Crisis Medioambiental Alfonso
García Uno de los motivos por los que la Civilización Industrial está siendo más contestada es el uso depredador y destructivo del medio ambiente. Esta contestación es uno de los puntos básicos que está en la raíz del surgimiento del mundo post-moderno. La reacción se justifica plenamente. Las voces aisladas que en el pasado denunciaron los abusos contra la naturaleza no fueron escuchadas. Hoy estas voces forman un inmenso clamor, y ya no se limitan a los avisos de los científicos más responsables o de los hombres públicos más clarividentes. En efecto, son las personas corrientes las que están percibiendo y sufriendo las consecuencias de la crisis ecológica creada por la Civilización Industrial. Como siempre, los pobres son los más perjudicados. Sería ingenuo creer que este problema puede resolverse con una mera reorientación de las aplicaciones técnicas de la investigación científica, o con cambios en las prioridades del planteamiento económico. Lo que está en juego no es éste o aquel punto concreto de la relación hombre-naturaleza, sino todo el conjunto de relaciones desarrolladas por el mundo moderno occidental. Es la visión fundamental que orienta tales relaciones la que está puesta en cuestión. Elementos culturales, filosóficos, científicos y religiosos, están implicados aquí. a) Desafíos medioambientales Los problemas ecológicos que amenazan a la humanidad son conocidos y han sido muy estudiados. Limitémonos a enumerar los que parecen más preocupantes. a.1) La superpoblación, e insuficiencia de alimentos Casi 2/3 de la humanidad están mal alimentados y casi un 60% de la población mundial pasa hambre. De 30 a 40 millones de seres humanos mueren cada año a causa de la desnutrición. El problema del hambre no es básicamente el de la falta de alimentos, sino el de la injusta distribución de los mismos. Si fueran distribuidos de manera más justa, los alimentos existentes serían suficientes para una alimentación razonable de todos los habitantes de la tierra. No obstante, aunque se realizara esta distribución más justa y razonable, el futuro continuaría siendo amenazador por el creciente desnivel entre el crecimiento demográfico y el de la producción de alimentos. a.2) El agotamiento de las reservas naturales La Civilización Industrial obtuvo su energía principalmente de materias primas no renovables (combustibles fósiles: carbón y petróleo, sobre todo). Utilizó estas materias primas sin control, como si fuesen a durar indefinidamente. Luego se percibió que tales recursos eran limitados y se están agotando. La reciente crisis del petróleo es sólo un ejemplo alarmante. En el campo energético encontramos un profundo desnivel que se acelera de manera vertiginosa. Por una parte, el rapidísimo crecimiento de la utilización de energía en el mundo de la Civilización Industrial. Por otra, la limitación de los recursos naturales de combustibles fósiles. Aunque no se sepa con certeza la cantidad de la reserva total de estos combustibles, es limitada y no renovable. a.3) La polución La contaminación de la Tierra aumenta a un ritmo que espanta. La polución mundial se ha duplicado en solo 14 años. La capacidad del planeta Tierra para soportar la contaminación es ciertamente limitada. La polución se presenta hoy de formas muy diversificadas: 1º polución del aire causada por el humo de fábricas, detritos industriales y sobre todo por los vehículos a motor que retiran del aire grandes cantidades de oxígeno, desprendiendo al mismo tiempo gases tóxicos nocivos para la vida. 2º devastación de florestas y destrucción de la cobertura vegetal en amplias regiones de la Tierra con el consiguiente empobrecimiento del suelo, y extinción de muchas especies animales y vegetales. 3º polución de ríos, lagos, y hasta del mar junto con la escasez creciente de agua dulce. 4º polución derivada de la urbanización descontrolada: el ruido intolerable (polución sonora), el aire casi irrespirable, masas humanas amontonadas en las periferias de las grandes ciudades en condiciones de vida infrahumanas (habitat, salud, educación, promiscuidad, criminalidad...), basura y detritos de todo tipo (incluidos residuos radioactivos), contaminación de alimentos por el uso de tóxicos nocivos para la salud humana, etc. 5º polución atómica, por la radiación procedente, tanto de la explosión de ingenios nucleares bélicos, como de las centrales nucleares. En resumen: la polución alcanza hoy niveles muy peligrosos para la salud y para la simple supervivencia del hombre. a.4) La carrera de armamentos Casi la mitad de los científicos y técnicos del mundo se dedican a la invención, perfeccionamiento y producción de armamentos. Asusta la capacidad monstruosa de destruir la vida en la Tierra con esas armas nucleares que posee hoy una minoría de burócratas y técnicos. Ellas constituyen una amenaza gravísima para