Actitudes Ecológicas Manuel
Gonzalo Nadamos en la complejidad, nadamos en el misterio. Desde los cambios presentados en la ciencia y en las religiones se está abriendo el horizonte de comprensión de esta época. Los hombres formamos parte de la revolución cibernética que es continuadora de la revolución tecnológica. Ésta sustituyó a la revolución agraria. Hoy las puertas se van lentamente abriendo hacia la revolución ecológica. Nada de lo que pasa en la inmensidad del cosmos nos es indiferente. Somos más conscientes del diálogo mantenido entre el cielo y la tierra, es decir, entre lo abiótico y lo biótico. Nuestra vida sigue dependiendo (entre otras cosas) de la atmósfera, de la luz del sol, de la temperatura, del agua. Por ejemplo, los astrónomos explican la inclinación de 23º del eje de rotación de la Tierra debido a la colisión brutal de meteoritos durante los primeros tiempos del Sistema Solar. Gracias a esos meteoritos tenemos estaciones. Ellas tienen que ver con el canto de los pájaros, la floración de las plantas, la no monotonía del planeta. Todo está interconectado. Para descubrir por qué un ser está vivo es necesario mirar muy lejos. Como animales conscientes, somos el universo que se entiende a sí mismo. El poeta Cardenal nos ayuda a entender, en su Cántico Cósmico[1], que "al mirar a las estrellas somos hidrógeno contemplando hidrógeno". Esta revolución ecológica exige un cambio de mentalidad hacia el cosmos. ¿Qué nuevas actitudes son necesarias para este cambio? Quisiera señalar 5 actitudes que me parecen claves. a) Admiración En lo infinitamente grande, los telescopios nos abren hacia los espacios inmensos y hacia la información que nos traen las estrellas primitivas, pues mirar a lo lejos es mirar hacia atrás en el tiempo. En lo infinitamente pequeño, los microscopios nos permiten descubrir las diminutas organelas que realizan un papel vital para el funcionamiento de las células. A su vez, los aceleradores de partículas nos permiten acercarnos hacia la comprensión de los primeros segundos del universo y sus grandes energías. En lo infinitamente complejo, los estudios neurológicos nos abren hacia la riqueza grandiosa del cerebro. También el análisis sobre un ecosistema nos da un acercamiento hacia la complejidad que encierra la diversidad de variables allí presentes. Por cualquier vertiente hacia la que nos asomemos nos encontramos con lo mismo: la sabiduría, la creatividad, lo inagotable, lo sorprendente, el misterio. Lejos de formar parte de "la levedad de lo real" formamos parte de "la densidad de lo real", de lo sagrado que es todo. Como ya afirmaba San Pablo, "todo ha sido creado por él y para él” (Col 1,16). Teilhard de Chardin habló de "la santa materia". El cosmos es la obra de Dios y exige un acercamiento contemplativo. Participamos de la alabanza cósmica que comenzó hace 15.000 millones de años. Todo es una gran liturgia cósmica. La admiración nos lleva a palpar el paso de Dios a través del universo. Nos corresponde captar y celebrar esta gran fiesta cósmica. b) Respeto Se ha dicho que durante la revolución tecnológica se ha mirado a la Tierra más como una sierva para violar que como una amiga para amar. Sabemos que todo esta sometido al Segundo Principio de la Termodinámica, o dicho de otra manera, que es necesario tomar energía si se quiere seguir vivo. Los seres vivos somos sistemas abiertos y vivimos en un flujo de entradas y salidas de energías. Sin él no podemos vivir. Comemos animales, que a su vez comen plantas, que a su vez comen sol. Formamos parte de esta cadena de alimentos y de vida que cada día nos relaciona con lo que está a nuestro alrededor. Como seres humanos somos totalmente dependientes del exterior. Usamos de lo que nos rodea. Respetar no significa, por tanto, no usar. Pero sí implica renunciar al espíritu posesivo y a malgastar. Es tener en mente también a las generaciones que poblarán el planeta en el futuro. El consumismo actual está muy lejos de una tal comprensión. Respetaremos la Tierra si la entendemos como un sistema agotable que hay que mantener y aprendemos a consumir menos, a reutilizar más, y a reciclar al máximo. c) Veneración La ciencia nos está ayudando a descubrir lo grande y complejo que es todo. Nada es simple, vulgar, sin valor. Una hoja de árbol posee demasiada sabiduría. A través del estudio