotaciones más:

-la contradicción de género,
-la contradicción del neoimperialista.

        La contradicción de género nos muestra que el capitalismo sólo puede existir explotando a la base a las mujeres, que son las reproductoras gratuitas de la vida de los trabajadores (cuando no, ellas mismas trabajadoras).

        El capitalismo se apoya, incluso más que sobre la explotación o sobrexplotación de los trabajadores, sobre el trabajo femenino del hogar, gratuito e impagable en un cálculo correcto. Sería la 3ª contradicción del capitalismo.

        Hoy día, además, este capitalismo dominante no podría existir sin la presencia del Tercer Mundo en sus cálculos, al que somete a las más inmisericordes condiciones de vida infrahumanas.

        Fue ya así como nació el capitalismo, con esa vocación colonialista e imperialista. El pecado capital de este sistema es la apropiación que lleva a cabo, desde el s. XVI, en sus colonias de Africa, América Latina y Asia. Tal vez podríamos hablar aquí de 4ª contradicción del capitalismo.

b) Cambiar el modelo de desarrollo

        Este es el tema a debatir. Como hemos venido diciendo, el  actual e imperante sistema económico que padecemos es el principal culpado de la destrucción ecológica que sufre el planeta Tierra. Hay una ideología cientificista-tecnológica basada en un optimismo ingenuo, acrítico, que se despreocupa de las consecuencias de su práctica. 

        Esta ideología conecta perfectamente con la ideología capitalista de la no consideración de las externalidades, basada en la concepción del automatismo de mercado. Se parte del presupuesto (que actúa como una fe) de la autorregulación perfecta del mercado y jamás se da una consideración verificada o contrastada de esta hipótesis.

        En el fondo, el capitalismo contemporáneo, en su idolatría del mercado, sigue prisionero de la metafísica de la "mano invisible", tal como la formulara Adam Smith. Y tan falto de fundamentación filosófica como en aquel tiempo. 

        Por consiguiente, este modelo de desarrollo imperante jamás va a abordar en profundidad, en radicalidad, el problema de su contradicción fundamental con la naturaleza. Podrá, eso sí, abordar problemas concretos medioambientales e incluso destinar recursos económicos para paliar la destrucción ecológica por parte del sistema (en la lógica burguesa de "quien contamina, paga".

        No obstante, seguimos aquí prisioneros/as del esquema mental de mercantilizar toda la realidad). La única solución al problema ecológico es la transformación radical del sistema económico imperante hacia una economía ecológicamente sustentable. En otras palabras, necesitamos profundizar en una política económica de eco-desarrollo. 

        Esto exige un programa verdaderamente democrático de abordaje metódica de esta problemática. Una de las características de este sistema dominante es ser sólo formalmente democrático (en el caso ecológico, casi ni eso).

        Una política de eco-desarrollo sólo será posible mediante un proyecto democrático participativo, de abajo-arriba, en el debate de la ciudadanía sobre estas cuestiones. Pero es sabido que la democracia del sistema no entra en las cuestiones económicas. De todas formas, la cuestión del poder es central: necesitamos una democracia de base, popular, autogestionaria. 

        En resumidas cuentas, nos enfrentamos a un sistema económico globalizante, dominado por una racionalidad económica de corte neoliberal, que parte del presupuesto de que la autorregulación del mercado es la garantía para alcanzar el desarrollo socioeconómico.

        Bajo esta ideología, como antes dijimos, las externalidades negativas de carácter medioambiental y social son asumidas desde parámetros técnicos, creyendo que mediante la elaboración de una serie de estrategias tecnocráticas se podrán superar a corto y mediano plazo. 

        Esta racionalidad dominante no deja lugar a otras propuestas de desarrollo que impliquen otras formas de utilización racional de los recursos naturales, mediante la intermediación del trabajo del ser humano, apoyado en los aportes de la ciencia y la tecnología.

