Hombre y Hábitat, II

Antonio Moroni
Mercabá, 11 agosto 2025

        Quien se proponga el objetivo de participar en el desarrollo de esta actitud nueva hacia el medio ambiente deberá reflexionar sobre las principales etapas que ha vivido la evolución histórica de la relación entre el hombre y su contexto medioambiental.

        Con la aparición del hombre sobre la tierra se ha puesto en marcha un proceso de incorporación de la naturaleza al proyecto humano de gestión de la realidad.

        Este proceso, todavía parcial en los cazadores-agricultores y en las mismas comunidades agrícolas tradicionales, ha experimentado una fuerte aceleración en las sociedades industriales de tecnología avanzada, propias de los países industrializados de Occidente.

a) Equilibrio natural

        Un sustancial equilibrio ecológico natural caracterizó la relación hombre-naturaleza desarrollada por los primeros homínidos y los pocos hombres cazadores-agricultores del paleolítico.

        El hombre primitivo era miembro totalmente natural, aunque más influyente, del propio sistema medioambiental. La naturaleza quedaba fuera de la historia, y la adaptación del hombre a su contexto medioambiental externo era casi exclusivamente biológica.

        Existía un control sobre el hombre por parte del medio ambiente natural en lo tocante a los recursos existentes, a semejanza de lo que pasaba con las poblaciones animales con las que los hombres primitivos convivían.

        Con las tecnologías elementales de que disponía (empleo del fuego y conocimiento de los vegetales alimenticios y de los animales de caza), la especie humana ejercía un impacto mínimo en el propio medio ambiente.

        El profundo conocimiento que los cazadores-agricultores poseían de los ciclos estacionales de las especies vegetales, así como del comportamiento de los animales, les permitía obtener de la tierra con relativa facilidad los recursos necesarios para su supervivencia biológica.

        Es importante subrayar que estas poblaciones primitivas, aun en medio de las dificultades en que vivían, desarrollaron una cultura caracterizada por grandes expresiones artísticas. Baste pensar en los ciclos pictóricos de las cuevas de Altamira.

b) Desequilibrio obrado por el hombre

        Dos profundos cambios culturales sucesivos influyeron, aunque en diferente medida, en la ruptura del equilibrio entre el grupo humano y el medio ambiente:

-la revolución neolítica, período en el que el hombre alteró el medio ambiente, aunque sin comprometer sustancialmente sus procesos de funcionamiento;
-la revolución industrial, por la que los países industrializados han llevado a cabo un control creciente sobre el medio ambiente, provocando situaciones profundamente comprometedoras de la calidad.

b.1) La revolución neolítica

        La puesta en marcha del desequilibrio en las relaciones entre humanidad y medio ambiente estuvo verosímilmente determinada por la falta de alimentos provocada en el mesolítico por la mitigación del clima y por las migraciones de las faunas frías hacia el norte.

        La población humana comenzó entonces a ver la naturaleza de manera diferente. Es éste, en efecto, el período de la historia humana en el que el hombre adquirió una primera conciencia básica de la separación existente entre él y la naturaleza misma.

        Enfrentado a un medio que se le había tornado inclemente, el hombre arrebató a la naturaleza el secreto de la producción de alimentos, destruyó bosques para obtener tierra cultivable y "obligó" a la naturaleza a procurarle el sustento.

        Con la agricultura y la cría de ganado comenzó el neolítico. Las prácticas agrícolas y de la cría provocaron alteraciones en la estructura de las comunidades vegetales y animales y del paisaje.

        La selección artificial de algunas especies vegetales (las gramíneas) y animales (los ungulados de grandes y medias dimensiones) y el uso continuo del fuego como instrumento elegido para aumentar la extensión del suelo disponible para el cultivo provocaron la extinción de especies y de asociaciones vegetales y animales y tuvieron incidencia sobre la diversidad biológica.

        Las poblaciones neolíticas fueron sustituyendo gradualmente la agricultura itinerante, propia del nomadismo como estado de vida del grupo, por la ubicación y el uso permanente de tierras.

        Fue también importante, incluso por algunos efectos negativos sobre la fertilidad del suelo, la invención de la práctica del riego, que favoreció el desarrollo de las grandes civilizaciones hidráulicas.

        La agricultura y la cría provocaron el aumento de la capacidad sustentadora del medio ambiente y, consiguientemente, se produjo un aumento numérico de las poblaciones humanas.

        Las poblaciones humanas del neolítico percibieron la "realidad del medio ambiente" como una realidad global, con la que establecieron por necesidad una relación directa, sin otra mediación tecnológica que la puramente elemental.

        La ubicación, expresión de la conquista material de la naturaleza por parte del hombre, causó una profunda transformación en la estructura de la sociedad y en el comportamiento de los grupos humanos primitivos. Ejemplo de ello son el desarrollo de los oficios y de la artesanía, la jerarquía de papeles en las comunidades y el desarrollo de pueblos y ciudades.

