Pueblos Originarios

Felipe Arizmendi
Mercabá, 28 julio 2025

        Todos los seres humanos, en todos los tiempos y en todas las culturas, estamos en profunda relación y dependencia de los elementos básicos de la naturaleza (la tierra, el agua, el fuego y el aire). Dios creó a los seres humanos "con polvo de la tierra" (Gn 2,7), y al morir volvemos a la tierra porque de ella fuimos sacados y porque "eres polvo y al polvo has de volver" (Gn 3,19).

        Por el desarrollo científico y tecnológico de la humanidad, y porque el 80% de la población mundial vive en ciudades y lejos del campo, algunos no valoran la importancia de esos elementos. Sin embargo, éstos son esenciales para todos. Por no tener conciencia de su trascendencia vital, los estamos destruyendo, y los países y regiones más desarrollados son quienes más destruyen y devastan.

        Los pueblos originarios, que no han recibido todavía los avances del desarrollo tecnológico, dan a estos elementos una importancia no sólo vital, sino hasta sacral, pues de ellos depende directamente su vida y supervivencia. Con todo, también ellos son afectados interna y externamente, y también colaboran a su devastación, porque el pecado está en todas partes donde hay seres humanos.

        Los modelos actuales de desarrollo industrial, basados en el lucro económico, han creado el deterioro progresivo de la naturaleza en los pueblos originario. Hasta tal punto, que algunas de sus consecuencias son irreversibles para las futuras generaciones, como que miles de especies animales y vegetales no serán conocidas más que como fósiles de laboratorio.

        La gran mayoría de las empresas petroleras, madereras y mineras, que se encuentran en tierras indígenas, envenenan con los humos de sus fábricas, contaminan los ríos y lagunas, talan los árboles de manera irracional. Lo más injusto es que se llevan los recursos naturales y económicos de los pueblos indígenas, generando pobreza en todos sus aspectos.

a) Sombras indígenas

        El hambre y la necesidad de sobrevivir han provocado que muchos indígenas tiren árboles sin reponerlos y quemen los montes, para sembrar maíz y alimentos básicos. También utilizan abonos químicos, que parecen hacer rendir más al campo, pero en realidad lo matan y esterilizan.

        Los indígenas abandonan así sus siembras tradicionales, y las cambian por semillas transgénicas, haciéndose dependientes de las compañías transnacionales de alimentos. No hacen terrazas en las tierras en declive, para retener la tierra fértil y que no se vaya al río con la lluvia. Así, las laderas se van quedando sólo con piedras y arena, desérticas e improductivas.

        Algunos talan varias hectáreas de árboles para cultivar ganado, pero al no lograr una buena comercialización abandonan los campos. Sin árboles, se aleja la lluvia y se cae en un círculo sin solución. La pobreza y la falta de cultura ecológica agudizan la marginación y provocan una migración constante y creciente.

        La lucha por la tierra y la ambición de acumular hace que se maten entre los mismos indígenas, quitándose unos a otros pequeñas parcelas, sea por problemas entre familias, sea por conflictos ideológicos y políticos entre organizaciones sociales.

        Esto que sucede entre familias y organizaciones, se agrava mucho más cuando son las grandes empresas madereras y mineras las que explotan y agotan sin misericordia los recursos naturales de los pueblos originarios, con la complacencia y corrupción de autoridades de todo nivel.

        A todo esto, habría que añadir que no siempre su relación con Dios es trasparente, sino que recurren con frecuencia a los curanderos, brujos y adivinos explotadores. Es innegable también que, en algunos pueblos, hay expresiones de animismo, panteísmo y politeísmo, casi todos ellos llenos de ataduras y deshumanizadores.

b) Luces indígenas

        Los pueblos originarios perciben a Dios cercano y presente en toda la creación (en el agua, en los cerros, en las cuevas, en la tierra, en el sol, en el rayo, en la lluvia) y también en la enfermedad, en los sueños y en los acontecimientos.

        Esta cercanía los lleva a expresar su relación, su respeto, su reverencia y su adoración a Dios, por medio de ritos cargados de simbolismo, tomando para ello los elementos de la naturaleza (ramas de los árboles, flores, incienso, velas...) así como a través de las danzas, ofrendas de alimentos y de sangre animal.

        El corazón de estos pueblos está en íntima y profunda relación con el cosmos. Alaban a Dios y oran hacia los cuatro puntos cardinales, para ellos los "cuatro rumbos del universo". Viven su relación trascendente desde el arraigo inmanente en la naturaleza. Sus rituales reconocen la presencia de Quien es signo de vida en el sol, la luna, el maíz.

        Aunque algunos consideran dioses al sol y a la tierra, la mayoría los asume como los más grandes regalos de Dios, por medio de los cuales él nos da la vida. Por ello, a la tierra, de donde brota y se sostiene la vida, se le califica como la "madre tierra".

c) Cosmología indígena

        Según la visión occidental, el universo es creación de Dios, un don o regalo para el hombre. Por eso la preocupación por la ecología forma parte de la misma raíz de Occidente, desde la idea de preservar la integridad de la naturaleza que fue confiada al hombre.

        Este principio occidental, bíblico y cristiano, es algo que las comunidades indígenas practican hoy en día, y en eso los indígenas son auténticos maestros de la relación con la naturaleza. Si queremos un ambiente sano donde la naturaleza no es sólo objeto de explotación, sino lugar de relaciones y de realizaciones humanas, tenemos que recurrir a los indígenas para aprender de su sabiduría milenaria y cósmica.