        Dichos aportes apuntan, en primer lugar, al mejoramiento real de las condiciones de vida mínima en los países pobres y, en segundo lugar, al rompimiento del círculo vicioso en el que se encuentra sumergida la actual crisis ecológica, condicionada por la pobreza y miseria, por un lado, y el sobreconsumo o ideología consumista, por el otro.

        Sin embargo, y pese a esta realidad impositiva, proponemos a continuación ciertos lineamientos generales, que plantean como punto de partida un nuevo significado de la producción y regulación del tiempo.

        El objetivo es demostrar que es posible generar progresivamente un proceso dinámico en el manejo de los recursos naturales, a través de distintos mecanismos de concienciación y participación democrática de las comunidades productivas. Esto tanto a nivel del desarrollo de bienes y servicios, como en el nivel de su respectiva distribución equitativa y solidaria. 

        Son los siguientes:

1º El aprovechamiento integral de los recursos naturales y humanos que permita satisfacer, en el corto, mediano y largo plazo, las necesidades de la población local y regional en materia de alimentación, vivienda, salud, educación y recreación.

2º El desarrollo que genere equitativamente nuevas posibilidades de trabajo y seguridad social, para toda la población.

3º Una nueva valoración del patrimonio científico, técnico, artesanal y sociocultural, para ponerlo en función de una producción sostenible y autosustentable que garantice la explotación de los recursos a largo plazo, evitando la acción depredadora.

4º Precisas evaluaciones que aseguren la perpetuidad de los recursos naturales renovables y no renovables.

5º Una lógica opuesta a la lógica del máximo beneficio al mínimo costo, en la obtención de ganancias,

6º El uso adecuado de la técnica y de la ciencia, para minimizar el impacto negativo de la actividad productiva sobre el medio ambiente.

        Estos lineamientos requieren, para su ejecución, una acción política de carácter nacional e internacional en el tratamiento de la crisis ecológica. La elaboración de estrategias debe tender a solucionar integralmente los problemas de educación, salud, vivienda, producción-distribución, consumo y utilización de los recursos naturales desde una perspectiva planetaria.

        El panorama mundial impone la necesidad de formular un nuevo orden económico y una nueva división internacional del trabajo. Además, implica asumir seriamente las contradicciones inherentes al sistema capitalista y apoyar al interior de los procesos de deconstrucción social todas aquellas alternativas viables y acordes a las posibilidades y límites de nuestro planeta Tierra. 

        En este orden de ideas, existe un planteamiento de fondo sobre el tipo de relaciones que se dan entre los seres humanos y la naturaleza. Indiscutiblemente, la realización y desarrollo del ser humano dependerá de las condiciones, capacidades y límites que tenga la naturaleza. La reproducción, conservación y equilibrio de la naturaleza dependerá de la manera cómo sean utilizados sus recursos. 

        La correcta adecuación entre estas relaciones vitales estará siempre sujeta a los sistemas de organización social que orientan los distintos modelos económicos en las sociedades. La elaboración de un nuevo modelo de desarrollo autosostenible y autosustentable requerirá un ordenamiento de las necesidades humanas y de su respectiva racionalización a través de la economía y la política.

        La satisfacción de las necesidades humanas desde una perspectiva ecológica nos impone como única alternativa la superación de los sistemas productivistas y la búsqueda y consolidación de un nuevo paradigma de racionalidad económica inspirada en unos principios éticos que fomenten equilibradamente las relaciones de asociación-reproducción de todos los componentes del ecosistema planetario.

        En este sentido, la economía debe subordinarse a la ecología desde el ámbito de la política. Esto debe hacerse mediante la elaboración de unos criterios y principios de racionalidad ecológica, supervisados y sancionados por un conjunto de instrumentos jurídico-legales a nivel nacional e internacional, que regulen y controlen la producción de acuerdo a las necesidades humanas de cada región.

c) Forjar un cosmocentrismo

        La formulación de este problema fundamental es la siguiente: Por una parte, la orientación de la concepción religiosa del mundo judaico-cristiana apunta a una visión 'personalista' de la creación. La creación está al servicio del ser humano. La historia también. No sólo a nivel individual, sino también colectivo.