        Particularmente significativa fue la revolución urbana: en las ciudades se formó la sociedad civil y nació la civilización humana. El desarrollo de la metalurgia y la utilización de nuevas fuentes de energía dieron origen a la sucesión de las tres culturas prehistóricas del bronce, el cobre y el hierro.

        Cada una de estas culturas y cada una de las grandes civilizaciones que siguieron (Egipto, Babilonia, Grecia, Roma, el Medioevo...) desarrolló un sistema propio de posesión y de gobierno de la naturaleza y provocó alteraciones que dieron origen a problemas a menudo de no poca entidad.

        Sin embargo, ni la marcha de los ciclos biogeoquímicos ni la estructura de las cadenas y redes alimenticias naturales sufrieron acoso, ni se alteraron de forma irreversible los mecanismos homeostáticos que aseguran (o restablecen) el funcionamiento de los sistemas medioambientales. La humanidad vivía en un marco en el que los ritmos y los procesos de la evolución del medio ambiente marcaban los tiempos y modos de buena parte de la actividad humana.

        Pero este mismo contexto producía a menudo en la población humana una carga de temor, de incertidumbre y, consiguientemente, de fatalismo ante manifestaciones no controlables del propio ambiente, tales como carestías, epidemias, mortandad infantil, corta duración de la vida humana.

        En este marco, en el que la armonía de la naturaleza se conjugaba con los dramas del ambiente humano, las poblaciones primitivas desarrollaron la práctica de la propiedad y un fuerte sentido de pertenencia al grupo.

        Estos comportamientos se hacían patentes en la celebración colectiva de grandes acontecimientos vitales (matrimonio, muerte) y de la fiesta (verbenas, fiestas civiles y religiosas de la comunidad), así como en la transmisión de normas y tradiciones.

        Esta relación hombre-naturaleza, característica de la sociedad neolítica, ha continuado sustancialmente viva hasta los umbrales de la civilización industrial, y ha caracterizado en Occidente a las sociedades agrícolas tradicionales.

b.2) La revolución industrial

        A partir del s. XVIII, el desarrollo del método científico y de nuevos conocimientos y la difusión de tecnologías cada vez más poderosas dieron origen a la llamada civilización industrial, cuya evolución histórica ha puesto de manifiesto, sin embargo, distintas luces y sombras.

        La industrialización, en efecto, ha reportado mejoras indudables a numerosos aspectos de la vida humana, como se ve en la difusión de la medicina y de la higiene, el aumento de las disponibilidades alimenticias mediante el incremento de la productividad agrícola e industrial o la difusión de la información.

        Los aspectos negativos de este proceso no han estado provocados ciertamente por el desarrollo de la investigación científica o el descubrimiento de nuevas tecnologías, sino por la falta de una "cultura global ambiental" (o civilización rural) con la que conseguir una relación correcta entre industria, economía y medio ambiente.

        Desde aquel 1800 hasta nuestros días han quedado patentes los siguientes hechos:

-la acentuación del profundo dualismo entre el hombre como sujeto activo y la naturaleza como elemento pasivo;
-una demanda creciente de recursos naturales como medio de satisfacer necesidades incluso artificialmente provocadas; la reducción de la realidad viva, compleja y delicada de la naturaleza a un bien económico, encaminado a la obtención de un crecimiento ilimitado en la sola línea cuantitativa;
-el desarrollo, con tendencia exponencial, de la población humana del planeta visto en su conjunto y la concentración de la misma en las áreas urbanas;
-un aumento constante de la complejidad del sistema social y la desaparición generalizada de las culturas subalternas;
-un desarrollo global de la tecnología y el consiguiente y cada vez más fuerte impacto de la misma en el medio ambiente natural y humano;
-una disponibilidad de nuevas fuentes de energía (combustibles fósiles, energía hidroeléctrica y nuclear) que ha permitido a la sociedad humana superar el estar dependiendo del suelo y satisfacer un sistema de necesidades en rápida expansión;
-políticas más atentas al poderío y prestigio y a programas de autoconservación que a una auténtica y verdadera promoción y difusión de la calidad del ambiente humano.

b.3) La revolución tecnológica

        Estos y otros hechos han ahondado el disenso entre sociedad humana y medio ambiente, disenso que ha llegado a su máximo dramatismo en nuestros días, con la llegada de la revolución tecnológica. En este período se puso de manifiesto en la sociedad una cultura radical que desde entonces no ha cesado de calar en todos los movimientos e instituciones.

        Sus contraseñas son el repliegue en el yo como realidad absoluta, el rechazo de todo límite, la experiencia del aquí y del ahora, el utilitarismo y el interés, la felicidad del logro sin la mediación del deber, una cultura de muerte puesta de manifiesto por dos manifestaciones sólo aparentemente distanciadas:

-la aparición de una enorme masa de residuos, sustraídos al reciclaje,
-la proliferación de containers contaminantes, sobre todo de material radiactivo.

c) Comienzo de la crisis ecológica

        A finales de 1960 empezó a ponerse en tela de juicio el modelo mismo de sociedad industrial. Estaba dando comienzo la época del malestar.