la supervivencia del ser humano. Además la enormidad de recursos humanos, científicos y financieros destinados a la industria de la muerte, constituye un intolerable escándalo frente a la miseria en que viven tantos pueblos. b) Inacción internacional El intolerable escándalo, del que hablaba Pablo VI, debe ser referido no sólo a la carrera armamentista, sino también al modelo global de desarrollo del mundo rico industrializado, por ser un desarrollo que ha conseguido aumentar el abismo que separa a los países ricos de los pobres. Los países ricos devoran con voracidad los recursos naturales de la Tierra, los propios y, de un modo especial, los recursos de los países periféricos. Estos, por su parte, contribuyen de manera decisiva al desarrollo de los países ricos, recibiendo a cambio sólo pequeñas mijagas de progreso. Para alimentar su desarrollo, los países ricos gastan muchas veces más recursos de los que tienen para sí los países subdesarrollados. Los 13 países más industrializados producen casi el 80% de la polución mundial. Conviene llamar la atención sobre la ecuación del "efecto degradante total": todo ser humano produce un efecto contaminante sobre el medio ambiente. El efecto degradante total producido por todos los seres humanos depende de 3 factores: población total, consumo de recursos naturales por persona, contaminación del medio ambiente por persona. Los 3 factores contribuyen al efecto contaminador total. Y los 3 están aumentando de una manera alarmante. No obstante, hay que ir con cuidado para no distribuir la responsabilidad igualitariamente entre todos los pueblos. La población crece más rápidamente en el Tercer Mundo. Pero los otros 2 factores crecen muchísimo más en los países ricos industrializados. En éstos, el consumo de recursos naturales y la polución del medio ambiente son incomparablemente superiores a los niveles de los países pobres. Limitándonos a la contaminación del medio ambiente, Birch calcula que un australiano o un norteamericano producen unas 20 veces mayor polución que un indonesio o un keniano. Nos encontramos, así, ante otro aspecto de la hipocresía e injusticia de las relaciones internacionales. No hay duda de que todos los pueblos son llamados a realizar una paternidad responsable. Nadie defiende hoy un crecimiento demográfico descontrolado. La hipocresía y la injusticia están en el hecho de que los países ricos intentan imponer, por diferentes medios, un control demográfico a los países pobres sin respetar su dignidad ni los derechos de las parejas y de los pueblos en cuestión, olvidando que los grandes factores de la degradación del medio y ambiente y los grandes depredadores y consumidores de los recursos naturales son los países ricos (y las minorías ricas de los países pobres). Es hipocresía, por tanto, poner el acento del problema ecológico en la explosión demográfica de los pobres dejando en un lejano segundo plano el tipo de progreso de los países ricos. La simple enumeración de los temas que constituyen la crisis ecológica no es suficiente. Necesitamos un diagnóstico más radical. Los problemas ecológicos están interrelacionados entre sí; su sintomatología apunta hacia un mal más profundo, situado en el propio hombre. Hablando con propiedad, no es la naturaleza la que está enferma, sino el ser humano. La naturaleza ha enfermado a causa del hombre, como resultado de la grave enfermedad que afecta al hombre. El tipo de relación entre el hombre y la naturaleza, desarrollado sobre todo a partir de la Revolución Industrial, presenta una gran perversión, pues está fundamentado sobre premisas falsas. Denunciar la falsedad de estas premisas es indispensable para cambiar sustancialmente esa relación. ¿Cuáles son estas falsas premisas? Seguimos el resumen del científico Bateson: -nosotros contra el medio ambiente, La arrogancia de estas afirmaciones sólo es comparable a su falsedad. Pero, han orientado la relación del hombre moderno con la naturaleza. c) Gravamen internacional Para algunos, plantear la temática ecológica puede parecer un lujo de países ricos. Los países pobres tendrían problemas mucho más prioritarios en que ocuparse. La industrialización (si existe) es aún insuficiente para ofrecer bienestar a la mayoría de la población. La marginación, el hambre, la miseria... he aquí el desafío prioritario. Para responder a tal desafío, unos apuestan por la técnica y otros por el cambio social. Ambas orientaciones han dado poca importancia a los problemas ecológicos. Ahora bien, la exposición desarrollada hasta aquí muestra lo miope que llega a ser tal actitud. Los problemas ecológicos también afectan directamente a los países del Tercer Mundo, de manera propia y específica. En los países no desarrollados (periferia del mundo) y dependientes de los países desarrollados (centro) se percibe más claramente lo hipócrita que puede ser el