Campos de la Ecología Leonardo
Boff El término ecología fue acuñado en 1869 por el biólogo alemán Haeckel, como compuesto de dos palabras griegas: oikos (lit. casa) y logos (lit. reflexión). De esta forma, la ecología designa el estudio de las condiciones y relaciones que forman el hábitat (casa) del conjunto y de cada uno de los seres de la naturaleza. Según Haeckel, "la ecología es el estudio de la interdependencia y de la interacción entre los organismos vivos (animales y plantas) y su medio ambiente (seres inorgánicos)". La urgencia del desastre ecológico a nivel planetario moviliza cada vez más a las sociedades mundiales. Lentamente surge una cultura ecológica con comportamientos y prácticas incorporadas en su visión del mundo, que tienen como efecto una mayor suavidad y benevolencia en la relación con la naturaleza. Con ella formamos un todo orgánico, que no sólo está fuera sino también dentro de nosotros. Nos pertenecemos mutuamente, y cualquier agresión a la tierra, significa una agresión a su hijos e hijas. La madre Tierra sufre en su descendencia, y se alegra con la revolución cordial y benevolente que está ocurriendo por todas partes. Veamos algunos caminos de concreción de está preocupación ecológica. a) El campo de la ciencia: la ciencia ecológica Según la física cuántica y la teoría de la relatividad, materia y energía son intercambiables y equipolentes. En rigor, la física atómica ya no conoce el concepto materia. Dentro de sí, el átomo tiene un enorme espacio vacío, y las partículas elementales no son otra cosa que energía en altísimo grado de concentración y estabilidad. La materia sólo existe como tendencia. La fórmula de Einstein significa, fundamentalmente, que materia y energía son dos aspectos de una misma realidad. Las partículas sub-atómicas se presentan como ondas electromagnéticas o bien como partículas, dependiendo del observador. Estos aspectos limitan el campo de validez de la lógica lineal y del principio de no contradicción. Así, el factor A puede ser A como no A. Niels Bohr introdujo el principio de la complementariedad, al estilo del pensamiento chino según el cual la realidad se organiza en ying y yang (materia/espíritu, femenino/masculino, negativo/positivo...). Heisenberg formuló el principio de indeterminabilidad, según el cual las partículas atómicas no obedecen a una lógica causal, sino que se organizan dentro del principio de la indeterminación de las probabilidades. Las probabilidades dejan de ser tales, y se transforman en realidades mediante la presencia del observador, que tanto puede ser humano como cualquier otro elemento de la naturaleza que establezca una relación. Por tratarse de probabilidades, abiertas a concretarse o no, no pueden ser descritas. El acto de observación, por sí mismo, cambia la función de probabilidad de manera discontinua, y selecciona entre todos los eventos posibles el evento que realmente ocurrió. Por lo tanto, "la transición entre lo posible y lo real ocurrió durante el acto de observación", apunta Heisenberg. Esto significa reconocer que el sujeto observante influye en el fenómeno observado. Y aún más, pues el observador, en consonancia con la física cuántica, es imprescindible tanto para la constitución como para la observación de las características de un fenómeno atómico. El sujeto pertenece a lo real, es parte constitutiva del todo y su conciencia define constantemente el campo real que observamos. La nueva física establece el concepto mundo como un todo unificado e inseparable, y el universo como una complejísima red de relaciones en todas las direcciones y de todas las formas. Por eso, las leyes de la física poseen un carácter estático, y la causalidad no es lineal. Esto significa que la realidad A influye en B que, a su vez retroinfluye en A y también en C, y así sucesivamente hacia atrás y adelante. En tal visión, todo es dinámico, todo vibra, todo está en proceso. Más que bailarines, existe una permanente danza de energías y elementos. Según la teoría holográfica (especie de reconstrucción y fotografía de las ondas, posibilitada por el rayo láser, produciendo el así llamado holograma), las partes están en el todo y el todo en cada una de las partes. A partir de aquí, el nobel de física Bohm propone la imagen del orden universal como un orden ovillado. Todo implica a todo, nada existe fuera de la relación, la relación constituye todas las realidades. Lo que existe es el holomovimiento, un movimiento articulado en todas las direcciones, interconectando todas las partes. Cada uno de nosotros también está envuelto con cada parte y con todo el universo. Somos, de hecho, un único universo en el cual todo tiene que ver con todo. La física nos abre nuevas perspectivas del mundo material. La biología contemporánea nos brinda nuevas perspectivas de la vida. La combinación entre física cuántica y biología enriqueció nuestra comprensión acerca del carácter de sistema de los organismos vivos y del propio cosmos. Nos ayuda también, a captar mejor la naturaleza como un todo orgánico. Indiquemos apenas, algunos puntos. La no linealidad No existe, a un nivel profundo, la simple relación de causa-efecto. Lo que existe es la maraña simultánea y permanente de relaciones globales. La dinámica Todas las partes de un sistema están en permanente movimiento. El organismo no encuentra