        Pero, por otra parte, ciertos planteamientos ecológicos (Hipótesis Gaya de Lovelock) insisten en una concepción más impersonalizante y más centrada en el cosmos mismo (cosmocentrismo). La especie humana no es sino una especie más (por cierto, la más dañina a nivel ecológico), y muy bien pudiera ser que tuviera que desaparecer en un futuro más o menos lejano. ¡Y no pasaría nada de fundamental!

        Esta concepción tiende a minimizar los costos de la degradación ecológica, pensando que el planeta Tierra sabrá solucionar por sí mismo, como organismo vivo que es en su totalidad (visión holística), la irracionalidad de la especie humana.

        Por consiguiente, existen dos cosmovisiones enfrentadas, y por ello es posible preguntarse: ¿Hay alguna salida para este antagonismo?

        Nos parece que el problema está mal planteado, es decir, es unilateral, y no comprende en absoluto la propuesta ecológica en su totalidad. La pista de solución es una visión auténticamente ecologista. Esto significa que no es posible separar el ser humano de su medio ambiente. Ambos están dialécticamente interrelacionados.

        Un ser humano en sí, independiente de su entorno vital, es una propuesta idealista, anti-dialéctica e imposible, una abstracción inexistente. Un planeta Tierra, autónomo de su vida consciente que es el ser humano, es también un unilateralismo objetivista, poco acorde con el planteamiento científico actual (véase física cuántica y la mutua implicación del sujeto y del objeto en cualquier proceso de conocimiento científico).

        Si pudiéramos bautizar nuestra propuesta hablaríamos más bien de ecocentrismo, entendiendo por tal "una concepción holística de la realidad, donde ser humano y medio ambiente son intrínsecamente inseparables, dialécticos y mutuamente condicionantes".

        De esta manera, lo mejor del pensamiento personalista de las religiones monoteístas tendría aquí cabida, al igual que el planteamiento del "planeta azul" como organismo vivo. Ambas hipótesis se complementan y mutuamente se refuerzan.

d) Encajar el ambientalismo

        La percepción social de la crisis ecológica no se reduce a su aspecto meramente físico-biológico. Existen diversos significados sociales sobre ella de acuerdo a los intereses políticos, económicos y sociales que acompañan al modelo económico imperante.

        De hecho, los criterios para utilizar la ciencia y la tecnología en la explotación y/o conservación de los recursos naturales, depende del significado que le dan las distintas fuerzas sociales y políticas enmarcadas en cada Estado, en estrecha interdependencia con los sistemas económicos e ideológicos que les absorben mundialmente.

        Así, en el sistema capitalista observamos que su visión economicista, productivista y tecnocrática le impide asociar el problema de la pobreza mundial a la actual crisis ecológica. Para los sectores económicos y sociales identificados con esta corriente ideológica, dichos problemas son abordados por separado y tratados técnicamente como externalidades negativas producidas por el desarrollo, que pueden ser superadas mediante correctivos al interior del modelo económico.

        La aparición de movimientos sociales ecologistas, pacifistas y de protesta, se ha constituido en la contrapartida de estos sectores pro-capitalistas. Su misma existencia y organización han venido expresando un proceso de erosión cultural subversiva frente a la civilización industrial y a la cultura de la opulencia y el desperdicio. Han venido proponiendo paulatinamente la construcción consciente de una nueva racionalidad social, apoyada en otros actores sociales, contenidos y temas.

        Siguiendo a Hedstroem, podemos clasificar en 3 grupos las distintas tendencias políticas e ideológicas que se han venido desarrollando en torno al medio ambiente:

Ambientalismo tradicional

        Asume la crisis ecológica desde una perspectiva medioambientalista, preocupándose exclusivamente por mantener áreas silvestres, con un doble fin: salvar determinadas especies amenazadas a nivel de flora o de fauna, así como garantizar espacios naturales para la recreación humana.

