Reto I de la Tierra: el suelo Joaquín
Menacho Decía Antonio Gala que, por aspirar a la super-humanidad, estamos a punto de acabar con la humanidad. El hombre volador se arriesga ya en el cosmos, y aspira a determinar el sexo de sus hijos. Las mujeres estériles optan por ser madres, y las fértiles no. Exigimos cualquier alimento en cualquier tiempo, e inventamos armas que ponen en peligro nuestra continuidad y la del mundo[1]. A continuación, enumeraremos los hechos que se consideran síntomas del deterioro ecológico de nuestro planeta. Nuestro tratamiento no es exhaustivo. Algunos temas, como la escasez de recursos no renovables se nos han quedado en el tintero por falta de espacio. Como en toda enumeración, se puede tener la impresión de asistir a una especie de exposición alarmista de estilo apocalíptico. No es esta la intención. Más bien se trata de localizar los problemas, intentar calibrarlos y entenderlos para poder afrontarlos. a) Desertización El proceso de desertización consiste en la pérdida de suelo fértil, a causa de los agentes atmosféricos (lluvia y viento). Para sobrevivir, la vegetación verde terrestre depende de la humedad del suelo, captada a través de las raíces. La erosión elimina este suelo fértil, de modo que imposibilita la vida vegetal, y de rebote, también la animal. Con frecuencia, este proceso de empobrecimiento de los ecosistemas es provocado por la actividad agraria. El riesgo más grande de desertización surge en las zonas áridas, esteparias o subdesérticas. En estos terrenos, las condiciones de vida de los vegetales son muy precarias por la debilidad del suelo fértil. De hecho, lo único que diferencia un clima desértico de uno estepario son los 100 o 150 mm de lluvias anuales. Si la pluviosidad media aumentase sólo 200 mm, desaparecerían todos los desiertos del planeta. La desertización es un fenómeno natural que siempre se ha producido. Por ejemplo, hay pruebas de la existencia de vida humana hace 5.000 años al norte del actual desierto del Sáhara. El desierto norteafricano dejó de ser habitable hace sólo 3.000 años. Ahora bien, también está claro que la acción del hombre puede provocar la desertización de tierras, sobre todo de aquellas que están próximas a la climatología desértica. El agotamiento de los acuíferos subterráneos por su explotación excesiva es uno de los peligros más claros: provoca la salinización de los terrenos imposibilitando la vida vegetal. El Programa para el Medio Ambiente de la ONU en su Agenda 21 (1992) considera que la cuarta parte de la superficie de las tierras del planeta está bajo la amenaza de la desertización. Esto significa que los medios de subsistencia de 900 millones de personas se hallan en peligro. Podemos hacernos una idea de la magnitud del problema viendo las cifras de la tabla siguiente que muestran la extensión de las tierras en proceso de desertización por la acción humana en las zonas áridas del planeta[2]:
La desertización "muy grave" es lo que vulgarmente denominamos desierto. Se trata de una situación de empobrecimiento de la tierra que se considera irreversible, pues dichas tierras han llegado a tener una utilidad prácticamente nula para hombres o animales. Estas son relativamente poco extensas y concentradas en algunas zonas. Por lo tanto, la desertización de nuestro planeta todavía puede ser reversible en la mayor parte de su superficie, si se aplican las medidas necesarias. b) Disminución de la biodiversidad La variedad de formas de vida del planeta es enorme. Hasta la fecha, los biólogos han descrito aproximadamente 1.400.000 especies de organismos vivos. El grupo más numeroso es el de los insectos, con 750.000 especies conocidas. En cuanto a los mamíferos, se conocen unos 4.000. Aun así, los científicos piensan que solamente conocemos una parte relativamente pequeña de los seres vivos. Naturalmente, no sabemos cuántas especies nos quedan por conocer, pero las estimaciones al respecto se sitúan entre los 5 y los 30 millones[3]. Esta variedad no permanece estable, sino que evoluciona, puesto que aparecen nuevas especies y desaparecen otras. Esto se produce de forma natural. Ha llegado a haber épocas de desaparición masiva de especies, incluso de familias de especies. Conocemos, al menos, cinco períodos de grandes extinciones, que se produjeron hace millones de años. En la extinción del Período Pérmico (hace 250 millones de años) se calcula que desaparecieron más del 95% de las especies. Ahora bien, parece que la acción del hombre acelera el ritmo de desaparición de las especies. Los cálculos (siempre aproximativos y discutibles) sugieren que en los últimos decenios se extingue una especie de mamíferos cada 2 años, mientras que hace tres siglos sólo desaparecía una cada 5 años. El proceso de deforestación mundial de la actualidad supondrá la desaparición de unas 5.000 especies vivas cada año, mientras que hace 1 millón de años, cuando entró en escena el homo sapiens, se calcula que el ritmo de extinción era unas 10.000 veces inferior. La conservación de la biodiversidad es un postulado de los conservacionistas. De hecho, parece que el hombre depende de un número muy reducido de especies. Las 3/4 partes de los alimentos consumidos por la humanidad provienen sólo de 7 especies: trigo, arroz, maíz, patata, avena, batata y tapioca. A pesar de ello, cada vez se habla más de la utilidad que tiene la biodiversidad para el ser humano. La biodiversidad, desde una cierta perspectiva, es un gran almacén vivo de información genética, que la humanidad puede aprovechar. Lo cierto es que gran cantidad de medicamentos que se utilizan actualmente obtienen sus principios activos de especies vegetales y animales. El hombre está todavía muy lejos de conocer la utilidad potencial de la vida que le rodea. c) La gestión del suelo El desarrollo comporta un incremento espectacular del consumo de agua (electrodomésticos, riego, higiene...). El consumo de agua potable en los países ricos se ha multiplicado por 500 en el siglo pasado. Este aumento no es tolerable en países de clima seco, como España. Es cada día más urgente mejorar la gestión del agua potable. Por otro lado, las técnicas modernas de explotación agropecuaria, que se caracterizan por su carácter intensivo y por la separación de agricultura y ganadería, presentan tres problemas principales: -la
erosión del suelo fértil, Actualmente se están ensayando los métodos biológicos alternativos. La utilización de fertilizantes naturales (estiércol, purines y paja) se topa con la dificultad de la separación de las explotaciones agrícolas y ganaderas. Por otro lado, todavía pasará tiempo antes de que se desarrollen métodos garantizados que sustituyan los plaguicidas artificiales por métodos naturales (hormonas, depredadores). Por último, los países desarrollados se caracterizan por la enorme importancia cuantitativa de las actividades de transporte. El sector del transporte ha experimentado un incremento sin precedentes durante las últimas décadas. Y muy especialmente el transporte por carretera, con la generalización del automóvil particular. Precisamente el transporte por carretera es el más contaminante. Comparado con el ferrocarril, el transporte por carretera contamina entre 9 y 14 veces más por cada unidad transportada y kilómetro recorrido. El problema, como en tantas otras cuestiones medioambientales, es que los costes por contaminación, por menor eficiencia energética y por ocupación de espacio natural (lo que podríamos llamar "coste ecológico") no se ven reflejados en el precio de consumo. De esta manera, las enormes ventajas del transporte por ferrocarril no se reflejan en el mercado. En cuanto a la ocupación de los espacios naturales, hay que destacar que, en los países desarrollados, las vías de comunicación y sus zonas de apoyo ocupan la mitad de la superficie que utiliza la actividad humana. d) La desaparición de los bosques Casi 1/4 parte de la superficie terrestre está cubierta de bosques. Pero, según datos del informe del World Resources Institute, cada año se pierde el 0,3% de dicha superficie. El ritmo de deforestación llega a superar el 3% en algunos países como Líbano, Filipinas, Costa Rica, El Salvador. En los países desarrollados, la combustión industrial para la obtención de energía produce, naturalmente, emisiones de gases. Los principales son el vapor de agua y el anhídrido carbónico (CO2). Pero también otros óxidos (de tipo anhídrido) de azufre, nitrógeno o fósforo. Una característica de estos óxidos es que, en contacto con el agua de la atmósfera, producen ácidos: ácido sulfúrico y sulfuroso (de los óxidos de azufre) y ácido nítrico y nitroso (de los óxidos de nitrógeno) principalmente. Éste es el origen de las lluvias ácidas: lluvias con un elevado grado de acidez, que se producen frecuentemente en las zonas industrializadas. La lluvia normal ya es ligeramente ácida (pH5[4]). Pero cuando el aire contiene los óxidos citados, la acidez puede aumentar mucho. Parece que estas lluvias son las causantes de las graves enfermedades que sufren muchos bosques de América del Norte. Así mismo, se considera que la mitad de