Pueblos Originarios Felipe
Arizmendi Todos los seres humanos, en todos los tiempos y en todas las culturas, estamos en profunda relación y dependencia de los elementos básicos de la naturaleza (la tierra, el agua, el fuego y el aire). Dios creó a los seres humanos "con polvo de la tierra" (Gn 2,7), y al morir volvemos a la tierra porque de ella fuimos sacados y porque "eres polvo y al polvo has de volver" (Gn 3,19).
Por el desarrollo científico y tecnológico de la humanidad, y porque el
80%
de la población mundial vive en ciudades y lejos del campo, algunos no
valoran la importancia de esos elementos. Sin embargo, éstos son esenciales para
todos. Por no tener conciencia de su trascendencia vital, los estamos
destruyendo, y los países y regiones más desarrollados son quienes más
destruyen y devastan. Los pueblos originarios, que no han recibido todavía los avances del desarrollo tecnológico, dan a estos elementos una importancia no sólo vital, sino hasta sacral, pues de ellos depende directamente su vida y supervivencia. Con todo, también ellos son afectados interna y externamente, y también colaboran a su devastación, porque el pecado está en todas partes donde hay seres humanos.
Los modelos
actuales de desarrollo industrial, basados en el lucro económico, han creado el
deterioro progresivo de la naturaleza en los pueblos originario. Hasta tal punto, que algunas de sus
consecuencias son irreversibles
para las futuras generaciones, como que miles de especies animales y vegetales no serán
conocidas más que como fósiles de laboratorio. La gran mayoría de las empresas petroleras, madereras y mineras, que se encuentran en tierras indígenas, envenenan con los humos de sus fábricas, contaminan los ríos y lagunas, talan los árboles de manera irracional. Lo más injusto es que se llevan los recursos naturales y económicos de los pueblos indígenas, generando pobreza en todos sus aspectos. a)
Sombras indígenas El hambre y la necesidad de sobrevivir han provocado que muchos indígenas tiren árboles sin reponerlos y quemen los montes, para sembrar maíz y alimentos básicos. También utilizan abonos químicos, que parecen hacer rendir más al campo, pero en realidad lo matan y esterilizan.
Los
indígenas abandonan así sus siembras tradicionales, y las
cambian por semillas transgénicas, haciéndose dependientes de las compañías
transnacionales de alimentos. No hacen terrazas en las tierras en declive,
para retener la tierra fértil y que no se vaya al río con la lluvia. Así, las
laderas se van quedando sólo con piedras y arena, desérticas e
improductivas.
Algunos
talan varias hectáreas de árboles para cultivar ganado, pero al no lograr
una buena comercialización abandonan los campos. Sin árboles, se aleja la
lluvia y se cae en un círculo sin solución. La pobreza y la falta de cultura
ecológica agudizan la marginación y provocan una migración constante y
creciente.
La
lucha por la tierra y la ambición de acumular hace que se maten entre los mismos
indígenas, quitándose unos a otros pequeñas parcelas, sea por problemas
entre familias, sea por conflictos ideológicos y políticos entre
organizaciones sociales.
Esto
que sucede entre familias y organizaciones, se agrava mucho más cuando son
las grandes empresas madereras y mineras las que explotan y agotan sin
misericordia los recursos naturales de los pueblos originarios, con la
complacencia y corrupción de autoridades de todo nivel.
A
todo esto, habría que añadir que no siempre su relación con Dios es
trasparente, sino que recurren con frecuencia a los curanderos,
brujos y adivinos explotadores. Es innegable también que, en algunos pueblos, hay
expresiones de animismo, panteísmo y politeísmo, casi todos ellos llenos de
ataduras y deshumanizadores. b)
Luces indígenas Los pueblos originarios perciben a Dios cercano y presente en toda la creación (en el agua, en los cerros, en las cuevas, en la tierra, en el sol, en el rayo, en la lluvia) y también en la enfermedad, en los sueños y en los acontecimientos. Esta cercanía los lleva a expresar su relación, su respeto, su reverencia y su adoración a Dios, por medio de ritos cargados de simbolismo, tomando para ello los elementos de la naturaleza (ramas de los árboles, flores, incienso, velas...) así como a través de las danzas, ofrendas de alimentos y de sangre animal.
El
corazón de estos pueblos está en íntima y profunda relación con el cosmos.
Alaban a Dios y oran hacia los cuatro puntos cardinales, para ellos los "cuatro rumbos del
universo". Viven su relación trascendente desde el arraigo inmanente en la
naturaleza. Sus rituales reconocen la presencia de Quien es
signo de vida en el sol, la luna, el maíz. Aunque algunos consideran dioses al sol y a la tierra, la mayoría los asume como los más grandes regalos de Dios, por medio de los cuales él nos da la vida. Por ello, a la tierra, de donde brota y se sostiene la vida, se le califica como la "madre tierra". c)
Cosmología indígena Según la visión occidental, el universo es creación de Dios, un don o regalo para el hombre. Por eso la preocupación por la ecología forma parte de la misma raíz de Occidente, desde la idea de preservar la integridad de la naturaleza que fue confiada al hombre.