clamor de los países ricos cuando intentan culpar de la crisis ecológica a los países pobres, especialmente a causa de la explosión demográfica. Está claro que el crecimiento demográfico descontrolado es un factor que agrava la crisis. Sin duda, es necesario orientar a las parejas del mundo entero hacia una paternidad responsable. Pero es hipócrita utilizar el problema real de la explosión demográfica como cortina de humo que oculta la propia responsabilidad en el surgimiento y desarrollo de la crisis ecológica, que es fruto del tipo de desarrollo y de industrialización de los países actualmente desarrollados. La contaminación del medio ambiente, la explotación abusiva y depredadora de los recursos naturales, los arsenales de armamentos nucleares y convencionales... son problemas derivados de la orientación que el hombre moderno ha dado a la industrialización. No son problemas creados por los pueblos subdesarrollados. Los espíritus más lúcidos del Primer Mundo perciben esto de manera clara. Se habla incluso de la necesidad de des-desarrollar el mundo rico, controlando la fiebre consumista estimulada artificialmente por la necesidad de producir más para alcanzar mayores beneficios. d) Soluciones a la crisis medioambiental d.1) Una ecología del espíritu, en relación con la naturaleza Un hombre con tal visión de sí mismo y, al mismo tiempo, dotado de una poderosa tecnología, constituye una gran amenaza para la supervivencia propia y de la especie humana. El progreso tecnológico ha dado al hombre la posibilidad de dominar la naturaleza de una manera antes insospechada. Pero ese dominio se ha revelado destructivo, depredador, irresponsable y arrogante en un grado aterrador. La enfermedad antropológica que conduce al hombre a este modo errado de relacionarse con la naturaleza, es la misma que le lleva a oprimir y cosificar, en beneficio propio, a otros hombres, clases y pueblos. Los problemas ecológicos apuntan hacia la misma enfermedad que se sitúa en la raíz de la relación inhumana desarrollada en la época de las conquistas, colonizaciones, neocolonialismos e imperialismos surgidos de la Civilización Industrial. Con expresión feliz, Bateson aboga por la urgente necesidad de una "ecología del espíritu". Es el hombre el que está enfermo, el hombre occidental moderno. Por eso, el enfrentamiento con los desafíos ecológicos, aunque debe ser realizado desde diversos frentes, no puede prescindir de la denuncia y corrección de los falsos valores y falsas ideas desarrolladas por la Civilización Industrial. La 1ª y fundamental idea a ser corregida y superada es la de que el hombre está separado de la naturaleza, a la cual percibe como enemiga a ser conquistada. El hombre no es una mónada solitaria e independiente enfrentado a todos y a todo. Ya desde el punto de vista de la biología esto constituye un gran error. La biología ha corregido así teoría darwiniana de la selección natural: la "unidad de supervivencia" no es la especie o subespecie, sino "el organismo más su medio ambiente". Desde el punto de vista biológico, el hombre y la especie humana están condenados a la extinción si persisten en destruir su medio ambiente. La lucha del hombre contra la naturaleza ha llegado ya a situar en estado de alto riesgo la supervivencia de la especie humana. Ante esto, es preciso decir ¡basta!, pues la destrucción del medio significa la destrucción del hombre. La biología condena al hombre de la Civilización Industrial: todo organismo que destruye su medio ambiente, se autodestruye. La cibernética ayudó, también, a revisar las bases de la antropología moderna. Frente al individualismo moderno, la cibernética valora fuertemente la complejidad de las interrelaciones constitutivas de la vida y, particularmente, de la vida humana. El individuo humano constituye un sistema extremadamente complejo, estrechamente conectado con otro sistema mayor, la sociedad, de la cual forma parte. Y tanto el individuo como la sociedad están, a su vez, íntimamente relacionados con un ecosistema o medio ambiente vital en el cual se desarrolla la vida. Competencias y dependencias mutuas, en difícil y delicado equilibrio, componen la compleja red de relaciones en el interior del sistema formado por el individuo humano, en el sistema formado por la sociedad e, igualmente, en el sistema global formado por el medio ambiente. No tiene fundamento científico la visión del yo separado de la corporeidad, de la sociedad humana y del medio ambiente. El hombre y la sociedad forman parte integrante de un sistema más amplio y englobante. Los fines pretendidos por el hombre no pueden, sin graves riesgos, ser llevados a cabo desconociendo o despreciando el sistema en el cual están insertos el ser humano y la sociedad. No se trata propiamente de una importancia excesiva conferida al sujeto humano, sino de que se le ha concedido a expensas de la