los bosques centroeuropeos (Alemania, Polonia, Hungría) ya han desaparecido a causa de esta agresión ecológica. El efecto de la lluvia ácida no se produce directamente sobre los seres vivos, sino a través de su medio físico. Así, las lluvias ácidas aumentan la acidez del suelo y de las aguas interiores (ríos, embalses y lagos), hasta hacerlos inhabitables para las especies que vivían anteriormente. Esta acidificación del suelo y de las aguas es notoria en algunos sitios y no tanto en otros. Por otro lado, hay que decir que en terrenos muy alcalinos, la lluvia ácida podría representar un factor de mejora de la fertilidad del terreno. De hecho, no siempre que se ha denunciado el efecto de la supuesta lluvia ácida sobre la vegetación ha sido una denuncia con fundamento. En muchos casos de bosques enfermos, se ha podido comprobar que la lluvia no presentaba una acidez anormal[5]. En cambio, en otros casos sí que parece clara la correlación entre la elevada acidez de las lluvias y las nieblas, a causa de la contaminación, y los efectos negativos sobre la vegetación. En todo caso, está claro que la industria produce una gran cantidad de emisiones contaminantes. Cada año, se lanza a la atmósfera una cantidad de dióxido de azufre del orden de 100 millones de toneladas. Eso es una amenaza constante para la biosfera. Por último, hay que mencionar las lluvias ácidas de origen natural. En determinadas regiones de bosque tropical (como en Costa de Marfil, Congo, en la Amazonia y en Australia) se han medido lluvias con un pH medio por debajo del normal, que se sitúa en torno al pH5, y con puntas inferiores que llegan incluso a un pH3. Esta acidez proviene de la intensa actividad bacteriana del suelo: la degradación de materia orgánica por parte de las bacterias produce ácido sulfhídrico (H2S) y óxidos de azufre y nitrógeno. De aquí proceden dos terceras partes de la acidez de la lluvia tropical. Sorprendentemente, la tercera parte restante, procede de las emisiones de los mismos vegetales que viven en los bosques: muchas de estas plantas tropicales liberan sustancias (hidrocarburos ligeros) que en contacto con la intensa humedad se oxidan hasta formar ácidos orgánicos (fórmico, acético). Esto cuestiona que sea sólo el efecto de los óxidos atmosféricos el que produzca la desaparición de los bosques en los países desarrollados. Si los bosques tropicales soportan bien la lluvia ácida ¿por qué ha de ser tan perjudicial para los bosques europeos? Por ello, conviene contemplar otros factores que puedan actuar sobre estas masas forestales. Los estudios realizados en Alemania ya señalan a los disolventes clorados como causa más importante de los daños a los bosques. También empieza a hablarse de la influencia que pueda ejercer el ozono y otros factores que habrá que descubrir en el futuro. Otro factor de importancia capital son los incendios. Naturalmente, no todos los incendios son provocados por la acción humana, pero está claro que la actividad humana provoca una cantidad cada vez mayor. El fuego es el peor enemigo del bosque, porque despoja a la tierra de la protección natural que le proporciona la vegetación que vive en ella. Los árboles y arbustos evitan que las lluvias y el viento barran la capa fértil de la tierra. De este modo, la gravedad de los incendios radica más que en la destrucción directa de la vida actual, en la destrucción de las condiciones de vida terrestre, dejando los terrenos a merced de la erosión. .
_______ [1] cf. GALA, A; "Pobreza, Desarrollo y Medio Ambiente", en Deriva, I (Barcelona 1992), p.15. [2] cf. DREGNE, H. E: "Desertification of arid lands, a Physics of desertification", en EL-BAZ, F; HASSAN, M; Dordrecht, The Netherlands, ed. Martinus, Nijhoff 1986. [3] cf. WILSON, E. O; The current state of biological diversity, a Biodiversity, ed. National Academy Press, Washington 1988, pp. 3-18. [4] El pH mide la acidez de una solución acuosa. La acidez máxima es un pH0. El pH7 es el de un líquido neutro como el agua destilada. Un pH superior a 7, hasta un máximo de 14 pertenece a un líquido antiácido o alcalino. [5] Así sucedió en los bosques del Maestrazgo (Teruel), muy dañados supuestamente a causa de la contaminación procedente de la central térmica de Andorra (Teruel). Después se comprobó que la lluvia que recibía aquel bosque no sólo no era anormalmente ácida, sino que incluso era alcalina. Lo mismo ha sucedido en algunas zonas de Alemania en las que, una vez llevados a cabo estudios serios, se ha tenido que descartar a la lluvia ácida como causa de su patología. |