Visión Ecológica Clodovis
Boff La cuestión ecológica es más que una cuestión puramente técnica (cómo garantizar la biosfera y la naturaleza) y una cuestión meramente social (de modelo económico y político). Por supuesto, la ecología es eso, pero también algo más profundo, hasta llegar al fondo de una cuestión cultural, o concepción del mundo y manera de comportarse frente a las cosas. Se trata, concretamente, de una cultura de la vida. La ecología supone, por tanto, una filosofía de la vida, de especial sensibilidad biófila y afirmativa de la vida en todas sus dimensiones. Supone la superación del racionalismo occidental, cuyo término final es el nihilismo, el desamor a la vida y al sentido de vivir (según Nietzsche). Entendida así, la cuestión ecológica se abre a la ética ("todo lo que vive merece vivir") y a la espiritualidad (o contemplación de la naturaleza), con formas de culto de la vida. Tal vez, incluso sólo en la religión puede alcanzar la ecología el sentido a la muerte, si lo que hay detrás de ella es más vida y naturaleza (los "cielos nuevos y la tierra nueva"). Por supuesto, sería exagerado tomar el ecologismo como una nueva religión (vitalista, naturalista, neo-panteísta...), así como poner en el centro de la realidad la naturaleza biológica (o ecocentrismo). a) El principio antrópico El "descentramiento antropológico" desbanca sin duda el antropocentrismo de dominación, por el que el ser humano aparece en el mundo como déspota, "señor y dueño de la naturaleza" (según Descartes). Por ello, es necesario concebir un nuevo antropocentrismo, que sea de comunión (según Gn 2) y en que el hombre emerja como administrador responsable del mundo y, por ende, servidor de la vida. No todos los seres vivientes son equivalentes, sino que existe una jerarquía de vida. La vida del espíritu representa la "flecha de la evolución" (según Teilhard de Chardin), mas ¿no valdría aquí también la máxima evangélica de "mayor es aquel que sirve"? ¿Sirve el ser humano a la vida, o se sirve de la vida? Tal vez valgan las dos cosas. b) La ecología, implicada en el sistema social Plantear la cuestión de la ecología, sin ver su contexto social, es quedarse en el ambientalismo o conservacionismo. Es necesario plantear, por ello, la cuestión del sistema social, y particularmente del control de los medios de producción (que pueden ser también los grandes medios de destrucción ecológica). Es necesaria, pues, una ecología social, y una indispensable consideración económica (infraestructural) de la ecología. Este es un punto que frecuentemente se deja en la sombra. Sin embargo, son los dueños de los grandes medios de producción los que son potencialmente los mayores agentes de contaminación. Por su lógica sistémica, el capitalismo concretamente es un modo de producción depredador (de la naturaleza humana y de la naturaleza cosmológica). La ecología cuestiona necesariamente ese sistema socioeconómico. Una política de tipo eco-capitalista no es capaz de resolver la cuestión ecológica (desde el punto de vista de las estructuras sociales). Eso no significa que no se puedan o incluso se deban apoyar estratégicamente medidas particulares de un estado capitalista (sobre la deforestación, leyes contra la polución, etc.). Solamente en un sistema social de economía democratizada se puede resolver, en cuanto a estructuras sociales, la cuestión de la ecología. Decimos que "se puede", pero no necesariamente, pues ahí se necesita alto más que una economía socialista. En concreto, se necesita una cultura de la vida. Por lo demás, es evidente que la mayoría de los países no han resuelto esa cuestión. La ecología, en efecto, tiene una dimensión social, sí, pero va más allá. En ese sentido, se podría hablar de eco-socialismo (socialismo con dimensión ecológica) o, tal vez de social-ecologismo (ecología con dimensión socialista). c) La ecología, a partir de las mayorías pobres El enfoque correcto para tratar de la cuestión social de la ecología es a partir de los pobres, pues, es en ellos donde la vida, en su expresión más alta (humana, moral y espiritual), se encuentra más amenazada. Más que seres contaminantes, los pobres son las víctimas del desastre ecológico, porque tienen menos medios de defenderse. Este criterio es importante dentro de la jerarquía de la vida, pues permite hacer la crítica al ecologismo romántico, que lucha por defender mariposas y árboles, dejando de lado la inmensa mayoría de los pobres (cosa que ocurre frecuentemente en los círculos liberales y capitalistas). Eso no dispensa a los pobres de la necesaria educación para la ecología, tanto desde el punto de vista de la sensibilidad cultural como de las técnicas ambientalmente sanas. Por el hecho de que son las mayores víctimas de la destrucción ecológica, tal vez los pobres puedan llegar a ser incluso los protagonistas en este campo. .
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