corporeidad, del medio ambiente y de la comunidad humana. En efecto, es preciso desarrollar una dialéctica de inclusión entre los aspectos positivos de la realidad humana (sujeto-corporeidad-medio ambiente), lo cual exige una relación de integración. La afirmación unilateral del sujeto, llevada por la Civilización Industrial hasta sus últimas consecuencias, ha colocado al mundo actual en un callejón sin salida. La problemática ecológica se sitúa, pues, predominantemente en el nivel de los sistemas o, mejor dicho, en el ámbito de la interrelación de los ecosistemas. La importancia concedida al sistema no debe ser interpretada como desprecio o negación de la libertad humana. No obstante, ésta se desarrolla contando con presupuestos y condicionamientos propios del sistema en el cual se desenvuelve, los cuales deben ser respetados para no vivir una libertad homicida y suicida. Cuando el ser humano se cree con un poder total sobre el medio ambiente, comete un trágico error, tan grave como cuando cree tener un poder total sobre los otros seres humanos. d.2) Hacia otros modelos de desarrollo Surge aquí el drama de la orientación tecnocrática del desarrollo en América Latina. Científicos, hombres públicos y numerosos grupos humanos procedentes del mundo rico, denuncian que la Civilización Industrial, en los moldes hasta ahora conocidos, se está convirtiendo en inviable. No obstante, la tecnocracia que domina la orientación del desarrollo en América Latina parece no percibir esta realidad. En su ciega imitación de los países desarrollados, repite los mismos errores que han llevado a la Civilización Industrial al actual peligro, con la contrapartida de no recibir los beneficios creados por la misma, de bienestar para la mayoría de la población (pues es evidente que, en el Tercer Mundo, sólo una minoría disfruta de los frutos ofrecidos por la civilización moderna). El abismo entre el número (muy limitado) de ricos y la gran masa de pobres no ha hecho más que crecer en las últimas décadas en los países que se industrializan siguiendo la orientación tecnocrática: "el crecimiento económico a cualquier precio determina la concentración de la renta en áreas geográficas limitadas y en estratos restrictos de la población, generando así, dentro de la misma nación, contrastes de riqueza y de miseria que son, en sí mismos, una afrenta a la justicia y a la equidad". La imitación del camino seguido por los países ricos en su desarrollo lleva a una profundización de la estructura social injusta heredada del pasado colonial y neocolonial. Además de injusto es también, inseparablemente, destructor de la naturaleza. Son muchos los que tienen conciencia de que es necesario encontrar nuevos modelos de desarrollo, más justos, más solidarios, y también más capaces de respetar el medio ambiente. La Iglesia, por ejemplo, ha insistido en la necesidad de este cambio de orientación, y ha venido a repetir que "el desarrollo debe ser integral, no solamente económico, sino también social, cultural y religioso". El desarrollo integral incluye, evidentemente, una nueva relación con el medio ambiente. No obstante, la toma de conciencia de la gravedad de la problemática ecológica, y las llamadas a un cambio de las personas, son insuficientes para responder a un desafío de tal envergadura. Visto desde el mundo periférico, el uso depredador de la naturaleza revela cuan poderosas son las estructuras y mecanismos de producción-distribución de bienes organizados por los sistemas centrales. De ahí la necesidad de hacerles frente también en el campo estructural. Cuando la teología quiere situarse responsablemente ante el desafío ecológico, es indispensable que tenga en consideración la realidad estructural dependiente de Brasil, de América Latina y del Tercer Mundo en general. La respuesta a la crisis ecológica exige, además, modelos alternativos de desarrollo así como sistemas alternativos de producción-distribución-consumo de riquezas y la superación de las estructuras dominadoras existentes entre el centro y la periferia (en los niveles internacional, nacional y regional). ¿Cómo serán capaces de respetar el significado no instrumental del cosmos aquellos sistemas que colocan al ser humano y su trabajo al servicio de las cosas (capital, técnica...)? Porque la explotación del trabajo humano, denunciada por Juan Pablo II, se da la mano con la explotación abusiva de la naturaleza. Si es verdad que la lucha por una sociedad cualitativamente diferente ha de estar unida a la reformulación radical de la relación hombre-cosmos, esta nueva relación práctica-teórica requiere también una nueva sociedad con nuevos modelos de producción-consumo y con valores prioritarios también nuevos. El ámbito estructural aparece, así, tan importante e indispensable como la conversión del corazón. .
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