su estabilidad por la fijación de sus leyes, sino por la capacidad de adaptación y equilibrio dinámico. El carácter cíclico El crecimiento no es lineal. Degradación y muerte pertenecen a la vida. La muerte es una invención de la vida. El ciclo propicia la continuidad de la vida, no del individuo. La naturaleza no es biocéntrica, ella apunta al equilibrio entre vida y muerte. El orden estructurado Cada sistema se compone de subsistemas y todos son parte de un sistema aún mayor. El ser humano es parte del sistema humanidad. La humanidad es parte del sistema animal, este del sistema vegetal, y finalmente, del organismo tierra. Autonomía e integración Cada sistema es autónomo y al mismo tiempo relacionado, por lo tanto, con identidad propia pero abierto de tal forma que siempre se encuentra en un proceso de integración con todos los elementos del medio. Darwin estableció la struggie for life (lucha por la vida) como el principio de selección natural. El más fuerte sobrevive; por lo tanto, triunfa el principio de la autoafirmación. Ahora se complementa a Darwin: el principio que responde por la supervivencia es la integración, la cooperación, el cambio, la simbiosis. No se debe acentuar tan solo la diferencia y la identidad, sino también la complementariedad y la solidaridad. Auto organización y creatividad Cada sistema complejo, como el sistema nervioso central tiene la propiedad de estructurarse a si mismo. En la medida en que funciona, también se va estructurando en un proceso continuo de aprendizaje y decisión. La creatividad es intrínseca a los seres vivos y el sentido de la evolución es propiciar cada vez más capacidad de creación. El ser humano es por excelencia un ser creativo. A partir de esto se entiende que algunos ecólogos representen la tierra como sistema complejo único, como un organismo vivo o Gaia. Cada subsistema está ligado a todos los otros, por el correr del viento o de las aguas, por la migración de las especies, por los ciclos del crecimiento, maduración, envejecimiento y muerte. Por el aire que respiramos estamos unidos a todos los animales y plantas, y también con nuestros motores, fábricas y chimeneas de nuestra industria. b) El campo de la técnica: la eco-tecnología Partimos del modelo actual de sociedad y del tipo de desarrollo imperante, y del hecho que todas las sociedades mundiales modernas, se estructuran en torno del eje de la economía. Mientras tanto, la economía en su acepción moderna, ha perdido su sentido originario (la gestión de la escasez de bienes necesarios a la vida y dignos para el bienestar). Por poner un ejemplo, administrar racionalmente la escasez de salario es lo que sabe hacer la mayoría de las amas de casa brasileras, pero no así los economistas institucionales, quienes están al servicio de otra comprensión de la economía. Para la modernidad, ya sea liberal-burguesa, o ya sea socialista, la economía es la ciencia del crecimiento ilimitado. O dicho de otra forma, de la ilimitada expansión de las fuerza productivas. Cada fin de año, el país debe mostrar que creció más que el año anterior. De este imperativo nació el mito del desarrollo ilimitado, que es el que domina todas las sociedades desde la Revolución Industrial. Al minimizar la inversión y maximizar los beneficios, el desarrollo será mayor. Nos movemos dentro de dos universos concretos: el de los recursos naturales y el del progreso abierto al futuro. A partir del informe del Club de Roma titulado Límites del Crecimiento (ca. 1972), y de todos los documentos posteriores (especialmente del anual Estado de la Tierra), se hace una fría constatación: que lo dos universos descritos anteriormente son ilusorios. En efecto, los recursos naturales son limitados y no renovables, y el actual tipo de progreso no puede aplicarse universalmente, pues destruiría la tierra y paralizaría varias naciones. Si China pretendiese dar a sus familias, por ejemplo, los coches que tienen las familias norteamericanas (al menos dos por familia), simplemente quedaría parada, ya sea por exceso de coches en las carreteras, ya sea por escasez de petróleo. En cuanto al modelo de crecimiento ilimitado, éste se levantó sobre la explotación de las clases trabajadoras, el subdesarrollo de las naciones dependientes y la depredación de la naturaleza. El resultado final es éste: que el desarrollo económico no produce desarrollo social, sino que se hace a costa del mismo. Dicho de otra manera, el bienestar apenas alcanza a las élites de una nación, y no implica el bienestar de la naturaleza. ¿Qué pretende una eco-tecnología, o ecología por el camino de la técnica? Esto mismo: mantener inalterable el modelo de sociedad y su correspondiente paradigma de desarrollo, a la vez que proyecta técnicas y procedimientos que apuntan a preservar el medio ambiente y reducir los efectos indeseables de dichos modelos. Gracias a la eco-tecnología van apareciendo, por ejemplo, instrumentos técnicos que filtran gases venenosos, disminuyen los ruidos y descontaminan ríos y lagos. Se trata de un camino que debe profundizarse todavía más, pues la misma técnica que hace sangrar la naturaleza puede también curarla. De momento, sólo ataca las consecuencias, pero todavía no ha descendido a las causas, lo cual es como limarle los dientes al lobo pero no sujetar su ferocidad. En otras palabras, de