        La crisis energética, el aumento de la inflación y el desempleo, episodios graves y frecuentes de contaminación y la aparición de la violencia urbana y de dramas cada vez más frecuentes en los países en vías de desarrollo han puesto de manifiesto la insuficiencia de la filosofía del crecimiento económico ilimitado.

        La demanda de reflexión acerca de las causas de la crisis de esta orientación económica nació en los propios países industrialmente avanzados y encontró una primera expresión en los movimientos de 1968, que, entre otras cosas, pedían:

-que se prestara atención a los efectos perjudiciales que podían derivarse de una confianza acrítica en la tecnología;
-que se favoreciera el desarrollo de una participación real en todos los niveles de la vida política y social.

        Un 2º factor que ha concurrido a poner de manifiesto los límites del modelo del crecimiento económico ilimitado ha sido el incremento de la presencia en la escena internacional de los países en vías de desarrollo y la adecuada atención prestada a los dramas del hambre, la sed, los desajustes del suelo, el endeudamiento exterior, dramas todos ellos que pesan sobre la población.

        Los movimientos del medio ambiente han constituido otro factor importante de denuncia de las insuficiencias del crecimiento económico ilimitado.

        Partiendo del análisis de hechos graves (de contaminación del aire y del agua, de la destrucción de las especies animales y vegetales, del agotamiento de recursos no renovables...), estos movimientos han desembocado en la denuncia del medio ambiente como realidad violentada y de la degradación tanto del suelo como del patrimonio cultural de la humanidad.

        A esta denuncia de los movimientos del medio ambiente han conferido (aunque con lentitud) credibilidad y apoyo científico y tecnológico, por una parte, la investigación ecológica desarrollada por la comunidad científica, y por otra, los programas cualificados de intervención, llevados a la práctica por organismos internacionales (OCSE, UNESCO, UNEP, UHO...).

        Por influjo de estos estímulos, a finales de los años sesenta ha crecido el número de personas y de grupos que han planteado la necesidad de una reapropiación del medio ambiente como realidad de la que debe ocuparse la sociedad.

        Como no podía ser de otra manera, la experiencia de la degradación del medio natural y humano ha jugado un papel primordial en la denuncia de la crisis existente en la relación entre el hombre y el medio ambiente.

        Esta reflexión ha desembocado casi siempre en la demanda de un desarrollo de sociedad en la que los aspectos del crecimiento cuantitativo vayan orientados a superar una dimensión puramente mercantil y se tengan en cuenta contemporáneamente los temas de:

-la calidad de vida,
-el medio natural (plantas, animales, suelo, aire, agua, procesos, sistemas),
-los bienes culturales (poesía, arquitectura, escultura, pintura, tradiciones),
-el modo de construir y de gestionar la sociedad (lo gratuito, la ética, la religión, la política).

        En 1967 Lynn White, de la Escuela Sociológica de Chicago, acuñó en su Raíces de la Crisis Ecológica la expresión "crisis ecológica" para designar el estado de grave dificultad por la que atraviesa la relación entre sociedad humana y medio ambiente, estado generalizado sobre todo en los países industrializados de Occidente, a la vez que individuó dos causas de fondo:

-la 1ª causa, de naturaleza científico-técnica,
-la 2ª causa, de naturaleza ético-humana.

d) Hacia una solución ecológica

        La expresión "crisis ecológica" se emplea ordinariamente en un sentido totalmente negativo. En realidad, el significado etimológico del término crisis (derivado del verbo griego crino, que significa enjuicio, o "tratar de ver con claridad") propone una actitud de reflexión, de análisis de causas y de consecuencias, junto con una demanda a la inteligencia y al corazón humanos para que encuentren culturalmente nuevos procesos y formas de equilibrio entre realidad del medio ambiente y presencia humana con la vista puesta en la construcción común de un mundo más habitable hoy y el día de mañana.

        A corto plazo habrá, sin duda, que remediar los efectos de intervenciones erróneas con controles férreos y con sanciones (práctica de la depuración y de la multa). A largo plazo habrá que intervenir en las causas de la contaminación con medidas encaminadas a la prevención (es decir, a la innovación de los procesos productivos mediante tecnologías limpias).

        A fin de que el interés por el medio ambiente no quede únicamente restringido a la emotividad y la denuncia, además de las medidas anteriores, será necesario afrontar la crisis ecológica en sus raíces, promoviendo una nueva cultura medioambiental alternativa a la actualmente existente, fundamentada en un modo nuevo de programar y administrar la naturaleza y la ciudad y en un comportamiento más correcto de todos y cada uno.

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  Act: 11/08/25       @portal de ecología            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A