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Ascética Ecológica Sandro
Spinsanti a) Nueva ética actual El hombre que habite la tierra del mañana será el que obedezca a una nueva ética. Su ethos será ecológico, y dejará de sentirse protagonista único del problema de la vida, e identificará la realización de si mismo con la plena expansión de todas sus capacidades propias (y no con la posesión de una mayor cantidad de bienes). La nueva ética, por tanto, ha de inspirar un nuevo estilo de vida. En el pasado, la ética indicó el esfuerzo reflexivo que los individuos dedicaban a sí mismos, en orden a un perfeccionamiento personal. En la actualidad, la actitud ha de pasar por la preocupación ecológica y por el interés por la calidad de vida. La novedad viene determinada sobre todo por el hecho de que la nueva ética no mira solamente a la relación del hombre consigo mismo, sino que incluye además la relación con la naturaleza. En todo caso, entendemos la nueva ética no en el sentido genérico de sabiduría (en la acepción de Salk, por ejemplo), sino en el sentido específico de un comportamiento vital. En el contexto histórico contemporáneo, por tanto, es más necesario conceder un lugar privilegiado a la auto-limitación que a la sabiduría común, porque ésta última de nada sirve si no se lleva a la práctica. b) Una nueva ascesis, para esa nueva ética En este campo es donde entra en acción la ascética ecológica. Es verdad que sobre el término renuncia pesan hoy graves hipotecas, sobre todo en una sociedad industrializada que parece mantenerse en movimiento sólo si no se detiene nunca la cinta de transmisión que une producción y consumo. Allí donde se identifica el status social con la cantidad de bienes que pueden despilfarrarse y con el standard de vida cada vez más elevado, no se puede comprender que la renuncia no es una perversión masoquista, sino un medio de garantizar la identidad personal y la liberación interior. Justamente ahora, paradójicamente, aparece en nuestra cultura la necesidad de revalorizar la ascética. Y no ya sólo como opción individual, sino como decisión libre, que implica a todo el organismo social. Una cuaresma de todos, pues, libre y para todo el año. Una autolimitación común bajo el signo de la libertad. Este último elemento es de la mayor importancia, porque distingue la ascética propuesta por la nueva ética de eventuales soluciones de emergencia, que podrían imponerse para precipitar los acontecimientos. c) La nueva ascética, de índole ecológica Los técnicos en biología y economía dan ya fechas aproximadas sobre cuándo se podrán alcanzar los límites de ruptura de los equilibrios ecológicos. Pero una fecha con más poder evocador que la prevista por los científicos es el fatídico 1984, en el que George Orwell ha localizado el mundo totalitario que su fantasía ha previsto. ¿No podría imponer la renuncia a todos un "Gran Hermano" al que los hombres, desesperando de las posibilidades ofrecidas por el juego de las libres voluntades, encargarían la gestión social a cambio de la supervivencia? La mención del mundo orwelliano nos obliga a tomar conciencia de la alternativa que podría planteársele a la humanidad a corto plazo: o ascesis libre o renuncia forzosa bajo un totalitarismo tecnológico. Se quiera o no, tenemos que entrar en la era de la limitación. El carisma del ecologista en esta hora histórica puede ser el de recordar los valores positivos de la renuncia. Ha habido, es cierto, épocas y movimientos para los cuales la ascesis auto-punitiva parece que se convirtió en fin en sí misma. Por ello, la ascética está orientada a la plena realización de la existencia humana. Es un elemento importante, que nos permite denunciar los límites de los programas ecológicos, preocupados sólo de evitar los peligros de la contaminación o de mantener la vida humana en condiciones de tolerabilidad. Renuncia constructiva es sólo la que mira al desarrollo de las potencias ambientales y humanas, al establecimiento de otros parámetros de referencia y jerarquías de valores. En concreto, la ascética ecológica favorecerá la reapropiación de la existencia individual y de los espacios aptos para el crecimiento. Ello supone distanciarse del afán cotidiano y de la obsesión del máximo rendimiento, y que se abandone el ritmo convulsivo para sintonizar con la serena respiración de la naturaleza. También supone considerar como un signo de los tiempos la necesidad de meditación que se manifiesta en los países donde es mayor el estrés de la civilización industrial. Además del camino que conduce a lo profundo del individuo, la ascética ecológica favorecerá también la implicación de todos en las preocupaciones de orden ecológico en proporción a la responsabilidad de cada uno. Detrás de las voces de alarma se puede a menudo adivinar el interés de los países más ricos, que no quieren perder las posiciones de privilegio, por mantener el statu quo. Los ascetas ecológicos tienen como horizonte la perspectiva profética de la "tierra de todos". También iniciativas humildes (como organización de colectas, ayunos y expresiones de solidaridad con los que sufren en el mundo miseria y explotación) contribuyen a dar a la vida cotidiana la dimensión del mundo total. La comunidad local, abierta a los problemas de toda la tierra, ejercería así una tarea pedagógica; en ella se forma el ciudadano del mundo. d) La ascesis ecológica, creativa y no destructiva En conclusión, la terapia de los males ecológicos de la hora histórica presente pasa de modo privilegiado por el sendero del espíritu. Es urgente instaurar una ética de los límites, de la medida, de la renuncia a perseguir todas las metas técnicamente posibles. Más que las alarmas lanzadas por los ecologistas tétricos (las cuales, sin embargo, no hay que subestimar), contribuirá a dar forma a la nueva ecología la aportación positiva de aquellos ecologistas que sepan descubrir el valor creativo, para los individuos y para la sociedad, de la ascética voluntaria. Los humanistas lúcidos rehúsan, hoy más que nunca, plegarse a la resignación fatalista, y apuestan por una ecología creativa, como bien relata el ecologista Dubos:
La fe en la vida que tienen los ecologistas es creativa, como no lo es menos aquella fe en el Dios de la alianza, que recobra vigor al contemplar el arco iris. .
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