poco vale crear remedios si no atacamos las causas de la enfermedad. Falta un cuestionamiento básico del tipo de sociedad que queremos, para decidir el tipo de desarrollo más aceptable a nivel ecológico. c) El campo del hombre: la antropología ecológica Además de estas contribuciones, tenemos los aportes de la psicología de lo profundo, la psicología transpersonal y la nueva antropología. No podemos detallar aquí toda esta riqueza de conceptos, pero sí dejar claro que todos coinciden en esto: en que el ser humano, biológica y psíquicamente, posee su propia ancestralidad, comparable casi a la del universo. Existe, en efecto, una ecología interior, y conexiones con todas las energías del cosmos que pasan por nosotros, que nos marcan y nos interligan con el destino de todos los seres. Como dice el ecólogo norteamericano Thomas Berry, a este respecto:
Según Feguson, "rige una conspiración benigna entre todos los seres". Es decir, que no podemos separar las olas entre sí, ni las olas del mar, como tampoco la luz de su brillo y de su radiación. ¿Por qué? Porque todo coexiste al mismo tiempo. El actual estado del mundo (polución del aire, contaminación de la tierra, pobreza de 2/3 de la humanidad...) revela el estado de la psiqué humana, y alerta de un dato: que estamos enfermos por dentro. Así como existe una ecología exterior (los eco-sistemas en equilibrio o desequilibrio), también existe una ecología interior. El universo, con su autonomía, no está solamente fuera, sino también dentro de nosotros. Las violencias y agresiones al medio ambiente hunden profundas raíces en estructuras mentales que poseen su genealogía en la ancestralidad. Todas las cosas están en nosotros como imágenes, símbolos y valores. Por ello, sl sol, el agua, el camino, las plantas y los animales viven en nosotros como arquetipos y figuras cargadas de emoción. Las experiencias bienhechoras, traumáticas e inspiradoras, que la psiqué humana hizo en su larga historia en contacto con la naturaleza, y también con el propio cuerpo (con las más diversas pasiones), dejaron marcas en el inconsciente colectivo y en la percepción de cada persona. Existe, por tanto, una verdadera arqueología interior, de la cual los psicoanalistas de lo profundo han organizado todo un código de interpretación y lectura. De hecho, sabemos que el proceso de individuación se hace en diálogo con las figuras del padre, de la madre, de los familiares, de la casa, del medio ambiente, de los seres y objetos cargados de significación que puede ser positiva o negativa. Ciertamente, en su afán de supervivencia, en una fase ancestral de peligrosa confrontación con la naturaleza, el ser humano tuvo que desarrollar su instinto de agresividad. De igual manera, también en situaciones más amenas puede dar curso a sus potencialidades de convivencia y apoyo mutuo. Tales matrices de comportamiento dejan marcas en el universo interior del ser humano y en las relaciones colectivas de un pueblo. Otras veces, es el proceso de personalización individual el que deja sus vestigios en comportamientos actuales. Por ejemplo, en la experiencia de cada uno existe "su mundo" (el cuerpo, la familia, la casa) o espacio de subjetividad. Ese ámbito se mantiene cuidado y limpio, y más allá de él existe el vacío, la realidad amorfa y lo indeterminado (donde puedo tirar desechos y descuidar su preservación). En razón de ello se entienden los hábitos culturales de tirar la basura en lugares baldíos, aparentemente sin dueño. Para la psicología infantil, lo que no se ve no existe. En el adulto puede permanecer, como resabio, la idea de que un objeto que ya no se ve no existe. Por eso, la mayoría de adultos lanza los desechos al fondo del mar, o entierra los desechos tóxicos o nucleares, con la sensación ilusoria de haberlos eliminado realmente (es decir, con la falsa idea de que ya no existen). El sistema hoy imperante (el capitalismo), así como su rival histórico (el socialismo, hoy en descomposición), han elaborado sus propios métodos de construcción colectiva de la subjetividad humana. E incluso también los sistemas religiosos se mantienen a la pugna, a la hora de intentar entrar en la mente de las personas y construirlas por dentro. El sistema del capital y del mercado está consiguiendo penetrar en todos los poros de la subjetividad personal y colectiva, determinando el modo de vivir, de elaborar las emociones, de relacionarse con los otros (próximos y distantes), de desarrollar el amor y la amistad y hasta lo que hay que pensar de la vida y la muerte. Así, se divulga subjetivamente el sentimiento de que la vida no tiene sentido si carece de símbolos de posesión y de status, como pueden ser un buen consumo de bienes, la posesión de ciertos aparatos electrónicos, de coches, de objetos de arte y de vivienda en determinados lugares de prestigio. Los distintos sistemas fabrican socialmente al individuo, para ellos adecuado, con las virtudes que los refuerzan y con la contención de aquellas fuerzas que podrían ponerlo en crisis (o permitir la elaboración de una alternativa a los mismos). Marcuse hablaba con acierto de la fabricación moderna del hombre unidimensional. En vez de reprimir los impulsos naturales del ser humano, el sistema incentiva algunos, realizándolos de forma intencionalmente empobrecida y reducida, al tiempo que refrena otros. De esta forma, la sexualidad es proyectada como mera descarga de una tensión emocional mediante el intercambio de los órganos genitales. Se oculta el verdadero carácter de la sexualidad, cuyo lugar no es la cama, sino toda la existencia humana en cuanto potencialidad de ternura, de encuentro y de erotización de la relación varón/mujer. Otras veces se satisfacen necesidades humanas ligadas al tener y al subsistir; se enfatiza el instinto de posesión, la acumulación de bienes materiales y el trabajo, solamente como producción de riqueza. En la era tecnológica, por ejemplo: -se