del parénquima, de los estomas, de la función clorofílica que en ella se realiza podemos llegar a hacernos conscientes de las maravillas que una hoja cualquiera encierra. Con razón Walt Whitman tituló a uno de sus libros Hojas de Hierba. La veneración nos lleva a caminar por la Tierra "quitándonos las sandalias", como Moisés ante la zarza ardiente (Ex 3,2). Una piedra, un riachuelo, una nube caprichosa, un pájaro, se convierten en vehículos de sabiduría. Nos es necesario educarnos para captar el mensaje que nos transmiten y aprender a gozar con todo lo que nos rodea. Todo el cosmos es como un gran libro que necesita ser leído. d) Comunión Actualmente hay grupos indígenas en Guatemala que piden perdón al árbol antes de cortarlo. También hoy la ciencia (como he recordado) nos abre el horizonte para entender que todos somos familia de todos. Somos, por lo menos, primos de las demás especies. Si entendiéramos bien lo que implica la historia del universo descubriríamos que, en las estrellas, somos hermanos de todo. La diversidad y variación presentes en nuestro universo actual estuvieron juntas y no diferenciadas en el momento del Big Bang. Al abrirnos a la noche estrellada nos abrimos a nuestro pasado. Podemos sentir cómo los átomos que forman hoy parte de nuestro cuerpo surgieron de la explosión de una supernova. El universo nos gestó en el calor de las estrellas que murieron para producir átomos más pesados necesarios para que la vida apareciera. Sin la explosión de las estrellas supernovas no habría habido posteriormente vida. A su vez, lo acaecido en las sabanas africanas, hace unos 4 millones de años, es el recuerdo próximo de nuestra hermandad como especie humana. Desde estos acercamientos, las diferencias de color, raza, religión, resultan insignificantes. e) Nueva identidad El malestar que he presentado en la introducción del escrito tenía que ver con una visión de la vida humana que refuerza el sin sentido. Desde ella resultamos ser un vulgar accidente en un proceso sin rumbo. En cambio, hoy en día la revolución ecológica amplia nuestra identidad. Ya no se trata únicamente de lograr una identidad desde la propia familia, ni desde el grupo cultural al que se pertenece. La historia del universo se revela como parte de nuestra propia historia, de nuestra identidad. No es que tengamos en nuestras vidas 20, 40 ó 70 años. Cada quien tiene 15.000 millones de años. Venimos desde muy lejos. Los humanos estamos orgullosos de saber de nuestros orígenes, y de que no pertenecemos únicamente a una ciudad o a una patria. La larga historia que comenzó en el Big Bang es nuestra propia historia. Como diría el cosmólogo Swimme, "el ojo que busca la galaxia de la Vía Láctea es un ojo configurado por la Vía Láctea"[2]. El conocer y asimilar esta perspectiva nos hace ver que nuestra existencia es preciosa. Como afirma Reeves, "la levadura cósmica la llevamos en nosotros mismos. Ella nos incita a promover la maravillosa odisea de la complejidad cósmica"[3]. Si a todos estos aportes de la ciencia les añadimos la experiencia religiosa de sabernos además amasados y amados por el Creador, la mezcla puede resultar excesivamente fecunda. En el planeta hay demasiadas injusticias. Hoy el progreso es inmenso, pero profundamente inhumano. No está la persona en su centro. Por ello, al leer el mundo como un todo, se pone en duda la bondad del estilo de vida de los países desarrollados. Como decía Galeano, "vivimos un modelo de desarrollo que desprecia la vida y adora las cosas"[4]. En cambio, la nueva identidad buscada no sólo ancla profundamente nuestras raíces en el pasado sino que se proyecta hacia el futuro. Nos lanza en una tarea responsable hacia la Tierra y hacia la vida. Es una llamada a responder ante los 2 grandes sujetos que sufren opresión humana hoy: los pobres de la Tierra y la misma Tierra. Es la llamada a la acción desde "el grito de los pobres y el grito de la Tierra", como decía Boff[5]. .
_______ [1] cf. CARDENAL, E; Cántico Cósmico, ed. Nueva Nicaragua, Managua 1989. [2] cf. SWIMME, B; Universe Story, ed. Harper, San Francisco 1992. [3] cf. REEVES, H; Oiseaux, Mervelleux Oiseaux, ed. Seuil, París 1998. [4] cf. GALEANO, E; "Ecología", en Christus (DCLVII), Agosto 1992. [5] cf. BOFF, L; Ecología, grito de la Tierra, grito de los pobres, ed. Trotta, Madrid 2011. |