        La preocupación ecológica ha sido y es parte de las reivindicaciones indígenas, debido a que las relaciones indio-naturaleza tienen una dimensión integral (social, económica, política y religiosa). El lugar de la comunidad es un lugar sagrado donde se crea vida.

        Podemos afirmar, sin lugar a equivocarnos, que la visión indígena de la naturaleza, y del cosmos, es relacional. Para el indígena, la tierra es la Pachamama (lit. madre Tierra), a forma de rostro femenino de Dios. En ella se cultiva y se cría la vida, y es la cuna de la cultura, o lugar donde se forja el hombre.

        El indígena se relaciona con la naturaleza como madre dadora de vida, y a través de ella los demás seres vivientes (animales, bosques, estrellas...) son hermanos y hermanas del cosmos, a forma de hermano Sol o hermana Luna.

d) Ecologismo indígena

        La sabiduría indígena es capaz de trascender lo ecológico, descubrir la manifestación de Dios en la naturaleza y alabar a Dios a través de las criaturas.

        Si esa experiencia la verbalizáramos hoy en día, diríamos que el sol y las estrellas son la obra de Dios, así como los cometas, el día y  la noche, la fecundidad de la tierra, la lluvia, el buen temporal, el trabajo agrícola, la cosecha, las nubes, el viento, la niebla, el rayo, el trueno, las montañas, los volcanes, los árboles, los manantiales, los ríos y sus fuentes, los lagos y lagunas y los mares. En todas esas criaturas hermanas, los indígenas ven la presencia y acción de Dios.

        Los indígenas llegan sí a lo ecológico, pero no a lo teológico, pues en muchos casos divinizan las fuerzas de la naturaleza"[1]. De hecho, las mismas teologías indígenas se presentan como alternativas viables al deterioro ecológico.

        La relación íntima de los indígenas con la naturaleza es definida por su respeto a la creación, el mantenimiento y restablecimiento del orden natural, la búsqueda del equilibrio con Dios y su creación, la interpretación de los fenómenos naturales.

        El indígena vive la vida como una fiesta continua, y sin duda alguna reduciría significativamente, e incluso erradicaría, la devastación ecológica del mundo actual.

        El mundo indígena, sin discurso pero con una praxis real, ha ido buscando alternativas ecológicas validas, tales como cazar (pero no para el comercio) o cultivar (pero cuidando la tierra), a través de tecnologías tradicionales y medios de supervivencia creativa, que posiblemente serán necesarios para el mundo futuro.

        Los mismos indígenas afirman que la preocupación por la ecología forma parte de su gen indígena. Y lo afirman mucho antes de que surgieran los movimientos ecológicos. Ellos siempre han sido conscientes de ello, y siempre han vivido en armonía con la naturaleza.

        Los miembros de las diferentes culturas indígenas se sienten llamados, en cualquier parte del planeta en que se encuentren, a iluminar, promover y equilibrar. En 1º lugar, a iluminar con su sabiduría milenaria los proyectos de desarrollo industrial y económico. En 2º lugar, a promover el desarrollo sostenible, produciendo pero sin destruir de manera irreversible los recursos naturales. Y en 3º lugar, a buscar el equilibrio entre el crecimiento poblacional y la calidad de vida.

        ¿Por qué se sienten llamados a ello? Para preservar los recursos indispensables de la naturaleza (suelos, agua, atmósfera, flora y fauna), para que la relación con el medio ambiente sea de reciprocidad y para que "los árboles den fruto, los ríos no se sequen, reverdezcan los cerros". De conseguirse eso, "todos los pueblos juntos divisaremos un nuevo amanecer, y danzaremos la danza de la vida, y comeremos y beberemos juntos lo que Dios nos ofrece"[2].

e) Hacia una ética ecológica más original

        La cultura moderna, después de haber hecho una explotación indiscriminada de la naturaleza, a través de la tala de árboles, la contaminación de ríos y las explotaciones mineras, hoy pregona la ecología. Pues bien, la ecología es un valor propio de los pueblos indígenas, y tiene que ver con el equilibrio del hombre con el Creador, con los otros y con la naturaleza.

        La ética ecológica, si quiere ser ética y ecológica, ha de asegurar el equilibrio indefinido entre la humanidad y la naturaleza. Y debe proclamar los derechos ecológicos de los pueblos originarios como un Código Mundial de Deberes, regulado por las leyes nacionales e internacionales.

        El clamor de los pueblos originarios debe ser acogido como un clamor de toda la humanidad, porque todos habitamos un mismo mundo cuyo dueño no somos nosotros, sino su Creador.

        La moral ecológica implica una actitud seria de responsabilidad individual y colectiva, bajo los siguientes principios:

1º La naturaleza, por entero, es de todos por igual,
2º Los hombres futuros tienen derecho a recibir un mundo realmente habitable,
3º Los pueblos han de convivir en un ambiente de racionalidad y respeto,

4º Las autoridades no pueden promover una cultura de la muerte, sino de la vida, de toda clase de vida.

        El ideal indígena no es de dominación, sino de complementariedad y armonía. ¡Ojalá el mundo aprendiera la lección!

.

  Act: 28/07/25       @portal de ecología            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A  

_______

[1] cf. SILLER, C; El Monoteísmo Indígena, Panamá 1993, p. 82.

[2] cf. SARMIENTO, N; Caminos de la Teología India, Cochabamba 2000, p. 7.