verifica en la psiqué, la invasión de los objetos inanimados, sin referencia
humana ninguna; En el campo de la antropología ecológica, en cambio, no cabe la manipulación ni la fabricación colectiva de la subjetividad, sino la libertad, la creatividad, la osadía, el riesgo de trillar caminos difíciles pero más personales. Ahora bien, tal dimensión es subversiva de los sistemas de "regulación" social, moral y religiosa. Pero es a partir de ellos que el ser humano puede enfrentarse con el mundo del tener sin caer en su obsesión y ser víctima de su fetichismo. Como bien decía un indígena americano, "cuando el último árbol haya caído, cuando el último río haya sido envenenado, cuando el último pez haya sido capturado, sólo entonces nos daremos cuenta de que el dinero no se puede comer". La ecología de la mente, en este aspecto, intenta: -recuperar el núcleo valorativo-emocional del ser humano, de
cara a la naturaleza; En definitiva, cada ser humano es, por naturaleza intrínseca, creativo. Lo mismo cuando imita o copia a otros, lo hace a partir de sus matrices, confiriéndole siempre una nota de subjetividad irrepetible. Así, el ser humano se abre al dinamismo cósmico originario que lleva todo hacia adelante, diversificando y haciendo crecer en complejidad para terminar en mesetas más elevadas de realidad y de vida. Sin una revolución en la mente, será imposible una revolución en, la relación ser humano/naturaleza. La nueva alianza hunde sus raíces en la profundidad humana. Es allí donde se elaboran las grandes motivaciones, la magia secreta que transforma la mirada sobre cada realidad, trasfigurándola en aquello que ella es: un eslabón en la inmensa comunidad cósmica. d) El campo de la ética : la ética ecológica La moral tiene que ver con las costumbres, y éstas se circunscriben a hábitos, valores y opciones dentro de una determinada cultura y de los grupos que se forman al interior de la misma, con sus intereses específicos, conflictos y privilegios históricos. La ética, en este sentido, va más allá de la moral. Por ella expresamos el comportamiento justo y la manera correcta en que el ser humano debe relacionarse, conforme a la dinámica propia e intrínseca a la naturaleza de cada cosa. Lo decisivo en la ética no es lo que nosotros queremos o conseguimos imponer por el poder (por ese camino se crean las distintas morales), sino lo que la realidad misma dice y exige de cada uno que se pone a su escucha y en sintonía con ella. La ética de la sociedad hoy dominante es utilitarista y antropocéntrica. El ser humano estima que todo se ordena hacia él; se considera señor y patrón de la naturaleza puesto allí para satisfacer sus necesidades y realizar sus deseos. Como hemos observado anteriormente, tal postura de base: -conduce a la
dominación de los otros y de la naturaleza; Así como existe un derecho humano y social, existe también un derecho ecológico y cósmico. No tenemos derecho a destruir lo que nosotros mismos no creamos. El nuevo orden ético debe encontrar otra centralidad. Debe ser ecocéntrico, apuntar al equilibrio de la comunidad terrestre. Una tarea fundamental es hacer la destruida alianza entre el ser humano y la naturaleza, y la alianza entre las personas y los pueblos para que sean aliados unos de otros en fraternidad, justicia y solidaridad. El fruto de eso es la paz. Y paz, significa el orden del movimiento y el pleno desarrollo de la vida. Para una ética ecológica son importantes ciertas tradiciones culturales. El budismo y el hinduismo en el Oriente, San Francisco de Asís, Schopenhauer, Albert, Schweitzer y Chico Mendes en el Occidente, desarrollaron una ética de compasión universal. La ética intenta la armonía, el respeto y la veneración entre todos los seres, y no la ventaja del ser humano. El principio orientador de esta ética es: "bueno es todo lo que conserva y promueve todos los seres, especialmente los vivos, y dentro de los vivos los más débiles; malo es todo lo que perjudica, disminuye y hace desaparecer los seres". Ética significa la "ilimitada responsabilidad por todo lo que existe y vive". El bien supremo reside en la integridad de la comunidad terrestre y cósmica. Ella no se resume en el bien común humano; incluye el bien de la naturaleza. Y como la naturaleza está envuelta en una trama universal de relaciones (energías universales de la micro y macro realidad), el bien común, también será cósmico. No estamos únicamente delante de una sola tierra, sino de un solo cosmos con todos sus cuerpos, partículas y energías construyendo una única comunidad interdependiente. En ese nivel de la ética se revela la singularidad de este ser de la naturaleza que es la mujer y el hombre. En la creación, sólo él se constituye en un ser ético. Esto quiere decir: sólo él se hace responsable, sólo él da una respuesta (de allí su responsabilidad) a la propuesta que viene de la creación, pues ser humano y creación se encuentran frente a frente. Ese cara a cara se puede traducir en una acogida o en un rechazo. Puede darse una alianza y se hacen aliados de un proyecto comunitario de subsistencia y vida. Sólo el ser humano puede pesar los pro y los contra, entender la posición del otro, asumir su lugar y entender sus legítimos intereses. Sólo el ser humano puede sacrificarse por amor a otro, sólo él puede inclinarse, como el samaritano, sobre el más débil, defenderlo y ofrecerle el hombro, aunque pueda significar renuncia e incluso perjuicio personal. Pero también, sólo él puede diezmar, destruir y poner en peligro todo el sistema planetario. Como ser ético, él se hace sujeto de la historia; se puede realizar o frustrar, sólo él puede ser trágico o feliz. Y junto con él puede cargar el destino del sistema tierra, El ser humano vive éticamente cuando dice estar sobre los otros para estar junto a los otros. Cuando se hace capaz de entender las exigencias del equilibrio ecológico, de los seres humanos con la naturaleza y con otros seres humanos, y en nombre de tal equilibrio impone límites a sus propios deseos. El ser humano no es, tan sólo, un ser de deseos; sino también de solidaridad y de comunión. Cuando asume la función/vocación de administrador responsable, de ángel de la guarda y celador de la creación, entonces vive la dimensión ética inscrita en su ser. De aquí se desprende que, por el camino de una ética ecológica, fundada en el respeto a la alteridad, en la acogida de las diferencias, en la solidaridad y en la potenciación de la singularidad, se deja atrás el paradigma utilitario dominante que tanto amenaza la vida y la paz entre los seres de la naturaleza. Ese camino nos conduce a una etapa más alta de la reflexión y el compromiso. e) El campo de la sociedad: la ecología social En verdad, lo que hoy está en crisis no es, principalmente, el modelo de desarrollo sino el modelo de sociedad imperante en el mundo. El proyecto de desarrollo se elabora al interior de la sociedad, ella decide el modelo que quiere para si. El proyecto no tiene existencia propia. Todas las sociedades mundiales -incluso aquellas que valoran la existencia de otras más benévolas con la naturaleza- son energívoras, es decir, devoradoras de energía. El problema no es nuevo, tiene una historia de miles de años, que marcó el mundo exterior y también la estructura mental del ser humano. Se origina en el neolítico (8-10.000 años antes de nuestra era), con la aparición de la agricultura y la formación de los primeros pueblos y ciudades. Ya entonces comienza el saqueo de la naturaleza. No obstante, es a partir del s. XVI, con el advenimiento de la civilización industrial y comercial, que se constituye un proyecto de explotación sistemática de la naturaleza, a partir de posiciones de poder. En la medida en que crece la dominación a través de la ciencia y la técnica, crece también la destrucción masiva del medio ambiente. En la actualidad los daños son planetarios, afectan el suelo, el aire, las aguas, el clima, la flora, la fauna y la calidad global de la vida humana. Las 2500 ciudades con 8-12 millones de habitantes forman verdaderos purgatorios ecológicos. Como dijimos arriba, el eje que estructura la sociedad moderna es la economía, vista como el conjunto de poderes e instrumentos de creación de riqueza, mediante la explotación de la naturaleza y de los otros seres humanos. Para la economía del crecimiento, la naturaleza se degrada a un simple conjunto de "recursos naturales" o de la materia prima" a disposición del interés humano. Los trabajadores son vistos como "recursos humanos" en función de las metas de la producción. Toda ésta es una visión instrumental y mecanicista, en que personas, animales, plantas, minerales, en fin, todos los seres pierden su autonomía relativa y su valor intrínseco. Son reducidos a meros medios para un fin establecido, subjetivamente, por el ser humano, entendido como rey del universo y centro de todos los intereses. En este paradigma, entre ser humano y naturaleza existe una guerra sin descanso. El equilibrio desarrollo/ecología es apenas una tregua. La lógica destructora, contenida en el proceso de desarrollo cuantitativo no cesa, a lo sumo es redefinida. La tregua es para que la naturaleza se recupere (el tiempo de la naturaleza es mucho más lento que el rápido, rapidísimo tiempo de la técnica) y nuevamente sea víctima de la voracidad desarrollista. Aquí percibimos la siguiente lógica perversa: 1º se utiliza la fuerza para conseguir cierto tipo de
orden social que garantice la producción y la reproducción de bienes y