        Sus postulados no cuestionan en su globalidad la ideología de los actuales modelos de desarrollo dominante, enfatizando en esta discusión únicamente soluciones técnicas a los distintos problemas ambientales.

Ambientalismo productivista

        Reconoce la interacción de diversos elementos del ser humano con la naturaleza y la problemática ambiental. Tiene como fin último garantizar la existencia y evolución de la vida humana con base en la explotación de los recursos naturales. Enfatiza también soluciones técnicas y disocia la crisis ecológica de los problemas  sociales.

        Para este tipo de ambientalismo, la problemática ecológica se halla supeditada exclusivamente a las necesidades de la humanidad y de la civilización. La naturaleza es reducida a interés económico.

Ambientalismo integral

        Parte de una visión cosmocéntrica. El ser humano deja de ser el centro de la vida y es entendido como parte fundamental de la naturaleza. Se rompe con la concepción antropocéntrica, al considerar que el ser humano interacciona intensa y continuamente con el medio ambiente (pues ambos se encuentran dialécticamente interrelacionados en aspectos tanto de su estructura como de su funcionamiento).

        Propone como alternativa el desarrollo sostenible y participativo frente al discurso economicista dominante. Asume la crisis ecológica desde una vinculación estrecha entre sus componentes sociales y ambientales.

        En este sentido, acusa a los actuales modelos de desarrollo de ser los principales responsables de la trágica destrucción del medio ambiente. Plantea profundos cambios de actitud a nivel individual y social para lograr una relación armónica, a mediano y corto plazo, entre la naturaleza y las estructuras socioeconómicas.

        En este sentido, es importante definir ya la diferencia sustancial entre el análisis meramente ambientalista y el ecológico político (aunque a veces se utilizan erróneamente como sinónimos).

e) Conclusión

        La concepción medioambientalista se preocupa exclusivamente con una lucha concreta por salvar determinadas especies amenazadas, principalmente de la fauna (tal pájaro, las ballenas, los pingüinos). Esta lucha es importante y necesaria, pero es fragmentaria y no radical (no va a las raíces, en buena metáfora ecologista).

        La ecología política, por el contrario, centra el debate de la destrucción de la naturaleza en la cuestión de la civilización y de sus enfermedades. Más en concreto, acusa a un modelo determinado de desarrollo (el de la sociedad capitalista occidental) de ser el principal culpado de la trágica destrucción del medio ambiente. 

        Denuncia, en definitiva, que el tipo de relación establecida entre el ser humano y la naturaleza, desarrollado sobre todo a partir de la Revolución Industrial, muestra una gran perversión, ya que está fundamentado sobre premisas falsas. Según Bateson, dichas premisas falsas son las siguientes:

-nosotros contra el medio ambiente,
-nosotros contra los otros seres humanos,
-únicamente importa el individuo (o el grupo o la nación en tanto que individualizados),
-nosotros podemos controlar unilateralmente el medio ambiente, y debemos procurar hacer efectivo este control,
-vivimos dentro de fronteras que podemos alargar indefinidamente,
-el determinismo económico obedece al sentido común,
-la tecnología resolverá todos nuestros problemas.

        A la base de todo esto, nos parece, se halla el falso planteamiento de que los recursos naturales son infinitos y permanentemente renovables. Dicho planteamiento ha sido especialmente falso y pernicioso, pero configurador de la ideología de la Revolución Industrial.

        En resumidas cuentas, la ecología política ve la cuestión más de fondo y más a medio o largo plazo, pero sin descartar también el corto plazo de la preocupación medioambientalista. La actitud correcta, nos parece, sería la ecológica política, pero que no descuidara la lucha concreta medioambientalista. Aquélla es más estratégica (medio y largo plazo), y ésta más táctica (cortoplacista).

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