Este principio
occidental, bíblico y cristiano, es algo que las comunidades
indígenas practican hoy en día, y en eso los indígenas son auténticos maestros de
la relación con la naturaleza. Si queremos un
ambiente sano donde la naturaleza no es sólo objeto de explotación, sino
lugar de relaciones y de realizaciones humanas, tenemos que recurrir a los indígenas
para aprender de su sabiduría milenaria y cósmica.
La
preocupación ecológica ha sido y es parte de las reivindicaciones indígenas,
debido a que las relaciones indio-naturaleza tienen una dimensión integral (social, económica, política y
religiosa). El lugar de la comunidad es un
lugar sagrado donde se crea vida. Podemos afirmar, sin lugar a equivocarnos, que la visión indígena de la naturaleza, y del cosmos, es relacional. Para el indígena, la tierra es la Pachamama (lit. madre Tierra), a forma de rostro femenino de Dios. En ella se cultiva y se cría la vida, y es la cuna de la cultura, o lugar donde se forja el hombre.
El indígena se
relaciona con la naturaleza como madre dadora de vida, y a través de ella los demás
seres vivientes (animales, bosques, estrellas...)
son hermanos y hermanas del cosmos, a forma de hermano Sol o hermana Luna. d) Ecologismo indígena
La sabiduría indígena
es capaz de
trascender lo ecológico, descubrir la
manifestación de Dios en la naturaleza y alabar a Dios a través de las
criaturas. Si esa experiencia la verbalizáramos hoy en día, diríamos que el sol y las estrellas son la obra de Dios, así como los cometas, el día y la noche, la fecundidad de la tierra, la lluvia, el buen temporal, el trabajo agrícola, la cosecha, las nubes, el viento, la niebla, el rayo, el trueno, las montañas, los volcanes, los árboles, los manantiales, los ríos y sus fuentes, los lagos y lagunas y los mares. En todas esas criaturas hermanas, los indígenas ven la presencia y acción de Dios. Los indígenas llegan sí a lo ecológico, pero no a lo teológico, pues en muchos casos divinizan las fuerzas de la naturaleza"[1]. De hecho, las mismas teologías indígenas se presentan como alternativas viables al deterioro ecológico. La relación íntima de los indígenas con la naturaleza es definida por su respeto a la creación, el mantenimiento y restablecimiento del orden natural, la búsqueda del equilibrio con Dios y su creación, la interpretación de los fenómenos naturales.
El
indígena vive la vida como una
fiesta continua, y sin duda alguna reduciría significativamente, e incluso
erradicaría, la devastación ecológica del mundo actual.
El
mundo indígena, sin discurso pero con una praxis real, ha ido buscando
alternativas ecológicas validas, tales como cazar (pero no para el comercio)
o cultivar (pero
cuidando la tierra), a través de tecnologías
tradicionales y medios de supervivencia creativa, que posiblemente serán
necesarios para el mundo futuro. Los mismos indígenas afirman que la preocupación por la ecología forma parte de su gen indígena. Y lo afirman mucho antes de que surgieran los movimientos ecológicos. Ellos siempre han sido conscientes de ello, y siempre han vivido en armonía con la naturaleza. Los miembros de las diferentes culturas indígenas se sienten llamados, en cualquier parte del planeta en que se encuentren, a iluminar, promover y equilibrar. En 1º lugar, a iluminar con su sabiduría milenaria los proyectos de desarrollo industrial y económico. En 2º lugar, a promover el desarrollo sostenible, produciendo pero sin destruir de manera irreversible los recursos naturales. Y en 3º lugar, a buscar el equilibrio entre el crecimiento poblacional y la calidad de vida.
¿Por
qué se sienten llamados a ello? Para preservar los recursos indispensables de la
naturaleza (suelos, agua,
atmósfera, flora y fauna), para que la relación con el medio ambiente sea de
reciprocidad y para que "los árboles den fruto, los ríos no se
sequen, reverdezcan los cerros". De conseguirse eso, "todos los
pueblos juntos divisaremos un nuevo amanecer, y danzaremos la danza de la vida,
y comeremos y beberemos juntos lo que Dios nos ofrece"[2]. e) Hacia una ética ecológica más original
La
cultura moderna, después de haber hecho una explotación indiscriminada de la
naturaleza, a través de la tala de árboles, la contaminación de ríos y las
explotaciones mineras, hoy pregona la ecología. Pues bien, la ecología es un valor propio de los
pueblos indígenas, y tiene que ver con el equilibrio del hombre
con el Creador, con los otros y con la naturaleza. La ética ecológica, si quiere ser ética y ecológica, ha de asegurar el equilibrio indefinido entre la humanidad y la naturaleza. Y debe proclamar los derechos ecológicos de los pueblos originarios como un Código Mundial de Deberes, regulado por las leyes nacionales e internacionales. El clamor de los pueblos originarios debe ser acogido como un clamor de toda la humanidad, porque todos habitamos un mismo mundo cuyo dueño no somos nosotros, sino su Creador. La moral ecológica implica una actitud seria de responsabilidad individual y colectiva, bajo los siguientes principios: 1º
La naturaleza, por entero, es de todos por igual, El ideal indígena no es de dominación, sino de complementariedad y armonía. ¡Ojalá el mundo aprendiera la lección! .
_______ [1] cf. SILLER, C; El Monoteísmo Indígena, Panamá 1993, p. 82. [2] cf. SARMIENTO, N; Caminos de la Teología India, Cochabamba 2000, p. 7. |