privilegios para un segmento de la sociedad; En definitiva, se trata ésta de una lógica de dominación sobre las personas y la naturaleza, pues como decía Clive Lewis que "lo que llamamos poder del ser humano sobre la naturaleza, es en verdad, el poder ejercido por algunos hombres/mujeres sobre otros hombres/mujeres, utilizando la naturaleza como su instrumento". La injusticia social conduce a la injusticia ecológica, y viceversa. Ese modelo social se revela profundamente dualista. Divide ser humano/naturaleza, hombre/mujer, masculino/femenino, Dios/mundo, cuerpo/espíritu, sexo/ternura. Y tal división siempre beneficia a uno de los polos, originando en el otro jerarquías y subordinaciones. En nuestro caso, se trata de una sociedad de estructura patriarcas y machista. El mismo monoteísmo (un solo Dios) es interpretado en términos monárquicos y no trinitarios ni comunionales. Ahora bien, esta visión es fragmentaria, miope y falsa, porque no percibe las diferencias dentro de una gran unidad, ni la interdependencia que rige entre sociedad y medio ambiente. En efecto, el ser humano proviene de un largo proceso cósmico y biológico; sin los elementos de la naturaleza, las bacterias, los virus, los microrganismos, el código genético, los elementos químicos primordiales.... él no existe. Continuamente está en diálogo con el medio. En un encadenamiento ecológico, podemos describir de la siguiente forma al ser humano varón/mujer. Es un animal de la clase de los mamíferos, del orden de los primates, de la familia de los homínidos, del género homo, de la especie sapiens, con un cuerpo de treinta billones de células, procreado y controlado por un sistema genético que se constituye en el curso de una larga evolución natural de 4,5 billones de años, cuya psiquis, con igual antigüedad que el cuerpo, capaz de formar visiones globales y construir unidades indivisibles a partir de la vibración unísona de cerca de diez millones de los diez billones de neuronas que existen, permite siempre crear y recrear simbólicamente el universo y proyectar un sentido final y omni-globalizante. Del mundo natural, la especia sapiens pasó al mundo personal, y del personal al mundo social y cultural. En todas esas fases, el ser humano siempre estuvo en interacción con la naturaleza, de forma que la ecología social debe ser siempre articulada con la ecología natural. De esta lectura resulta claro que el ser humano individual y social es parte de la naturaleza; él pertenece a la naturaleza así como la naturaleza le pertenece a él, como cuidado y trabajo. Como luego veremos, posee su diferencia específica en la medida en que, sólo él, es un ser ético, capaz de cuidar de la naturaleza y potenciar su dinámica interna de ascensión, así como de herirla y hasta destruirla. Es tarea de la ecología social, estudiar los sistemas sociales en interacción con los eco-sistemas, La forma de organización de una sociedad ¿protege la naturaleza, o la hiere y destruye? ¿Cómo satisfacen sus necesidades los seres humanos? ¿De forma solidaria, sin tensiones ni exclusiones, respetando los ciclos naturales y los tiempos ecológicos? ¿Cómo se trata la tierra? ¿Como mercadería y "recurso natural" a ser explotado, o realidad a ser respetada como parte de nuestro cuerpo, trabajando con ella y nunca en su contra? La gravedad de la crisis moderna consiste en su carácter estructural e intrínseco. El déficit de la tierra no es fortuito y pasajero; resulta de una máquina de asalto, agresión, pillaje y matanza acelerada de la naturaleza en beneficio de la generación presente. Existe una violencia socio-económica y política directa sobre pueblos, naciones y clases; las consecuencias son relaciones rotas, hambre, enfermedades y muerte. Eso ya es un crimen ecológico contra los seres más complejos de la naturaleza. Pero hay más, porque prosigue la violencia sobre la naturaleza; se produce contaminación de la biosfera y degradación de eco-sistemas, lo que afecta indirectamente al ser humano, vinculado a todas esas realidades. El modelo de sociedad actualmente vigente produce un pecado social (ruptura en las relaciones sociales) y un pecado ecológico (ruptura de las relaciones del ser humano con su medio ambiente). No sólo explota las clases y los eco-sistemas presentes, sino también las clases y eco-sistemas futuros. Todos somos responsables por los mecanismos que amenazan de enfermedad y de muerte a la vida natural y social, en una palabra, al sistema de la vida planetaria. Para abandonar la tendencia que puede llevarnos al apocalipsis ecológico, necesitamos introducir con urgencia, procesos que generen alternativas al modelo social vigente, hasta superarlo históricamente. Se imponen revoluciones moleculares, inauguradas por unos actores sociales que, como las moléculas, se organizan en grupos de reflexión y acción, y otros movimientos sociales que ya osaron vivir lo nuevo, integrando en vez de fragmentar en sus espacios vitales. Sin el coraje para dar los primeros pasos, nunca se construye un camino, ni se abre la posibilidad de la gran transformación. El nuevo modelo de sociedad, debe rehacer el tejido social a partir de las múltiples potencialidades del ser humano y de la propia sociedad. Al lado del trabajo debe estar el ocio, junto a la eficacia la gratuidad, la dimensión lúdica debe acompañar a la productividad. La imaginación, la fantasía, el sueño, la emoción, el simbolismo, la poesía y la religión deben ser tan valorados como la producción, la organización, la funcionalidad y la racionalidad, masculino y femenino, Dios/mundo, cuerpo/psiquis, deben integrarse en el horizonte de una inmensa comunidad cósmica. Sólo así, la sociedad será plenamente humana. El ser humano necesita tanto del pan como de la belleza. Debe realizar todo lo posible y aún un poco de lo imposible, pues está llamado siempre a sobrepasar los límites y a transgredir las barreras impuestas. "Si intentásemos lo imposible, seremos condenados a afrontar lo inconcebible" decían los estudiantes europeos en 1968. Contra una economía del crecimiento ilimitado, orientada por la acumulación, debemos llegar a una economía de lo suficiente, centrada en la vida de las personas y de la naturaleza, en la participación de todos en la producción de los medios de vida, en la solidaridad para con aquellas personas o seres de la creación que menos vida tienen, o sufren patologías o dificultades para la subsistencia; en la ternura y la veneración para con toda la creación. La tecnología debe ser socialmente apropiada, es decir, producir bienes para todos no solo para minorías, y al mismo tiempo propiciar formas de participación y control libres de alienación. Junto con esto, debe ser ecológicamente apta, en el sentido de no destruir el eco-sistema regional, garantizando su futuro por amor a las generaciones venideras. Estas son cuestiones importantes para una ecología social: -¿qué educación necesitamos
(ecología mental) para rehacer una alianza de simpatía, de encanto y veneración
para con la naturaleza?, f) El campo de la política: la eco-política La política tiene que ver con el poder y la gestión del bien común. Los seres humanos tienen necesidades, intereses y deseos. El poder determina el acceso a los bienes necesarios, la preocupación por los intereses de clase y la satisfacción de los deseos que se encuentran en constante redefinición. La estructura del deseo es infinita, pero encuentra su límite por la solidaridad. Ella nos lleva a la renuncia en bien de otro, que también tiene derecho a vivir y disfrutar de la naturaleza. Vivimos y sufrimos en el marco de una sociedad de clases que produce desigualdades y distribución asimétrica de los medios de poder y de vida, La clase dominante no pone límites a sus deseos e impide que otros satisfagan sus necesidades. Tanto la pobreza como la riqueza producen desequilibrios ecológicos. Por necesidad, los pobres depredan a corto plazo lo que, a largo plazo, podría significar su subsistencia (desmontan, arrojan desechos a las aguas, cazan y pescan sin atender al equilibrio...). Por su parte, los ricos despilfarran recursos que faltarán a los pobres de hoy y a las generaciones de mañana. Bien decía Mahatma Ghandi, a este respecto, que "la tierra satisface las necesidades de todos, pero no la voracidad de los consumistas". En la actual situación, quienes detentan el poder conducen la política para garantizar sus intereses y satisfacer sus deseos. Los grupos empresarios, por ejemplo, elaboran planes de desarrollo desde la ideología de la maximización de los beneficios; a eso los impulsa la lógica del sistema, de otro modo, son vencidos por la competencia. Por su parte, el estado conduce su política de desarrollo industrial, energético, agrícola, vial, urbano, etc., con los mismos criterios del sistema global. El precio que se paga por todo esto -no debe extrañar- es la agresión al eco-sistema (polución atmosférica, destrucción del paisaje, etc.). Con las presiones de la nueva conciencia, se intenta equilibrar ventajas del progreso con costos ecológicos. A pesar de sus contradicciones internas, sus asimetrías y oposiciones, sus divisiones y antagonismos, no se renuncia al paradigma moderno del desarrollo ilimitado. Pero se tiene en cuenta el argumento ecológico. Evidentemente, no se trata de redefinir el desarrollo a partir de la cuestión de base, planteada por la conciencia ecológica. Se trata de proyectar e implementar un desarrollo ecológicamente aceptable, que se adecúe al eco-sistema regional (como por ejemplo, el extrativismo de Chico Mendes, apropiado al eco-sistema amazónico). De esta forma, nos quedamos en la metáfora dominante, presente en los documentos oficiales, del desarrollo aceptable (definido por la Comisión Brundtland de la ONU en 1987 como aquel que atiende a las necesidades del presente sin comprometer la posibilidad de que las generaciones futuras, atiendan a sus propias necesidades"). En definitiva, lo que importa es el desarrollo, incluso a costa del desorden ecológico. Cuando surge un conflicto entre desarrollo y ecología generalmente se opta por el desarrollo, en detrimento de la ecología. La avidez capitalista parece irreconciliable con la preservación de la naturaleza. Es importante señalar el avance de la eco-política, de cara a una simple eco teología. La consideración del factor ecológico ayudó a mejorar la calidad de vida humana en el transporte, la alimentación, la vivienda.... y de ahí la expresión "eco-desarrollo", o forma de llamar a aquel que más incorpora el argumento ecológico. Se considera que la naturaleza entra en la concepción del capital, y no solo los medios de producción y el trabajo. Y aún más, hay empresarios dispuestos a pagar tasas para la reproducción de la naturaleza, así como pagan para preservar la fuerza de trabajo. No obstante, la cuestión más básica, la del orden social, no está planteada, pues: -¿qué
tipo de sociedad queremos?,
Además,
respecto de las poblaciones marginadas: Como se ve, lo que aquí falta es una política global de matriz ecológica, que integre todos los factores y evite poner, aquí y allá, remiendos que benefician fundamentalmente a las élites. Como dijimos, las políticas de desarrollo deben adecuarse al eco-sistema regional. Los faraónicos proyectos de Henri Ford en 1927, con el caucho en la Amazonia y, cincuenta años más tarde, de Daniel Ludwig con la celulosa y la madera en Jari, y de la Volkswagen en la década de 1970, redundaron en un inmenso fracaso, debido a la total desconsideración del aspecto ecológico. Es más, eso costó 2.000.000 ha. de bosques, en el caso del proyecto Jari; y 144.000 ha. quemadas en el caso de la Volkswagen, para alimentar 46.000 cabezas de ganado, dejando para cada una 30.000 m2. El faraonismo de tales proyectos revela la irracionalidad del modelo de desarrollo y la necesidad de superarlo con una visión más holística representada por la razón ecológica. g) El campo de la espiritualidad: la mística cósmica La ética degenera en código de preceptos y hábitos de comportamiento y la ecología de la mente corre el riesgo de perderse en su fascinante mundo simbólico interior, si ambas no fueran expresión de una espiritualidad o una mística. Cuando aquí hablamos de mística, pensamos en una experiencia de base omnienglobante, mediante la cual se capta la totalidad de las cosas, exactamente como una totalidad orgánica cargada de significación y de valor. La mística está ligada a la espiritualidad. Espíritu, en su sentido originario (de donde viene la palabra espiritualidad), es el ser que respira. Por lo tanto, es todo ser que vive, como el ser humano, el animal y la planta. Pero eso no es lo único, porque la tierra toda y el universo son vivenciados como portadores de espíritu, porque de ellos viene la vida y son ellos quienes mantienen la vida y todo el movimiento creador. Espiritualidad es aquella actitud que coloca la vida en el centro, que defiende y promueve la vida contra todos los mecanismos de muerte, disminución o estancamiento. Lo opuesto al espíritu, en este sentido, no es el cuerpo, sino la muerte y todo lo que estuviera ligado al sistema de la muerte, tomada en su sentido amplio, de muerte biológica, social, existencial (fracaso, humillación, opresión). Alimentar la espiritualidad significa cultivar ese espacio interior a partir del cual todas las cosas se ligan y religan; significa superar los compartimientos estancos y vivenciar las realidades, más allá de su facticidad -opaca y a veces brutal- como valores, inspiraciones, símbolos de significaciones más altas. El hombre espiritual es aquel que puede percibir siempre el otro lado de la realidad, capaz de captar la profundidad oculta y la referencia de todo con todo como la última realidad que las religiones llaman Dios. Tanto la mística como la espiritualidad parten de otra plataforma: no del poder, ni de la acumulación o el interés, ni de la razón instrumental. Arrancan de la razón sacramental y simbólica, de la gratuidad del mundo, de la relación, de la conmoción profunda, del sentido de comunión que todas las cosas guardan entre sí, de la percepción del organismo cósmico, atravesado de llamados y señales de una realidad más alta y plena Hoy en día, sólo llegamos a este punto mediante una severa crítica del paradigma de la modernidad, como lo expusimos sucintamente más arriba. Necesitamos sobrepasarlo e incorporarlo en una totalidad mayor. La crisis ecológica revela la crisis del se fundamental de nuestro sistema de vida, de nuestro modelo de sociedad y de desarrollo. Ya no podemos apoyarnos en el poder como dominación ni en la voracidad irresponsable con la naturaleza y las personas. No podemos pretender estar por encima de las cosas del universo, sino junto a ellas y a su favor. El desarrollo debe ser con la naturaleza y no contra la naturaleza. Lo que debe mundializarse no es el capital, el mercado, la ciencia o la técnica, sino que lo que debe ser fundamentalmente mundializado es: -la solidaridad para con todos los seres, a
partir de los más afectados; A partir de esa densidad de ser, podemos y debe asimilar las ciencias y las técnicas como formas de garantizar el tener, de mantener, de rehacer los equilibrios ecológicos y de satisfacer equitativamente nuestras necesidades de forma suficiente y no despilfarradora o disipada. Los maestros del moderno ethos de la relación ser humano/naturaleza nos desvía del recto camino. René Descartes enseñaba en su Discurso del Método que la vocación del ser humano reside en ser "maestros y poseedores de la naturaleza. Otro maestro fundador, Francis Bacon, expresó correctamente el sentido del saber ("saber es poder") y del poder ("amar al ser humano, y ponerse a su servicio"). Necesitamos analizar otros maestros, fundadores de otra tradición espiritual integradora, que inauguraron una nueva suavidad para con la naturaleza, a ejemplo de San Francisco de Asís, de Teilhard de Chardin y de toda la gran tradición agustiniana- bonaventuriana-pascalina. Para todos ellos, conocer nunca era un acto de apropiación y dominio de las cosas, sino una forma de amor y comunión con ellas; valorizar amor como camino para el mundo y como forma de experiencia de la divinidad. Escribió Blas Pascal: "Aquí está la fe: Dios sensible al corazón y no a la razón". Hoy, la preocupación ecológica y especialmente la cosmología contemporánea (visión del mundo), se aproximan a esta espiritualidad de integración. Se impone una revolución espiritual como exigencia de la sensibilidad actual y de la gravedad de los problemas que vivimos. .
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